Por Jesús Mosterín 18 abril de 2012 “EL PAIS”
El Rey debería abandonar una afición por las armas de fuego y por la caza que le ha causado problemas durante toda su vida
La aciaga afición por las armas de fuego y por la caza ha perseguido a don Juan Carlos de Borbón durante toda su vida, causándole problemas a él mismo, a su familia y al país entero al que representa como Rey.
Ya en 1956 se produjo una tragedia cuando don Juan Carlos mató accidentalmente a su hermano don Alfonso de un disparo con un revólver de calibre 22. Ambos estudiaban el bachillerato en España, bajo la tutela de Franco, pero por vacaciones regresaban a la residencia familiar de Estoril, donde vivían sus padres. Al joven don Juan Carlos ya entonces le gustaba tontear con las armas de fuego. El 29 de marzo, jugando con su hermano don Alfonso, don Juan Carlos le disparó un tiro en la cara, causándolela muerte. Por muy jugando que sea, debe de ser una experiencia traumática terrible, que apartaría para siempre a cualquiera que la haya tenido del contacto con las armas de fuego. Sin embargo, el efecto esperable no se produjo y la tendencia fatal a accionar el gatillo sigue causando problemas al Rey y a la monarquía, cincuenta y seis años después.
Las armas de fuego siempre acaban disparándose; no sirven para nada, excepto para herir y matar. Hace unos días el nieto mayor del Rey, Felipe Froilán, de 13 años, estaba ejercitándose ilegalmente con una escopeta de cañón doble de calibre 36, en compañía de su padre, cuando se disparó accidentalmente en su propio pie, por lo que tuvo que ser trasladado a la clínica y operado. Los peligros de estas armas se multiplican en las cacerías. En 2007, un biznieto de Franco mató a un compañero cazando corzos en un coto. En su saña matarife, los cazadores frecuentemente disparan contra cuanto se mueve y matan a paseantes inocentes, como ocurrió en Girona en enero pasado cuando un cazador torpe y excitado mató a un joven de 24 años, confundiéndolo con un jabalí. Luis Bobé, un concejal de CiU, murió en otro accidente de caza en 2011. Cada año se producen en España más de mil heridos y decenas de muertos por disparos equivocados de los cazadores.
Don Juan Carlos ha cazado repetidamente en África todo tipo de animales que nadie debería cazar, desde leopardos y búfalos hasta elefantes
El rey Juan Carlos es un cazador empedernido, que dedica mucho tiempo, dinero y energías a la caza mayor. La última noticia al respecto llegó por el accidente que sufrió el 13 de abril durante una expedición cinegética para matar elefantes en Botsuana, en la que se fracturó la cadera derecha en tres fragmentos. Tuvo que ser trasladado en un vuelo especial de ocho horas a Madrid, donde fue inmediatamente operado y recibió una nueva cadera artificial.
La noticia recorrió rápidamente las redacciones y las redes sociales, subrayándose varios de sus aspectos bochornosos. La caza de elefantes está en principio prohibida en África desde 2010, aunque algunos Gobiernos la siguen permitiendo a cazadores ricos y compulsivos decididos a pagar grandes sumas de dinero por el placer de matar a un animal protegido. Todos estos gastos de cacería mayor, permisos, vuelos especiales y médico acompañante los paga el contribuyente español. Muchos se han sorprendido de que en una época de crisis y de enorme déficit y paro los escasos recursos públicos se dediquen a estas cosas. El Gobierno, que ha recortado un 25% el presupuesto de investigación, se ha limitado a un simbólico recorte del 2% en la asignación presupuestaria dela Casa Real. Detodos modos, el Gobierno no sabe lo que hace, pues ni siquiera se había enterado del viaje africano del monarca. Parece que prefiere no enterarse. En el proyecto de ley de transparencia de los gastos públicos se empieza por declarar que esta ley no se aplicará ala Casa Real. Sihay que pedir transparencia al Estado, habría que empezar por arriba, por el Rey, y no por los secretarios de Ayuntamiento.
Desgraciadamente, no es esta la primera vez que las cacerías de don Juan Carlos exigen cuantiosos pagos a empresas como Abies Hunting y Rann Safaris, que ofrecen cacerías de animales normalmente protegidos a cazadores adinerados y sin escrúpulos. Todo el mundo ha visto la fotografía de don Juan Carlos y el cazador blanco Rann que lo acompaña junto al cadáver, apoyado en un árbol, del elefante que acaban de acribillar y que presenta una estampa incomparablemente más noble y hermosa que ellos. Don Juan Carlos ha cazado repetidamente en África todo tipo de animales que nadie debería cazar, desde leopardos y búfalos hasta elefantes.
La pasión matarife del Rey no se limita al continente africano. En 2004, por ejemplo, pagó 7.000 euros para matar en Polonia uno de los últimos bisontes vivos que quedan en Europa. En octubre de ese mismo año, la agencia Abies Huntingle organizó un viaje privado para matar osos en los Cárpatos. El Rey se hospedó en el antiguo chalé del dictador Ceausescu, y se dio el gustazo de abatir a tiros a cinco osos y otros animales protegidos. El escándalo estalló en la prensa rumana y rápidamente fue difundido a través de Internet. Apenas tres meses después, en enero de 2005, la prensa austriaca dio a conocer una nueva cacería de don Juan Carlos, llegado expresamente en avión privado a Graz con la correspondiente comitiva de guardaespaldas. En 2006 estalló el escándalo de la caza en Rusia de Mitrofán, un pobre oso del zoo local emborrachado con miel y vodka y puesto delante de don Juan Carlos para que lo disparase. La noticia de que el rey de España había ido hasta Rusia en avión especial a matar a un oso drogado enseguida dio la vuelta al mundo.
Aunque la caza tenía sentido durante el Paleolítico, lo perdió por completo tras la revolución del Neolítico, que tuvo lugar hace unos diez mil años. A partir de entonces, ya no se caza en defensa propia ni para comer, sino por aburrimiento, mala leche y exceso de testosterona. Los reyes de antaño, que habían empezado sobresaliendo en la guerra, se aburrían soberanamente en los insulsos periodos de paz y, como no sabían leer (ni había cine, televisión o Internet), entretenían sus ocios cazando los animales que sus servidores les ponían delante, al estilo Mitrofán. Hoy en día, la caza es anacrónica en todos los casos; además, es completamente inmoral cuando las víctimas son animales magníficos y escasos, como los que están en situación de protección o peligro de extinción.
Aunque la caza tenía sentido durante el Paleolítico, lo perdió por completo tras la revolución del Neolítico
Un artículo que publiqué en este diario hace seis años (El dedo que acciona el gatillo), acaba diciendo que «sería un buen momento para aconsejar al monarca que aparte el dedo del gatillo de una vez por todas». Desgraciadamente, o nadie le dio el buen consejo o él decidió no seguirlo. Así como en cuestiones políticas el Rey ha tenido la prudencia de dejarse aconsejar por otros, en cuestiones como la caza ha preferido actuar al dictado de sus hormonas, por lo que ha seguido generando noticias que en nada contribuyen a su prestigio, ni al de la monarquía, ni al de su país.
La Casa Realreplica que el Rey mata elefantes porque le da su real gana y que no tiene que dar explicaciones a nadie sobre sus cacerías, pues forman parte de su vida privada, en la que nadie tiene derecho a inmiscuirse. Eso es una obvia falacia. En primer lugar, las cacerías de don Juan Carlos de Borbón, lejos de ser actos íntimos que se realizan en un espacio privado, involucran a diversos países y continentes, vuelos especiales, comitivas oficiales e incluso ausencias públicas inexplicables. En segundo lugar, todos esos gastos extravagantes se sufragan con cargo a los impuestos que paga una población agobiada porla crisis. Además, a muchísimos españoles esas cacerías de elefantes en África o de osos en Rumanía les producen repugnancia estética e indignación moral. La época en que la real gana bastaría para justificarlas ha pasado ya.
Jesús Mosterín es profesor de Investigación en el CSIC
Historia de cómo la Corona ha entrado en barrena
El Rey ha hecho que el vaso de muchas paciencias haya rebosado. La opinión pública -y publicada- recibió ayer con perplejidad la noticia de que Don Juan Carlos había sido operado en la Clínica San José de Madrid durante la madrugada del sábado de una fractura múltiple de cadera a consecuencia de una caída en Botsuana (África central) mientras participaba en una cacería de elefantes. Se desvelaba así la razón por la que el Jefe del Estado no había aparecido en público desde el pasado domingo de Resurrección, ni siquiera para visitar a su nieto mayor, Felipe Juan Froilán, primer hijo de la infanta Elena, ingresado en la clínica Quirón de la capital tras propinarse accidentalmente un disparo en el pie cuando pasaba en Soria sus vacaciones de Semana Santa con su padre, Jaime de Marichalar. El entorno del Rey había lanzado la especie de que estaba “muy afectado” por el accidente que le evocaba el que protagonizó él mismo y que acabó accidentalmente con la vida de su hermano, el infante Don Alfonso en Estoril en 1956. La realidad era muy otra: el Jefe del Estado -al parecer, invitado- se había trasladado a Botsuana, país al que se desplazó también en 2005, para practicar la caza mayor -de elefantes- ocultando el viaje bajo el eufemismo de su “carácter privado”.
El desplazamiento del Rey al país africano -en el que España no tiene representación diplomática y con un sistema de comunicaciones precario- se producía después de que el 3 de abril viajase a Kuwait para “impulsar las relaciones políticas y económicas con aquel país”, sin que tampoco este desplazamiento constase en su agenda oficial ni se diese noticia previa del mismo. Lo más llamativo es que el Don Juan Carlos viajó al pequeño Estado árabe sin la compañía de un ministro de jornada, como manda no sólo la tradición, sino como también exige el refrendo -a efectos de cualquier tipo de responsabilidad- de los actos y palabras del Jefe del Estado según el artículo 64 de la Constitución.
La agenda del Rey tampoco fue desvelada por su Casa para saber con exactitud cuántos días de la Semana Santa pasó Don Juan Carlos en Palma de Mallorca. Según entornos próximos al monarca, el Rey parece sumamente renuente a dar conocimiento de sus actividades. Así sucedió cuando, a petición suya, se reunió en la sede de Telefónica el pasado 20 de marzo, con dieciséis de los diecisiete miembros del Consejo Empresarial de la Competitividad, que agrupa a los principales dirigentes de las grandes compañías españolas. El almuerzo se conoció por una filtración a El País y El Mundo que publicaron el domingo 25 de marzo en primera página una fotografía del acto a cinco columnas. A lo largo de la mañana de ese día, y ante el revuelo causado por la inédita exclusiva, la Casa del Rey -que asumió el error de considerar privado el encuentro pero que negó la autoría de la filtración- distribuyó a través de la agencia EFE las imágenes del monarca y los empresarios pero ya pasadas las 11 horas de la mañana.
Estos comportamientos del monarca se producen, además, después de la exclusión de la Casa del Rey -y por lo tanto, de las actividades del Jefe del Estado- del anteproyecto de Ley de Transparencia que aprobó el Consejo de Ministros el pasado mes de marzo. La vicepresidenta del Gobierno salvó esta omisión refiriéndose a la ambigua naturaleza jurídica de la estructura de apoyo a la Jefatura del Estado, cuyas cuentas, aunque sometidas al control de un interventor del Estado en excedencia, sólo son conocidas en sus partidas generales, sin detalle, y sobre las que el derecho de petición de conocimiento de los ciudadanos no será efectivo. Tanto en los círculos gubernamentales como parlamentarios, se reconocía que el monarca había perdido “una oportunidad de oro” para seguir impulsando el acercamiento de su Casa a los ciudadanos, más aún después de la incorporación a la misma de nuevo director de comunicación -Javier Ayuso- y la determinación con la que el Jefe de la misma -Rafael Spottorno- manejó la descalificación de la conducta (“poco ejemplar”) del yerno del Rey, Iñaki Urdangarin, imputado por varios delitos -prevaricación y falsedad, entre otros- en el llamado caso Palma Arena. Para librar a la institución de la Corona del desgaste de la presencia del Duque de Palma y de su mujer la Infanta Cristina, ambos han sido apartados del protocolo real, suspendiéndose así las asignaciones que la hija del Rey percibía por la representación que ostentaba en actos y eventos.
Según fuentes del entorno de la Zarzuela y de los dos principales partidos, “ha de elegir entre las obligaciones y servidumbre de la Jefatura del Estado y una abdicación que le permita disfrutar de una vida diferente”.
De hecho, según fuentes de toda solvencia, “Don Juan Carlos se encuentra abrumado por los problemas familiares” en alusión, no sólo a la delicada tesitura en la que le han dejado los Duques de Palma, sino también por el público y notorio fracaso de su matrimonio con Doña Sofía, de la que vive prácticamente separado. Su estrecha e íntima amistad con Corinna zu Sayn-Wittgenstein ha dejado de constituir un rumor para convertirse en una certeza, hasta el punto de que existe ya documentación acreditativa de que acompaña a Don Juan Carlos en viajes al extranjero y asume funciones de representación oficiosas. El apartamiento de la infanta Cristina de los actos oficiales y protocolarios, y la ruptura del matrimonio de los reyes, ha convertido a la familia Borbón Grecia en “desestructurada y mal avenida, con frecuentes enfrentamientos más o menos explícitos”, según fuentes de su entorno.
La Reina, sin embargo, entiende que “su condición personal de madre del heredero de la Corona y esposa del Rey” le compromete a seguir manteniendo las formas y asumir sus obligaciones oficiales, pese a los gestos crispados del monarca hacia ella. Especialmente evidentes cuando el Papa visitó España el pasado mes de agosto o cuando el pasado 15 de marzo su marido le instó abruptamente con un “¡déjame terminar!” en un acto celebrado en la Fundación La Caixa durante el que Don Juan Carlos dijo que “el paro juvenil me quita el sueño”. Doña Sofía se ausenta habitualmente de España para trasladarse a Londres donde “se encuentra a gusto con su hermano Constantino y sus sobrinos”. Ayer, la Reina estaba en Grecia a donde había viajado para celebrar la Pascua ortodoxa y no está previsto su regreso hasta mañana.
Por otra parte, Don Juan Carlos atribuye a su esposa buena parte de la responsabilidad en los “matrimonios poco idóneos” de sus hijos. Doña Elena, divorciada de Jaime de Marichalar, sometido ahora a una investigación policial por posible imprudencia al permitir a su hijo Felipe Juan Froilán manejar una escopeta de caza; Doña Cristina, casada con Iñaki Urdangarin, en un trance penal gravísimo, y el propio Príncipe de Asturias esposado con Doña Letizia Ortiz, divorciada, matrimonio que se le planteó por su hijo como un ultimátum en octubre de 2003: o aceptaba su enlace o renunciaba a la sucesión. Para acreditar ante su padre la firmeza de su decisión, Don Felipe no asistió el 12 de octubre de ese año al desfile militar que celebra, como todos, la fiesta nacional de España. El primero de noviembre de ese año se anunciaba oficialmente el enlace del heredero.
«Es necesario un cambio de rumbo»
Fuentes tanto del Partido Popular como Socialista creen que el Rey “no ha entendido los gestos de adhesión que ha recibido”, primero el 27 de diciembre pasado con motivo de la apertura en el Congreso de la X Legislatura de la democracia y, después, el pasado 19 de marzo en el oratorio de San Felipe Neri de Cádiz con motivo de la conmemoración del bicentenario de la Constitución allí aprobada en 1812. “No le estábamos ofreciendo patente de corso, sino reconociéndole sus méritos en estos años de reinado y transmitiéndole apoyo para el necesario cambio de rumbo que debe emprender la institución” manifiestan estas fuentes, ayer “desoladas” ante lo que consideran “una pésima imagen del Rey y de la Corona”.
Porque lo que se estima gravísimo es que Don Juan Carlos haya estado cazando en Botsuana cuando se ha desatado una grave crisis internacional con Argentina a propósito de Repsol-YPF y se ha incrementado la ofensiva de los mercados contra la deuda soberana española (ha escalado por encima de los 430 puntos básicos). El Ibex 35 registraba la pasada su peor semana del año y se situaba en niveles de hace tres. A mayor abundamiento, el Rey debía estar pendiente de la Cumbre de las Américas que se celebra en Bogotá, ya que la representación de España con los países hispanos le es encomendada de manera especial por la Constitución. Y en los países americanos se juega nuestro país una enormidad de intereses económicos, financieros y empresariales.
El apoyo que ha recibido Don Juan Carlos no ha sido sólo el institucional de las Cámaras. También de otras instancias. Las fuentes citadas aluden a “cómo se mojaron algunos medios de comunicación” en la defensa de la Corona y, “especialmente, el diario El País, con bastante coste editorial”. Efectivamente, el diario de Prisa publicó el pasado 4 de marzo un editorial que arrancaba de la primera página titulado El caso Urdangarin y el futuro de la Monarquía. El texto se apoyaba en las palabras del mensaje del Rey del pasado 24 de diciembre (“necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos”) y sostenía que “sólo la frivolidad, el populismo y el amarillismo periodístico, o la mezcla de los tres, permiten confundir la crítica que merece el comportamiento no ejemplar de Iñaki Urdagarin con un debate sobre el futuro de la monarquía”, añadiendo que España “no necesita de un debate artificial sobre la Jefatura del Estado (…)” porque “el Rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española, a su construcción y desarrollo y a su prestigio e influencia en la escena internacional”. El periódico de referencia de la izquierda española señalaba, no obstante, la necesidad de superar “corsés y rigideces” en la institución, “cuando no el oscurantismo” que atribuía a “quienes adulan” al Rey. El diario, además, se inclinaba, por mejorar la transparencia de la institución y la protección del heredero, competencias que corresponden a las Cortes.
Todo este amparo institucional y mediático ha quedado en entredicho con los últimos comportamientos del Rey que, según fuentes del entorno de la Zarzuela y de los dos principales partidos, «ha de elegir entre las obligaciones y servidumbre de la Jefatura del Estado y una abdicación que le permita disfrutar de una vida diferente”. No se maneja la hipótesis inmediata de la abdicación de Don Juan Carlos, pero sí la necesidad de aprobar lo antes posible la ley orgánica que prevé en el apartado 5º del artículo 57 de la Constitución: “las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán mediante una ley orgánica” y de materializar la reforma de ese mismo artículo para suprimir la prevalencia del varón sobre la mujer en la sucesión.
El Rey asumió criterios más disciplinados con González y, especialmente, con Aznar, pero no así con Rodríguez Zapatero. “Rajoy a este respecto, está inédito”.
Además, según insisten estas fuentes, “la irresponsabilidad del Rey con este viaje a Botsuana, no es solamente institucional y política, sino también personal, porque es evidente que su estado físico desaconseja esas aventuras cinegéticas”. Efectivamente, el Rey ha sido sometido en pocos años a ocho intervenciones quirúrgicas, siendo las más serias las de extirpación de parte de un pulmón, una artroscopia de rodilla y reparación del talón de Aquiles. Ahora, la fractura de cadera -que a su edad, 74 años, podría presentar complicaciones- requerirá de una muy larga convalecencia que pondrá a prueba las capacidades bien contrastadas del Príncipe de Asturias que ya ha cubierto precedentes ausencias.
A mayor abundamiento, existe cierto “bochorno” por la falta de sensibilidad del Jefe del Estado al desvelarse que caza elefantes, especie en recesión cuyos colmillos son mercancía de valor en las transacciones negras de marfil, en detrimento de países pobrísimos como Botsuana que están siendo esquilmados. Sin olvidar el “alto coste material de estas cacerías que superan los 25.000 euros por escopeta, más desplazamientos, alojamiento y manutención, todo ello incompatible con un mínimo criterio de austeridad”.
En medios gubernamentales se teme que la tendencia de baja valoración de la Monarquía que se empezó a comprobar, primero entre los jóvenes, desde el inicio de este siglo, y luego generalizada, se agudice con acontecimientos como el de Botsuana. En 2006, los consultados por el CIS sobre la Corona (entre 18 y 24 años), la suspendían con un 4,77 y en 2008 con un 4,93. En el último registro demoscópico del CIS sobre la Jefatura del Estado, que data del pasado mes de octubre, registró, en el conjunto, un inédito suspenso: 4,89. “El asunto concierne al Gobierno también” indican fuentes del entorno de La Zarzuela. Efectivamente: el Rey asumió criterios más disciplinados con González y, especialmente, con Aznar, pero no así con Rodríguez Zapatero. “Rajoy a este respecto, está inédito”. Pero parece claro que si España ya tenía un grave problema con su modelo de Estado -el autonómico-, a partir de ayer -81º aniversario de la proclamación de la II República Española el 14 de abril de 1931-, el país tiene un muy serio problema con la forma de Estado, es decir, con la Monarquía parlamentaria porque la Corona ha entrado en barrena con un más que preocupante diagnóstico político y social
José Antonio Zarzalejos.- 15/04/2012
BIOGRAFÍA
José Antonio Zarzalejos es licenciado en derecho por la Universidad de Deusto y periodista. Ha desempeñado puestos de distinta responsabilidad tanto en el Grupo Correo, primero, como en Vocento, después. Fue director del diario ABC de 1999 a 2008. Su «cuaderno de notas» pretende ser una aproximación certera a la realidad política, económica y social española e internacional.
Queridas viudas y huérfanos de la selva, la sabana, las estepas y demás enclaves naturales en donde soléis intentar sobrevivir a la maldad de los hombres prepotentes y estúpidos:
Por razones obvias de falta de transparencia carezco de datos para conformar el elenco de bajas que la más alta autoridad institucional de este país ha causado deliberadamente a vuestras familias. Sé de osos, de elefantes, de bisontes, de búfalos, de tigres… Pero no tengo la lista completa, aunque puedo imaginarla. Dada la edad avanzada del sujeto, que empezó a disparar muy joven, y que no se le conocen errores desde aquel en el que se llevó por delante a su hermano, es muy posible que mientras nosotros, aquí, nos debatimos en una crisis terrible, vosotros, ahí, todavía sigáis llorando la desaparición, por un tiroteo criminal y cobarde, de vuestros seres queridos. Sobre todo los elefantes, que tenéis tan buena memoria. Sabed que la mayoría de los españoles sufrimos por vuestras pérdidas.
Sabed también que no nos produce el menor alivio el hecho de que la última cacería de los vuestros le fuera pagada a nuestro monarca titular —no moral: esto no es la selva, ni él es el Rey León— por un millonario saudí de origen sirio, perteneciente a esa otra fauna de gentes adineradas que él frecuenta, en este caso sacrificándose estrictamente por ¡España! Sabed que estamos avergonzados, abochornados, indignados y hasta la cresta de tanta miseria ética y estética, y que os acompañamos en el sentimiento.
Os pedimos disculpas. Si la caza debió desaparecer con el Neolítico, la Monarquía debería desaparecer ahora. Haremos lo posible. Entretanto, es mejor que os pongáis a salvo en cuanto diviséis a un anciano rubio y coloradote que cojea. Es letal y va armado.
Maruja Torres
El papel de la Reina en la familia real ha ido cambiando. Primero fue esposa; luego, madre, y ahora, mediadora y pacificadora. Ella es quien se encarga de tomar la iniciativa cuando hay crisis familiar, de recomponer la imagen de familia cuando hay problemas. Aunque le cueste cada vez más encarnarlo. Los 15 minutos que permaneció el lunes junto a su marido recién operado no pasaron desapercibidos. Como tampoco su decisión de no variar el viaje a Grecia, pese a que el Rey volvía de Botsuana con una cadera rota. La Reina decidía irse a Grecia mientras don Juan Carlos pasaba con otras compañías esos días de vacaciones en África.
Los Reyes aparecen en público siempre que la agenda oficial lo exige, pero apenas comparten horas de ocio y familia. La Reina estuvo en Semana Santa con su hermana Irene en Palma de Mallorca. El Rey llegó con el tiempo justo de asistir el domingo a la misa de Pascua. Luego prosiguió viaje a Botsuana. El pasado verano, la estancia de don Juan Carlos en la isla se redujo a unos días. La Reina, sin embargo, se instaló en Marivent.
En Navidad coincidieron pocos días. Se reunieron para la Nochebuena. Desde hace tiempo reciben el Año Nuevo cada uno por su lado. El propio Rey ha bromeado en público sobre algunas situaciones. Hace un mes, en una entrega de becas de La Caixa en la que confesó que el desempleo juvenil le “quitaba el sueño”, le pidió a la Reina en público que no interrumpiera sus palabras: “Está claro que a ella le gusta más la música”.
El caso Urdangarin ha tensado más las relaciones. Esa profesionalidad que ve don Juan Carlos en su esposa quedó aparcada tras estallar el escándalo del Instituto Nóos. Fue entonces cuando doña Sofía decidió ser madre antes que reina y se dejó fotografiar con la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en Washington, una imagen muy criticada y calificada como inoportuna. Al Rey tampoco le gustó.
Cuando a las doce en punto del mediodía empiece la discusión sobre las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos, ya se habrá producido a puerta cerrada, sin publicidad, un debate en la Mesa del Congreso sobre qué responder a quienes quieren controlar al Rey. Los nueve miembros del órgano que dirige el Congreso —cinco del PP; tres del PSOE y uno de CiU— tendrán en sus carpetas las 50 preguntas de los grupos parlamentarios, ninguno con representación en la Mesa, sobre el viaje del Rey a Botsuana para participar en una cacería de elefantes y los gastos del mismo. Otro bloque de preguntas se dirige al fondo del problema, a saber cuál es la capacidad del Gobierno para controlar las actividades del Monarca, incluidos los viajes fuera de España aunque sean de carácter privado, como reclama una parte de la oposición en público y toda ella en privado.
El examen de esas preguntas, siempre dirigidas al Gobierno, y su decisión de tramitarlas o rechazarlas, la tomarán a primera hora de la mañana las cúpulas de los partidos y dicha decisión la ejecutarán sus representantes en la Mesa. Se da por seguro que se rechazarán las destinadas al control de las actividades del Monarca, aunque se dará vida libre a las menos comprometidas. Ante esta probabilidad, los grupos cuyas iniciativas sean rechazadas se unirán para enviar esas mismas preguntas al propio Monarca. En esta tarea está ya el diputado de IU, Gaspar Llamazares. «Si las preguntas son rechazadas por la Mesa del Congreso, las enviaremos directamente al Rey para que él nos conteste”, señala Llamazares a EL PAÍS. No ve otra salida si la Mesa del Congreso declara que el Monarca no está sujeto a control parlamentario al no ser un órgano de la administración, como previsiblemente justificará. ¿Entonces, qué es?, se preguntan los interpelantes. Su fuerza política, integrada en el Grupo Parlamentario Izquierda Plural, pide todo tipo de explicaciones sobre el viaje a Botsuana; no sólo el coste sino quiénes acompañaban al Rey en el viaje que terminó con el accidente y rotura de la cadera derecha.
Pero el debate que IU quiere abrir junto a ICV y ERC quedará cercenado si, como es más que previsible, las preguntas no pasan de la Mesa del Congreso. Joan Coscubiela y Laia Ortiz de ICV quieren la opinión del Gobierno, que es a quien se interpela, sobre la conveniencia de un viaje a Botsuana en medio de la profunda crisis y las restricciones y recortes a la mayoría de los ciudadanos.”¿Es compatible ese viaje con las llamadas al rigor y al sacrificio”, pregunta Coscubiela. ¿Cuánto costó el viaje? ¿Quién lo pago?, pregunta Alfred Bosch de ERC. El BNG, a través del parlamentario Francisco Jorquera, también ha registrado preguntas del mismo tenor, así como la portavoz de UPyD, Rosa Díez y la diputada de ese grupo Irene Lozano.