5 comentarios en “Con los recortes, vamos de cabeza, de la crisis a la depresión”
Colorín colorado
A estas alturas de la legislatura, Patxi López ya no aspira a llegar a las elecciones, se limitará a dejar que éstas le lleguen a él. Su proclamada decisión de no anticipar los comicios obedece exclusivamente al convencimiento de que ya se ocuparán los comicios de adelantarle.
Lo mejor que se puede decir de su legislatura es que «lo ha hecho lo mejor que ha podido», ocho palabras que, casualidad, coinciden con la crítica más severa que en su contra quepa formular. A juzgar por sus últimas declaraciones, López no sólo padece el síndrome de La Moncloa sin haber sido su inquilino, si no que en contra de lo que dicta la tradición, ha caído presa de la dolencia a la primera legislatura.
Incluso cuando enumera los logros de su gobierno consigue que parezcan completamente ajenos a su gestión, una mera cuestión de azar. Puede que su actuación no haya sido especialmente brillante, pero hay que admitir que hasta el desembarco de Normandía carecería de épica si de su gestión hubiera dependido. Cuando recuerda que su pacto con el PP «tenía como prioridad combatir el terrorismo y hoy hablamos de que ETA ha anunciado el final de sus actividades» evoca al ‘Negro’ Héctor Enrique, cuando bromeaba sobre el gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial’ 86: «Con el pase que le di, sino hacía gol era para matarlo».
Pese a todo, es de justicia reconocer que en el interior de PatxiLo habita un político de raza, por desgracia, de los de la oposición: logra eviscerar de trascendencia todo lo que hace y dotar de un fulgor deslumbrante a todo lo que no hace. Hasta su ‘power balance’ resultó ser en realidad de su madre. En cuanto a ETA, cuando anunció su abandono «definitivo» de la violencia, el lehendakari -en aquel preciso momento, un huecograbado vasco gracias a su inoportuno viaje a EE UU- consiguió que arrebatar parte del protagonismo audiovisual a los terroristas merced a un vídeo llamado a perdurar, demasiado extravagante como para ser verdad.
En su favor, cabe señalar que se irá de Ajuria Enea desprendiendo el mismo aroma a bonhomía con el que llegó. Otro campechano, se dirá. Puede, pero no hay que olvidar que entre sus predecesores los hubo que en el tránsito se convirtieron en la estatua del prócer que nunca llegaron a ser o incluso pasaron de oscuros traje y corbata a iluminación navideña.
Tampoco se puede soslayar un dato crucial: a PatxiLo le ha tocado cargar con Basagoiti, un lastre al que pocos sobrevivirían. Anunciaron su pacto como sexo sin amor, pero al final se ha revelado como una variante de esas bodas concertadas en algunas poblaciones del Marruecos más atávico entre el violador y su víctima. Ahora, López se está yendo, un proceso que le llevará un cierto tiempo, en el transcurso del cual, su ex socio preferente no perderá oportunidad de lapidarle en el nombre de Alá.
Todo lo anterior no resta un ápice de responsabilidad a nuestro hombre, al contrario, la resalta. Cada vez que desde su propio partido alguien ha intentado echarle una mano, López se ha visto obligado a quitarse el iPad y levantarse del sofá para dejar bien claro, de una vez por todas, que el éxito tiene muchos padres, pero que, al igual que el adelanto electoral, el fracaso «corresponde en exclusiva al lehendakari». Lo insólito es ese manejo de la tercera persona del singular con el soltura propia de quien está persuadido de que el cargo es una cuestión por completo ajena a la persona que lo ostenta.
AM
¿Qué significa que la prima de riesgo alcance los 541 puntos?.
Por Alberto Montero Soler
La prima de riesgo no es nada en concreto; es tan sólo el diferencial entre el tipos de interés que paga un estado por financiarse a través de la emisión de títulos de deuda pública a largo plazo (normalmente, 10 años) y la que paga un estado cuyas emisiones se consideran prácticamente carentes de riesgo, en el caso europeo, ese estado es esencialmente Alemania y por ello son sus bonos los que se toman como referencia para el cálculo de la prima de riesgo.
La prima de riesgo, por tanto, es un indicador que se utiliza para medir el riesgo –valga la redundancia- de que un estado se vea con problemas para atender la deuda que está emitiendo una vez que llegue su vencimiento; cuanto mayor sea el riesgo que los agentes financieros atribuyan a esas emisiones y a la posibilidad de que no sean atendidas en el futuro, mayor es el tipo de interés que exigen cuando la adquieren y, por lo tanto, mayor es el diferencial con respecto al que paga Alemania.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que las entidades financieras, especialmente los bancos, deben mantener una parte de sus reservas en forma de activos de muy alta calidad, es decir, sin riesgo. Esto provoca que al tiempo que demandan activos arriesgados que les permiten obtener altos rendimientos por la vía de la especulación, demanden también activos menos rentables pero más seguros para atender sus requerimientos de capital de alta solvencia. Es por ello que los países que emiten activos financieros de esa naturaleza –los calificados con la denominada triple A por las agencias de calificación de riesgos- se encuentran con un mecanismo que los beneficia doblemente.
Por un lado, aseguran una demanda estable para los mismos y, con ello, una fuente de ingresos continuada para atender sus necesidades de financiación pública. Y, por otro lado, cuando existe una alta volatilidad en los mercados financieros, como la que vivimos en estos momentos, esos activos se convierten en valores refugio hacia los que huyen los agentes financieros, dispuestos a sacrificar rentabilidad a cambio de una mayor seguridad.
Estos dos factores contribuyen a reforzar la situación de privilegio de dichos estados y se refuerza aceleradamente cuanto mayor es la gravedad de la crisis. Basta con ver nuevamente el caso concreto de Alemania: la semana pasada, en plena orgía especulativa contra la deuda de los estados periféricos y en un momento en el que se está cuestionando incluso la existencia de la zona euro, consiguió colocar más de 4.500 millones de euros en bonos a dos años a un tipo de interés del 0,07% y con un cupón del 0%, es decir, en términos reales, los inversores estaban pagando por comprar la deuda alemana. Esa misma emisión, que a Alemania le ha supuesto un coste de 6 millones de euros, a España le hubiera costado 230 millones de euros.
Dicho lo cual, ¿cabe alguna duda entonces de por qué Angela Merkel no quiere ni oír hablar de los eurobonos? Y es que no entender la Eurozona en términos de geopolítica real conduce a la ingenuidad de creer que el diseño actual, creado en gran medida según las directrices alemanas, va a cambiar a estas alturas para convertir la solidaridad en vector de reforma del proceso de integración o de desintegración, según se mire.
Con respecto al récord alcanzado por la prima de riesgo española ayer la explicación es tan simple como trágica. El sistema financiero español está hundiendo a la economía española y la decisión compartida tanto por el gobierno de Zapatero como por el de Mariano Rajoy de no hacer frente a la situación de quiebra en la que se encontraban la mayor parte de los bancos y cajas de ahorro de este país y postergar la respuesta, para ver si la mejora de la economía permitía capear el temporal, se ha demostrado tan errónea como dañina. Nadie ha querido correr con el coste político de sacar desde un primer momento las vergüenzas de nuestro sistema bancario al aire y se ha permitido que los bancos trampeen sus cuentas hasta límites impensables. ¿Cómo puede tolerarse que los nuevos gestores de Bankia, por ejemplo, afloren pérdidas por valor de casi 5.000 millones de euros, ¡165 veces más que las pérdidas que presentó el equipo de Rato? La situación del sistema financiero español no es sólo un agujero negro por la cantidad de recursos públicos que lleva absorbidos y por los que le quedan aún por absorber; es también un agujero negro por el nivel de opacidad, de oscuridad, de ocultación.
Ante esta situación, los mercados están actuando como deben de hacerlo, como se les permite que actúan, como se comportan los agentes económicos en su búsqueda del máximo beneficio: están cuestionando la posibilidad de que el estado español pueda hacer frente a la enorme sangría de recursos que va a suponer la intervención del sistema financiero sabiendo, además, que ésta va a tener que producirse dada la situación del mismo. Y ante ese panorama, con un gobierno que ha tenido que aprobar los presupuestos más restrictivos de la historia (unos presupuestos que van a acabar por hundir a la economía española, dicho sea de paso), y que además va a tener que endeudarse aún más para poder atender tanto al rescate de Bankia como, previsiblemente, al de algunas otras instituciones financieras, lo que hacen es exigir una mayor rentabilidad por prestar al gobierno español el dinero.
A estas alturas de la legislatura, Patxi López ya no aspira a llegar a las elecciones, se limitará a dejar que éstas le lleguen a él. Su proclamada decisión de no anticipar los comicios obedece exclusivamente al convencimiento de que ya se ocuparán los comicios de adelantarle.
Lo mejor que se puede decir de su legislatura es que «lo ha hecho lo mejor que ha podido», ocho palabras que, casualidad, coinciden con la crítica más severa que en su contra quepa formular. A juzgar por sus últimas declaraciones, López no sólo padece el síndrome de La Moncloa sin haber sido su inquilino, si no que en contra de lo que dicta la tradición, ha caído presa de la dolencia a la primera legislatura.
Incluso cuando enumera los logros de su gobierno consigue que parezcan completamente ajenos a su gestión, una mera cuestión de azar. Puede que su actuación no haya sido especialmente brillante, pero hay que admitir que hasta el desembarco de Normandía carecería de épica si de su gestión hubiera dependido. Cuando recuerda que su pacto con el PP «tenía como prioridad combatir el terrorismo y hoy hablamos de que ETA ha anunciado el final de sus actividades» evoca al ‘Negro’ Héctor Enrique, cuando bromeaba sobre el gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial’ 86: «Con el pase que le di, sino hacía gol era para matarlo».
Pese a todo, es de justicia reconocer que en el interior de PatxiLo habita un político de raza, por desgracia, de los de la oposición: logra eviscerar de trascendencia todo lo que hace y dotar de un fulgor deslumbrante a todo lo que no hace. Hasta su ‘power balance’ resultó ser en realidad de su madre. En cuanto a ETA, cuando anunció su abandono «definitivo» de la violencia, el lehendakari -en aquel preciso momento, un huecograbado vasco gracias a su inoportuno viaje a EE UU- consiguió que arrebatar parte del protagonismo audiovisual a los terroristas merced a un vídeo llamado a perdurar, demasiado extravagante como para ser verdad.
En su favor, cabe señalar que se irá de Ajuria Enea desprendiendo el mismo aroma a bonhomía con el que llegó. Otro campechano, se dirá. Puede, pero no hay que olvidar que entre sus predecesores los hubo que en el tránsito se convirtieron en la estatua del prócer que nunca llegaron a ser o incluso pasaron de oscuros traje y corbata a iluminación navideña.
Tampoco se puede soslayar un dato crucial: a PatxiLo le ha tocado cargar con Basagoiti, un lastre al que pocos sobrevivirían. Anunciaron su pacto como sexo sin amor, pero al final se ha revelado como una variante de esas bodas concertadas en algunas poblaciones del Marruecos más atávico entre el violador y su víctima. Ahora, López se está yendo, un proceso que le llevará un cierto tiempo, en el transcurso del cual, su ex socio preferente no perderá oportunidad de lapidarle en el nombre de Alá.
Todo lo anterior no resta un ápice de responsabilidad a nuestro hombre, al contrario, la resalta. Cada vez que desde su propio partido alguien ha intentado echarle una mano, López se ha visto obligado a quitarse el iPad y levantarse del sofá para dejar bien claro, de una vez por todas, que el éxito tiene muchos padres, pero que, al igual que el adelanto electoral, el fracaso «corresponde en exclusiva al lehendakari». Lo insólito es ese manejo de la tercera persona del singular con el soltura propia de quien está persuadido de que el cargo es una cuestión por completo ajena a la persona que lo ostenta.
AM
«El gran logro de la democracia es que nos hace ver que, por muy estúpido que pueda ser un político, más lo han de ser los electores que le votaron».
«Aquí no se trata de sacarles el dinero a los ricos para dárselo a los pobres , como hacía Robinson Crusoe»
La Esperanza Aguirre es lo último que se pierde y, de todas formas, siempre termina por encontrarte otra vez
Por Alberto Montero Soler
La prima de riesgo no es nada en concreto; es tan sólo el diferencial entre el tipos de interés que paga un estado por financiarse a través de la emisión de títulos de deuda pública a largo plazo (normalmente, 10 años) y la que paga un estado cuyas emisiones se consideran prácticamente carentes de riesgo, en el caso europeo, ese estado es esencialmente Alemania y por ello son sus bonos los que se toman como referencia para el cálculo de la prima de riesgo.
La prima de riesgo, por tanto, es un indicador que se utiliza para medir el riesgo –valga la redundancia- de que un estado se vea con problemas para atender la deuda que está emitiendo una vez que llegue su vencimiento; cuanto mayor sea el riesgo que los agentes financieros atribuyan a esas emisiones y a la posibilidad de que no sean atendidas en el futuro, mayor es el tipo de interés que exigen cuando la adquieren y, por lo tanto, mayor es el diferencial con respecto al que paga Alemania.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que las entidades financieras, especialmente los bancos, deben mantener una parte de sus reservas en forma de activos de muy alta calidad, es decir, sin riesgo. Esto provoca que al tiempo que demandan activos arriesgados que les permiten obtener altos rendimientos por la vía de la especulación, demanden también activos menos rentables pero más seguros para atender sus requerimientos de capital de alta solvencia. Es por ello que los países que emiten activos financieros de esa naturaleza –los calificados con la denominada triple A por las agencias de calificación de riesgos- se encuentran con un mecanismo que los beneficia doblemente.
Por un lado, aseguran una demanda estable para los mismos y, con ello, una fuente de ingresos continuada para atender sus necesidades de financiación pública. Y, por otro lado, cuando existe una alta volatilidad en los mercados financieros, como la que vivimos en estos momentos, esos activos se convierten en valores refugio hacia los que huyen los agentes financieros, dispuestos a sacrificar rentabilidad a cambio de una mayor seguridad.
Estos dos factores contribuyen a reforzar la situación de privilegio de dichos estados y se refuerza aceleradamente cuanto mayor es la gravedad de la crisis. Basta con ver nuevamente el caso concreto de Alemania: la semana pasada, en plena orgía especulativa contra la deuda de los estados periféricos y en un momento en el que se está cuestionando incluso la existencia de la zona euro, consiguió colocar más de 4.500 millones de euros en bonos a dos años a un tipo de interés del 0,07% y con un cupón del 0%, es decir, en términos reales, los inversores estaban pagando por comprar la deuda alemana. Esa misma emisión, que a Alemania le ha supuesto un coste de 6 millones de euros, a España le hubiera costado 230 millones de euros.
Dicho lo cual, ¿cabe alguna duda entonces de por qué Angela Merkel no quiere ni oír hablar de los eurobonos? Y es que no entender la Eurozona en términos de geopolítica real conduce a la ingenuidad de creer que el diseño actual, creado en gran medida según las directrices alemanas, va a cambiar a estas alturas para convertir la solidaridad en vector de reforma del proceso de integración o de desintegración, según se mire.
Con respecto al récord alcanzado por la prima de riesgo española ayer la explicación es tan simple como trágica. El sistema financiero español está hundiendo a la economía española y la decisión compartida tanto por el gobierno de Zapatero como por el de Mariano Rajoy de no hacer frente a la situación de quiebra en la que se encontraban la mayor parte de los bancos y cajas de ahorro de este país y postergar la respuesta, para ver si la mejora de la economía permitía capear el temporal, se ha demostrado tan errónea como dañina. Nadie ha querido correr con el coste político de sacar desde un primer momento las vergüenzas de nuestro sistema bancario al aire y se ha permitido que los bancos trampeen sus cuentas hasta límites impensables. ¿Cómo puede tolerarse que los nuevos gestores de Bankia, por ejemplo, afloren pérdidas por valor de casi 5.000 millones de euros, ¡165 veces más que las pérdidas que presentó el equipo de Rato? La situación del sistema financiero español no es sólo un agujero negro por la cantidad de recursos públicos que lleva absorbidos y por los que le quedan aún por absorber; es también un agujero negro por el nivel de opacidad, de oscuridad, de ocultación.
Ante esta situación, los mercados están actuando como deben de hacerlo, como se les permite que actúan, como se comportan los agentes económicos en su búsqueda del máximo beneficio: están cuestionando la posibilidad de que el estado español pueda hacer frente a la enorme sangría de recursos que va a suponer la intervención del sistema financiero sabiendo, además, que ésta va a tener que producirse dada la situación del mismo. Y ante ese panorama, con un gobierno que ha tenido que aprobar los presupuestos más restrictivos de la historia (unos presupuestos que van a acabar por hundir a la economía española, dicho sea de paso), y que además va a tener que endeudarse aún más para poder atender tanto al rescate de Bankia como, previsiblemente, al de algunas otras instituciones financieras, lo que hacen es exigir una mayor rentabilidad por prestar al gobierno español el dinero.
El rescate está a la vuelta de la esquina.