Las manifestaciones de ayer en las capitales vascas -y en el conjunto de España- contra el decretazo de Rajoy, suponen un éxito rotundo para los convocantes. Primero, porque la asistencia fue masiva, lo que demuestra el profundo malestar que ha provocado en los ciudadanos el hachazo a derechos laborales reconocidos desde hace décadas. Y, segundo, porque los sindicatos salen reforzados después de sufrir una campaña de desprestigio montada contra ellos por el PP y difundida ampliamente por sus escuadrones mediáticos.
Aunque el Gobierno se esfuerce en público en manipular a la baja los datos de asistencia a las manifestaciones, lo cierto es que ya sabe que el decretazo genera una amplia oposición y que hay cientos de miles de ciudadanos que no están dispuestos a observar pasivamente cómo se dinamita el marco laboral vigente desde la aprobación en 1980 del Estatuto de los Trabajadores.
Los dirigentes sindicales han pedido al Gobierno que negocie su contrarreforma laboral. Rajoy debe decidir si continúa con su estrategia de bulldozer o si opta por la política de diálogo que prometía desde la oposición. Su reacción inicial no es esperanzadora, puesto que ayer definió su decretazo como “justo y necesario”. Exactamente lo contrario de lo que realmente es. En todo caso, Rajoy aún está a tiempo de rectificar. Si no lo hace, obligará a los sindicatos a redoblar las movilizaciones.
El 19-F debe servir también para que la izquierda extraiga una lección: en estos momentos, ante el enorme desafío que plantea la derecha, la respuesta debe ser fuerte y unitaria. La convocatoria a la huelga general en Euskadi por ELA-STV y LAB, más allá de consideraciones internas a los sindicatos, deberá contar con convocatorias similares de CC OO y UGT, en las mismas fechas, con el objeto de tumbar semejante atropello a los derechos de ciudadanía
El título de esta entrada es una metáfora pero es también la expresión de una realidad. Las medidas que acaba de aprobar el Gobierno y que vienen a modificar los derechos y obligaciones de empresas y trabajadores, en realidad tan solo suprimen o recortan derechos de los trabajadores. Se habrá perdido por ello el equilibrio en que se basa toda rama del Derecho. De hecho, eso es lo que se pretendía, porque ¿qué significa sino «flexibilizar» y «desregular» las relaciones laborales? El Derecho del Trabajo era, hasta ahora, un conjunto de normas que disciplinaban aquellas relaciones, que ahora quedan sin regular o que pierden su valor. Por consiguiente, se está transfiriendo la fuerza del Derecho desde el código jurídico a las manos del más poderoso, que será siempre la empresa