En los monográficos hay, siempre, un engaño encubierto. Para los tontos, por creer lo que en ellos se dice; para los inteligentes, por lo contrario, por no creerlo. Como tú perteneces a los segundos, te diré que el peligro es mayor aún para los que, como tú, no sé bien si nacisteis con una punta de escepticismo o vosotros mismos os encargasteis de afilarla. Por todo ello, por todos esos peligros que te acechan desde un monográfico, desde éste que con tanto buen gusto, tan buena selección, con tan admirable sentido de las proporciones varias (la poesía, la narración, el ensayo) ha llevado a cabo la Revista santanderina La Ortiga en su último doble número 56/58, me parece que tengo un poco la obligación de decirte que todo eso que ahí se dice de tí, estoy seguro de que es verdad porque te conozco, pero, por esto mismo, por este conocimiento que tengo de tí, sé que no te lo vas a creer, y harás mal.
De sus páginas resalta la figura de un poeta fuera de serie que todos, hasta tú, sabíamos que encerrabas. Se hace ver también, en mayor densidad y por lo tanto mayor impacto también por lo menos conocido de tí aunque más novedoso para los que te desconocen, tu faceta de narrador (que tiene razón tu amigo Ramiro Pinilla, que no por ser amigo miente, cuando asegura que «Jorge G. Aranguren es el mejor escritor del País Vasco, el que con más ternura maneja el castellano, los noviazgos entre palabras», y es que sabe, seguramente, de tu ternura para la gramática, de tu amor por la palabra precisa y tantas veces perdida, por tu rescate de términos desde el buen decir antiguo, etc.). Y, nos queda la tercera parte de este triángulo de tu persona (nada somos si no nos triangulamos), que es el ensayo, que lo es todo, es poesía, es narración, es crónica, es historia, es sentimiento, es memoria, es gozo y dolor de volver la vista a todo lo que uno ha sido, a la niñez, a un tiempo, a unos amigos, a unos juegos.
En este número de una Revista Literaria como La Ortiga, que resulta modélica en su género, se presenta la vera imagen de un autor de tan preclara calidad como estos textos demuestran y como me parece que hay tan pocos comparables que casi ni se me ocurre quien te pudiere hacer sombra en los que hoy cultivan la escritura en el más extendido idioma español, como con abismales diferencias y distancias es el castellano. Una síntesis que abarca, sin embargo, tu polifácetico quehacer, en tu antes y en tu ahora (con esos dieciocho poemas que nos traen noticias nuevas de tu actividad. ¡Enhorabuena, Jorge!
Santiago Aizarna