Son pocos los que acuden a Milán y consiguen cenar con Leonardo da Vinci. Para lograr un hueco en la mesa de su ‘Última cena’ hay que reservar con mucha antelación y tener la tenacidad y la ilusión de los organizadores del Ciclo de Literatura y Cine en Aiete, pues sólo 1.320 elegidos pueden entrar cada día al refectorio del convento de Santa María delle Grazie de la capital lombarda para contemplar esta magna creación del maestro renacentista.
Fue el 4 de julio de 2013 cuando los viajeros de Lantxabe visitaron “La última cena” de Leonardo da Vinci.
Entramos organizados de 15 en 15, cada grupo con un responsable elegido la noche anterior en el hotel. Algunos de estas familias de colegas viajeros, presentaban graciosas peculiaridades, que motivaron la felicidad de todos más allá de la visita y del viaje, hasta hoy mismo. No daremos nombres.
Primero te cogen la entrada. Se pasa a uno de los accesos. Cierran las puertas detrás de ti cuando entras. Entras en último y de golpe, allí, ante nuestros ojos, la grandiosa última cena.
En nuestra cuadrilla, después de 4 o 5 minutos nos acercamos a observarlo más de cerca, con más detenimiento, pero se ve mejor a 3 o 4 metros de distancia. 15 minutos es exactamente el tiempo que teníamos para ver un maravilloso fresco cuya supervivencia está comprometida por la humedad del lugar
Más invitados a ‘La última cena’
Ahora un nuevo sistema de climatización permitirá ampliar el número de visitantes que pueden admirar la obra de Leonardo da Vinci. Se triplicará el número de personas que contemplan cada día ‘La última cena’.
Los impulsores del nuevo sistema de aireación de la sala donde se encuentra ‘La última cena’ aseguran que ahora podrá aguantar otros 500 años. «A través de la innovación consentiremos a más visitantes poder ver el maravilloso Cenáculo de Leonardo», destacó el ministro de Cultura italiano, Dario Franceschini. La gente del Ciclo de Literatura y Cine hemos tenido la gran suerte de haber estado allí.