Txanpuene, Txanpunene o Txanponene es un pequeño caserío que se encuentra en el alto de Amara, al lado de Arbaizenea, y que, rodeado de villas y casas, se mantiene casi como fue. Se ve que se le hicieron dos anexos laterales, en donde se localizaron las cuadras. Todo el resto está como fue. La cocina está habilitada para poder cocinar y comer, y, de hecho, la familia lo hace en algunas ocasiones.
Tiene Txanpuene una pequeña cruz de piedra en el remate oeste de la cumbre del tejado, del gailur. Parece ser una peculiaridad que se da en los caseríos de la costa, pero que es único en Aiete. Aseguran que era el sitio en el que frailes y monjas, siempre por separado, pasaban la cuarentena antes de entrar a una ciudad en la que las enfermedades infecciosas proliferaban y estaba asolada por la peste. De ahí la cruz, ¿o no?, porque también hay quien defiende que su existencia puede ir ligada a la fisionomía tradicional de los caseríos de costa.
Otro detalle original, es el dintel de arenisca en el lado norte del caserío, cuya puerta ha sido tapiada. Su inscripción reza: La Nueva Barceloneta. 1773. No se sabe por qué está allí, quién lo colocó, ni cuál es su significado, pero sí se sabe que está previsto conservarlo de alguna manera e integrarlo en el parque de Arbaizenea, quizá en el arco de entrada al mismo, al igual que la cruz citada.
Se dice también que fue una casa de postas, un lugar en donde funcionaba el cambio de las caballerizas, y en donde los viajeros que entraban a la ciudad amurallada se adecentaban. La orientación de la puerta, hoy tapiada hacia el norte, hacia San Sebastián, explicaría tal orientación, menos explicable en un lugar expuesto por su altura a los temporales marinos. Quizás, en los cambios en la fachada pudo afectar el que fuera un lugar fortificado durante la I Guerra Carlista.
Hoy el caserío ha dado la espalda hacia la ciudad y tiene su portón de entrada y la mayoría de sus vanos mirando hacia el sur.
¿Es Txanpuene un ejemplo de esa ruralización de los caseríos de San Sebastián en el siglo XIX?
Los dueños de Txanpuene eran los duques de Sotomayor y marqueses de Casa Irujo. Su hijo Luis Martínez de Irujo Artázcoz, se quedó con estas propiedades, que tras su muerte pasaron a su esposa Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba. Los Etxabe pagaban una renta muy modesta a su administrador. Más tarde lo vendieron a dos promotores inmobiliarios.
Txanpuene es de esos caseríos que, como Untzene, murieron en plena forma. En su antepuerta se levantaban como torres fortificadas hasta 6-7 almiares de hierba. Incluso tenían su pareja de bueyes rubios gallegos. Además, cultivaban con esmero la huerta. También cultivaban la flor para Todos los Santos, y era su primo Juan Garicano de Beliz quien la comercializaba. En total, el caserío tenía unas 4 ha, una de ellas de huerta.
Antes habían tenido buenos frutales, especialmente manzanos, pero no hacían carrera con los hurtos. Todo el mundo venía a robar manzanas. Los “licharreros” de San Sebastián, así les llamaba Vicente Laffitte, constituyeron una plaga similar al pulgón lanígero o al chancro. Y, claro, lo sufrieron especialmente aquellos caseríos más próximos a la ciudad. El último etxekojaun de Txanpuene, Valentín Echave decidió talarlos. En otro tiempo, llevaban manzana al lagar de Lazkano. En la bodega siguen de pie dos grandes barricas, testigos mudos de otros tiempos.
El caserío Txanpoene es testigo mudo de una historia que tiene mucho que ver con el agua y con su uso. En sus terrenos se esconden un lavadero y una fuente, elemento este que los vecinos quieren que se mantenga sin modificaciones ni traslados y que el Ayuntamiento propone cambiar de lugar.
Al caserío Txanpoene de Aiete le queda poco tiempo de vida. Su lugar lo ocuparán viviendas de lujo y del caserío solo quedarán recuerdos y algunos elementos arquitectónicos que servirán como testimonio de siglos de existencia. Pero sus historias permanecerán en la memoria -gracias, entre otros, al libro de Pedro Berriochoa- de quienes las vayan transmitiendo pero cuyo testigo mudo desaparecerá, aunque no hay todavía fecha para el derribo. Se quiere que el recuerdo deje huella en forma de una fuente y dos lavaderos existentes en la zona y que se integren en el parque sin alterar su ubicación y sentido. La pista para encontrar todos estos elementos es clara: seguir el riachuelo que discurre por terrenos de Txanpoene y que entra hasta Arbaizenea. Todavía lleva agua, que en otros tiempos se usó para lavar y para que las personas y el ganado bebieran. En definitiva, para dar vida a la zona.
La ladera de Txanpoene baja hacia la fuente del mismo nombre, que permaneció semi tapada por la maleza hasta que los vecinos se decidieron a iniciar el desbroce, un trabajo arduo que no pudieron rematar hasta que recibieron la ayuda que les llegó vía Donostia 2016. Entonces sí consiguieron las herramientas necesarias para que quedara a la vista, con la ayuda y consejo de un arqueólogo.
Y allí sigue la fuente, donde quieren que se mantenga, ya que el proyecto del parque contempla moverla pieza a pieza y reconstruirla siete metros más arriba. No lo entienden, ni comparten el argumento de que de este modo mejoraría su accesibilidad, ya que en su momento fue un elemento catalogado que se “descatalogó” para responder a los intereses de la obra sin otro criterio que lo explicara que el beneficio inmobiliario, como tantas otras veces.
Más abajo se encuentra lo que se utilizó como pequeña piscina, y en cuyo subsuelo se encuentra un lavadero que quieren que pueda asomar y en el que queda mucho trabajo por hacer. No saben lo que esconde la maleza y qué elementos quedan del lavadero.
Siempre siguiendo la línea del agua y en terrenos de lo que será el parque, cruzando un pequeño bosquecillo, y superando un vallado que separa los terrenos de Txanpoene de los de Arbaizenea, se llega al lavadero que lleva el nombre de la finca, una estructura “más elegante” . Este lavadero esconde un secreto: hay una fecha inscrita en la pared de piedra aunque el número que indica el siglo está borrado. Lo investigó Aranzadi pero nada se pudo saber.
A unos metros, junto al agua, siguen firmes las piedras planas en las que se frotaba la ropa, y a un lado, un casetón en ruinas cuya función no se conoce.
Lo que piden los vecinos de la zona es que estos elementos se pongan en valor, que se coloquen carteles que expliquen su función para que los donostiarras sepan lo que allí hubo o, por lo menos, que las instituciones competentes, en este caso el Ayuntamiento, investigue lo que hay.
Cerca, muy cerca de donde se halla Txanpoene, cuentan que en 1604 había decenas de fuentes que mandaban agua a Donostia a través de un acueducto ubicado en Morlans. Esta es una historia que ilustra en cierta manera la relación estrecha de este ámbito con el agua, un vínculo del que son testigos mudos la fuente, aunque es de épocas posteriores probablemente del XIX, y los dos lavaderos, cuya fecha de construcción se desconoce.
También en la zona de Morlans quedan algún casetón y un lavadero que permanecen asimismo como recuerdo de tiempos en los que el agua era un bien tan preciado que era arma de guerra, tanto es así que los acueductos eran objetivo prioritario: sin agua la situación de la ciudad se hacía insostenible.
Todo esos restos son parte de la historia de la ciudad que podemos legar.
Se priva a un espacio público verde, que se promete alegre, soleado, digno de ser paseado, casi en el centro de la ciudad, de una joya al no servirse de la histórica construcción para editar un museo del agua.
(Ver entrada en esta web http://www.aiete.net/2017/02/restos-del-acueducto-de-morlans/)
La modificación del planeamiento aprobada hace unas semanas por el pleno municipal completa un ciclo que se inició hace ya dos décadas, cuando fue suscrito el convenio con la Casa de Alba para ceder espacio al Ayuntamiento y crear 80 viviendas de alta gama. Veinte años después se ha integrado al Plan Parcial de esta zona la posibilidad de incrementar la edificabilidad bajo rasante de los bloques de viviendas de la zona, para aumentar los aparcamientos.
Por su parte “Lantxabe propone el caserío Txanpoene como artesanal Museo del Agua en Donostia”.
Esta propuesta se puede leer en la entrada a la web, en fecha 7 de Agosto de 2016.
La propuesta es que el ayuntamiento acuerde con la constructora no derribar el caserío y en su seno presentar un pequeño museo moderno e interactivo dedicado a explicar la importancia del agua en la historia de Donostia.
Txanpuene está ubicado en el número 57 de San Roke.
El caserío fue construido alrededor del año 1700 pero, a pesar de su antigüedad, no está protegido.
El Pleno municipal se ha comprometido a conservar el dintel tapiado, la cruz de que se ubica en el tejado del baserri, el lavadero de piedra de sillería (un edificio de pequeño tamaño, de unos 16 metros cuadrados, donde iban antaño, cuando no existían las lavadoras, las mujeres a lavar a mano, las prendas, ropas, telas y manteles del Marqués de Sotomayor, propietario de Arbaizenea, antes de pasar a manos de la Duquesa de Alba) y la fuente.
El ayuntamiento debe exigir que se preserven también dos garitones de donde manaban los manantiales que abastecían de agua a San Sebastián. El agua de estos manantiales se comunicaban con el acueducto de Morlans, que es por donde fluía para abastecer a toda la ciudad, incluida la Parte Vieja -de este acueducto no queda señal alguna por la desidia municipal respecto a su propia historia- En el año 1609 se inauguró el primer abastecimiento de aguas de San Sebastián desde estas fuentes de Aiete-Morlans, cuyo caudal se calculaba en 40.000 cuartillos. En aquel entonces no existían los embalses de Artikutza ni Añarbe. Los dos garitones están fuera de los pertenecidos a la duquesa, pero dentro del área que se va a transformar.
(Otro elemento a proteger es un roble de unos 300 años de antigüedad que se encuentra en el parque de Arbaizenea, dentro de la finca de la Duquesa de Alba, y próximo existe un tilo plateado, también protegido por el Plan General)
Txanpone dará nombre al parque que el ayuntamiento ha decidido fundar en la zona prado
Museo del agua
La propuesta es que el ayuntamiento acuerde con la constructora no derribar el caserío y en su seno presentar un pequeño museo moderno e interactivo dedicado a explicar la importancia del agua en la historia de Donostia.
Puede parecer tarde, pero estamos a tiempo…
En esa historia las más de 60 fuentes del cerro de Aiete tienen mucho que decir a los donostiarras.
Los expertos afirman que este cerro, en el que quedan dos fuentes, la de Morlans y la del propio Txanpoene, está recorrido, en su interior, por una amplia balsa de agua.
Además de centrarse en la historia y la importancia del agua para San Sebastián, el museo presentaría el valor de este precioso líquido desde una perspectiva local.
Nuestra propuesta es que en el caserío se instalen cuatro nichos experimentales:
1.El Laboratorio del agua para animar a los niños de entre 6 y 12 años a realizar todo tipo de experimentos con agua (abierto solo los fines de semana).
2.El mundo de agua con unos expositores que muestran la importancia del agua en la ciudad a lo largo de los últimos 500 años
3.Un centro de información sobre el agua con una biblioteca con respuestas a preguntas sobre el agua.
4.Proyección de documentales sobre la gestión del agua y la importancia de este líquido en otras partes del mundo (abierto solo los fines de semana).
Este pequeño museo -gestionado en Auzolan- sería una experiencia agradable y educativa para toda la familia.
Sería una continuidad del presentado como “Las aguas de San Sebastián, la fuente de Txanpoenea” subvencionado con 2.016 euros en el marco de olasdeenergia.dss2016.eu. Como se dice más arriba.
En ese proyecto Iñigo Etxabe Goenaga ha propuesto recuperar el abrevadero y lavadero del caserío Txanpoenea, situado en la calle San Roque de Amara. Se trata de una fuente de piedra arenisca utilizada hasta el año 1940 por la familia Etxabe para su uso propio y como abrevadero. La fuente, de 50m2, está compuesta por paredes, abrevadero, dos ventanas y una escalera. Las labores de recuperación se realizará con el trabajo en común de vecinas y vecinos. La fuente quedará integrada dentro del futuro parque municipal de Arbaizenea, y así las y los visitantes tendrán la oportunidad de conocer una parte del patrimonio histórico-cultural de San Sebastián, ya que en su día unas 60 fuentes de esa zona abastecían de agua la ciudad.
Txanpuene sería memoria activa también de los caseríos de las cercanías que han desaparecido Munto, Diuna, Mamelena-Olabene, Santa Teresa, Lazkano…
Basado en un reportaje de Arantxa Lopetegi. Fotografía Iker Azurmendi. Y del libro de Pedro Berriochoa “Caseríos de Aiete”
Pingback: Txanpuene: Las ‘empresas constructoras de viviendas de lujo’ pueden ‘ganar a la Justicia’ y ‘doblar la rodilla’ al gobierno municipal | Aiete – Lantxabe – Katxola – Ayete
Hola,
Felicidades por el trabajo que hacéis. Es importante mantener las raíces del antiguo barrio de la Goiko Galtzara. Y si es contracorriente, cuando todo el mundo piensa más en Londres, Paris o New York, más mérito todavía.
Una cosa, en la segunda foto aparece supuestamente el caserío Txanpuene, tristemente derribado.
Sin embargo, con todos los respetos, diría que en la foto no aparece dicho caserío si no Belitz, también derribado para hacer villas de lujo.
Agur bero bat eta eskerrik asko!
La foto citada induce a error. Se está escribiendo sobre Txanpuene y el casería es Belitz. La intención era la de ilustrar el reportaje basado en un trabajo de Arantxa Lopetegi para Noticias de Gipuzkoa, con fotos de Iker Azurmendi.
La foto señalada por Ibon presenta una amplia campa que se extiende desde San Roque hasta Morlans, sin señalar que el caserío que se ve -ya derrumbado- es Belitz
A Belitz le dedica unas páginas Pedro Berriochoa en su libro sobre Aiete. Se puede consiltar en esta web. Lo encontramos en BELIZ, UN BALCÓN SOBRE MORLANS y se inicia en la pagina 89.
Empieza así la semblanza “Beliz, Belis o Belitz era un caserío que fue derruido hace unos diez años. Se hallaba en el alto de Amara, asomado a la hondonada de Morlans. Su nombre y el del cercano Beloca nos vuelven a sugerir acentos gascones”.