No a la violencia contra las mujeres. No a la violencia contra los escolares. No a la violencia contra los mendigos. No a la violencia contra los homosexuales. No a la violencia contra la infancia. No a la violencia racista. No a la violencia contra los chóferes de autobús. No a la violencia contra los taxistas. No a la violencia contra las enfermeras. No a la violencia contra las prostitutas. No a la violencia contra los padres. No a la violencia contra los hijos. No a la violencia contra los abuelos. No a la violencia contra otras ideologías. No a la violencia en los campos de fútbol. No a la violencia en el trabajo. No a la violencia en casa. No a la violencia en los bares. No a la violencia en las gasolineras. No a la violencia en el colegio. No a la violencia en los parques. No a la violencia en los cajeros. No a la violencia al volante. No a la violencia en la calle…
Resulta preocupante que en una sociedad que presume de civilizada tengamos que andar poniendo nombres y apellidos a las violencias para intentar persuadir o concienciar de que no se hostia, no se viola, no se humilla, no se ataca, no se mata, no se hiere, no se atenta, no se apalea, no se amedrenta, no se insulta, no se intimida, no se dispara, no se apuñala, no se arroja por las escaleras, ni por la ventana, ninguna vida ajena por muy dueño que alguien se crea de ella.