Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Representa un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira atónito. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas extendidas. El Ángel de la Historia debe de ser parecido. Ha vuelto su rostro hacia el pasado. Nosotros ayer también volvimos nuestros rostros y nuestras conciencias hacia el inmediato pasado, hacia el siglo XX, el siglo de Matxain (1916-1999) que Manuel no quiso doblar.
Ayer apareció ante nosotros una cadena de acontecimientos, generaciones de venerables ancianos, de personas identificadas con el trabajo, con las labores del campo, del caserío, del lavado, planchado y cosido de la ropa, la recogida de la hierva y la manzana, del juego de la toka, los bolos, los bertos, los cantos, las sidrerías, la deconstrucción y construcción de Aiete.
Y lo hizo en un formato que creará precedentes: el formato coral, hablado y cantado, cómo no, en forma de bertso, bertso de placer y de dolor, bertso de amistad y de reivindicación, bertso del popular Manuel Matxain.
Hacer pueblo es una catástrofe que acumula sin cesar historias que se van encadenando, sucediendo, aconteciendo. Conocerlas, identificarlas, vivir sobre ellas, convivir, traer a la memoria, es la célula básica sobre la que hace pueblo, entrelaza gentes, generaciones, identidades, procedencias, creencias. Ayer lo vivimos, lo organizamos, lo disfrutamos, lo conmemoramos.
A las ruinas de las mezquindades se les vuelca los pies con reuniones como las de ayer. Y se nos aparece la bella realidad del mundo del que hemos nacido.
Con actos cómo el de ayer no sólo hacemos tributo a la historia de Aiete, construimos el pueblo de Aiete, articulamos su sociedad. Nos reconocemos.
Un pueblo formado por seres humanos inteligentes, sociables, amables, solidarios, competitivos, alegres. Ayer se compuso un pueblo coral en el salón de actos de la Casa de Cultura de Aiete.
Esas alas que alientan este quehacer es lo que llamamos progreso