Era una de las últimas tertulias de literatura y cine celebradas en el caserío Katxola. Pronto se trasladarían al restaurado Topaleku y, poco después, a la Casa de Cultura.
Este es el itinerario que representa la reivindicación por unas equipamientos colectivos dignos y adecuados a la necesidad del barrio de Aiete.
La tertulia mencionada se celebró 22 enero de 2009 y versó sobre la ‘Fiesta del chivo’ de Mario Vargas Llosa.
Vargas Llosa, en la novela, denuncia la salvaje crueldad de Trujillo y los largos efectos «tóxicos» de las dictaduras que «dejan toxinas que no se desvanecen inmediatamente cuando se acaban, sino que quedan gangrenando las instituciones democráticas». De esto sabemos mucho en España
El escritor, en la ‘Fiesta del Chivo’, recorre la fase final de la dictadura de Leónidas Trujillo, el caudillísimo -muy amigo del de aquí- que aplastó la República Dominicana entre 1930 y 1961. Una historia de horror, maldad y cobardía, de un régimen anticomunista feroz, protegido hasta casi el final por EE UU y la Iglesia católica oficial, alimentado por una policía brutal, que realizó –entre otros- el secuestro, tortura y desaparición de Jesús de Galíndez, exiliado, y miembro del PNV, en New York.
Por la novela, en la tertulia supimos, en uno de tantos pasajes en los que se describe la sádica crueldad del dictador, que Minerva Mirabal murió el 25 de noviembre de 1960. Su cuerpo apalizado fue hallado junto al de sus dos hermanas: Patria y María Teresa, tras ser asesinadas por Trujillo. No solo fueron unas acérrimas opositoras al régimen, sino que además sobre Minerva, la más activa de las tres, se cuenta que se atrevió a abofetear al propio Rafael Leónidas Trujillo, cuando intentó sumarla a su larga lista de posesiones. Es en homenaje al valor de estas jóvenes por el que el 25 de noviembre se declaró Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pero han pasado 57 años desde aquel aciago día en el que un hombre no pudo soportar la humillación de verse vilipendiado por tres voces femeninas y decidió acallarlas para siempre. Seis décadas después, sigue habiendo hombres -y muchos jóvenes- que se creen superiores. Machos que no entienden que a ninguna mujer le puede gustar estar tirada en un portal mientras cinco tíos hacen y deshacen lo que quieren con su cuerpo y, además, lo graban. A los que ni siquiera se les pasa por la cabeza que pudieran estar cometiendo un error. Hace 60 años Minerva Mirabal dijo: “Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”.
Sirva este recuerdo como apoyo a la lucha de las mujeres contra el patriarcado
Así es, muy bien traído. Mañana sábado 25 ‘Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres’, una reivindicación que ansía llegar cuanto antes a la fecha en la que desaparecerá del calendario. Pero cómo creer en que ese día llegará ante lo que vemos y oímos todos los días. Y, sin embargo, no se trata de una maldición que acompaña de forma irremediable al ser humano, a las relaciones entre los hombres y las mujeres, desde el principio hasta el final de sus días. Ni el continuo abuso de poder de Harvey Weinstein hacia las actrices a las que exigía favores sexuales a cambio de su seguridad laboral, ni la juerga criminal de los todavía presuntos violadores de San Fermin, por citar solo dos ejemplos, son hechos determinados por alguna especie de mal indeleble. Nos guste o no, el sábado somos los hombres los interpelados por esa violencia contra las mujeres que ocurre de forma diaria en todo el mundo a manos de algunos hombres de cualquier edad, nacionalidad y condición. Hay que reflexionar sobre comportamientos que alimentan esa violencia: el humor y el lenguaje sexista, la cultura del miedo, la falta de credibilidad de las víctimas, la desigualdad y los privilegios, ciertos grupos wasap… Hay sobre qué reflexionar