“El eclecticismo arquitectónico es una tendencia artística en arquitectura que mezcla elementos de diferentes estilos y épocas de la historia. Se manifiesta en Occidente entre 1860 y finales de los años 1920”.
Más o menos ese es el inicio de la conferencia que impartió ayer el catedrático de proyectos arquitectónicos de la UPV, Manuel Iñiguez Villanueva, en el Centro Cultural Aiete.
El prestigioso catedrático desarrolló el lenguaje de las diversas denominaciones el eclecticismo y el Art Nouveau fue tomando en Europa y en EE UU y las diversas técnicas y materiales empleados.
“Con la revolución francesa y el proceso revolucionario que marca el triunfo de la burguesía, se dejan atrás los símbolos del Antiguo Régimen. Frente a los modelos de arte refinado de la aristocracia y los grandes palacios barrocos de los príncipes, aparece una nueva retórica, con símbolos procedentes de la Antigüedad. Esta Antigüedad será el ideal que los revolucionarios procurarán recuperar para salirse de la viciada sociedad que había hasta ahora; el arte rococó se condena y se ensalzan la racionalidad y la austeridad”.
Más tarde, y con la autocoronación de Napoleón como emperador, el estilo neoclásico, con toda su simbología clásica pasará al servicio de éste, exaltando sus afanes imperiales, emulando al Imperio Romano.
Una de las primeras fotos que nos mostró el profesor para ilustrar este criterio fue la Iglesia de la Madeleine, París, ejemplo del Neoclasicismo francés
Para Iñiguez el centro del nuevo arte arquitectónico fue Paris, desde esta capital se irradiaron las novedades constructivas al resto de Europa y del mundo.
La Francia del Segundo Imperio va a dar una imagen brillante y espectacular. El gusto de este Segundo Imperio será, entonces, de gran pompa y fanfarria imperial, del agrado de los burgueses enriquecidos. En este empeño por asombrar al mundo con el esplendor del país, y de su capital, París, muy especialmente, se llevarán a cabo una serie de obras de enormes dimensiones, desde los ambiciosos proyectos de la Ópera de Charles Garnier, la reforma de la catedral de Notre Dame de Viollet-le-Duc, que consistió en vaciarla de sus anexiones, y la ampliación del Palacio del Louvre de Visconti hasta los planeamientos urbanísticos de las calles parisinas del barón Haussmann.
Charles Garnier, mientras se construía el edificio de la Ópera, disponiendo de unos días libres, los aprovechó para realizar del 3 al 31 de mayo de 1868, junto con su mujer Louise Garnier, sus amigos el arquitecto Ambroise Baudry y el pintor Gustave Boulanger, un viaje por España. Partiendo de París, por Hendaya, visitaron San Sebastián.
La marca de estos estilos arquitectónicos es patente en nuestra ciudad gracias a Cortázar y a Goikoa, pero no siempre -más bien al contrario- por las construcciones hechas encima de aquellas joyas identitarias. Ahí está la desaparición del teatro de Maramar en el ensanche oriental de la ciudad o las tentativas para que la piqueta acaben con el Palacio de las Bellas Artes, del que el 23 de marzo de 1914, el arquitecto Ramón Cortázar enviaba Memoria explicativa para su aprobación al ayuntamiento de San Sebastián. Ningún alcalde podrá firmar ni la demolición ni la trasformación de un edificio crucial para entender la ciudad.
Toda esta idea fue desarrollada por el profesor y expuesta en fotos proyectadas en la gran pantalla del salón de actos del centro cultural. Fue un lujo, una clase magistral de arquitectura.
El maestro se detuvo en La Secesión, fundada dentro de la Vereinigung Bildender Künstler Österreich que es la Asociación de los artistas de las artes visuales en Austria.
En esta época, Austria sufre de problemas en todos los sectores: social, económico, religioso, político, monárquico… que contrastan con un ambiente idealista. Es el periodo más brillante para Austria, siendo su capital, Viena, la cuna del psicoanálisis.
En 1897, Otto Wagner, Gustav Klimt, Joseph Maria Olbrich, Josef Hoffmann y Koloman Moser fundaron el grupo artístico llamado la «Secesión de Viena». De las ideas de este grupo desarrolló un estilo que incluía referencias cuasi-simbólicas a las nuevas formas de modernidad.
Don Manuel nos proyectó el Pabellón de la Secesión de Viena, construido en 1897 por Joseph Maria Olbrich para las exposiciones del grupo de la Secesión
En cada uno de los autores citados fijó su atención el catedrático.
Y nos ayudó a los asistentas a grabar la nuestra con maravillas como las que proyectó de la Arquitectura historicista neoclásica. Volvimos a ver, ahora en foto -el año pasado estuvimos allí en persona en el viaje organizado por Lantxabe- la impresionante plaza, que acoge la Gliptoteca de Múnich, diseñada por Karl von Fischer como espacio público (su capacidad escénica fue aprovechada por la barbarie nazi).
Vimos Castillo de Pierrefonds, reconstruido con los criterios historicistas neogóticos por el polémico y ahora recuperado Eugène Viollet-le-Duc durante el Segundo Imperio Francés (1852-1870), para residencia de Napoleón III.
Nos llevó de la mano por la reconstrucción de Chicago, tras el incendio de 1871 que permitió diseñar con libertad edificios como el Home Insurance Building, de William Le Baron Jenney, de 42 metros de altura gracias al uso estructural del acero, precedente de los rascacielos, aunque tan sólo contaba con diez pisos.
El incremento de las dimensiones de los edificios de oficinas o viviendas hubiera sido del todo inútil sin las innovaciones simultáneas de la era de la electricidad que posibilitaron los rápidos desplazamientos de masas que caracterizan la vida urbana contemporánea: en vertical (el ascensor) -¡¡¡cuánto ha costado que se aceptara para los ciudadanos de Aiete!!!- y en horizontal (metro, tranvía y otros transportes públicos) asignatura pendiente en el barrio.
También nos proyectó el «Reliance Building». Arquitecto: Daniel Burnham. Chicago
Y El Edificio de Le Corbusier, en Stuttgart. (Y nos habló del autor francés y también de su paso por San Sebastián)
Los apartamentos Lake Shore Drive y el arquitecto Mies van der Rohe.
El Crystal Palace, una estructura (diseño del constructor de invernaderos Joseph Paxton) de 92,000 metros cuadrados, 33 metros de altura máxima y 564 metros de longitud, construida por cinco mil operarios especializados para albergar la Exposición Universal de Londres de 1851.
Nos proyectó la emblemática escalera del Hotel Tassel, Bruselas, de Victor Horta.
Nos enseñó la fachada de la casa Batlló, Barcelona, de Antonio Gaudí, y la de al lado, la Casa Amatller, de Puig y Cadafalch, menos valorada por el público, pero con un encanto especial.
Vimos la Estación del Metro de Viena y nos habló extensamente de Otto Wagner.
No dio mucho tiempo para hablar de Riga. (Por nuestra parte adjuntamos el Ventanal en la calle Smilsu, Riga, de Peksens). Dos horas de charla que pasaron como un suspiro -Gracias Alberto por tu paciencia-.
La ciudad de San Sebastián tiene 180.000 habitantes y sus encantos están en las laderas de sus ríos, en sus montes, en sus Bosques (el de Miramón incluido), en las playas, en los paseos, pero sobre todo en el centro y en la zona romántica de Donostia, como nos ilustró Manuel Iñiguez.
Los visitantes vienen a ver esas joyas, no obras horrorosas.
Hace tiempo que se acabaron aquellos levantes, negocio de gente sin cabeza, ni corazón.
Ahora conservemos su identidad. De sus jardines, playas, paseos, calles (De esa identidad no forma parte el Kursaal de Moneo-Elorza mal que les pese a algunos)
El Gobierno Vasco decidió dar protección interior y exterior al Bellas Artes.
En aquel entonces a Letamendía, concejal de urbanismo, aquella decisión le pareció «frívola y arbitraria».
Mientras tanto el gobierno municipal va dando tumbos. Un día es el Bellas Artes, otro día es el edificio de Miracruz 19, otro una villa de Ondarreta…
Ahora en la oposición, EH Bildu propone crear un consejo consultivo en el que participen miembros de asociaciones en defensa del patrimonio
El PP, en la oposición desde siempre, cree posible un ‘tribunal’ que decida la concesión de licencias en los casos concretos.
Ahora el gobierno municipal inicia una reflexión sobre qué nuevos instrumentos se pueden poner en marcha para responder a la inquietud ciudadana sobre el patrimonio urbanístico, pero ¡Atención donostiarras!… Con la idea de no limitar a un propietario las posibilidad de reformar un edificio.
En otras palabras el gobieno municipal quiere permitir que se sigan destruyendo los elementos más emblemáticos de la ciudad ¿A quién sirven?
Ainitze Ortuzar