La importancia de la fabricación de la sidra en el caserío vasco, a lo largo de la historia, convierten a las labores de recolección de la manzana y su prensado en ocasión privilegiada para la fiesta.
Pero la manzana trasciende el simbolismo vasco: la manzana de la discordia en la mitología griega; las tres manzanas de oro del jardín de las Hespérides; la fruta prohibida, Adán y Eva, en la tradición judeo-cristiana; la manzana del Cantar de los Cantares, que representa la fecundidad del Verbo Divino.
La manzana simboliza el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y el mal
Todavía más, la manzana entró en el campo de la ciencia, a través de la trascendental ley de la gravedad, gracias a la que le cayó a Isaac Newton en la cabeza.
En muchas civilizaciones, la manzana es signo de salud y longevidad: Alejandro Magno y las manzanas de la India; en la mitología escandinava, la manzana es el único alimento de los dioses. O de sugerentes metáforas ”más sano que una manzana”
En el Pais Vasco las semillas de manzana formaban parte imprescindible de las provisiones de toda migración. Cabe recordar que hasta hace unas décadas muchos baserritarras-entre ellos varias decenas en Aiete- elaboraban sidra para consumo familiar, si bien en todas las localidades existían sagardotegis donde los hombres iban a degustarla.
Estas antiguas tabernas vascas o sidrerías a lo largo de los siglo XIX y XX eran el centro del ocio y la fiesta en San Sebastián. Muchas de ellas ubicadas en el barrio de Aiete: Erramunene, Katxola, Munto, Santa Teresa…La sidrería era el principal centro de encuentro público hasta bien entrado el siglo XX.
De aquello, como testimonio simbólico, hoy nos queda Katxola, trabajando con el corazón de Munto. La fusión de dos caseríos que, como los demás, estaban condenados a desaparecer pero que el sábado nos devolverán a la más ancestral cultura y fiesta del baserri y el mundo antiguo vascos.
Antaño cuando llegaba la época de la manzana, todos participaban, personas mayores, niños, mujeres y hombres, trabajaban en la recolección y al final se bailaba el “Sagardantza” o “Baile de las manzanas”.
Se puede decir que el caserío, la vida rural, desaparecen de forma inexorable en toda Europa, y Aiete es un buen ejemplo. El caserío ha sido pasto de la reciente urbanización del barrio. Pero las labores rurales cuentan con la empatía de cualquier persona que conserve su identidad.
Hace unos días, en las fiesta de Aiete, debajo de unos jóvenes pero espléndidos manzanos, dónde se respiraba libertad, armonía, auzolan (trabajo comunitario), la gente del barrio se desplazó al antiguo caserío Zabalegi (hoy Ekogune-Kutxa) para recoger manzanas; el pasado miércoles otro nutrido grupo de Aietearras se reunieron en el caserío Askonobieta para traer manzanas a Katxola que, mañana sábado, se machacarán dando el primer mosto de la temporada.
Si aquellas fueron unas radiantes jornadas, cogiendo las sagarras que caían de aquellos pequeños árboles, preñados de buena fruta, mañana sábado se prolongará la fiesta, viviendo así, sin ser demasiado conscientes, las antiguas tradiciones del caserío y la vida rural.
Como ayer, hemos hecho festivo el trabajo de la sidra, nos lo tomamos como una actividad lúdica, disfrutamos de nuestro tiempo, y el resultado de esta acción será una buena sidra. El sábado brindaremos con su mosto, y en febrero, el espeso líquido amarillo, dará lugar a la sidra que disfrutaremos, en txotx, allá por el próximo mes de febrero, con el mosto fermentado y convertido en sabrosa sidra, completando el ciclo de la fiesta de la manzana y de la sidra a la manera tradicional.