Fuimos a ver la película palestina OMAR, y nos encontramos, además de un retrato de situación, con el bonito regalo de una historia de amor, en medio de la crispación y el desasosiego con el que vive la gente en ese trágico rincón del mundo
Del visionado del film muchos salimos con un nudo en la garganta, el corazón encogido, el intelecto sabio, el corazón a cien por hora y la esperanza de que se podrá pasar página de tanto dolor y tanta tragedia.
Esta película trata la figura de un joven panadero palestino de nombre Omar (un guapo mozo Adam Bakri), que acostumbra a visitar a su novia secreta, Nadia (una bellísima Leem Lubani), esquivando balas y escalando el vergonzoso muro del territorio ocupado por los hebreos, un muro que divide a pueblos, familias y a personas, como quiebran los demás muros que en el mundo han sido y seguirán siendo, según anuncio del siniestro Trump.
El amor secreto de Omar precisa de sus visitas para mantenerse vivo, para lograr la aceptación de la muchacha y también el acuerdo entre las familias, sobre todo de su compinche Tarek (Eyad Hourani), hermano de la novia. Sin embargo, como se cuenta en esta dura y, paradójimante, bella película, la felicidad es escurridiza y poco a poco se va yendo. Como decía Neruda “No hay nada más dramático, cruel y arrasador que rozar la felicidad, tocarla con la yema de los dedos y que se te escape, y no de golpe, sino poco a poco, como la arena entre las manos, sin que puedas hacer nada. Ves la vida que pudiste tener y la acabas perdiendo.”
Además de esta tragedia de amor, estamos ante una película que nos introduce de pleno en el eterno conflicto palestino-israelí, una cinta, que nos mete en el interior de la geografía y las vidas de los territorios ocupados sin escrúpulo, con valentía y crudeza.
Apenas conocemos el cine palestino, y parece incluso un imposible que en las duras condiciones que se viven en la zona, Palestina dé algún avezado cineasta con el suficiente resuello y presupuesto como para hacer una extraordinaria película de principio a fin; Hany Abu-Assad, con un guión de su propia autoría, logra una obra de gran calidad y, cómo no, de enorme actualidad. Buena fotografía del propio Abu-Assad y hay algo curioso: esta película carece de música, lo que da una mayor sensación de angustia y desazón.
Estos jóvenes viven una existencia claustrofóbica, el desarrollo del film hace que empaticemos con ellos y sus penurias finales nos han producido un terrible pánico y desesperación.
Son actores desconocidos, salvo Adam Bakri, los otros Leem Lubani, Eyad Hourani, Samer Bisharat o Waleed F. Zuaiter son actores aficionados, que hacen gala de una gran seguridad y llenan pantalla en los primeros planos donde se pone de manifiesto su cualidad humana y la representación del durísimo conflicto sufrido por los palestinos. Con su amateurismo los protagonistas llenan de pasión una obra apasionante y demoledora.
En efecto, estamos ante una película desgarradora y fascinante a la vez, cuando seguimos palmo a palmo lo que ocurre dentro de los muros, o cuando Omar está fuera de esa cárcel ignominiosa…
El autor elige como escena desencadenante aquella en la que, en plena noche, Amjad (Samer Bisharat) mata a un soldado israelí. La represalia, como es habitual, no se hace esperar y conllevará la tortura a Omar, una tortura tal que sus víctimas acaban rotas, sin voluntad, eliminada su solidez como personas, un castigo al que probablemente nadie puede resistirse.
En el debate tras el visionado de la película, nadie vio un film de buenos y malos, ni propagandístico ni panfletario, sino que, como escribe Boyero, la película: “Describe la fragilidad de la voluntad humana ante el chantaje, la traición hacia su propia gente motivada por la necesidad de sobrevivir, el terror o los privilegios que aporta venderse al enemigo. No simplifica las cosas salvando o condenando a los personajes. Es realista y amargo. Hace creíble la interpretación de actores que no parecen profesionales. Te contagian el malestar, el desasosiego y la incertidumbre de los personajes. La realidad en Palestina debe de ser muy parecida a lo que describe este interesante director.”
Hubo coincidencia entre los tertulianos que que este filme no hace apología, no es belicista ni pacifista, se limita a reflejar una cruda realidad. El mismo director Abu-Assad dijo que para él es más importante reflejar credibilidad, que la propia realidad de una Palestina ocupada.
Chocó que en el escenario del film convivan facciones árabes diversas, pero donde también la policía hebrea intoxica con sus mensajes y engaños; el resultado es una sociedad asfixiante donde nadie se fía de nadie, donde cualquier palestino puede ser acusado de traidor por otras facciones, donde la policía y los servicios de inteligencia israelíes controlan y compran voluntades con chantajes que giran sobre la vida privada: el amor, la amistad o la confianza; donde cualquier persona puede ser dudosa o potencialmente peligrosa.
Entre la gente que ayer vimos la película se destacaron estos dos términos: el amor y la confianza.
El director de la cinta Abu-Assad dice, refiriéndose al lado romántico de la película, que existen “dos clases de historias de amor, la trágica y la cómica, y siempre hay dos obstáculos, el interior y el exterior. En la mayoría de historias de amor trágico, los amantes son capaces de vencer los obstáculos exteriores, pero no el interior, la verdadera confianza entre los dos. Cuando se trata de una comedia romántica, los amantes superan todos los obstáculos y acaban juntos. Por desgracia, la realidad del amor suele ser más trágica que la trama de una comedia romántica. En mi historia, Omar cree profundamente en el amor ideal y en la posibilidad de un final al estilo de las comedias románticas, y por eso la película es doblemente trágica.”
El otro tema central es la confianza y su importancia en las relaciones humanas. La confianza está en la base del amor, la amistad y la lealtad. Es intangible, puede ser muy fuerte o muy frágil a la vez.
Una película de envergadura, importante en el plano humano y que ilustra lo que vemos en TV y leemos en prensa cada día sobre el conflicto que supone la existencia de Palestina. Esta obra nos pone frente a frente con un conflicto de décadas. Hay algo implícito en este conflicto, que lo supera y que tiene que ver con esas alianzas e intereses existentes entre potencias en el panorama geopolítico, que nos puede arrastrar a todos a una inopinada escalada de violencia de consecuencias imprevisibles.
Hubo personas que se quejaron de tanta dureza, pero duro no es lo que vemos en un film sentados, más o menos cómodos, en unas butacas, con los subtítulos arriba, porque el suelo de asiento es liso; dura es la realidad de Palestina desde hace 60 años.
El final de la película es una alivio. La astucia y honestidad de Omar se impone el ladino, siniestro, canalla, rastrero, miserable, mezquino, vil… agente judío Rami (Waleed F. Zuaiter).
Una pena que las asociaciones de solidaridad con el pueblo palestino, que fueron invitadas, no sacaran tiempo para haber dirigido, informado, orientado, ilustrado el coloquio
Nominada al Oscar a mejor película de habla no inglesa. Festival de Cannes: Premio del Jurado (Sección “Un Certain Regard”); Seminci de Valladolid: Sección oficial a concurso.