El caserío recupera esta tradición en Aiete con el lagar de Munto
Elena Viñas. DV. 03/10/10
Con un sonido seco, el producido por el engranaje de madera y metal al ponerse en marcha, culminó con éxito la operación de trasplante del corazón de Munto que hoy vuelve a latir, con la misma fuerza de antaño, en el interior del caserío Katxola. Hacía 30 años que el lagar había dejado de funcionar y 70 desde que aquella sidrería, actualmente reconstruida piedra a piedra en el paseo de Oriamendi, echara el cierre para siempre. Lantxabe, la Asociación de Vecinos de Aiete, ha puesto fin a esa doble ausencia con la culminación de un proyecto en el que ha invertido muchos años y esfuerzo.
Para festejarlo, 600 kilos de brillante manzana traídos del caserío Akarregi de Hernani -Sidras Rufino- aguardaban ser triturados, exprimidos y guardados, como licor de oro, en su barrica nueva. «Vamos a elaborar el primer mosto de sidra», anunciaba Félix Pérez, presidente de la citada entidad vecinal, ante los centenares de personas que no quisieron perderse ese pequeño ‘milagro’. Entre ellas, se encontraba Manu Izaguirre, el reconocido arqueólogo y etnógrafo que trabaja para la Diputación de Gipuzkoa, quien ejerció de cirujano jefe en la intervención.
El acto se inició con la txalaparta protagonizada por Ion Etxezarreta y Juan Luis Unzurrunzaga, a la que siguió el aurresku interpretado por los músicos Ana Etxeberria, Juan Carlos Berzosa y Juan Eceiza; junto a los jóvenes dantzaris Onintza Unzurrunzaga, Nerea Díaz, Eli Gainza, Andrea Blasco, Idoia Díaz, Aritz Unzurrunzaga, Asier Etxezarreta, Ion Egurretxea, Ion Mendikute y Markel Artola. Todos ellos miembros del grupo GeroAxular.
Invitadas de honor fueron las familias Askorreta -Luci y Lutxi- y Salaberria, las últimas que habitaron Katxola; y también las antiguas propietarias de Munto, que cedieron el tolare, su mobiliario, herramientas y demás piezas etnográficas, las hermanas Juani y Joaquina Urrestarazu, junto al marido de esta última, Patxi Lasa, y su hija. A la cita se sumaron Mª Carmen Illareta, del caserío Alkiza; Josetxo Etxebeguren del caserío Pagola; y los antiguos moradores del caserío Ramonene, ya derruido como tantos otros en el barrio.
Javier Ansorena, su familia y empleados fueron los encargados de elaborar el mosto que ansiaban probar Lola Arrieta, Antxon Amuchastegui, Marcial Otaegui, Jaime Maturana, Ana Moreno, Casimira Busca y Ramón Pérez. Seguían con detalle el proceso otros muchos vecinos como Mª José Altolaguirre, Rosalía Ramiro, Javier Ganuza, Beatriz Arriaga, Begoña Salas y Antxon Aguirre. También asistieron a Mª Carmen Garmendia, ex consejera de Cultura del Gobierno Vasco, que firmó en 2000 el Decreto por el que se declaró a Katxola Conjunto Monumental; y el artesano fundamental en la reconstrucción del tolare, Constantino Sagastume, acompañado por su esposa. No me olvido de Pablo Becerra, Carlos Herzog, Susanne Böhnemann, el fotógrafo Giulio Mezzacasa y Baltasar de la Hera, habitual de la sección Sirimiri.
Hace dos o tres años, cuando me enteré de que en una parte de nuestro territorio podían desaparecer varios caseríos debido a unas obras de infraestructuras que iban a realizarse, escribí a un político haciendo unas reflexiones al respecto.
No hubo contestación.
Hoy me he enterado de que algún caserío va a desaparecer, también debido a la construcción de unas infraestructuras.
Conocemos más de un museo a lo largo y ancho de nuestro territorio, en los que se recogen los aperos de labranza y otros utensilios, como recuerdo y reflejo de la vida que nuestros antepasados tenían.
Correcto. El conocer las formas de vida y de trabajo de nuestros antepasados, y conservar sus utensilios, es siempre ampliación de cultura y respeto a quienes vivieron antes que nosotros. ¿Por qué no conservar los caseríos? Al fin y al cabo reflejan una forma de ser, una necesidad de nuestros antepasados. Los caseríos son los elementos más genuinos de la arquitectura popular.
Con esto no propongo que no se hagan infraestructuras nuevas, sino que junto a ellas se mantengan las estructuras de nuestra antigua arquitectura popular.
¿Cómo hacer? Trasladando unos metros más allá los caseríos que por su ubicación dificulten la construcción de nuevas estructuras.
El ejemplo es lo que se ha hecho en Katxola y Munto.
Luis Carlos Errandonea
Katxola viene a ser el Abu Simbel donostiarra. Ambos fueron desmontados y recolocados en un lugar cercano al original.
Hace muchos años , 1975-1980, fui feliz en algunos momentos en el Caserío Munto . El tiempo no vuelve atrás pero saber que algo queda vivo de esa época es positivo