Esta viñeta de Max es un gráfico resumen de la novela «El desierto de los tártaros”, de Dino Buzzati que tuvimos en la tertulia celebrada el 12 de noviembre de 2009 en el Topaleku, ahora hace siete años (la casa de cultura se inauguraría un año más tarde).
«El Topaleku de Aiete abre el ciclo de cine y literatura con una obra sobre la mafia» Así titulaba M. L. el 8 de octubre del 2009 su crónica para el DV.
Y la crónica seguía, «Lantxabe, la Asociación de Vecinos de Aiete, inaugura hoy la cuarta edición de su ciclo anual de literatura llevada al cine, dedicando a Italia el primer trimestre. El Topaleku será escenario, a las 19.00 horas, de una tertulia centrada en la novela El día de la lechuza, de Leonardo Sciascia.
Los asistentes intercambiarán impresiones sobre esta obra, en la que Sciascia reflexiona sobre uno de los temas que más le han obsesionado, la mafia. Lo harán en un coloquio moderado por Lola Arrieta.
Mañana, a la misma hora, se proyectará la película de título homónimo, dirigida por Damiano Damiani e interpretada por Claudia Cardinale y Francisco Nero. Fernando Mikelajauregi se encargará de presentar el filme y dinamizar el posterior debate».
La crónica adelantaba que «En los próximos meses, se abordarán otras obras, como El desierto de los tártaros -el 12 y 13 de noviembre-, de Dino Buzzati, y El conformista -el 17 y 18 de diciembre-, de Alberto Moravia».
Un par de meses más tarde, en el propio DV, se escribía sobre la tertulia en torno a novela de Moravia, ahora en crónica de Lara Ochoa
En el artículo que escribía Lara Ochoa, ésta ponía en boca de Lola que la entrada al ciclo es libre.«Empezó siendo una actividad a la que asistían vecinos del barrio, pero ahora viene gente de otras zonas de San Sebastián». Así, un jueves y un viernes al mes, más de una treintena de «amigos» se reúnen a las 19.00 horas en el Topaleku del Palacio de Aiete para compartir su conocimiento sobre un libro o película determinada. El número de asistentes para ver la película suelen ser más.
Desde la asociación Lantxabe echábamos en falta público joven en estos ciclos de literatura y cine, ya que la edad media de los asistentes supera los cincuenta, según afirman los organizadores. «Tendremos que pensar algo para atraer a los jóvenes también», indicaba Lola, quien asegura que organizar el ciclo de cine y literatura es un trabajo «voluntario al que hay que dedicarle horas, sobre todo porque hay leer muchos libros, pero nos llena de satisfacción».
Son retos de ayer y de hoy. Como lo son que los asistentes acudan a la tertulia habiendo leído el libro, esto tiene su importancia, pero no es imprescindible. Para facilitar las cosas se sigue enviando «con tiempo» un e-mail a los interesados con el programa completo de las dos sesiones de cada trimestre para que puedan ir avanzando en la lectura, si es posible. Ayer como hoy se anuncia el ciclo completo en la web de la asociación y en los medios informativos en general, y en los de Donostia Kultura.
Añadía Lola en aquellas fechas «Así, en la tertulia después de la breve introducción al autor y su obra, todos tendremos algo que aportar sobre el libro que hemos leído». Y lo normal es que así sea. De hecho, Arrieta cuenta que la gente asiste «tan a gusto» a las dos sesiones que es habitual que surjan tertulias casi espontáneas en torno las novelas o a los films
Y así fue en la tertulia que da título a este comentario sobre la novela El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, celebrada el el 12 de noviembre de hace siete años ya.
De aquellas semillas nació la actual cosecha, una de las tertulias más fértiles de nuestra ciudad.
Una de las peores cosas de llegar a viejo es que, a medida que pasa el tiempo, uno va perdiendo las esperanzas de llegar a viejo. No sé si me explico, pero algo parecido me vino a decir el viejo, una de esas noches en las que hasta los relojes parados no pudieron evitar que se amontonase el tiempo sobre ellos.
Fue entonces cuando el viejo me habló de ‘El desierto de los tártaros’, la novela de Dino Buzzati, una historia donde el protagonista es el tiempo. “El puto tiempo, muchacho -me dijo con resignado cansancio – el puto tiempo, que cada vez corre más veloz y se traga los días como si fueran humo”. Yo tomé nota y me pillé la novela que no leí hasta el otro día, llevado por las fechas navideñas y el recuerdo del viejo
Todavía sigo tocado por la historia que cuenta Buzzati en esta novela existencial de frontera, por llamarla de algún modo; un continuo y palpitante relato donde su protagonista juega a estar muerto por hacer más llevadera la eternidad. Hay que comprenderlo, pues la novela se desarrolla en una fortaleza fantasma donde los soldados esperan el ataque de un ejército enemigo que nunca aparece. Tenía razón el viejo cuando me dijo que El desierto de los tártaros es una novela de esas que dejan cicatrices de las que nunca cierran. “Mas vale que estés armado, muchacho, antes de leerla”. Ahora, que me acerco a la edad que el viejo Al tenía entonces, me doy cuenta de la importancia de la historia que cuenta Buzzati, donde entre una palabra y la siguiente consigue que el silencio se insinúe. Tal vez este sea el secreto para conseguir hacer hablar al tiempo.
De lo que sí estoy seguro es del acierto de la banda sonora de la película de Valerio Zurlini, el director italiano que se atrevió a llevar la novela al cine. La música la compuso el magnífico Ennio Morricone quien, con su batuta, batió las arenas del desierto de los tártaros haciendo resonar los ecos de ultratumba del ambiente; como si el aire fuera de vidrio.
En la banda sonora de Morricone he encontrado la presencia de Ravel y de Debussy, pero también de Ravi Shankar y de Emerson, Lake & Palmer. Qué quieren que les diga; después de leer una obra maestra como la que me trae hasta aquí, y de escuchar la música inspirada en ella, uno tiene la sensación de haber salido hace un rato de la placenta materna para redactar esta pieza.
Cuánta razón tenía el viejo cuando me dijo que una de las cosas que uno aprende leyendo El desierto de los tártaros es lo desolador que resulta carecer de alicientes; perder las esperanzas y que llegue un día, o una puta noche, en que la única novedad interesante en tu vida sea el pasado. Tan duro como para romper un martillo, muchacho.
Nota: La novela El desierto de los tártaros «El desierto de los tártaros”, de Dino Buzzati (tertulia celebrada el 12 de noviembre de 2009 en el Topaleku)