Novela: Otra vuelta de tuerca de Henry James
Día: Viernes / 20 Abril
Hora: 19:00
Lugar: Casa de Cultura Aiete
Dirige la tertulia:Lola Arrieta.
Otra vuelta de tuerca: Henry James maneja el tempo narrativo con inusual astucia, manteniendo el suspense a lo largo de la trama mientras aporta sutiles pinceladas cargadas de ideas que te mantienen cogido al asiento. Es el reino de la ambigüedad.
Película:Suspense
La novela fue adaptada para el cine por TrumanCapote, en Los inocentes, que dirigió Jack Clayton, con Deborah Kerr en el papel de la institutriz, en 1961. Una excelente versión que ha sido difícilmente superada posteriormente
Día: Viernes / 20 Abril
Hora: 18:45
Lugar: Casa de Cultura de Aiete
Director: Jack Clayton,
Basada en la obra Otra vuelta de tuerca de Henry James
Moderador: Juan Berasategui.
En idioma original
Sabe lo que te pasó y lo que aún no te ha pasado, pero te pasará. Si fueran honestos, el 99% de los grandes escritores renunciaría a cualquier gran premio internacional -incluido en Nobel- que no hubiera recibido previamente Philip Roth. Sólo después de establecida esta jerarquía, cobra algún sentido entrar en una competición entre literatos. El Príncipe de Asturias de las Letras disntinguió ayer al escritor estadounidense. Que lo hiciera en dura pugna con el japonés Haruki Murakami para ver cuál de los dos tomaba el relevo del ganador del pasado año, Leonard Cohen, debe interpretarse como una de esas bromas que con frecuencia nos brinda este mundo desopilante que nos ha tocado vivir. La equiparación entre el uno y los otros tendría quizás algún sentido si obviamos toda la producción literaria de Roth en, al menos, los últimos veinticinco años. Hasta entonces, el autor de ‘El lamento de Portnoy’ era, en sus mejores momentos, un prolifico escritor especializado de narrar las tribulaciones de onanistas compulsivos, autores acosados por la fama, maridos infieles y judíos estadounidenses con problemas de autoafirmación. Una juerga. Alguno de los críticos menos dotados hizo fortuna con la ocurrencia de calificarle como ‘el Woody Allen de la literatura’, prueba irrefutable de que o no había visto ‘Manhattan’ o no había leído ‘Goodbye Columbus’, probablemente, las dos cosas. Sostengo que hasta finales de los ochenta es un escritor y en el tránsito de una década a otra se convierte en otro. Por decirlo con otras palabras, pasa de relatar vidillas y vidorras a convertirse en taxidermista de corazones y mentes. Situaría el punto de inflexión en ‘Patrimonio’, la novela memorialística en la que narra la enfermedad y muerte de su padre. Cuando digo Philip Roth, muchos amigos que responden con desdén: “Demasiado triste”, dicen, mientras sufren en propias carnes la decadencia imparable de sus ancianos padres, que yo sepa, una experiencia agónica y universal por la que (casi) todos hemos de pasar. Unos años después, el propio Roth recibe un diagnóstico de cáncer de próstata y, tras los tratamientos, se aparta del mundo para dedicarse a escribir. Quizás la incontinencia urinaria que la enfermedad le deja a modo de secuela no sea ajena a esta decisión. El caso es que desde su retiro comienza a publicar un monumento tras otro: ‘Pastoral Americana’ -¡qué autopsia a la devastación que el terrorismo provoca también en torno a quien lo ejerce!-,’Me casé con un comunista’, ‘La mancha humana’, ‘La conjura contra América’, ‘Elegía’ o ‘Sale el espectro’ son lo que se entendía como descomunales obras maestras antes de que este concepto quedara reservado para los partidos de fútbol y a la arquitectura-ficción, una vez consensuado en sociedad que la mejor literatura contemporánea es la que figura en las etiquetas de las botellas de vino. Su última novela,’Némesis’, es de nuevo una minusiosa descripción de nuestra infinita capacidad para decepcionarnos a nosotros mismos, del demoledor fracaso que conlleva no estar a la altura de las propias circunstancias. Lo hace a través de un sencillo relato en torno a la epidemia de poliomelitis que asoló la costa este de EE UU durante los años cincuenta. En efecto, una historia triste, pero no todo van a ser adolescentes taciturnos, muditas autodestructivas y gatos parlanchines que pueblan las novelitas del más simpático de los dos Murakamis (el otro es Ryu, nada que ver con Haruki).
Alberto M