¿Por qué el Gobierno está reduciendo drásticamente la inversión y eliminando cientos de miles de puestos de trabajo en el sector público en vez de esperar a que la economía sea más fuerte?
Los defensores de esa política equiparan los problemas de deuda de una economía nacional con los problemas de deuda de una familia individual. Una familia que ha asumido una deuda excesiva, afirman estos apologetas de los recortes, debe apretarse el cinturón. De modo que si España en su conjunto ha asumido una deuda excesiva (aunque más deuda privada que pública), debe hacer lo mismo
Pero una economía no es como una familia endeudada. En el paisaje económico de un Estado, “nuestra deuda” es en su mayoría dinero que nos debemos unos a otros; y lo que es aún más importante, nuestros ingresos provienen principalmente de lo que nos vendemos unos a otros. Sus gastos son mis ingresos y mis gastos son sus ingresos.
Si todo el mundo simultáneamente reduce drásticamente el gasto en un intento de pagar lo que debe, los ingresos de todo el mundo se reducen; mis ingresos disminuyen porque ustedes están gastando menos, y sus ingresos disminuyen porque yo estoy gastando menos. Y, a medida que nuestros ingresos se hunden, nuestro problema de deuda se agrava.
Ya lo dijo el economista estadounidense Irving Fisher allá por 1933, “Cuanto más pagan los deudores, más deben”. Los acontecimientos recientes, la mortal espiral de la austeridad en Europa y en España han ilustrado de manera trágica la verdad de las ideas de Fisher.
Y hay una moraleja clara en esta historia: cuando el sector privado intenta desesperadamente pagar lo que debe, el sector público debería hacer lo contrario, y gastar cuando el sector privado no puede o no quiere. Desde luego que debemos equilibrar nuestro presupuesto una vez que la economía se haya recuperado, pero no ahora. La expansión, y no la crisis, es el momento adecuado para la austeridad.
La cuestión verdadera o de fondo es pues otra si la experiencia confirma las lecciones de la teoría y la historia, los políticos que insisten en aplicar medidas de austeridad durante la crisis tienen otros objetivos que acabar con la crisis, que salir de ella. La defensa de la austeridad siempre ha pretendido utilizar la crisis, no resolverla
Tienen el objetivo ya conocidos desde los tiempos de Reagan, Tatcher y, entre sus más decididos valedores, del propio Aznar “reducir el tamaño del Estado”. Hoy, si prestamos atención su meta es la misma, afirman que “la crisis económica nos lleva a la necesidad de reducir el Estado” (Pensiones, sanidad, educación, desempleo, cultura, investigación) con el claro objetivo de convertir estas necesidades sociales básicas en actividades con ánimo de lucro, negociar con ellas.
En los estados adelgazados la crisis no es menor, al revés. En los países europeos que han capeado mejor el temporal encontrarán naciones con grandes Estados como Suecia o Austria.
Así que la defensa de la austeridad en España -el famoso objetivo de reducir el déficit- no tiene en realidad nada que ver con los déficits; tiene que ver con usar el pánico al déficit como excusa para desmantelar programas sociales del Estado, del Estado Español, del Griego y de los demás estados.
Como dicen que dice Esperanza Aguirre, hay que castigar a los pobres y proteger a los ricos.
Por fin se puede saber cual es el problema de España.
Ya se ha tenido conocimiento del número de políticos que pululan por estas nuestras Españas. Y como era de esperar, resulta que tenemos más políticos viviendo de los presupuestos de los españolitos, que ningún país de Europa.
Resulta que tenemos EL DOBLE de políticos que el segundo país con más políticos de Europa (Italia).
Resulta que tenemos 300.000 políticos más que Alemania ¡con la mitad de población! Además Alemania está mucho más descentralizada que España. Alemania cuenta con 6 niveles administrativos (Estado – Länder – Regiones Administrativas – Distritos – Mancomunidadades – Municipios) y España con 4 (Estado – Comunidad Autónoma – Provincia – Municipio).
Resulta que tenemos 445.568 políticos. (Año 2.011)
Otros números:
165.967 médicos
154.000 policías
19.854 bomberos
Resulta que tenemos más políticos que médicos, policías y bomberos………………..juntos!
Lo envío porque es absolutamente real.
Maestro: 1.400 euros por prepararte para la vida.
Policía: 1.600 euros por arriesgar por ti su vida.
Bombero: 1.800 euros por salvar tu vida.
Médico: 2.200 euros por mantenerte con vida.
Diputado: 30.000 euros por joderte la vida, y los 30.000 son…, ¡para toda la vida!.
Solo falta por añadir que, para trabajar como:
– Policía hay que tener el Bachillerato Superior y hacer una Oposición.
– Bombero hay que tener el Bachillerato Superior y hacer una Oposición.
– Maestro hay que tener el Bachillerato Superior, Título Universitario (cuatro años) y una Oposición.
– Médico hay que tener el Bachillerato Superior, la nota media más alta en la selectividad. Título Universitario (seis años), Oposición a MIR. Especialidad (obligatorio 4 o cinco años según especialidad). Para plaza definitiva nueva oposición. Más de once años.
– Diputado: NINGUN REQUERIMIENTO, ni titulación ni oposición, solo el dedo. (Y la ambición y tener unos buenos codos y el “sí señor” permanente)
Y que no hablen de elección popular, que las listas las cierran los jefes del partido.
Urko
Por lo general, sueltan esa sentencia grandes banqueros, políticos y empresarios de postín, a los que los recortes sociales y las subidas de impuestos ni les van ni les vienen. Todavía no les he oído decir que hemos trabajado por encima de nuestras posibilidades. Y tampoco, por supuesto, que hemos cobrado por debajo de nuestros méritos. Por lo visto, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades por querer poseer una casa, un coche, una buena educación para nuestros hijos y, a lo sumo, una semanita de vacaciones en la playa o en el monte. ¿Vivir por encima de nuestras posibilidades? ¿Acaso los mileuristas, que los hay a decenas de miles, han vivido por encima de sus posibilidades? Y los 24.000 guipuzcoanos que bordean la miseria, ¿han vivido por encima de sus posibilidades? Por encima no, muy por encima de sus posibilidades, han vivido los banqueros sin escrúpulos, los amiguitos del alma, los políticos corruptos y los que disfrutaron de la vida loca y se enriquecieron con la cultura de la especulación y el pelotazo. Y no es algo que haya sucedido anteayer. La corrupción se remonta a los 80, a los 90 y ha crecido como una bola de nieve con el cambio de siglo. Políticos y empresarios, los mismos que nos dicen que hemos vivido por encima de las posibilidades, son precisamente los que han protagonizado la mayoría de los escándalos.
J Molinero
Una nación que otorga casi once millones de votos y 186 diputados a Mariano Rajoy no está en condiciones de mofarse de Sara Carbonero. Las absurdas aportaciones periodísticas de la reportera de Telecino a la retransmisión de los partidos de La Roja palidecen ante las explicaciones tipo cinta de Moebius con las que Mariano ilustra nuestra debacle económica. Si interpelada acerca de las condiciones meteorológicas, la novia de Iker Casillas levanta la vista hacia el cielo y a continuación augura lluvias porque las ha anunciado la tele, el presidente del Gobierno advierte que las cosas mejorarán cuando cambien y asegura que se están haciendo las cosas tan bien que hasta los mercados no tendrán más remedio que admitirlo algún día, quién sabe si aún bastante lejano.
Los partidos de España son incluso peor que el fútbol: son España. He visto a aficionados vestidos de toreros, de vikingos, de guardias civiles, de obispos y de trotonas. Sólo he echado de menos algún que otro disfraz de Dívar. Su himno es el devastador repertorio de Manolo Escobar envuelto en una bandera tocada con un toro. Y sin embargo, nada de todo esto es lo peor: España es el único país en competición cuyos partidos se viven con mayor sosiego en la grada que en la cabina de retransmisiones. Es más fácil encontrar la paz espiritual al lado de Manolo el del Bombo que en el perímetro que tiraniza Manolo Lama, Manu Carreño o quizás sean los dos a la vez, (lo siento mucho pero les confundo). Lo sé, no nos representan, ni los unos, ni los otros, pero no basta: urge impedir que se hagan pasar por nosotros.
Si uno quiere enterarse de algo respecto a la situación económica de España debe recurrir a los medios extranjeros; si, por el contrario, desea seguir sus partidos de fútbol está condenado a hacer lo mismo. Lo que en el primer caso es una pared de eufemismos, en el segundo se convierte en alarido continuo sin principio ni fin e inserto en la oscura tradición de ‘Crónicas Marcianas’. El objetivo confeso es evitar que, al menos durante hora y media, la audiencia piense en la prima de riesgo; el inconfesable, que piense en general.
Me gustaría decir que el refinamiento en el juego de la selección española ha ido acompañado de una progresiva higiene profesional entre los enviados especiales encargados de cantar sus gestas, pero mentiría vilmente: en España las gestas no se cantan, se berrean. La famosa furia se ha mudado del césped a las salas de prensa. Cualquier día vamos a tener una desgracia con las bengalas que a buen seguro porta su grupo de comentaristas. Para fortuna para España, sólo los mercados penalizan el estar “en posición dudosa”. Los árbitros aún no lo hacen.
por AM
Admito mi absoluta ignorancia en torno a cualquier asunto macroeconómico, pero a modo de prevención, desconfío radicalmente de cualquier cifra que no pueda ser cantada en apnea por los niños de San Ildefonso. Y me temo que entonar “62.000 milloooooooooones de euuuuuuuuuuros” queda por encima de sus posibilidades pulmonares. No obstante, la cifra tiene ese halo de inaprensible irrealidad que la emparenta lo mismo con la mitad que con el doble, de tal forma que te deja frío. Me conformo con saber cuánto nos saldrá a pagar cada mes y durante cuántos años.
Ésta es la cantidad en la que los expertos auditores han cifrado el coste del rescate bancario español. “En el peor de los escenarios posibles”, han precisado los agudos inspectores en un rapto de humor, como si no estuvieran hablando de un país que ha pulverizado de largo todas y cada una de las previsiones más apocalípticas que se hayan formulado en los últimos años.
Si algo hemos aprendido es que “el peor de los escenarios posibles” es un lugar cuyo topónimo siempre termina en el sufijo -paña. Sirva como ejemplo el predicamente del que aún disfruta Paul Krugman, otro experto que se ha ganado un merecido prestigio como sagaz analista a base de dibujar el peor escenario imaginable y, a partir de ahí, augurar que la situación devendrá en breve a peor.
Lo que no se termina de entender es por qué hemos pedido una “línea de crédito” -en afortunada expresión de Mariano- por 100.000 millones de euros cuando nuestras necesidades en ningún caso superarán los 62.000. ¿Estaremos cayendo de nuevo en el sobreendeudamiento? ¿Qué van a hacer con los 38.000 restantes? Se ignora, pero todo esto evoca poderosamente aquellos tiempos en los que la gente firmaba hiperpréstamos para adquirir una vivienda y con lo que le sobraba, la amueblaba, renovaba el parque móvil y se iba de vacaciones. Sus nietos saldarán la deuda.
Dicen que en alta mar, las tormentas con aparato eléctrico enloquecen las brújulas. La primera consecuencia de la crisis ha sido la pérdida de nuestra maltrecha capacidad de asombro. Hoy en día los ministros del Ecofin te explican que el banco con el que contrataste la hipoteca requiere que le prestes tus ahorros a fondo perdido y ya ni parpadeas. Quizás lo más doloroso no sea la certeza de que zanjaremos antes nuestros créditos-vivienda que el que las autoridades acaban de contraer en nuestro nombre con ese mismo banco. Sólo hay una cosa más humillante que no poder devolver un favor y es no poder devolver una afrenta.
En este escenario, se comprende mejor la negativa del Gobierno a crear un banco malo. Sería superfluo, amén de redundante: los tenemos por docenas. La proeza consistiría en fundar, no digo ya uno bueno, pero al menos sí dos mediocres, un terreno en el que nos manejamos con soltura gracias a la dilatada experiencia acumulada.
Duele admitirlo, pero lo cierto es que la democracia, la escuálida democracia que disfrutábamos,
ha ido escapando paulatinamente de entre nuestros dedos para convertirse en un
espantajo, un remedo burlesco de aquello que queda tan lejano ya del “poder del pueblo
y para el pueblo” que algunos soñaron y nadie ha alcanzado realmente. Lo que llaman
democracia, y como cantaba la calle, no lo es, esconde que los menguados atisbos de
soberanía, de capacidad de decisión, que residían en las instituciones teóricamente democráticas que
dependían de la voluntad de los ciudadanos, han emigrado bajo el manto protector de la Unión Eu -ropea y sus funestos tratados para caer en las manos de los oscuros cárteles financieros, petroleros, químicos,
farmacéuticos, académicos, mediáticos, etc., y sus obedientes lacayos: la clase política mayoritaria,
de derechas y de izquierdas (esto último lo dicen ellos). Así, la mentira, la manipulación, el despotismo,
la corrupción generalizada, se han ido instalando con impunidad (con las contadísimas excepciones de aquellos pillados con las manos en la masa y sin posibilidad de encubrimiento, y así y
todo, ¡qué pocos van a dar con sus huesos en la cárcel!) en toda las sociedades del Occidente desarrollado,
y singularmente en España, un país que de ser la octava potencia mundial (nos decían) está en
trance de descender a la segunda división, pilotada por políticos mediocres, alineados y alienados en el
“pensamiento” neoliberal.
Decía Ramonet en una reciente entrevista televisiva, en uno de esos raros programas en los que no suelen
salir los opinadores de siempre, que hoy en día el 70% de las leyes que rigen nuestro país están dictadas
por Bruselas, es decir, por personas que no hemos votado (y que en muchos casos nadie ha votado)
y que deciden qué deben hacer y cómo han de comportarse los españolitos de a pie. Éstos, que yo
sepa, nunca han votado (ni tienen capacidad para deponer en otra votación) a la señora Merkel, ni al
señor Barroso, ni al señor Almunia, ni siquiera al presidente del Deutsche Bank, que al parecer manda
más en España que el propio Rajoy.
Daba fe también Ramonet de una entrevista a Mario Draghi en el Wall Street Journal en el que el exgoldmansachs
y actual presidente del BCE afirmaba con rotundidad que el estado del bienestar ha muerto,
y que al país que desoiga las instrucciones recibidas de los mandamases de la eurozona le van a dar, no
un tirón de orejas, sino una tunda de palos que lo van a dejar tieso, palos atizados por la mano oculta
de los “mercados”.
Dicho en plata: los capitostes han decidido liquidar el estado de bienestar. Punto. Y se han puesto a ello.
Punto. El mecanismo: la desposesión paulatina y permanente. La democracia, obviamente, les importa
un pito.
Naturalmente, el acelerado desmantelamiento del estado de bienestar ha de provocar resistencias, y
con ello necesariamente ha de aumentar, y mucho, la represión. Pónganse en su lugar: ¿como van a
conseguir desvalijar al país si la gente sale a la calle y se pone protestona en serio? Hay que sacar la
porra, modificar las leyes, desfigurar la realidad, obtener la complicidad de la justicia, asustar al personal
como es debido, amenazar, intimidar, encarcelar, restringir…
Resistir es imprescindible, pero la simple resistencia es insuficiente. Lo hemos visto con los sindicatos:
han tratado, simplemente, de resistir, y se han visto sobrepasados una y otra vez, y con creces en esta
última reforma laboral.
Hay que pasar al contraataque. Sin violencia, en la medida de lo posible. Con creatividad. Un documento
(http://madrid.tomalaplaza.net/2012/05/02/por-la-desobediencia/) elaborado por gente del
15M plantea, entre otras cosas, multiplicar las ocupaciones, animar la objeción de conciencia. Yo añadiría
lo que se desprende del tono general del documento: la insumisión.
Tratado a tratado, nos han ido robando la democracia. Intentemos recuperarla.
Miguel Riera
La situación actual es el resultado de la imposible convivencia entre unos sindicatos vegetarianos y una patronal carnívora. La propuesta del Círculo de Empresarios Españoles de arrear “un hachazo” a la Sanidad pública y ampliar el copago se inscribe en su incesante búsqueda de nuevos modelos de negocio. Así, la máxima de Balzac de que “detrás de toda gran fortuna hay uno o varios crímenes” ha periclitado. En una nueva vuelta de tuerca, se pretende que los crímenes ya no precedan a las fortunas, sino que las sucedan.
Piden los empresarios que cada entrada en Urgencias que no desemboque en el ingreso hospitalario del paciente se penalice con veinte euros. La propuesta daría lugar a situaciones la mar de divertidas si conoces el caso de algún paciente que fue ingresado a la tercera comparecencia, tras saldarse con sendos fracasos las dos ocasiones precedentes en las que presentó los mismos síntomas y fue sometido a idénticas pruebas, aunque con diferentes resultados, Hipócrates sabrá el motivo exacto.
Si el enfermo está lo bastante grave como para ser ingresado se ahorrará los veinte euros, aunque si su estado reviste la gravedad sufi9ciente como para permanecer en el hospital más de seis días tendrá que abonar los gastos que se desprendan de su estancia. En cuanto a los trasplantes, nuestros más preclaros empresarios proponen reservar los órganos donados para pacientes en perfecto estado de salud. “No se puede donar un hígado a un alcohólico”, han proclamado, en la que a mí juicio es la mejor descripción del funcionamiento de sistema bancario español formulada hasta el momento.
Los grandes empresarios son ese colectivo cuya única función social consiste en crear riqueza y recoger de vez en cuando alguno de esos premios con los que se galardonan a sí mismos y que indefectiblemente acaban brindando a “esta sociedad que tanto me ha dado y a la que tanto debo”. De acuerdo con su autoproclamada definición, constituyen el sector encargado de crear riqueza y generar puestos de trabajo, lo que puede llevar a preguntarnos para qué sirven entonces en situaciones de destrucción de empleo y evaporación de la riqueza.
Por supuesto, la batería de propuestas no tieen como objetivo el lucro privado, sino hacer sostenible un sistema público sanitario que, sinceramente, funcionaría mucho mejor si no hubiera enfermos. Si queremos que la Sanidad esté sana, los enfermos también deberán estarlo. Los rigurosos parámetros de exigencia que plantea el Círculo de Empresarios aplicados a su propia actividad arrojaría unos resultados desoladores. Competitividad bajo mínimos, desprecio por la innovación, desconfianza hacia la investigación, exaltación del presentismo laboral y un innegable apego a las estructuras medievales aplicadas a la fabricación de bienes y servicios se traducen en paupérrimas cifras en materia de competitividad y exportaciones, un mal endémico desligado de la aparición de las economías emergentes.
A cambio, no hay colectivo, asociación, partido, coalición o sector social con mayor número de implicados en todo tipo de delitos económicos. Si la política está corrompida, la relación entre empresarios y cargos públicos procesados por chanchullos de la más diversa índole rondará el diez a uno. Con todo lo peor es su irreprimible tendencia a acuñar el doble oxímoron más repulsivo de la postmodernidad: recursos humanos y, aún peor, capital humano. Por su culpa, ahora debemos vivir con ellos.
El pasado viernes 20 de julio, el gobierno español publicó algunas previsiones económicas entre las cuales hay una que merece una reflexión especial. Se trata del dinero que se deberá destinar a los bancos en concepto de los intereses por la deuda pública. Es importante recordar que cuando se habla de nuevo récord de intereses en la subastas para lograr de los bancos privados el dinero que el Banco Central Europeo no nos presta, se está asumiendo el pago de un dinero del erario público para los próximos años. Pues bien, ese dinero en los Presupuestos de 2012 asciende a 28.913 millones de euros y, según la nueva información divulgada por el Ejecutivo, en el 2013 será de 39.000 millones de un total de 126.792 millones que gastará el Estado. Se trata de los intereses por unos préstamos de los bancos privados al Estado en torno al 6%, pero recibido por las entidades privadas del Banco Central Europeo aproximadamente al 1%. La normativa europea impide que el BCE preste directamente a los Estados y obliga a que sea a través de la banca privada, la cual logra con la operación un beneficio de más de cinco puntos, según el precio logrado en la subasta, precio que logra sea mayor cuanto peor valorado sea el país por las propias agencias creadas por los bancos.
El gobierno reconoció que el dinero destinado a los intereses bancarios es el gasto más relevante del Estado, incluso por encima de los costes de personal. O dicho de otra forma, los bancos se llevan en su usura tanto como todos los funcionarios del estado juntos, con la diferencia de que estos funcionarios van todos los días a trabajar y los bancos no deben hacer nada para recibir ese dinero. Cuando alguien nos recuerde el estereotipo del funcionario que se escaquea quince minutos para el cafelito a costa del presupuesto público, le debemos recordar que los bancos se llevan el mismo dinero o más que todos los funcionarios (médicos, maestros, policías, bomberos, políticos, administrativos…) pero tomando cafelito de forma constante porque nunca deben trabajar para el estado para recibir el sueldo. Esos mismos bancos que tiraron de su vivienda a 46.559 familias en tres meses de 2012 por no pagar la hipoteca, 510 familias diarias se van a la calle porque les desahucian las entidades financieras. Muchos indignados gritan “el próximo parado que sea un diputado”, pero si fuera un banquero sería mucho más rentable.
La cifra de los intereses bancarios viene a ser unos mil euros que cada español adulto deberá pagar el próximo año a los bancos, y no en concepto de capital, sino sólo en interés.
Puesto que, según los datos del gobierno, el gasto de los ministerios se reducirá un 12,2% el próximo año hasta los 31.057 millones de euros, todo ese ahorro se lo comerán los bancos con sus intereses. El gobierno también precisó que el desequilibrio presupuestario es de 40.778 millones, es decir, una cantidad muy cercana a los 39.000 millones que deberemos darle a los bancos. De modo que ya estaremos gastando tanto como ingresamos sino fuera por los intereses bancarios. Así el año que viene deberemos volver a pedir prestado para pagar los intereses y la rueda de la transferencia de nuestro dinero a las cuentas de resultados de la banca privada seguirá funcionando.
En conclusión, que la única crisis que existe es que los bancos se están llevando nuestro dinero.
– Ha suprimido 100% de los coches oficiales y los ha subastado; y lo recaudado se destina al Fondo de Bienestar para ser distribuido a las regiones con el mayor número de centros urbanos con los suburbios ruinosos.
– Ha hecho enviar un documento (doce líneas) a todos los organismos estatales dependientes de la administración central en el cual les comunicaba la abolición de los «vehículos de empresa» desafiando de manera provocativa e insultando a los altos funcionarios, con frases como «si un ejecutivo que gana 650.000 euros año, no puede permitirse el lujo de comprar un buen coche con sus ingresos del trabajo, quiere decir que es demasiado ambicioso, que es estúpido, o que es deshonesto. La nación no necesita ninguna de estas tres figuras». Touchè. Fuera los Peugeot y los Citroen. 345 millones de euros salvados de inmediato, y trasladados a crear (apertura 15 de agosto 2012) 175 institutos de investigación científica avanzada de alta tecnología, asumiendo la contratación de 2560 jóvenes científicos desempleados «para aumentar la competitividad y la productividad de la nación».
– Ha abolido el concepto de paraíso fiscal (definido «socialmente inmoral») y promulgó un decreto presidencial de de urgencia estableciendo un porcentaje del 75% de aumento en la tributación para todas las familias que, netos, ganan más de 5 millones de euros al año. Con ese dinero (manteniendo así el pacto fiscal) sin que ello afecte un euro al presupuesto, ha contratado a 59,870 licenciados desempleados, de los cuales 6.900 desde el 1 de julio de 2012, y luego otros 12.500 el 1 de septiembre como profesores en la educación pública.
– Ha privado a la Iglesia de subsidios estatales por valor de 2,3 millones de euros que financiaban exclusivos colegios privados, y ha puesto en marcha (con ese dinero) un plan para la construcción de 4.500 jardines de infancia y 3.700 escuelas primarias, iniciando un plan de recuperación la inversión en la infraestructura nacional.
– Ha establecido el «bono-cultura» presidencial, un mecanismo que permite a cualquiera pagar cero impuestos si se constituye como cooperativa y abre una librería independiente contratando al menos dos licenciados desempleados de la lista de desempleados, con el fin de ahorrar dinero del gasto público y realizar una contribución mínima al empleo y al relanzamiento de nuevas posiciones sociales.
– Ha abolido todos los subsidios gubernamentales a las revistas, fundaciones y editoriales, sustituyéndolos por comités de «emprendedores estatales»» que financian acciones culturales sobre la base de la presentación de planes de negocio relacionados con estrategias de mercado avanzadas.
– Ha puesto en marcha un procedimiento muy complejo en el que ofrece a los bancos una elección (sin impuestos): Quien proporcione préstamos blandos a empresas francesas que produzcan bienes recibe beneficios fiscales, quien ofrece instrumentos financieros paga una tarifa adicional: lo tomas o lo dejas.
– Ha reducido en un 25% el sueldo de todos los funcionarios del gobierno, el 32% de todos los diputados y el 40% de todos los funcionarios estatales de alto nivel que ganan más de 800 000 € por año. Con esa cantidad (alrededor de 4 millones de euros) ha establecido un fondo que ofrece garantías de bienestar a las «madres solteras» en condiciones financieras difíciles garantizándoles un salario mensual por un período de cinco años, hasta que el niño vaya a la escuela primaria, y tres años si el niño es mayor. Todo ello sin modificar el equilibrio del presupuesto.
Resultado: pero miren qué SORPRESA! El diferencial con los bonos alemanes cayó, por arte de magia. Ha llegado a 101 (el nuestro viajando por 570). La inflación no ha aumentado. La competitividad de la productividad nacional se ha incrementado en el mes de junio por primera vez en tres años. ¿Hollande es un genio de la economía?
Si tú también quieres este tipo de políticas EN ESPAÑA, PÁSALO!
Mariano está haciendo las maletas
La democracia es el peor de los sistemas si excluimos todos los demás, en la feliz formulación de sir Winston Churchill que, obviamente, tuvo la inmensa fortuna de no coincidir en el espacio y en el tiempo con Mariano Rajoy. La impúdica confesión de que “estamos haciendo lo contrario de lo que prometimos e incluso cosas que van en contra de nuestro ideario porque no tenemos más remedio” pulveriza la noción de democracia representativa y reduce el sufragio universal a la condición de karaoke.
Precipitarse en un diagnóstico certero es sólo otra forma de equivocarse y cuando la Internacional Indignadista proclamó aquello de que “no nos representan” se estaba adelantando a los acontecimientos. Sí que nos representaban, aunque de forma transitoria. Por lo visto, faltaba el advenimiento de un gestor desprovisto de ideología, me pregunto entonces qué eran todos estos que nos han estado gobernando bien desde el PSOE, bien desde el PP, de forma completamente aleatoria. Y ya puestos, me pregunto también qué le hubiera pasado a España que no le vaya a pasar igualmente si no hubiera reducido los salarios, abaratado el despido, suprimido las pagas extras y cercenado las prestaciones sociales.
Los más clarividentes miembros de nuestra sociedad de consumo salieron a la calle para prometernos que “no nos dejarían dormir si no les permitíamos soñar” o algo así, pero aquí nadie ha demostrado mayor entrega a la utopía que el propio Rajoy, quien aún sigue persuadido de que todas estas medidas servirán para algo. Precisamente, nuestro insomnio es el resultado de las ensoñaciones narcolépticas de un consejo de ministros que prometió sentido común y, sin embargo, ahora se limita a “hacer lo único que se puede hacer porque no tenemos elección”.
Mucho tendrán que torcérseles las cosas a Bruselas para que Mariano no pase a la sintética historia de la democracia española como su presidente más efímero, pulverizando incluso las asombrosas marcas establecidas por Leopoldo Calvo Sotelo en la convulsa temporada 81-82. Por otra parte, cabe preguntarse qué interés podría tener Europa en colocar al frente del Gobierno español a un obediente tecnócrata cuando el propio Rajoy ha demostrado una diligencia sin igual a la hora de cumplir las instrucciones que emanan de Bruselas, una cualidad digna de un perdiguero. No necesitamos a un tecnócrata, pero si su concurso resulta inevitable, al menos que sea extranjero.
Para el poder lo peor que tiene el ser humano es la capacidad de pensar y hacerlo por su cuenta.
Pues bien, Mariano ha hecho lo que se espera de todo buen lector de prensa deportiva: subir el IVA de los espectáculos culturales, del 8% al 21%. La medida ha sido acogida por los sectores más concienciados de nuestra sociedad como se merece, esto es, propinándose en público la enésima capa de barniz marca Indignación, que se seca en apenas 72 horas. Incluso han alzado su voz los partidarios del intercambio compulsivo de archivos y los defensores del inalienable derecho de la cultura universal a fluir libremente, dos prácticas que ya habían reducido a escombros la producción musical, la cinematográfica y se aprestaban a hacer lo propio en breve con la editorial, bajo las más imaginativas coartadas, todo ello, sin hacernos un ápice más cultos. Milagroso.
En realidad, estamos hablando de una minucia, ciertamente engorrosa, con seguridad inútil, pero anecdótica. Podríamos remontarnos a mediados de los años ochenta, cuando el exterminio programado del vinilo y su impuesta sustitución por el CD merced a una decisión estrictamente industrial disparó los precios de los discos en la misma proporción en la que ahora se ha incrementado el IVA, es decir, multiplicándolos por tres. No obstante, la sustitución fue acogida con entusiasmo popular y la conclusión unánime fue que, en efecto, el CD sonaba mucho mejor.
Algunos nos vimos obligados a saltar por encima de la patraña ante la imposibilidad de discutir con el ciego que no quiere ver y con el sordo que no quiere escuchar, y veinte años después nos limitamos a constatar la devaluación hasta mínimos históricos de la música, sus contenedores y sus envoltorios, al punto de que estos dos últimos se encuentran ya en trance de desaparición.
Como vivimos en pleno rapto de enormidad, los más conspicuos creyentes de la entelequia izquierdista han abandonado raudos sus recurrentes apelaciones a “reinventarse” y “buscar nuevos modelos de negocio” para explicar la medida económica del Gabinete Rajoy en términos de odio de la derecha hacia la cultura, una especie de ‘fatwua’ retrospectiva en castigo por la desafección que los llamados ‘titiriteros’ demuestran a la mínima oportunidad hacia los herederos intelectuales de Pemán.
Pero la derecha selecciona minuciosamente los objetos de su odio y la cultura no figura entre ellos porque hace tiempo que dejó de ser digna de tal distinción. Un Gobierno “como dios manda” no distingue entre cultura, educación y deporte, por eso agrupa las tres materias bajo un mismo ministerio, A Rajoy la cultura le aburre, pero no la odia porque un liberal nunca lee si puede evitarlo. El nuevo IVA cultural es una medida económica, no ideológica. Lo mismo podría decirse de las descargas ilegales en internet, por mucha retórica pomposa que las haya rodeado, haciéndolas definitivamente insufribles. En cuanto a los poderes benéficos de la cultura en el individuo, una vez más hay que salir al paso de esta bienintencionada e insostenible teoría: hasta Alberto Ruiz-Gallardón sale de los conciertos con los ojos vidriosos de tanto llorar a moco tendido.
AM
Una de las frases que se han estado reproduciendo con mayor frecuencia en los medios de mayor difusión a los dos lados del Atlántico es que “el euro está en peligro de desaparecer”. Una y otra vez se subraya que el euro puede colapsarse creando un enorme problema, no sólo a los países de la Eurozona, sino a toda la economía mundial, resultado de la importancia que ha adquirido tal moneda a nivel internacional. El euro, sin embargo, no está en peligro de desaparecer. Como bien dijo el Sr. Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, en su conferencia de prensa última (02/08/12), “el euro no ha estado ni estará en peligro”. En realidad, el Sr. Draghi podría haber hecho referencia a que el euro continúa estando por encima del dólar, habiendo descendido algo desde su momento de auge, pero permanece todavía por encima del valor que muchos sectores exportadores de la Eurozona desearían. Y el hecho de que no esté en peligro se debe a que las fuerzas dominantes que determinaron su establecimiento continúan existiendo y beneficiándose de su existencia.
Aquellos que continúan insistiendo en que el euro está en peligro ignoran o desconocen cómo y el porqué se estableció. El euro se creó como un mecanismo para integrar la (dividida) Alemania post-nazi dentro de la Europa democrática. La reunificación de las dos Alemanias, deseada por la estructura de poder de aquel país, atemorizaba a la mayoría de países aliados que habían ganado la II Guerra Mundial, temiendo que surgiera de nuevo la Alemania unida frente a los países aliados (como Francia y Gran Bretaña) que habían sufrido dos veces en un siglo las ansias expansionistas de aquel país. De ahí que el presidente Mitterrand (que había dicho que quería tanto a Alemania que quería dos de ellas, en lugar de una) propusiera que el marco alemán fuera sustituido por una moneda europea –el euro-, a fin de anclar la nueva Alemania en la Europa democrática.
La condición que puso el gobierno alemán, sin embargo, fue que el euro fuera gobernado por una institución (el Banco Central Europeo, BCE) en el que el Bundesbank (el Banco Central alemán) tuviera la mayor influencia: en realidad, el BCE estaría bajo su control. La otra condición que puso Alemania fue la aprobación del Pacto de Estabilidad, que sometía a todos los países de la Eurozona a condiciones de gran austeridad fiscal, que deberían respetarse incluso en condiciones de recesión, como ahora. Para entender la aceptación de estas dos condiciones (que han tenido un impacto negativo en el crecimiento económico de toda la Eurozona) por parte de los países aliados, hay que entender el dominio hegemónico del neoliberalismo (iniciado por el presidente Reagan en EEUU y por Margaret Thatcher en Gran Bretaña) a los dos lados del Atlántico. Un promotor de tal ideología fue el capital financiero alemán, que estableció el control de la inflación como el objetivo central del establecimiento del sistema financiero europeo, centrado en el BCE, intentando a la vez disminuir el rol de los Estados y en su lugar, favorecer a la banca privada y al mundo empresarial exportador. Y así se hizo.
El Banco Central Europeo no es un banco central
Ahora bien, el problema mayor del BCE es que no era ni es un Banco Central. Un Banco Central digno de su nombre imprime dinero y compra la deuda pública de su Estado, regulando así los intereses de su deuda. Cuando tales intereses suben, el Banco Central compra deuda pública de su propio Estado y los intereses bajan. Con ello, el Banco Central protege a los Estados frente a la especulación de los mercados financieros con su deuda.
Pero el Banco Central Europeo no hace esto. Imprime dinero pero no compra deuda pública de los Estados, consecuencia de ello es que la deuda pública de los Estados está sujeta a la especulación de los mercados financieros. Ello explica que todos los Estados de la Eurozona sean muy vulnerables a tal especulación, pues no tienen un Banco Central que les proteja. Es cierto que el BCE ha comprado deuda pública de algunos de estos Estados (a pesar del mandato que tiene de no hacerlo) cuando la situación ha alcanzado un nivel intolerable en algún país. Pero lo hace casi clandestinamente y muy a regañadientes, y en cantidades muy insuficientes. Y los mercados financieros son conscientes de ello. No hace, pues, lo que debe hacer un Banco Central, que es indicar a los mercados financieros que actuará con contundencia cada vez que se inicie un ataque de especulación, no permitiendo que éste tenga lugar. El grado de desprotección que un país puede alcanzar aparece claramente ahora en el caso de España. A pesar del enorme ascenso de la prima de riesgo, el Estado español no puede hacer nada (repito nada) para protegerse de tal ataque. El argumento de que hay que reducir el déficit público para recuperar la confianza de los mercados y dejar que éstos especulen es frívolo en extremo. El que marca los intereses de la deuda pública es el Banco Central, no los mercados financieros. Y el hecho que la prima de riesgo sea tan elevada en España se debe a que el BCE no ha comprado deuda pública desde hace ya casi 5 meses.
¿Qué hace, pues, el mal llamado Banco Central Europeo?
El BCE, en lugar de prestar dinero al Estado, ha prestado dinero a los bancos privados, a unos intereses bajísimos (menos de un 1%), y con este dinero, estos bancos compran deuda pública a unos intereses elevadísimos, de un 6 ò un 7% (como es el caso italiano y español). Es el negocio más redondo del año. Esta situación se justifica con el argumento de que tales préstamos a la banca privada garantizan la efectividad del sistema financiero y la oferta de crédito, aún cuando la evidencia de que tales préstamos repercutan en una mayor disponibilidad de crédito es muy limitada. El crédito, por lo general, no aparece ni se le espera. El BCE ya ha prestado casi 500.000 millones de euros desde diciembre de 2011 a la banca española e italiana, sin que el crédito aumentara a las familias o a las pequeñas y medianas empresas. La evidencia de esta realidad es robusta y convincente.
En este sistema financiero europeo, la banca alemana es la dominante y ello, no solo por diseño de los fundadores del euro, sino también por la enorme acumulación de capital financiero resultado de otro diseño político, consecuencia de una serie de decisiones tomadas por los sucesivos gobiernos alemanes. El gobierno Schröder tomó una serie de medidas, continuadas por los gobiernos Merkel, que potenciaron el sector exportador a costa de la demanda doméstica. En un enfrentamiento entre el canciller Schröder y su Ministro de Finanzas, Oskar Lafontaine, este último quería que la demanda doméstica fuera el motor de la economía alemana (y por ende, de la economía europea), para lo cual proponía una subida de salarios y aumento del gasto público, denunciando que el crecimiento de la productividad estaba beneficiando más al capital que al mundo del trabajo. El canciller Schröder, sin embargo, se opuso a esta estrategia, favoreciendo, en cambio, que el sector exportador fuera el motor de la economía, propuesta que el sector empresarial y financiero apoyó y que se impuso, facilitando la acumulación de capital a costa de mantener una escasa demanda doméstica. Ello generó una enorme concentración de euros en el sistema financiero que, en lugar de mejorar los salarios de los trabajadores alemanes (como Oskar Lafontaine deseaba) compró deuda privada y pública en los países donde había una mayor rentabilidad de aquella inversión financiera, que era precisamente en los países periféricos de la Eurozona, incluyendo España. El origen de la burbuja inmobiliaria en España es precisamente el flujo de capital financiero del centro, incluyendo Alemania, a la periferia, flujo que fue facilitado también por la escasa capacidad adquisitiva de la población española (resultado de la disminución de las rentas del trabajo durante los últimos quince años) y consiguiente necesidad de endeudamiento.
¿Cómo aparece la crisis en España?
Cuando la banca alemana paralizó el flujo de capital financiero a la periferia (como consecuencia del pánico que le entró al verse contaminada con los productos tóxicos de la banca estadounidense) las burbujas inmobiliarias colapsaron, creando un agujero en el PIB español de un 10% (y todo ello en cuestión de meses), disparando el desempleo y los ingresos al Estado, apareciendo con toda su crudeza el enorme déficit estructural público de España (que había sido causado por las grandes rebajas de impuestos en tiempos de bonanza) y que había estado ocultado por el crecimiento del gasto público, resultado de la burbuja inmobiliaria. El enorme crecimiento del déficit público del Estado no se debía, como decía el pensamiento neoliberal dominante de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), al disparo del gasto público, sino al colapso de los ingresos al Estado. De ahí que las medidas de austeridad que se han estado imponiendo no tienen ninguna oportunidad de resolver el problema del déficit público, el cual sólo se puede reducir a base de incrementar los ingresos al Estado mediante el estímulo del crecimiento económico y de las reformas fiscales progresistas que faciliten el aumento de estos ingresos, aumento necesario para resolver el mayor problema, no sólo humano y social, sino también económico, que existe en la Eurozona (y en España), y que es el desempleo.
¿Cuál es el propósito de la supuesta ayuda financiera?
La narrativa oficial es que tal ayuda viene a ayudar al sistema financiero español. La realidad, sin embargo, es distinta. Su objetivo es ayudar a que los Estados (incluyendo España) y los bancos de la periferia a que paguen su deuda a los bancos del centro de la UE, y muy en especial a la banca alemana. En realidad, hubiera sido una medida más eficiente (que la transferencia de fondos a los bancos) el que tales fondos se hubieran distribuido a la población endeudada así como a las pequeñas y medianas empresas y al Estado (tanto central como autonómico) a través de agencias de crédito estatales como el Instituto de Crédito Oficial (ICO), proveyendo crédito a intereses bajos, resolviendo así el enorme problema de falta de crédito. La experiencia muestra que transferir estos fondos a los bancos no resolverá tal problema. La población está enormemente endeudada, y el Estado también. Pero tales “ayudas” financieras no están, en contra de lo que dice el discurso oficial, orientadas a ayudar a los países sino a los bancos del centro de la Eurozona y muy en particular, los bancos alemanes, como indica Peter Böfinger (Chatterjee, Pratap, “Bailing Out Germany: The Story Behind The European Financial Crisis”, 28/5/2012), consejero económico del gobierno alemán. Un tanto igual ocurrirá con la intervención que el BCE desea que ocurra en España (puesto de manifiesto en la última conferencia de prensa del Sr. Draghi) pues, como ha ocurrido en Grecia, Portugal e Irlanda, el objetivo principal de tal intervención es que los acreedores reciban su dinero.
¿Dónde está el problema del euro?
El hecho de que el Estado español tenga dificultades en obtener liquidez, y que esté en dificultades, no quiere decir que el euro esté en dificultades. En realidad, este desequilibrio en la disponibilidad de crédito le está yendo muy, pero que muy bien a la banca alemana (receptora ahora de un enorme flujo de capitales de la periferia al centro) consecuencia de la inseguridad financiera existente en la periferia. La fuga de capitales de la periferia al centro está descapitalizando a los países periféricos y enriqueciendo a los bancos y al Estado alemanes (los bonos del Estado alemán son hoy los más seguros del mundo, junto con los estadounidenses).
La situación que se llama de crisis, no es crisis del euro. A los países de la Eurozona periférica, el sistema de gobierno del euro les está yendo fatal. Pero, repito, ello no quiere decir que el euro se colapsará. Sólo colapsaría si los países periféricos abandonasen el euro, lo cual es casi imposible, y ello por razones políticas. Las medidas que se están tomando en la periferia (en teoría para salvar el euro, el cual está en muy buena salud), están favoreciendo a las clases dominantes de aquellos países. Las burguesías de los países periféricos están utilizando la crisis para conseguir lo que siempre han deseado: reducir los salarios, eliminar la protección social y desmantelar el Estado del Bienestar. Y todo ello con el apoyo de la troika. Así, cuando Mario Draghi llamó a Zapatero antes, y a Rajoy ahora, lo que le pide es que, a condición de que les ayude, desarrollen las políticas de confrontación con el mundo del trabajo (y esto es lo que ocurrirá si España está intervenida). Y en su conferencia de prensa, Mario Draghi no podía ser más explícito. Indicó que la ayuda del BCE estaba condicionada a la desregulación de los mercados laborales y a la reducción del gasto público (del cual la mayoría es el social). Es lo que Noam Chomsky ha llamado la guerra de clases unidireccional (ver su introducción al libro Hay alternativas de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón). Se ha establecido así una alianza de las clases dominantes (que Jeff Faux definió en su día como la lucha de clases a nivel mundial) que ahora toma lugar a nivel europeo.
Nos encontramos, pues, en una situación en la que la troika (que representa los intereses de la burguesía financiera y exportadora alemana y de otros países del centro) coincide con las burguesías financieras y empresariales de la periferia, en que el euro permanecerá, pues está sirviendo a sus intereses. Lo último que el establishment alemán desea es que Grecia, España, Portugal, Irlanda y ahora Italia, dejasen el euro. Esto significaría el colapso de la banca alemana, que posee 700.000 millones de deuda pública y privada de estos países.
Y las burguesías periféricas tampoco desean salirse del euro porque les permite conseguir lo que siempre han deseado, externalizando la responsabilidad. Es más, salirse del euro abriría un enorme interrogante sobre su propio futuro. De ahí que de tal alianza de clases puede concluirse que tendremos euro para rato. Así de claro.
Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University