¿La Casa de la Paz sede del grupo internacional de Currin?

El nuevo alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre, quiere que la Casa de la Paz ubicada en el palacio de Aiete se convierta también en sede del Grupo Internacional de Contacto (GIC) de Brian Currin. Tal y como informó este periódico la pasada semana, el mandatario donostiarra se ha reunido con sus antecesores en el cargo (Ramón Labaien, Xabier Albistur y Odón Elorza) para informarles sobre sus planes y conocer su opinión al respecto. Fuentes conocedoras de esta iniciativa, han asegurado que, en líneas generales, los exalcaldes ven con buenas ojos la idea de que Currin y su equipo puedan disponer de las instalaciones del palacio de Aiete para su misión pacificadora.

 A la espera de conocer mayores detalles, fuentes de Lokarri consultadas por este diario han confirmado que el plan del alcalde donostiarra no persigue tanto convertir la Casa de la Paz en una sede estable del GIC como convertirla en un recurso permanente para que sea utilizado en función de sus necesidades. Hasta ahora, el GIC, así como el propio Currin se han valido de hoteles o de espacios cedidos temporalmente por entidades e instituciones para trabajar en su tarea de mediación o para informar de sus gestiones.

 Lokarri, Albistur, Labayen, Elorza…  Un colaborador de la www le recordaba al alcalde que Bildu obtuvo 787 votos en Aiete, el 8,7 % del censo del barrio (menos de uno de cada diez aietearras apoyan a Bildu).

 Y le preguntaba ¿Contará con las gentes del barrio en asuntos como: Casa de Cultura, Ambulatorio, Escuela Pública, Plan de movilidad, Piscinas, Campo de Puio, Jardines del Palacio y Topaleku, etc.?”

 El alcalde se ha reunido con los antiguos alcaldes, escucha a sus asesores y a Lokarri. Pero ¿Y a los vecinos?…

6 comentarios en “¿La Casa de la Paz sede del grupo internacional de Currin?”

  1. DEJEMOS EN PAZ LA CASA DE CULTURA

    El coordinador de Lokarri, Paul Ríos, solicitará la próxima semana una reunión con el alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre, de Bildu, para hablar de la posibilidad de que el Grupo Internacional de Contacto (GIC), auspiciado por Brian Currin, pueda usar la Casa de la Paz como sede, tal y como ha propuesto el regidor donostiarra. Ríos afirmó a este periódico que sería su primer encuentro y que desea tratar, además, el tema de la reconciliación y la Capitalidad Cultural

  2. “Creo que me estropeé el hígado en Oslo, tomando Armagnac con ‘Thierry’”, afirma Jesús Eguiguren en ‘Memorias de un conspirador’, la película de Ángel Amigo emitida anoche por ETB2. Es posible que sea cierto, aunque tras ver el documental, tan ‘pulp’ como eficaz a la hora de contar una historia, al espectador le surge la duda si la lesión hepática es fruto de la ingesta del licor o de la compañía del López Peña, un ser extremadamente volátil capaz de pasar sin transición de la exaltación de la amistad a la amenaza más chusca, todo lo contrario que un herbívoro ‘Josu Ternera’, paradójicamente.

    ‘Memorias de un conspirador’ nos cuenta a Eguiguren, pero el hecho de que el relato sea en primera persona nos impide conocer realmente a Eguiguren. Durante su narración de los entresijos en torno a los últimos ¿contactos? ¿negociaciones? ¿tomas de temperatura? entre ¿Arnaldo Otegi? ¿la izquierda abertzale? ¿ETA? y ¿el PSE? ¿el PSOE? ¿el Gobierno?, se filtra el ligero sopor que le suscita contar otra vez lo mismo, un tedio que contrasta aún más poderosamente con su entusiasmo al abordar episodios de las guerras carlistas.

    Tras la película, vino el debate. La anunciada presencia en plató de políticos, ex políticos y periodistas políticos me incurrir en el error de que se trataba de un debate político. Me retiré a los diez minutos, justo después de que el mismo sujeto que sostiene que la única verificación posible sobre ETA es la que lleva a cabo la Guardia Civil añadiera de seguido y sin parpadear que los representantes del Gobierno de Aznar en ningún caso viajaron a Suiza a negociar con la cúpula etarra, sino a verificar su voluntad de abandonar las armas. Humoradas al margen, contemplar cómo, desprovistos de ETA, algunos periodistas quedarían tan huérfanos de discurso como Carrusel Deportivo sin Liga de fútbol podría ser una razón más que sumar a todas cuantas alimentan la necesidad de un desarme incondicional de ETA.
    En cualquier caso, del documental sale el retrato de un Eguiguren que si merece el adjetivo de ‘conspirador’ es entendido tan sólo en calidad de diminutivo, dado el comportamiento, oscilante entre liviano, maniobrero y malintencionado, de otros sujetos que no aparecen en cámara. Mientras, en una galaxia muy lejana, el grueso del país se debatía entre ‘Gran Hermano’ o ‘Splash’ porque la ciudadanía vasca necesita urgentemente alcanzar un relato compartido, siempre y cuando no conlleve la obligación de consumirlo.

  3. Justo cuando más razones parece haber para la esperanza porque ETA y sus adláteres han reconocido más o menos su fracaso, el pesimismo y la impotencia brotan en forma de disputas, desplantes y reproches en las instituciones al tiempo que la sociedad vasca parece más preocupada por los presos etarras que por sus víctimas. El sufrimiento, siempre el sufrimiento, así dice el budismo, como si los demás no apreciaran lo suficiente nuestras heridas.
    Ruth

  4. Es lo que tiene llegar tarde a todo: que la historia que una vez fue tragedia se reproduce finalmente como farsa. Las y los verificadores internacionales a los que ETA ha recurrido (¿o cómo ha sido eso?) para escenificar su desarme traen consigo, según parece, experiencias referidas a situaciones bien trágicas: Ram Manikkalingam carga sobre sí con la guerra civil de Sri Lanka (con casi 100.000 muertos); Ronnie Kasrlis con el infame apartheid de Sudáfrica; Chris Maccabe con los conflictos de Irlanda del Norte y de Kosovo; Satish Nambiar con la brutal experiencia de la ex-Yugoslavia; Aracelly Santana con las pirámides sacrificiales de El Salvador (80.000 muertos o desaparecidos) o Guatemala. Conflictos en los que se han enfrentado ejércitos regulares, o bandos perfectamente militarizados, con cadenas de mando, estrategias de conquista y control del territorio, en contextos de abierta guerra civil. Y ahora se han encontrado, porque alguien (¿quién?) les ha llamado, con un conflicto sin bandos, en el que una sola banda, cada vez más reducida a panda o pandilla, busca la forma de sustanciar de la manera más conveniente para sus propios intereses la única decisión inteligente y moral que han tomado en sus cinco décadas de existencia: dejar de existir.

    Dado que, según parece, los miembros de la Comisión Internacional de Verificación (¿comisionados por quién?) mantienen una interlocución fluida y confiada con destacados líderes del PNV, PSE y Sortu, así como con altos responsables de la Iglesia vasca, y no sé si con algún movimiento social o con alguna de las comisiones o foros locales surgidos en torno al denominado proceso de paz, les imagino perfectamente informados de las diferencias existentes entre todos aquellos conflictos sobre los que han construido su currículum como verificadores-pacificadores y este nuestro particular conflicto vasco. En cuyo caso me pregunto: ¿de verdad no se han sentido un poquito ridículos verificando tan poca cosa?

    Durante su presentación en el Hotel Carlton de Bilbao, los verificadores internacionales intentaron echarle un poco de épica a su acción, hablando de la “odisea” que supuso acompañar a los miembros de ETA que les llevaron hasta el zulo que fue sellado: “Nos exponíamos a ser detenidos porque íbamos con personas en situación ilegal”. Tanto como odisea… Puede que este tipo de cosas vengan bien para seguir adornando currículums de verificador, pero resultan muy poco adecuadas cuando se están dirigiendo a una sociedad en la que tantas personas han vivido la odisea, esa sí, de jugarse la vida para representar en el ayuntamiento a sus convecinos, de levantar cada mañana la persiana de su empresa, o de expresarse libremente en los periódicos o en la universidad.

    En su comparecencia del Carlton (¿quién les recomendó hacerla en este hotel, tan cargado de simbolismo?) Ram Manikkalingam adelantó que no van a continuar con su labor de control del proceso de desarme de ETA, y reclamaron la necesidad de que aparezca “una institución, un gobierno, que certifique la nueva entrega de armas”. Insistiendo en esta idea, los verificadores lanzaban un mensaje en principio altamente contradictorio, como es el que en un proceso unilateral como este “alguien tiene que estar al otro lado”. Seguro que, del mismo modo que es posible consolidar un proceso, es posible también imaginar una unilateralidad con dos lados, aunque en otros lugares a eso se le llamaría bilateralidad, y ya sería otra cosa. O así me lo parece.

    Mientras aparece ese otro lado de la unilateralidad, si ETA ha decidido realmente dejar de existir como organización terrorista, y así lo creo a la vista de los comunicados y declaraciones realizados en las últimas semanas tanto por la propia banda como por el muy relevante colectivo de presos (EPPK), me parece que un desarme efectivo y verificable exige de muy poca historia. Una de las afirmaciones más repetidas por quienes se mueven en el mundo de la tecnología digital es que ésta sirve para eliminar intermediarios, al menos aquellos que no aportan ningún valor a la cadena del producto. Pues ya está: que ETA indique las coordenadas GPS de todos sus zulos o almacenes de armamento y las envíe directamente a la Guardia Civil, o si lo prefiere a otra institución o medio de comunicación de su confianza, para que ésta se lo transmita al Gobierno español. Así, unilateralmente. Y aquí paz y después gloria… o lo que toque.

  5. El vídeo enviado por ETA a la BBC me ha dejado de piedra ¿qué hemos visto? Una pareja de activistas encapuchados, dos verificadores y una mesa repleta de diferente tipo de armamento que puede ser mucho o poco. Poco para un organización como ETA y mucho para guardarlo en casa. Vemos que Manikkalingam y Kasrils comprueban que el inventario que figura en el documento elaborado por ETA se corresponde con lo que se expone en la mesa para, finalmente y tras comprobar que no hay errores, firmar el inventario, unos con bolígrafo y los encapuchados con el tampón del sello de ETA. Ahí acaba la grabación. Preguntas que surgen: ¿Qué porcentaje de todo el armamento que posee ETA es el que aparece en el vídeo? ¿Qué quiere decir sellar las armas? ¿Inutilizarlas, destruirlas, guardarlas? ¿Qué ha pasado con las armas que vemos en el vídeo? A los vascos se nos pueden pedir muchas cosas pero, a estas alturas, lo que no se nos puede exigir es fe. Para eso están los templos. O hay desarme o no lo hay. Qué menos que claridad.

  6. Siempre un paso por delante, Otegi ya lo advirtió hace más de una década: “Pensamos que el día que en Lekeitio o en Zubieta (…) todo el mundo esté, en vez de contemplando los montes, funcionando con internet, pues para nosotros ése será un mundo tan aburrido tan aburrido que no merecerá la pena vivir”. Se equivocaba, especialmente en lo de “tan aburrido, tan aburrido”. Sin incurrir en el resbaladizo terreno de los spoilers, uno está ya en condiciones de asegurar que la vida en la red es una caja de sorpresas repleta de inesperados giros de guión.

    En ocasiónes, a algunos líderes de la izquierda abertzale se les acaba antes de tiempo la batería del smartphone y, atando cabos, concluyen que alguien les está espiando, quién sabe si incluso geolocalizando. Así lo contaba ayer en su blog Pernando Barrena en una entrada titulada a lo Estopa -”La batería de mi móvil” Por más que reclame ‘un pinchazo’ en condiciones y con garantías desde el punto de vista judicial, pensar que los servicios de inteligencia de Obama se dedican a espiar a Angela Merkel y que los de Rajoy no van hacer lo propio con Pernando supone un ejercicio de modestia impropio de un navarro. Alegará que todo esto es irregular, pero precisamente por eso, a continuación habrá de reconocer que tremendamente habitual y, por lo tanto, previsible.

    En línea con el pensamiento positivo tan en boga, sólo cabe consignar a modo de consuelo que peor sería que la batería de su móvil no hiciera extraños requiebros o que cesara la aparición de extraños artilugios bien en vehículos de la izquierda abertzale, bien en sus sedes, por cuanto el recuerdo de ‘Kinito’ aún ha de pesar lo suyo.

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