Si uno abre un periódico y ve en una viñeta a un hombre que camina entre la masa y se pregunta “Si vamos hacia atrás, ¿por qué nos dicen que hay que mirar hacia delante?”, sabe a ciencia cierta que se trata de un arpón de El Roto, el heterónimo más conocido de Andrés Rábago (Madrid, 1947), con el que desde hace un cuarto de siglo deshuesa la realidad cada mañana y nos descubre sus falsificaciones y mentiras.
Quizá muchos no sepan o recuerden que antes de El Roto, que se mueve en el terreno de lo externo y lo social con un lenguaje directo, existió OPS tocando la puerta de nuestro subconsciente para revolver el silencio de nuestras miserias y miedos. Fue en la etapa final del franquismo y en los primeros años de la Transición. Desde las páginas de Hermano Lobo, Triunfo, Cuadernos para el diálogo y otras publicaciones, OPS encontró hueco para sacudir la mugre de la dictadura y descubrirnos los bichos y monstruos que todos llevábamos dentro y nos paralizaban sin darnos cuenta.
OPS vivió entre mediados de los años sesenta y principios de los ochenta, hasta que Rábago sintió que aquel personaje, o aquel “nivel de comunicación”, en sus palabras, estaba exhausto y ya no le era útil para conectar con una sociedad que cambiaba a toda prisa. OPS fue ante todo un ejercicio de introspección y autoconocimiento, pero los cientos de viñetas y tiras que firmó antes de convertirse en un “cadáver artístico” sirvieron de terapia colectiva, como una “limpieza de bajos” de una sociedad embotada y llena de oscuridades que había que reconstruir desde los cimientos.
También Se debe decir que hay muchos paralelismos entre OPS y Goya, tanto por las características formales del sistema gráfico empleado por OPS, como por su trabajo conceptual, “ligado con las mismas estrategias y operaciones de Goya —que se ve en los Caprichos enfáticos, con los que termina los Desastres— cuando tiene que utilizar claves metafóricas en un periodo de represión y debe hablar en un lenguaje para inteligentes, a través de símbolos que sobrepasen el régimen totalitario de Fernando VII, Franco en el caso de OPS”.
OPS trabajaba en la “zona menos racional de la estructura mente, la parte más emocional, de los impulsos, el territorio de los deseos y los miedos, todo eso que llevamos dentro y que muchas veces está oscurecido y emerge en situaciones de pánico, o de enfado, cuando de repente nos sale un bicho que no cocíamos”.
Sin duda, fue reflejo de la España gris del tardofranquismo y también de una época “en la que las ventanas ya no se podían tener más tiempo cerradas”. Al “morir” cuando la sociedad cambia, “emerge una segunda forma de comunicación, como si OPS trabajase en el subsuelo y de pronto emergiera a la superficie y mirara alrededor lo que había, y lo que había es El Roto”.