Sentido y sensibilidad, Jane Austen / Jueves / 19 Abril/ 19:00

Casa Museo de Jane Austen en Bath (un objetivo del viaje)

Tertulia en la Casa de Cultura Aiete

Dirige: Lola Arrieta.

Sentido y sensibilidad, cumple 200 años sin perder el favor de crítica y público.

Lanzarse al amor sin miedo al cataclismo o hacer el esfuerzo protector de contenerse. Hace 200 años, Jane Austen (Steventon, 1775-Winchester, Inglaterra, 1817) planteaba esta cuestión enSentido y sensibilidad. Una duda que aún continúa vigente a juzgar por el éxito de ventas, crítica y público con el que la novela llega a su segundo centenario. Esta primera publicación de la autora constituye el ejemplo perfecto de obra que trasciende la etiqueta de clásico para encuadrarse en la de fenómeno editorial y cultural. «El secreto de su popularidad constante a lo largo de dos siglos reside simplemente en su gran calidad. Jane Austen es la única escritora en inglés que no ha perdido el favor de la crítica nunca», afirma vía e-mail David Shapard, autor de The Annotated Pride and Prejudice y uno de los mayores expertos mundiales en la obra de la escritora.

Los libros de Austen no han dejado nunca de reeditarse ni de atrapar al gran público. Los cambios sufridos por la sociedad y, supuestamente, dentro de las relaciones sentimentales desde 1811 no hacen mella en sus páginas ¿Las claves? Para empezar, «cada argumento está sólidamente construido: encaja con los demás armoniosamente«, defiende Shapard.

La autora entrelaza historias de las que siempre se desprende una lección vital. Nada en ella resulta accesorio. «En sus libros siempre prevalece la justicia, la virtud frente al vicio. Austen busca demostrar que aquellos que se comportan honestamente y son fieles a sí mismos terminan siendo recompensados por la vida», apunta Shapard. A través de sus antagónicas heroínas, Sentido y sensibilidad ejemplifica, quizá mejor que ninguna de sus otras novelas, esa intención moralizante. Elinor Dashwood, que obra con contención, racionalidad y decoro, resulta premiada -tras mucho sufrimiento- con un destino perfecto. Mientras que Marianne, irreflexiva y pasional, es castigada con la vergüenza, el abandono de su amado y casi la muerte. Solo cuando se arrepiente y endereza, la autora decide rescatarla del erial emocional y darle un final de cuento de hadas. Un cierre que siempre tiene lugar en un mismo escenario: el altar.

Quizá por ello, aún hoy, muchos enmarcan su producción dentro del género romántico. «Esa imagen de novela para señoritas, que indigna a autores como Mark Twain, surgió en la época victoriana«, apunta el responsable de Alba Luis Magrinyà, que, para celebrar el bicentenario de la obra, reedita Juicio y sentimiento -así es como tradujo en 1993 Sense and sensibility- además de Mansfield Park, la novela con la inauguraron la colección Alba Clásica en 1995.

La interpretación rosácea de las novelas de Austen quedó rebatida en los años cuarenta, cuando el profesor de literatura inglesa D. W. Harding publicó el ensayo Scrutiny y devolvió a la autora la categoría de gran observadora social que hoy reconoce la crítica y que muchos escritores clave del siglo XX como Vladímir Nabokov, Carmen Martín Gaite, David Lodge o William Somerset Maugham toman como referencia.

Cierto que en sus novelas hay grandes historias de amor, pero, según Magrinyà, la británica era una antirromántica total: «Hace sátira de todos los vicios domésticos, incluidas las conductas pasionales no moderadas por la razón». Austen predica que el amor y el cariño son necesarios dentro del matrimonio y se opone a las uniones forzadas, pero también defiende que estas deben ser prácticas y, en palabras de Shapard, «nunca insinúa que el dinero no importa, sino todo lo contrario». El «contigo pan y cebolla» no era para Austen. De hecho, las hermanas Dashwood comen perdices junto a hombres que están muy por encima de su posición social y financiera.

Los problemas y desigualdades económicos no son meras pinceladas costumbristas dentro de la obra de Austen. La escritora critica repetidas veces el sistema hereditario patriarcal que imperaba en Reino Unido y que dejaba a las mujeres a merced de la generosidad de sus hermanos o de un buen casamiento. Es precisamente en Sentido y sensibilidad donde más dura e hilarantemente resulta esta denuncia. En concreto en su segundo capítulo, uno de los más alabados y estudiados por la crítica. La pieza arranca con el hermanastro de las Dashwood concediéndoles una renta generosa tras la muerte de su padre y termina dejándolas casi en la indigencia.

Pasajes de este tipo hicieron que ya en el siglo XIX estudiosos como Margaret Oliphant empezasen a hablar de su «cinismo femenino» y, más tarde, de su supuesto feminismo. Un tema que hoy dispara los debates más encendidos entre expertos. Magrinyà concede que existe una clara lectura feminista de sus novelas, mientras Shapard señala que este movimiento era aún incipiente cuando Austen escribía: «En Sentido y sensibilidad se queja de que los hombres son menos castigados que las mujeres por sus comportamientos sexuales inapropiados, y expresa su deseo de que la condena social sea más parecida, aunque nunca dice que deba ser igual», plantea.

Una tibieza quizá hoy en día. Pero pese a todo lo que han cambiado las reivindicaciones sociales y sentimentales a lo largo de 200 años, la novela no ha quedado obsoleta. La capacidad de la británica para reflejar la naturaleza humana sigue enganchando al público del siglo XXI como lo hiciera en el XIX. «Austen actúa como una narradora casi invisible que, a través de su magnífico sentido del humor y de unos increíbles diálogos, permite que veamos cómo los protagonistas crecen, que seamos testigos de sus errores y aprendamos de las lecciones morales que devienen con naturalidad de sus actos«, argumenta la expresidenta de la Jane Austen Society of North America Joan Klingel Ray. Una de las coetáneas de Austen más célebres, la princesa Carolina de Gales (1796-1817), hija del rey Jorge IV, decía que veía en Marianne Dashwood -la hermana alocada de la novela- «la misma imprudencia» que en sí misma.

Como la aristócrata, muchos lectores actuales siguen identificándose con sus personajes. La razón está clara para Klingel: «Los protagonistas deben tomar las mismas decisiones vitales que una persona real. Además, todavía resulta fácil encontrar a hombres débiles como Edward Ferrars, que no se atreve a confesarle a Elinor Dashwood que está comprometido, o mujeres que siguen buscando a su señor Darcy [el protagonista de Orgullo y prejuicio]». Es decir, ese amor perfecto (y económicamente conveniente) que, tras algunos obstáculos, tenga el mismo final que las novelas de Austen. Un «felices para siempre» muy ventajoso desde un punto de vista comercial, según el editor de DeBolsillo Jaume Bonfill.

Su sello ha lanzado 14 ediciones de Sentido y sensibilidad en la última década. «Es el título de Austen que más vendemos -unos 10.000 ejemplares al año- y el que tira del resto de sus obras, de las que se han despachado 600.000 unidades desde 1996. Algo espectacular», asegura. Se acaba de publicar una edición en tapa dura de la novela con motivo de su bicentenario: «Solemos hacerlo para promocionar a los escritores, pero Jane Austen no lo necesita».

No son los únicos. Este año es testigo de una cascada de revisiones: desde la ilustrada para formato electrónico que propone el portal Amazon hasta los 500 exquisitos facsímiles que publicó este verano la Casa Museo de Jean Austen. Además de iniciativas amateurs como la página de la red social Flickr, en la que fans hispanohablantes de todo el mundo cuelgan imágenes suyas leyendo el libro.

Las múltiples películas y series basadas en las novelas de Austen también han ayudado a consolidar el fenómeno, tal y como reconoce Bonfill. En DeBolsillo notaron el primer repunte en las ventas tras el estreno de la película de Ang Lee Sentido y sensibilidad (1995). La cinta obtuvo un Oscar al mejor guión adaptado y dio a conocer la historia de las hermanas Dashwood a un público global. En un intento por repetir los buenos resultados de crítica y taquilla, Hollywood potenció la divulgación de la obra de Austen al adaptar también Emma (1996), Orgullo y prejuicio (2005) e incluso la seudobiografía La joven Jane Austen (2007), basada en la obra Becoming Jane Austen, de Jon Spence. Eso sin contar las maravillosas aunque menos conocidas series de la BBC.

Feminista o no, romántica o cínica, todos coinciden en que Austen fue una incisiva observadora social, cuyos personajes, creados con pluma y tinta hace 200 años, siguen triunfando hoy en papel, pantalla grande y pequeña, formato digital y hasta en las redes sociales.

CARMEN MAÑANA 26 NOV 2011

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