(Entrevista de Juan Cruz a Emilio LLedó, un sabio en la mejor tradición del pensamiento europeo)
Pregunta. ¿Este es un país «entristecido y luminoso?
Respuesta. Es un país mucho más decente y luminoso por la sabiduría de la gente. Esta sabiduría tiene que ponerse en práctica. No podemos dejar el país en manos de una política con una parte regida por oportunistas y por indecentes. Que el imperio de la indecencia domine en la política es intolerable; ese imperio es fruto del dominio de ciertas oligarquías que piensan que lo único que hay que hacer es ganar dinero y crear ideologías aptas para que esa oligarquía siga con poder…
P. Usted cita a Machado hablando del país luminoso…
R. Sí, hablaba del país empobrecido por una clase media entontecida por la ignorancia y por el pragmatismo eclesiástico. Contra eso oponía esa luminosidad, la decencia popular… Eso no lo podemos corromper.
P. ¿La solución?
R. La solución no la veo más que en la cultura. Cultura entendida como educación en la libertad, en la verdadera sabiduría… Me he quedado sorprendido por el anuncio de una universidad que decía que disponía de cafetería de lujo y pistas de pádel… Es vergonzoso que esto sea posible y que se anuncie como atractivo para los jóvenes. Esa actitud es la catástrofe para un país.
P. Recientemente han habido dos cambios de gobierno en Europa, ambos a favor de personalidades del mundo económico. ¿Cómo lo ha vivido?
R. En La República de Platón y en La política de Aristóteles se dice que la salvación de los Estados, de los pueblos y de las naciones se da a través de la decencia y de la cultura. Esta no es una frase antigua, vale hoy. ¿Cómo va a defender lo público alguien que solo está pensando en lo privado y en lo de sus «amigantes»? Y me gusta esa palabra, «amigantes», porque consuena con mangante.
P. Este país es como un enfermo sometido a una enorme operación descarnada. ¿Con qué ánimo lo ve usted?
R. Lo que percibo es desconcierto y dolor. Quizá no mucho dolor, porque nos están haciendo esta operación con anestesia.
P. ¿En qué consiste la anestesia?
R. En que lo que prima en este mundo es la economía, que hay que solucionarla y que por lo tanto hay que poner técnicos al frente de esa economía. Estos técnicos salvadores han sido abogados o economistas de grandes empresas puramente económicas, empresas que solo persiguen el poder económico. Es una equivocación. A la larga, y no a la muy larga, más bien a la corta, se paga.
P. Una de las lesiones que presenta ese cuerpo sometido a una operación quirúrgica ha sido el proyecto de Educación para la Ciudadanía. ¿Cómo ha visto la burla a la que se sometió esa iniciativa?
R. Propia de auténticos ignorantes y aprovechados. La Educación para la Ciudadanía es una forma de crear ciudadanos libres, pero las sectas no pueden aceptar que haya ciudadanos libres. Educación para la Ciudadanía, o como la llamen, provoca la educación libre y laica y es uno de los elementos fundamentales del progreso democrático.
P. La política también está gravemente lesionada. ¿Qué consecuencias tiene?
R. La consecuencia más grave es la de ir alimentando poco a poco el imperio de una dictadura, una dictadura económica. Confío en que ya no sea posible una dictadura militar, pero hay formas de dictadura que sin disparar tiros dominan también. Creo profundamente que el desprecio a la política es un error garrafal porque es un desprecio interesado. Lo que quieren hacer es una política determinada donde nadie pueda hacer política.
P. El político sale aún peor parado que la política…
R. La política es la función esencial de la vida colectiva, y el político es algo esencial también en la dirección y en la orientación de esa vida colectiva. Pero tiene que ser honrado y no ponerse una máscara, sino dar la cara —eso también lo dice Machado—. Dar la cara por unos ideales que ese partido debe defender de verdad. El ataque a la política, la burla no digamos, se nos clava en la cabeza como si todos los políticos fueran unos sinvergüenzas. Y eso es un error… La política es el más arquitectónico de los saberes, decía el gran teórico clásico de la política, porque los comprende a todos… Burlarse de la política tiene algo de dictatorial, de tiránico… Muchas veces me digo, no sé si con injusticia, que estamos en una oligarquía democrática y que el franquismo ha seguido bajo distintas formas, con intereses oligárquicos.
P. ¿Dónde lo ve?
R. El país ha mejorado en cultura, en decencia… Creo que el franquismo está de capa caída, pero tiene todavía fuerza en ciertas manifestaciones de algunos políticos, con una ideología que coincidiría con la se mantuvo con Franco…
P. ¿En qué lo ve?
R. En la defensa de la enseñanza privada, en el descrédito de lo público, en el desprecio de la igualdad de oportunidades… ¿Dónde está la libertad si hay desigualdad?
P. ¿Y Europa no es parte de ese cuerpo enfermo?
R. Ha sido una luz, un poder intelectual… Por eso me preocupa que ahora pueda surgir una tercera guerra europea solapada, ya sin cañones, una guerra económica. Un nuevo afán de dominio, solapado, porque eso son las guerras, lo que destruiría las posibilidades que sin duda se abren para una Europa unida…
P. Hablaba de un país entristecido y luminoso. ¿Hay una luz?
R. Creo que en nuestro país hay una sabiduría latente y emergente que me llena de optimismo, pero no podemos permitir de ninguna manera que se corrompa el político. No podemos apoyar, ni mirar para otro lado, a los corruptos a no ser, y eso sería la muerte de un país, que nosotros estemos ya tan corrompidos que no solo no los distingamos sino que queramos que el corrupto mande para engancharnos a su chaqueta. Sería catastrófico
«La ciudad es un espacio concreto donde los seres humanos dejan marca de su vida, restos efímeros de su presencia en ella. Una máquina real de encuentros o distancias, de convivencia o enajenación; un aparato que concreta o disuelve a sus habitantes. Esta ciudad concreta se encuentra siempre condenada al desgaste del tiempo y a convertirse, como víctima de ese desgaste, en una ruina. Una ruina es un espacio ocupado solamente por el recuerdo, y en el que ya no se puede vivir. Quizá recordar el pasado desde los muñones de esos restos que nos sugieren formas inalcanzables de presencias, latidos extinguidos del tiempo, no sirva sino para confirmar el carácter transitorio de la existencia.»
Entonces ¿Cómo se puede cambiar?
Las ciudades lo hacen, cambian si se empeña la ciudadanía. Si la ciudadanía calla, los políticos continúan. Se ha visto en la escuela, se vera en el espacio Munto en un corto plazo y lo mismo ocurrirá en los otros casos que estamos HABLANDO.