La capital de Lituania acaba de cumplir mil años. Se renovó y se embelleció para mostrar al mundo su mejor cara, cuando celebraba su capitalidad cultural europea (año 2010)
El río Neris divide la Vilna contemporánea -la de edificios modernos y los rascacielos- de la Vilna histórica, de antes de la Segunda Guerra Mundial. Su precioso casco viejo -declarado patrimonio mundial- es un cogollo entre colinas y bosques, sembrado de edificios monumentales, cafés, restaurantes, talleres de artesanos e iglesias góticas, neoclásicas, barrocas y bizantinas.
Tenemos la tarde libre y quizás lo mejor es dar un paseo empezando por la la catedral (en la foto).
Data del siglo XV, aunque sufrió numerosas modificaciones posteriores, incluido el gran pórtico neoclásico del siglo XVIII, coronado por las estatuas de san Estanislao, santa Elena y san Casimiro, que representan Polonia, Rusia y Lituania. En el interior destaca la hiperbarroca capilla de este último santo. El campanario exento -popular sitio para quedar- es un resto de la antigua muralla.
Detrás de la catedral, está la colina de Gediminas (ver foto), coronada por la única torre que se mantiene del castillo que fue el origen de la ciudad. Desde aquí se disfruta de unas magníficas vistas. La torre y la colina la visitaremos al día siguiente (miércoles 6) en una visita panorámica de la ciudad
En el paseo alcanzaremos un puente sobre el Vilna -lleno de candados que como el año pasado observamos en Salzburgo (y aquí empiezan a hacerlo en le Paseo Nuevo) las parejas dejan ahí como símbolo de su amor eterno- y podemos llegar a Uzupis, un barrio de artistas bohemios, autoproclamado república independiente, con divertidos murales en sus fachadas. El símbolo del enclave es un ángel tocando su trompeta en la plaza y su constitución proclama: «El hombre es libre para ser vago».
Y llegar a la calle Didzioji y la iglesia de San Casimiro que representa la turbulenta historia de Lituania. Construida por los jesuitas, incendiada un par de veces, ha sido ortodoxa, luterana, agustina, campamento de Napoleón, soviética y, de nuevo, católica.
Vilna es una de las más hermosas ciudades del Báltico, cambió 12 veces de manos durante el siglo XX y es comparable, como monumento arquitectónico vivo, a Tallin, la capital de Estonia, que visitaremos el 10 de julio.
El ámbar mágico de Lituania le dio el título a Sergio Pedrouso para la preciosa charla –ambar musical– que nos dio en la casa de cultura el pasado 14 de mayo
El ámbar no es otra cosa que la resina de los árboles que vivieron hace millones de años. Por procesos naturales quedaron sepultados bajo la tierra, y el mar finalmente la empujó a salir a la superficie.
Los Lituanos utilizan el ámbar para casi todo, porque consideran que es una piedra «mágica» con «propiedades especiales». Entre las muchas leyendas e historias que explican su aparición está la que dice que son los restos del castillo de la diosa del mar Yurate destruido por el dios del Trueno como castigo por amar a un simple pescador. Los restos del castillo están hoy esparcidos hasta en 300 lugares diferentes de todo el mundo, aunque el más valioso es el que de aquí.
¿Y por qué tienen distinto color?
El ámbar negro es la mezcla de la resina con la que se formó y tierra. El azul o verde fosilizó mezclado con algo de metal. El rojo estuvo en contacto con temperaturas muy altas; y el blanco, el más valorado por los lituanos, resulta de la unión de la resina y la arena. Este último es el más escaso y probablemente el más caro. El material más popular, el amarillo
¿Cómo saber si es auténtico?. Es una piedra que pesa muy poco y que flota en agua.
En Vilna también hay muchas tiendas de lino no solo de ropa, si no también para la casa (manteles, servilletas,…).