Reunión promovida por Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura que tuvo lugar en l San Sebastián el 17 de agosto de 1930, en la calle Garibay nº 4, primer piso.
A esta reunión enviaron representantes prácticamente todas las corrientes republicanas.
Presidida por Fernando Sasiaín (presidente del Circulo Republicano de San Sebastián)
Al terminar, los reunidos se negaron a hacer manifestaciones concretas, limitándose a referirse a la siguiente
Nota oficiosa
«En el domicilio social de Unión Republicana y bajo la presidencia de D. Fernando Sansisin, se reunieron esta tarde don Alejandro Lerroux y don Manuel Azaña, por la Alianza Republicana; don Marcelino Domingo, don Alvaro de Albornoz y don Angel Galarza, por el partido republicano radical socialista; don Niceto Alcalá Zamora y don Miguel Maura, por la derecha liberal republicana; don Manuel Carrasco Formiguera, por la Acción Catalana; don Matías Mallol Bosch, por la Acción Republicana de Cataluña; don Jaime Ayguadé, por el Estat Catalá, y don Santiago Casares Quiroga, por la Federación Republicana Gallega, entidades que, juntamente con el partido federal español -el cual, en espera de acuerdos de su próximo Congreso, no puede enviar ninguna delegación-, integran la totalidad de los elementos republicanos del país.
»A esta reunión asistieron también, invitados con carácter personal, don Felipe Sánchez Román, don Eduardo Ortega y Gasset y don Indalecio Prieto, no habiendo podido concurrir don Gregorio Marañón, ausente en Francia, y de quien se leyó una entusiástica carta de adhesión en respuesta a la indicación que con el mismo carácter se le hizo.
A esta lista de asistentes habría que añadir también, según testimonio de Jaume Aiguader, a Ramón M. Aldasoro, representante de los nacionalistas republicanos vascos. Uno de los ausentes fue el doctor Marañón, que, desde Francia, mandó una nota de adhesión a los presentes. La razón por la que se eligió San Sebastián radicó en la importancia que esa ciudad tenía como residencia temporal de verano, no sólo para la realeza y la aristocracia, sino también para buena parte de la burguesía española de la época. No fueron invitados ni el Partido Comunista ni la CNT.
Otro de los grandes ausentes, además del ya citado Partido Socialista, fue el Partido Nacionalista Vasco. Su no asistencia se debió a la incompatibilidad natural de su ideología con la representada por los partidos republicanos en general, tendentes todos ellos a apoyar no sólo un Estado laico, sino, así al menos se entendía desde las filas nacionalistas, a ejecutar también políticas de claro contenido anticlerical y socialmente radicales.
Se ha hablado mucho también de que en la decisión de no acudir por parte del PNV pudo influir la activa campaña que contra los partidos republicanos protagonizó el obispo Mateo Múgica desde mayo de ese mismo año, en la que tildaba a los partidarios de la República de ser gentes que odiaban a la religión católica y partidarios del más puro libertinaje. Para él quedaba claro que lo único que quería hacer la República era acabar de una vez por todas con dos de los pilares básicos del edificio social de España: la religión y la moralidad.
Sea como fuere la no presencia de los nacionalistas vascos en la reunión de San Sebastián ralentizó el posterior desarrollo de la idea autonomista en el País Vasco. Más aún cuando el contenido central de las conversaciones giró en torno al compromiso de todos los partidos republicanos de reconocer la singularidad catalana dentro de España y, por lo tanto, apoyar desde el mismo texto de la futura Constitución que Cataluña pudiera gozar de una autonomía política. Ese fue el acuerdo más importante que se tomó aquel 17 de agosto de 1930.
»Examinada la actual situación política, todos los representantes concurrentes llegaron en la exposición de sus peculiares puntos de vista a una perfecta coincidencia, la cual quedó inequívocamente confirmada en la unanimidad con que se tomaron las diversas resoluciones adoptadas.
»La misma absoluta unanimidad hubo al apreciar la conveniencia de gestionar rápidamente y con ahinco la adhesión de las demás organizaciones políticas y obreras que en el acto previo de hoy no estuvieron representadas para la finalidad concreta de sumar su poderoso auxilio a la acción que sin desmayos pretenden emprender conjuntamente las fuerzas adversas al actual régimen político.»
Nicolás de Miguel (Gipúzcoa)
En el edificio situado en el número 4 de la calle Garibay de la capital donostiarra, un 17 de agosto de 1930 se dió el cónclave republicano conocido como «Pacto de San Sebastián». Un hecho trascendental no ya en la historia local de San Sebastián, sino de toda España, por cuanto supuso el punto de partida que marcaría profundamente el devenir histórico del país hasta fechas bien recientes.
Aquella reunión del republicanismo español en la sede que dirigiese el primer alcalde de la II República (cuyo 80 aniversario se cumple este mes) en Donostia, Sasiain e integrada por Azaña o Alcalá-Zamora entre otros ilustres, nos recuerda el importante papel desempeñado por la capital guipuzcoana en la Historia de España, corte de verano de monarcas y republicanos. «Una espesa niebla» se cierne sobre el acontecer social y político de la ciudad anterior a la etapa franquista y desvirtuado por unos y otros. En aquella reunión plagada de nobles ideales que aún hoy tienen plena vigencia también se fraguó un fallido golpe de estado contra una Monarquía ya en fase terminal en un contexto histórico turbulento.
Una placa rememorativa, alejada de reivindicaciones extemporáneas ayudaría a conocer a donostiarras y foráneos una realidad desconocida para la mayoría como es la total incardinación de San Sebastián en la historia española y su vinculación con las inquietudes del momento. Una ciudad que pretende ser Capital Europea de la Cultura no puede ignorar su pasado, además de poner en valor el carácter cívico de una ciudad que supo conciliar las distintas corrientes ideológicas y sociales sin el dramatismo que impregnó a la mayoría del país. No es mucho el público que sabe, por ejemplo, que aquéllas trascendentales elecciones municipales de Abril de 1931 supusieron en Donostia un triunfo sin paliativos de las fuerzas puramente republicanas, frente a una minoritaria presencia tanto de socialistas como de nacionalistas y monárquicos. No podemos aspirar a ser referente de la Paz, de los Derechos Humanos, de la libertad, de la cultura sin poner en valor la realidad histórica de San Sebastián, alejada de los habituales maniqueismos a los que se ve sometida desde el presente, más atenta a la falsificación o sencillamente, el ocultamiento.