Los perros podrán andar libremente por los jardines históricos de Aiete (y de Cristina Enea, Miramar o Urgull), siempre que vayan debidamente atados y no pertenezcan a las consideradas razas peligrosas, según una propuesta de ordenanza municipal.
Algunos observadores se han preguntado si los del palacio de Aiete -en la foto- son de raza peligrosa y por lo tanto en vez de permanecer inmutablemente sujetos, se les podrá llevar sueltos pero debidamente atados. (Los aitearras más conspicuos saben que esos perros han visto mucho y creen que al final se les mantendrá como hasta ahora por si acaso)
Por último, si se les aplicara la nueva ordenanza, la pareja de canes, también podrán acceder a las tres playas de San Sebastián, en los horarios establecidos para no molestar al resto de la ciudadanía fuera de temporada, excepto a la de la isla de Santa Clara que mantiene la prohibición de acceso todos los días del año.
¿Por cierto alguien sabe que fue del mastín que, con una pata levantada, recibía a los niños en el jardín, frente al estanque de los cisnes?
Más, la pareja de cisnes que nacieron y crecieron en el estanque han desaparecido ¿Alguien sabe dónde están?
Lo recordó el sr Gasco en una rueda de prensa. Afirmó que el pasado 4 de noviembre su grupo municipal presentó una serie de propuestas de modificación de las ordenanzas municipales para posibilitar el acceso de los perros a las playas y parques de la ciudad.
Menos guasas con los canes porque con un perro se liga mucho. Ligar, en la acepción de unir o enlazar.
Vas por la calle con un chucho al final de la correa y eres blanco de atracción indefectible para:
– los niños a los que les gustan los perros.
– los familiares que acompañan a los niños a los que les gustan los perros.
– los propietarios de perros iguales al tuyo.
– los propietarios de perros diferentes al tuyo.
– los jubilados de sexo masculino.
– las señoras ancianitas que van con acompañante.
Así que, posibilidades de ligar, todas. Quiero decir que se entablan conversaciones, se intercambian datos, se comparten vivencias.
Los jubilados de sexo masculino se fijan mucho en mí. No sé porqué, con lo guapo que es mi perro.
Pero la gracia está en las personas que van paseando un perro. Con ellas hay tema enseguida. Se notan las ganas de hablar. Sobre todo si son mujeres. Abiertas, simpáticas y dispuestas, sin importar la edad, se enrollan magníficamente para compartir unos minutos de charla canina y hacer unas risas sobre las peculiaridades del perro que cada una lleva. Lo primero que te preguntan es si es “chico o chica” y en función del sexo te acercan o alejan a su chucho, porque ya se sabe que un macho SIEMPRE va a dar la tabarra a una hembra aunque esta no esté en celo. Las mujeres que llevan una hembra te cuentan de lo “lanzadas” que son (sus perras) en cuanto ven un macho en lontananza y el chiste está servido, claro está. Son pequeñas conversaciones amigables de cinco minutos entre desconocidas. Tienen su gracia.
Pero lo que de verdad es un caramelo es encontrarse con un señor de aspecto interesante, con mirada interesante y un perro interesante al lado. Normalmente llevan perros grandes, no los peluches que llevamos las mujeres al final de la correa, y estos perros grandes, por definición y costumbre, no les gustan nada a los perrillos nuestros y…ahí es donde comienza el eterno juego del “uy, qué miedo” y “no te preocupes, no te haré daño”.
El hombre lleva un perro grande. El hombre tiene un coche grande. El hombre va serio, seguro de sí mismo, con la mirada al frente, indiferente a su entorno.
La mujer lleva un perro pequeño. La mujer tiene un coche pequeño. La mujer va sonriente, segura de sí misma, con la mirada posada en su entorno.
Luego se encuentran en mitad de la arena con sus perros. Y pasa lo que pasa. Que como van sueltos y alocados (los perros) se enzarzan en una danza incomprensible a los ojos de sus amos, lo que últimamente me recuerda a las relaciones entre las personas, no sé porqué…
Yo, por las dudas, llevo siempre a mi perro atado. Y el que quiera ligar, que se acerque y se lo curre.