La especie ‘Homo sapiens’ posee capacidades mentales que les permiten inventar, aprender y utilizar estructuras lingüísticas complejas, lógicas, matemáticas, escritura, música, ciencia y tecnología. Los seres humanos son animales sociales, capaces de concebir, transmitir y aprender conceptos totalmente abstractos. Tienen la capacidad de ser conscientes de sí mismos, así como de su pasado.
Esa consciencia materializada en el ‘ser social’ que son, les lleva a planear, transformar y realizar proyectos de diversos tipos. Organizados en diversas formas, entre las más elementales las Asociaciones de Vecinos, las ideas de estas son las de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía del barrio y de la ciudad.
El interés por conocer el espacio que abrazan, les lleva a indagar en la historia del barrio y en la de sus antecesores.
Y esta inquietud también forma parte de Lantxabe. Eso explica muchas de las actividades de la Asociación, entre ellas el interés por el Aiete de ayer, la vida en los caseríos, las transformaciones sociales, económicas y urbanas en el caserío, muchas de ellas sencillamente retratadas en el libro de Pedro Berriochoa, que encabeza web
Estas últimas semanas andamos buscando el hilo que relaciona el ‘abrevadero’ de Errotatxo y el lavadero de la ‘erreka Pakea’, localizados en el Bosque de Miramón
Y nosotros tenemos nuestro propio analista de datos etnohistóricos: Juan Etxeberría, del caserío Merkelin
Juan nos ha puesto al corriente de que cuando el Bosque de Miramón era una paraje menos tupido que hoy, cuando el agua corriente era una excepción y los caseríos tenían sus propios pozos, incluso su propios lavaderos, la zona estaba poblada de diversas actividades agrícolas y ganaderas, incluida la familia de los bóvidos, de gran utilidad para las familias del caserío, como animales de tiro, o para consumo de su carne y el uso de su leche en productos lácteos.
Ese hecho recogido en la memoria verbal de Juan se ha visto confirmada en el DV por su cronista Javier Sada.
En el mencionado relato del DV, hace un comentario de los “encierros y encierrillos” en Donostia
Sitúa unos entre 1851 y 1875, y otros, desde 1876 hasta 1902, correspondiendo a plaza de toros de San Martín, el primer periodo, y a la de Atocha, el segundo. La memoria oral transmitida a Juan nos lleva a los corralillos en los caseríos de Oriamendi y Miramon (Una vez más podemos recurrir al libro de Pedro Berriochoa)
La manada de toros, desde los caseríos de los alrededores de Miramón, acudían hasta la rural Goiko Galtzara de Aiete, y bajando por lo que hoy es Etxadi o calle Borroto, el grupo de astados era trasladado hasta el barrio de Morlans, “siendo presenciado su paso, en silencio y oyéndose únicamente el sonido de los cencerros, por jóvenes que se situaban en las laderas del monte”, dice Sada.
Y continúa el relator “La manada llegaba desde Morlans, seguíapor la fuente de La Salud, -hoy calle Autonomía-, y cruzando la actual plaza Easo, alcanzaba la recta, equivalente a la calle Urbieta, que les llevaría a la plaza de toros de San Martín [en nuestros días mercado y centro comercial]
Era al comienzo de esta recta donde esperaban quienes se habían propuesto correr delante de los toros, carrera que duraba tres o cuatro minutos hasta la entrada a la plaza”.
[Sada no parece tener en cuenta la posibilidad de seguir por la Goiko Galtzara, y en vez de desviarse a la altura de lo que es hoy Etxadi, bordear la finca de Ayet, -hoy los jardines del palacio y paseo de Aiete- bajando por la cuesta de Aldapeta; quizás los conductores de la manada estimaban demasiada empinada la pendiente para circular con toros]
La tercera guerra carlista, en 1875-76, que tantos estragos causó en Aiete, separó las dos etapas de los encierros y encierrillos donostiarras.
La construcción de la plaza en Atocha obligó a modificar el recorrido. La distancia a recorrer, además de más larga, se complicaba al tener por medio el río Urumea todavía no encauzado.
‘Terminando el siglo XIX, cada vez estaba más extendida la idea de suprimir toda clase de encierros y encierrillos, vaquillas, sokamuturras y bueyes ensogados, motivo por el que, aunque con protestas generalizadas, desaparecieron de la vida de los aficionados donostiarras’ escribe Sada
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