¿Es que tú puedes escarbar en la tierra tan deprisa?

La frase de Hamlet ante el espíritu de su padre es célebre. «¡Bien dicho, viejo topo! ¿Es que tu puedes escarbar en la tierra tan deprisa? Digno zapador». Y la de Marx sobre la primavera democrática europea de 1848, no menos: «¡Bien has cavado, viejo topo!». Es lo que salta a la mente cuando ves la protesta pacífica de los jóvenes contra la democracia «realmente existente».

Todo demócrata debería estar orgulloso de esta pacífica insurgencia, que pide más democracia. Durante años se ha ido construyendo una imagen caricaturesca y despectiva de la juventud. Una panda estupefaciente, empotrada en el hogar paterno, enganchada a la play station, empachada de comida basura, y sumida en la vulgaridad iletrada. Por otro lado, la realidad de una generación perdida como destino inevitable, en un mundo dominado por el gangsterismo de mercado, el capitalismo mafioso, y donde toda alternativa ha sido borrada del futuro. El sistema no se asocia con el hábitat democrático sino con su usurpación, con una deriva inhóspita, donde el hombre vuelve a ser un lobo para hombre. La marea de mierda que nos invade tiene su descarado origen en una gran estafa internacional, acatada por los gobernantes. Esa estafa ha puesto contra las cuerdas el mercado honesto y las políticas decentes. 

¿Quién teme a la libertad?

Sobre un artículo de Manuel Rivas

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