En el verano del año pasado, la expedición de viajeros de Lantxabe, organizados por Lola Arrieta, recorría Baviera y el Sur de Alemania; en varias ocasiones la marcha tenía el Danubio como fluido paisaje El 8 de julio llegó a Ratisbona.
Los viajeros pasamos por el dulce e imponete río de Europa -y del concierto de año nuevo-, por el puente de piedra que lo cruza desde 1146, y visitamos Regensburg, ciudad patrimonio de la humanidad. La entrada por el viaducto -en obras- nos permitió ver sus 20 torres medievales construidas a pedido de los ricos comerciantes de la época. Los trotamundos recordamos a San Gimignano aquel pequeño pueblo amurallado de origen medieval, erigido en lo alto de las colinas de la Toscana, que hollamos cuando el recorrido por la Ruta Francigena, allá por el 2009
Recorrimos el bellísimo casco viejo de Regensburg. Ratisbona no se benefició de la industrialización, hecho que la salvó de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. El casco viejo de la ciudad está casi intacto y conserva abundante arquitectura románica y gótica en perfecto estado.
Visitamos la casa dónde nació Juan de Austria hijo de Bárbara Blomberg y el emperador Carlos V.
Además tuvimos oportunidad de ver cómo la Catedral iba cambiando su tono de color con la caída de la tarde
Cumplimentamos el Walhalla monumental “Partenón” a 10 km al este de la ciudad, situado sobre unas impresionantes vistas del Danubio, aunque el monumento como tal sea de dudoso gusto y problemática intencionalidad. De los cientos de bustos que exhibe, solo 12 corresponden a mujeres y han de ser de personalidad de la familia lingüística germánica (es decir, no solo alemanes, sino también austriacos, holandeses, británicos o escandinavos).
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Pues bien, ocurrió en esta ciudad, corría el otoño del año 1604. En la Corte de Rodolfo II, un funcionario busca a toda prisa al matemático y astrónomo, Johannes Kepler. La noticia no puede esperar: una nueva estrella de brillo excepcional ha aparecido en el cielo. El suceso deja atónito al sabio ratisbonés. No es solo que haya aparecido una estrella nova en la constelación de Ofiuco, sino que lo ha hecho junto a una extraña conjunción de los planetas Júpiter y Saturno. Incluso Marte se ha sumado al espectáculo celeste. ¿Qué puede significar aquello?
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Parte de los viajeros de Lantxabe conocían esta anécdota y la personalidad del científico Kepler, así como las leyes que llevan su nombre.
Y allá que se fueron a visitar la casa que alojó y vio morir a nuestro ilustre. (En la foto)
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Kepler fue una figura clave en la revolución científica, astrónomo y matemático alemán; conocido fundamentalmente por sus leyes sobre el movimiento de los planetas en su órbita alrededor del Sol.
Kepler es el estudioso de la “gran conjunción”. Este es el nombre que recibe la aproximación relativa de los dos planetas mayores, Júpiter y Saturno. Dados sus grandes periodos orbitales, solo se repite cada 18 o 20 años. En contadas ocasiones, cuando los planetas coinciden en su mayor oposición al Sol, también coincide su ascensión recta, por lo que pueden llegar a juntarse hasta tres veces en el intervalo de solo meses. A este fenómeno se le denomina “triple conjunción”. Ocurrió en 1604, pero también en 1682, 1821, 1941 o 1981. Para la próxima habrá que esperar hasta el año 2238.
La cuestión que nos ocupa es que los astros se habrían juntado en el cielo hasta tres veces durante el año de la Encarnación divina. ¿No habría esto llamado la atención de los tres Reyes Magos bíblicos?
Dado que estas grandes conjunciones se mueven a lo largo del Zodíaco, existe un patrón conocido muy del gusto de los astrólogos, y que marca un ciclo mágico de 800 años. Kepler, como astrónomo y astrólogo, lo sabía, y justo a finales del año 1603 daba comienzo uno de estos intrigantes ciclos. El anterior había coincidido con la aparición del todopoderoso emperador Carlomagno. Y dos ciclos atrás –1600 años– casi con la llegada de… Jesucristo. ¿Qué tipo de suceso podía acontecer ahora, con los astros rebelándose de esa manera? ¿Tal vez el fin del mundo?
No ocurrió nada especial.
Pero el siempre prudente Johannes Kepler descubrió algo sorprendente al año siguiente. Un monje polaco llamado Laurentius Suslyga hizo públicos varios errores en las dataciones del nacimiento de Jesús de Nazaret y, como consecuencia, en el origen de la Era Cristiana. Hasta entonces, la Iglesia había dado por buenos los cálculos de Dionisio el Exiguo, un abad romano del siglo VI que había fijado el nacimiento divino el año 753 después de la fundación de Roma. Pero según el jesuita Suslyga, Cristo habría nacido cuatro años antes… del propio Cristo (en una curiosa paradoja espacio-temporal).
Los errores son hoy bien conocidos, tanto por las dataciones romanas como por los textos evangélicos. El emperador Cesar Augusto reinó cuatro años con el título de Octavio y, además, se había empezado a contar en el año “1” (en la Europa medieval no existía el concepto árabe del cero). Herodes, rey de Judea al nacer Jesús, había fallecido también cuatro años antes de Cristo, y el censo ordenado por Roma –que obligó al accidentado viaje de María y José– tuvo lugar igualmente entre los años 8-6 a.C. Por tanto, hay un claro error en las fechas. Cuando Kepler tuvo conocimiento de algunos de estos datos, ató cabos. Había que restar cuatro o cinco años a la triple conjunción que él había calculado con la mayor de las precisiones. Los astros se habrían juntado en el cielo hasta tres veces durante el año de la Encarnación divina. ¿No habría esto llamado la atención de los tres Reyes Magos bíblicos?
En la actualidad sabemos que la nova reportada en 1604 por Kepler es, realmente, la última supernova conocida en la Vía Láctea. Sabemos de pocas más en nuestra galaxia (en el año 1006, en 1054 –la famosa Nebulosa del Cangrejo–, o en 1181), pero solo podemos remontarnos hasta el año 185 d.C. para tener registros de la más antigua citada por astrónomos chinos.
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Sea como fuera, las gentes de Lantxabe tienen un motivo más para sentirse confortados -más en estas fechas especiales- por la magia de los viajes al centro del arte, de la ciencia, del paisaje, de los acontecimientos que componen la cultura y la historia de Europa
Que los Magos, recordamos que vienen, como los refugiados, de Oriente, nos traigan solidaridad, fraternidad, sensibilidad social
Sobre un artículo de Enrique Joven Alvarez