La Ludopatía y sus repercusiones; el papel de la familia

Lorena Pidal impartirá el  viernes 29, a las 19:00, en el Topaleku, la conferencia titulada:

La Ludopatía y sus repercusiones; el papel de la familia

Lorena Pidal es Directora del Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa y ofrece tratamiento psicológico a pacientes de Ludopatía y nuevas adicciones en el centro Ekintza Dasalud.

¿Qué es la ludopatia?

La ludopatía es el juego compulsivo o patológico, que lleva a una persona a no poder resistir el impulso de jugar más y más, provocándole en consecuencia graves problemas económicos, psicológicos y familiares

La adicción al juego o ludopatía puede iniciarse en cualquier etapa de la vida de la persona. Distintas características de tipo biológico, psicológico y social predisponen a una persona a desarrollar esta patología.

También marcan una fuerte influencia la fácil disponibilidad a salas de juego, la escasa reglamentación al respecto y el rápido acceso al dinero que puede observarse en las sociedades actuales.

Es importante remarcar que la ludopatía no es una adicción que aparece de un momento para otro. En un principio se comienzan jugando sólo unas monedas, pero poco a poco la persona es invadida por el deseo de jugar sin frenos, destinando todos sus ingresos a esa actividad y desatando un círculo vicioso del que generalmente no puede salir sola.

Lorena PIDAL ROA | Directora del servicio del Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa
«La esperanza es un estado que, si se buscan recursos y ayuda, se puede recuperar»
Cada día entre 10 y 14 guipuzcoanos marcan los números 900840845 o 943429742 en busca de comprensión, orientación y una escucha sin prisas. La directora del servicio afirma que es una cifra muy alta, porque desde hace 20 años no se ha realizado ninguna campaña de promoción. Ahora están en una fase de renovación, y han entrado nuevos trabajadores. Por eso han vuelto a salir a la calle.

2 comentarios en “La Ludopatía y sus repercusiones; el papel de la familia”

  1. NOTICIAS DE GIPUZKOA

    Sábado, 23 de Enero de 2010

    Al donostiarra Richard, de 34 años, le acompañará de por vida la «eterna pregunta». No entiende cómo ha podido caer en las garras del juego hasta límites tan extremos. «Me llevo bien con mi familia, nunca me ha faltado de nada, no lo entiendo», confiesa

    Desde pequeño le gustaba jugar a los marcianitos. Lo que puede resultar una entrañable etapa de infancia fue para Richard la antesala de su pesadilla. Con los años siguió el señuelo de las máquinas tragaperras, y tras él le aguardaba la enfermedad, el duro tratamiento y una recaída de la que todavía no se ha recuperado. «Desde hace dos años y tres meses no he jugado, pero todavía no he salido del callejón», admite con cierto pesar.
    ¿Cuándo surgió el problema?
    Los jugadores, ya desde pequeñitos, empezamos a salsear con maquinitas de marcianos y cosas por el estilo. Teniendo 18 años me enganché a las máquinas tragaperras, y acabé en la asociación pidiendo ayuda.
    ¿Pero se dio cuenta del problema tan pronto?
    Vivía con mis padres, y el descontrol del dinero enseguida salió a flote. Sobre todo cuando comenzaron a llegar a casa los extractos de la Visa que me saqué para jugar. Ahí comenzó la espiral, pidiendo un crédito al que luego le siguió otro…
    ¿Cuánto llegó a gastar en un mes?
    En principio, lo que tenía para gastar. Vivía con mis padres y si cobraba 800 euros 500 destinaba al juego.
    Sus padres detectaron el problema, ¿y qué pasó después?
    Ellos son jóvenes y mantengo una buena relación. Gracias a ellos acudí a la asociación Ekintza-Dasalud. El problema era que me había sacado un Visa para el juego. A partir de ahí empecé un tratamiento. Estuve una temporada hasta que, después de unos dos años me fui voluntariamente porque entendí que ya se había solucionado el problema.
    ¿Y después?
    Estuve cuatro años sin jugar, hasta que volví a caer. Ya no eran máquinas tragaperras sino máquinas de casino. El gasto fue a más y empezaron a surgir los créditos, que me obligaban a devolver al mes siguiente intereses altísimos.
    ¿Empezó ahí a verse en un callejón sin salida?
    Es una situación en la que los créditos se multiplican. Pides 3.000 euros por un lado, 12.000 por otro… Sólo quieres dinero rápido. No es un crédito, se te juntan tres o cuatro que acaban convirtiendo en un callejón sin salida.
    ¿Y cómo ha salido de él?
    Estoy en camino, todavía no lo he hecho. Llevo dos años yendo a la asociación y todavía estoy pagando créditos y los errores anteriores. Es la segunda vez que me pongo en manos de Ekintza-Dasalud y llevo dos años y tres meses sin volver al casino.
    ¿Cómo es la relación con su familia?
    La relación siempre ha sido buena. Cuando fueron conscientes del problema, me echaron una mano para reunificar todos los créditos a los que estoy respondiendo ahora.
    ¿Por qué se acaba cayendo en el juego hasta la enfermedad?
    Es la eterna pregunta que siempre comentamos en las terapias. Cada uno expone sus motivos, pero yo no he dado con la respuesta. Nunca he tenido problemas familiares. Por suerte, nunca he tenido problemas con ellos ni con mis amigos. No sé, no lo entiendo.
    ¿Tiene miedo a una nueva recaída?
    Ahora me encuentro bien, pero no sé, una vez que has recaído dos veces hay que tener una buena dosis de miedo o, al menos, respeto porque nunca se sabe lo que puede ocurrir.

  2. LORENA PIDAL PSICÓLOGA CLÍNICA
    «Las personas solas están en alerta a la espera de un estímulo de compañía que nunca llega»
    La donostiarra se pregunta «de qué sirve estar rodeados de tecnologías de comunicación si luego no nos hacemos caso los unos a los otros»
    JUANMA VELASCO/

    Lorena Pidal. [J.M. LÓPEZ]

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    Lorena Pidal Roa, psicóloga clínica de San Sebastián que trabaja atendiendo diferentes problemáticas en varias entidades sociales de Gipuzkoa, asegura que la «soledad no entiende de edades». ¿Recetas para combatirla? «El hecho de esforzarse y apuntarse a actividades grupales es un paso».

    – ¿Vivimos en el ‘cada cual a lo suyo’?

    -Totalmente. No se lleva que un desconocido se te ponga a hablar en la parada del bus. Estamos rodeados de tecnologías de comunicación, pero de qué nos sirve si luego no nos hacemos caso los unos a los otros o si luego llegas a casa y tu pareja o tus hijos no están para escuchar los problemas que tienes.

    – ¿Por qué hay gente que se siente o está sola?

    – Por características puramente de personalidad. Hay personas muy introvertidas y esa introversión les va a dificultar tener relaciones sociales exitosas y a encontrarse a lo largo de su vida más marginadas o más rechazadas. El no superar esa introversión, junto con el factor ambiental de la sociedad, puede propiciar que terminen aisladas.

    – Pero también hay una soledad que se busca…

    – Hay personas que la buscan y la eligen. Están fantásticamente bien porque estar relacionadas les cuesta un trabajo enorme, les supone un desgaste. A veces no todo el mundo tienen las habilidades de comunicación adecuadas y el estar con otras personas les suscita un malestar. Algunos lo verbalizan en la consulta: ‘Soy consciente de que

    no tengo amigos, pero estoy bien. De pequeño era el patito feo de la clase y al final decidí ir a lo mío y he experimentado cosas que en un grupo no hubiera podido. Me ha ido bien en la vida’. Ese tipo de soledad tiene una consecuencia: se pueden sentir aislados en un momento determinado y poseer pocos recursos para solucionar un problema.

    – ¿Qué problemas puede acarrear la soledad?

    – La soledad puede ser la causa o la consecuencia. Cuando una persona tiene un soledad crónica y no elegida, sino impuesta, puede tener efectos psicosomáticos: desde sensación de ansiedad, de depresión, incluso problemas cardiovasculares. El cuerpo de las personas solas están en alerta constante, porque están esperando un estímulo que nunca viene: el estar rodeado. Además, como consecuencia, las personas solitarias suelen abusar de adicciones, como drogas y alcohol.

    – ¿Qué factores pueden llevar a la soledad?

    – Sobre todo pérdidas importantes, como la muerte de un ser querido o un trabajo que le ha costado mucho conseguir. Todo eso hace que esa persona tenga que organizar de nuevo un patrón de vida y le puede llevar un tiempo hasta que consigue remontar y salir adelante. Sería una soledad temporal, porque esa persona tiene muchas posibilidades de no quedarse sola a largo plazo.

    – Siempre se relaciona la soledad con la tercera edad…

    – Sí, pero no tiene una relación 100% de causa-efecto. Conozco personas que han llegado a la tercera edad y están super a gusto viviendo solas y son personas capaces de realizar actividades grupales. Otras, en cambio, si se quedan en sus recuerdos y no hacen nada por el presente ni por el futuro, tendrán problemas.

    – ¿La soledad tiene nombre de mujer?

    – No siempre, aunque la mujer tiende más verbalizar estos problemas de soledad, mientras que quizás el hombre lo vive más en silencio. No obstante, si se habla sólo de tercera edad, como las mujeres tienen mayor esperanza de vida, puede que haya más soledad en ese segmento de población.

    – ¿Y en jóvenes y niños?

    – Afecta mucho. El cambio social, tecnológico y el ritmo de vida hace que, al final, la soledad no tenga edad, no tenga límites ni fronteras. Hay adolescentes que hacen actividades o están con un grupo de iguales, pero hay un porcentaje con dificultades de habilidades sociales que irán a casa y estarán solos con la televisión o la videoconsola.

    – ¿Hay recetas contra la soledad?

    – A nivel clínico, la soledad se trata de igual manera que un cuadro depresivo. Si la persona va cambiando o va reestructurando patrones de hábitos, puede haber posibilidades de tener relaciones sociales. ¿Recetas? El hecho de esforzarse y apuntarse a actividades grupales es un paso.

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