Barbara Kruger (1945, Newark, New Jersey) es una artista conceptual muy peleona y con un estilo muy particular.
Esta obra la hizo para una manifestación multitudinaria que hubo en Washington en 1989 en la que se reclamaba la libertad reproductiva de las mujeres. Pero el mensaje de Kruger es mucho más amplio, las palabras y la imagen escogidas son lo bastante ambiguas como para darle un sentido universal: “tu cuerpo es un campo de batalla”. Te obliga a mojarte porque está hablando de “tu cuerpo”, no del cuerpo de la vecina. El cuerpo de la mujer es una nación o territorio a conquistar. ¿Quién está legitimado para gobernar en él? ¿Vas a dejar que los de fuera decidan sobre tu persona, que se repartan tu cuerpo a voluntad, que establezcan unas normas de uso? Barbara Kruger no nos está hablando solo sobre aborto, está haciendo referencia también a los roles de género, a los modelos de belleza que nos vienen impuestos, a los derechos de la mujer en general. Nos sitúa frente a un rostro dividido en dos mitades, positivo y negativo. Aquí no hay grises que valgan.
Ambos, hombres y mujeres, deben sentirse con el derecho a ser fuertes. Es hora de que veamos a los géneros como un conjunto en vez de como un juego de polos opuestos. Debemos parar de desafiarnos los unos a los otros.
Los hombres creen que feminista es una palabra solo para mujeres. Pero lo que realmente significa es pedir igualdad. Si eres hombre y estás a favor de la igualdad, lamento decirte que eres feminista
No hay cuestión, feminismo significa igualdad: política, cultural, social y económica. Es bastante sencillo de entender por todo el mundo, incluidos los hombres
Javier se comprometió con la lucha feminista muchos años antes de tener hijos. Tiene uno de seis y otra de tres a los que cría junto a su pareja María repartiendo la responsabilidad, los cuidados y educándoles en igualdad. Pero a Javier le acaba de llegar un correo y, aunque estaba a punto de salir de la oficina y lo que le piden no es urgente, se queda un par de horas más para terminarlo. Javier no existe, pero podría ser cualquiera del barrio dispuesto a ejercer una paternidad comprometida pero que se encuentra con contradicciones. Muchas de ellas son las que suelen vivir las mujeres, tradicionalmente encargadas del cuidado de la prole.
¿Qué ocurre cuando las reflexiones teóricas se resisten a ponerse en práctica?, ¿cómo afrontar la sensación de «no pasa nada por trabajar un poco más» sabiendo que podrías estar bañando a los niños?, ¿qué pasa cuando crees que debes participar de la crianza, pero es ella la que se pide la reducción «porque cobra menos»?
De esto podía seguir escribiendo porque tengo experiencia