Creador de personajes como Augie March y Moses Herzog, el narrador estadounidense, premio Nobel en 1976, ha construido una obra imprescindible en torno a dos preguntas: qué significa ser americano y qué ser judío.
En la misma nómina se encuentran otros autores siempre recomendables como Isaac Bashevis Singer, premio Nobel en 1978, Henry Roth, Joseph Heller y Philip Roth, que estuvo con nosotros en la tertulia del 15 de enero de 2105. Ahora, con la iniciativa de Lola Arrieta para el ciclo de literatura y cine, la sonrisa amarga de Saul Bellow está un poco más cerca de las y los lectores de Aiete. La tertulia sobre la novela ‘Herzog’, se reunirá el próximo jueves día 11 a las 19:00, en la Casa de Cultura.
Seguramente Saul Bellow, premio Nobel en 1976, será recordado como el creador de algunos de los antihéroes más memorables de la literatura contemporánea. Por ejemplo, Augie March, el joven inmigrante judío, hijo de una mujer casi ciega, que intenta prosperar y encontrarse a sí mismo en el convulso Chicago de la Gran Depresión. Los dispares empleos que March desempeña en rápida sucesión (vendedor, marino, ladrón o lavandero de perros) sirven a Bellow para retratar a una sociedad y a un personaje que busca algo más que «el sueño americano», que estudiamos en tertulia en aquél invierno del 2015.
Moses E. Herzog, protagonista de la novela que lleva su nombre, Herzog, paradigma del urbanita neurótico, es otro de los antihéroes más celebres de Bellow. Fracasado como profesor, escritor, esposo y padre, Herzog se dedica a escribir largas cartas a Nietzsche o Heiddeger mientras flirtea con el suicidio en la corrosiva novela que lleva su apellido por título.
Los miles de refugiados eritreos y sudaneses deberán abandonar el país si quieren evitar su ingreso en prisión
La población migrante africana de Israel se encuentra en una peligrosa encrucijada. Recientemente, el Gobierno aprobó un plan que establece que entre 35.000 y 40.000 tendrán que abandonar Israel para ir a un tercer país en los próximos tres meses o ser encarcelados indefinidamente. “Si al final me obligan a marchar, voy a tener que ir a prisión”, lamenta Anwar Sulimán, un solicitante de asilo de Sudán que vive en Israel desde 2008. Hizo una petición de protección internacional en 2013, pero casi cinco años después aún no ha recibido respuesta del Estado israelí y solo puede permanecer en el país a base de renovar su permiso de residencia cada tres meses.
“No puedo volver a mi país y tampoco tengo ningún otro lugar adonde ir”, comenta Barkat Gavrichristos, originario de Eritrea, mientras pasea por las calles del sur de Tel Aviv, una zona empobrecida donde abundan inmuebles viejos, deteriorados y de fachadas grises llenas de humedades en la que se concentran miles de africanos en riesgo de deportación.
Igual que Sulimán, Gavrichristos pidió protección a Israel años atrás y todavía espera una resolución. Sin embargo, no tiene muchas esperanzas de ser aceptado como refugiado.
“En el 99,9% de los casos, la gente de mi país que recibe una respuesta a su solicitud de asilo es rechazada”, cuenta este eritreo de 29 años, que trabaja lavando platos en un restaurante de las afueras de la ciudad.
En su mayoría, los miles de africanos que viven en el país entraron clandestinamente por la desértica península egipcia del Sinaí, antes de que las autoridades israelíes construyeran una valla de separación para blindar su territorio de “infiltrados”, un termino que utilizan para denominar a los inmigrantes africanos cuya residencia en Israel cuelga de un hilo.
Dror Sadot, miembro de la ONG Hotline para Migrantes y Refugiados, denuncia que la gran mayoría de eritreos y sudaneses tendrían derecho a recibir asilo porque escaparon de su tierra a raíz de conflictos armados o por la persecución de los regímenes dictatoriales que gobiernan en ambos países. Sin embargo, hasta ahora, “solo diez eritreos y un sudanés recibieron asilo”, cuenta la portavoz de Hotline. Los cálculos de la agrupación indican que 12.000 eritreos y sudaneses solicitaron refugio a partir de 2013, el primer año en que el Estado israelí les permitió formalizar solicitudes, pero 7.000 de ellos vieron su petición rechazada y el resto aún espera respuesta. “Los eritreos son considerados refugiados en el resto del mundo, pero Israel no los reconoce como tal”, lamenta Sadot, que también denuncia que el sistema de solicitud de asilo israelí está colapsado y por ello muchos africanos no han conseguido hacer los trámites necesarios. En un primer plazo, según prevé el plan del Gobierno israelí, las personas de más de 60 años, los niños, los padres con hijos menores, la gente con enfermedades graves o problemas psicológicos, las víctimas de esclavitud o trata de personas y los solicitantes de asilo que no han recibido una respuesta a su petición quedan fuera del proceso de deportación, el resto tendrán que abandonar Israel ende 60 días si no quieren entrar en prisión”, cuenta Sadot.
Joan Mas