Le cuesta salir a la superficie, pero en Donostia se empieza oír un run-run para quitarle trascendencia al hecho de cocinar, quitarle todo ese boato que tiene la comida en la actualidad y que lleva consigo una gran propaganda en beneficio de los negocios privados de restauración, que no tienen buena fama ni a la hora de respetar las leyes laborales ni las declaraciones de impuestos.
La sacralización de la cocina en los últimos tiempos no es inocente. Unos están ganando demasiado y los demás no ven que ese beneficio repercuta en la mejora de las condiciones de vida de la ciudad –impuestos, condiciones laborales-, más bien, como en la construcción del Basque Culinary Center y el parque natural de Miramón, lo contrario.
El boom de los grandes cocineros y el esnobismo que les rodea empieza a cansar y hay gente quien empieza a decir “vas a esos grandes restaurantes y no comes tan bien como te lo han vendido«. A este esnobismo ha contribuido la proyección que ha tenido en los medios la teatralidad de estos cocineros, que han tenido la habilidad, apoyados en sus incondicionales, en convertir la cocina y su imagen en algo sagrado.
El run-run apuntado nos trasmite que frente a quienes defienden la cocina y la gastronomía como algo para iniciados, capaces de hacer platos complicadísimos –y carísimos-, porque están de moda, está apareciendo, justo lo contrario, que la cocina es algo fácil, divertido, que te lo pasas bien haciéndolo y que permite que todos, familias, personas tragadoras, jóvenes, disfruten con ella y no en plan talibán, ni carero, ni muchísimo menos.