Hace bien poco, sus amigos de Lantxabe-Katxola, habitantes inquietos de Aiete, invitaron a Ángel Marco, teatrante, dramaturgo, hombre de la radio, bailarín, experto en expresión corporal y autor multipremiado, a que dramatizara delante de un micrófono y un atril su obra ‘Arquitectura o cómo montar una obra sin ser rico, guapo ni famoso’. No la dramatizó solo, claro, sino en compañía de Paco Sagarzazu y Fernando Mikelajauregi y la complicidad con Patri Urkizu. Unos días después charlamos en una de las terrazas de la Bretxa. Con nosotros, su dama, Tere Arozena, la escritora de ‘Familia de quelónidos’.
– ¿Me dice en serio que en el siglo pasado en esta ciudad había policías que hacían teatro?
– En los 60 y en los 70. Por la zona y las tablas del Ateneo. Y era buena gente. Mucho más que aquellos directores de radio que subían a los estudios con ‘pipa’.
– Me da que no estamos hablando de cachimbas.
– En absoluto. Aquel hombre entraba en los cuartos de grabación con la pistola al cinto.
– ¿Me dirá la radio?
– La misma que luego pudo organizar las muy famosas ‘24 ordu euskeraz’ y fue bastión de rebeldía.
– Madre de Dios, ¡qué ciudad!
– Era extraña. Y riquísima en inquietudes. En cada esquina se editaba una revista literaria distinta. Estaba ‘Kurpil’, por supuesto. Pero también se sacaba ‘Kantil’. Y luego ‘Caballo canalla a la calle’.
– ¡Cómo me gusta ese título!
– Duró poco esa revista, salió entre el 79 y el 80 pero tuvo eco y presencia. De ‘Euskadi Sioux’ no hará falta que te hable, ¿verdad?
– ¡No! Aquello sí que era puritito fanzine del bueno. Fueron esos años una época prodigiosa, casi de ‘gauche divine’.
– Todos nos juntábamos en los mismos sitios. Recuerdo a las hermanas Agirre con su madre, vestidas las tres de negro….
– ¿Begoña la flautista y Belén y Nelly las violonchelistas?
– Ellas. Sí. Lo que te decía, las recuerdo sentadas en las escaleras de la galería Barandiarán.
– Aquel mítico punto de encuentro en el 4 de la calle Bengoetxea. Auspiciada por el mecenas Dionisio Barandiarán, uno de quienes la regentaban, Santi Díaz Yarza, se nos fue hace una semana.
–Él y José Luis Fagoaga organizaron aquel lugar que fue centro de ideas y laboratorio de arte. Mientras tanto, los demás andábamos haciendo teatro con Orain, con Teatro Estudio, con Anexa. O en el circuito de Club de Teatro del Ayuntamiento. También hacíamos danza.
– Y se recitaba poesía.
–En la Maruja.
– ¿En serio?
– Vaya que sí.
– Cuando era usted más chico, a sus padres les preocupaba mucho que leyese tanto.
– Aunque por otro lado, mi padre era quien me llevaba al teatro, la revista, la zarzuela. Pero les daba miedo que no fuera un niño activo, que no jugara al balón. Cosas que yo no hacía. Yo abría y cerraba, literalmente, la biblioteca cuando estaba en la Consti. Pero no podía decírselo a ellos. Les mentía. Les contaba que había estado jugando en el Muelle.
– ¿Qué me contaba de que un día un grupo de anarquistas asaltaron la sede de este periódico y… ?
–… La convirtieron en un ateneo libertario. Te juro que así fue. Yo para entonces ya trabajaba en Radio Nacional y cuando vino la policía a desalojarles me ‘dispersaron’ a mí también porque estaba haciendo entrevistas a los sublevados.
– ¡Qué tiempos, señor!
– Otra de las cosas que había que hacer por aquel entonces era marcharse a Londres. Yo también fui, por supuesto. Me vi todo el teatro independiente (el ‘fringe’ como dicen allá) posible. Recuerdo que había una dramaturga y escenógrafa que siempre salía a la calle acompañada por su troupe teatral. Chicas y chicos bellísimos que, como era de rigor en aquellos años, acababan siempre desnudos en escena.
– Al final se fue usted a Madrid.
– A Radio Nacional, sí. Yo creo que nuestra máxima ilusión, tanto en el cuadro de actores como en Radio 3 o en Radio Exterior, era hacer cultura de base, acercarla al pueblo. Recuerdo que teníamos un programa de poesía. Lo hacíamos con tanta entrega que un día, desde un bar nos llamaron unos obreros, de los que se desayunaban con cazalla, para preguntarnos, emocionados, si eso que hacíamos lo sentíamos de verdad, con el corazón. Para nosotros, que la clase trabajadora se emocionase con nuestro trabajo nos pareció un premio insólito e inigualable.
– ¿Jubilado ya?
– De estas cosas uno no se jubila jamás. La dramatización de ‘Arquitectura’ salió muy bien en Aiete. Gracias a todos, a Paco, a Fernando, a Patri, a la gente de Katxola y al público. No me importaría, no me importaría para nada, volver a hacerla. O recitar poesía. O charlar en las casas de cultura. Seguir sintiéndome vivo.
18.05.11 – 09:55 – BEGOÑA DEL TESO |