Fue un viaje cultural preparado a conciencia en el ciclo de literatura y cine de Aiete celebrado este último trimestre y dedicado a los autores y paisajes de las ciudades que jalonan el golfo de Finlandia.
Esta sólida formación causó sorpresa y admiración en las guías que nos esperaban en Vilnius (capital de Lituania) o en la fortaleza de Trakai (foto 6 de julio) y la bella Kaunas.
Y esa ha sido una constante en el viaje. Esperaban turistas más o menos alocados/as y se encontraron peregrinos/as ávidos de saber y de conocer.
Ya en Letonia (8 de julio) pasamos una hermosa tarde en el barroco y rococó palacio Rundale; mientras que en su capital, Riga, disfrutamos de una simpática y culta guía que nos acompañó por el Barrio Art Nuveau. Teníamos muchas ganas de palpar la concreción del modernismo letón, del que nos habló Manuel Iñiguez Villanueva en aquella documentada charla en el Centro Cultural de Aiete, el pasado 12 de mayo. El Art Nouveau comenzó su implantación en Letonia gracias a un buen número de arquitectos encabezados por el ruso Mikahail Eisenstein, padre del celebrado director de cine soviético Serguéi Eisenstein.
Y el día 9 recorrimos el original Parque Nacional de Gauja, con una linda guía que hacía honor a su nombre.
También visitamos las playas de Parnú, frontera de Estonia con Letonia. Parnú es la ciudad de vacaciones del profesor Martens. Jaan Kross nos describe en su novela el ambiente de esta capital de verano. La tertulia en Aiete fue el pasado 5 mayo.
El 10 de julio lo pasamos en Tallin, capital de Estonia, bellísimas ciudades medievales, la alta y la baja, entre las cuales nos pescó una formidable tormenta (posteriormente esos meteoros nos acompañarían durante una gran parte del viaje, estábamos como en casa).
Nos alojamos en el elegante y moderno hotel Sokos Viru, en las puertas de la ciudad baja, en cuyo último piso, el 23, operó en su tiempo la KGB y ahora guarda un museo temático
El 11 de julio nos desplazamos en barco hasta Helsinki y lo primero que hicimos fue disfrutar de la escultura monumental dedicada a Sibelius, puede ser como un peine del viento finlandés, en acero galvanizado como será la pasarela sobre la erreka Manda del Bosque de Miramón. Sergio Pedrouso ya sabía como titular su charla impartida el 26 de mayo: la llamó “Ambar musical”, la piedra preciosa del báltico.
El 12 de julio, también en barco, llegamos a San Petersburgo.
La antigua Leningrado transmite ansiedad. No es extraño que ese fuera el primer contacto con nuestra guía. Después todo fue más fácil.
La ciudad de Pedro el Grande, de la Revolución Soviética de 1917, la heroica Leningrado, es un importante centro económico y político en la que todo el mundo parece que tiene prisa (el tráfico en sus calles es infernal)
Por supuesto, el objetivo central de nuestro viaje estaba en el Museo del Hermitage y, más concretamente, en la colección de los Impresionistas; muchísima gente en todas las salas, especialmente en las que guardan las colecciones más apreciadas.
La gente de la tertulia dedicamos un tiempo especial a “La conversación” de Henri Matisse que nos prestó su cuadro para ilustrar el tríptico del ciclo “Mirando al Báltico”.
Ver el cuadro colgado en la pared era una realidad palpitante, viva, entrañable.
Vimos varias iglesias y catedrales y la fortaleza de Pedro y Pablo origen de la ciudad.
Fuimos al Museo Ruso con la exclusiva intención de ver las cuatro salas dedicadas a iconos que no nos decepcionaron.
El 14 de julio nos desplazamos al Palacio de Catalina. El lugar impresiona por su tamaño y majestuosa decoración.
El 15 de julio al Palacio de Verano de los zares situado en Petrodvorest, llovía mucho. Pero pudimos ver y fotografiar la fantasía en oro de sus creadores y acercarnos a las orillas del Báltico. La residencia de verano de Pedro I el Grande es comparada por los rusos -guía incluida- con Versalles.
Paseamos la ciudad, anduvimos por la perspectiva Nevski, visitamos la Casa dónde falleció Tsaikovski, el Edificio Singer cerca de la plaza Ostrovski, el Puente de Anikhov y otras preciosas pasarelas sobre los múltiples canales, el Teatro Aleksandrinski y muy cerca el solitario y exclusivo pasaje Rossi-Ulica.
Y, emocionados, callejeamos por las de Dostoievski, entramos en el museo dedicado a él, llegamos a la plaza Sennania de Raskalnikov en la genial Crimen y castigo, (tertulia de Aiete celebrada el 14 de abril en torno a la novela) para finalizar el recorrido en el teatro Marinski (algunos viajeros habían reservado entrada y disfrutaron del Lago de los cisnes)
Una y otra vez atravesamos el imponente Neva. Desde sus puentes y sus orillas veíamos una hermosísima y deslumbrante ciudad. Un auténtico marco incomparable, más bello y espléndido que palacios, lugares y catedrales de los Romanov.