El Estado gobierna para el mercado

Susan George, de 78 años, ayer en un hotel de Valencia. Foto José Aleixandre

La doctrina del shock en España se sintetiza en este titular: ´Los españoles son ratas de laboratorio: a ver cuánto castigo toleran sin rebelarse´

La filósofa avisa que «lo importante no es el coche oficial de los políticos, sino que el Estado gobierne para el mercado»

Decir de Susan George que es una activista y pensadora es empequeñecer la figura de esta combativa estadounidense de 78 años afincada en Paris. Ejerce como presidenta de honor de ATTAC, la Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras y la Ayuda a la Ciudadanía. Y su ensayo El Informe Lugano, en el que imagina un terrorífico escenario ecológico, económico, laboral y social hacia el que abocaba el capitalismo del siglo XXI constituye una biblia para los movimientos sociales y el anticapitalismo.

Anteanoche, George inauguró en Valencia el IV Máster en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional de la UV. Aquí comienza con una alerta: «La democracia está en peligro» ante «el ataque de «la clase de Davos: una clase transnacional desvinculada de la suerte del resto de la sociedad y compuesta por las altas finanzas, las empresas transnacionales y algunos gobiernos que consideran que la democracia es demasiado lenta».

Usted denuncia el «austericidio» de Europa.

Es que la actual política de austeridad, en particular en Grecia y España, es inaceptable. Es inaceptable que la mitad de jóvenes españoles no tenga trabajo. ¿Para quién se gobierna? Porque ésa es la gran cuestión en democracia. Las constituciones de Estados Unidos, Francia —y me imagino que también la de España— subrayan que el pueblo es soberano. Pero con este principio de austeridad aprobado por Europa, ¿se gobierna para la gente o para los mercados financieros?

Cree entonces que el pueblo ya no es soberano…

El pueblo está deviniendo cada vez menos soberano. Y con el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la UE se está robando no sólo el poder a los ciudadanos, sino también a los representantes de los ciudadanos. Por tanto, ni tenemos democracia directa, ni democracia representativa.

Pero apenas reaccionamos…

Está el frente de los indignados y algunos huelguistas. Pero la última huelga en España no ha tenido éxito. Y pienso que es porque la gente tiene miedo de perder su trabajo. Yo comprendo ese miedo, porque el miedo es la disciplina de una sociedad capitalista, que usa el miedo individual para disciplinar y calmar la población con el objetivo de que acepte lo que le digan. De hecho, creo que los griegos y los españoles son como ratas de laboratorio para ver qué nivel de castigo y sufrimiento puede ser aceptado por esta sociedad sin que la gente se rebele. Eso puede alentar al fascismo.

¿Considera que la extrema derecha saldrá reforzada?

Es el paradigma clásico que ya vimos en los años 20 y 30: el poder de la extrema derecha. Pienso que es normal. ¿Hacia dónde se volverán las personas sin formación? Mirarán al vecino, al inmigrante que tienen al lado… Desgraciadamente, es una reacción que ya hemos visto y para la que hemos de estar preparados.

Con la crisis, la población española ha redoblado sus críticas contra los sueldos y privilegios de los políticos. ¿Eso es desviar la atención de lo importante?

¡Pero si son los banqueros a los que deberían criticar! La actual crisis es la continuación de lo que ocurrió en 2007 y 2008 por culpa de los banqueros y, en España, de la burbuja inmobiliaria, que al final también era culpa de los bancos por dar préstamos imprudentes y alimentar esta burbuja. Sin embargo, cuando estalló la burbuja, fue el Estado el que asumió la deuda privada. La deuda pública de España era muy moderada cuando estalló la crisis. Sin déficit y con el 50 % de deuda pública, cuando se permitía tener hasta el 60 %. ¡Estabais perfectos, mejor que Alemania! Pero el Estado cargó con la deuda de los bancos. Y ha gastado muchísimo dinero para capitalizar y salvar los mismos bancos que habían causado el problema. Por eso la deuda pública aumentó muy rápidamente. Es una respuesta muy larga a la pregunta, pero no es el coche oficial de los políticos lo importante, sino que el Estado gobierna para los mercados financieros y no para el pueblo. Se ha castigado a los inocentes y los culpables han sido recompensados.

¿Y, ante ello, qué pueden hacer los ciudadanos españoles?

Unirse. Unirse los estudiantes, los parados, los jubilados, los trabajadores, los sindicalistas, los agricultores… Todo el mundo ha de unirse contra esta realidad. Porque la clase de Davos, que es la que gobierna por ellos, está muy unida.

En Pakistán, una niña que quería estudiar ha sido víctima de un atentado que casi le arranca la vida. ¿El mundo está loco?

No, el mundo no está loco. El mundo musulmán de los talibanes es sexista, machista y tiene un miedo terrible a la mujer, a la sexualidad de la mujer y al poder de la mujer. Y cuando ellos tienen el poder, lo utilizan para oprimir a las mujeres. Puede llamársele locura, pero responde al interés de los hombres por coartar la sexualidad femenina.

Si Karl Marx resucitara y viera esta Europa, ¿qué pensaría?

Él pensaría que la guerra de clases está acabando y que los ricos la están ganando. De eso trata mi próximo libro, que publicará Planeta en España en febrero y que se titulará El Informe Lugano 2. Cómo ganar la guerra de clases. El subtítulo procede de una frase de Warren Buffet, la tercera fortuna del mundo, que escribió: «Hay una guerra de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando».

Es cierto?.

¡Claro! Y por eso hay que unirse y no dejarse perder. Porque en juego está la democracia y todo lo que hemos hecho desde el siglo XVIII. Todo aquello que los europeos hemos hecho desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Todo lo que los españoles han hecho desde el final del franquismo.

PACO CERDÀ (VALENCIA)

11 comentarios en “El Estado gobierna para el mercado”

  1. Kapitalismoaren aurkako salaketarik ausartenetako

    Cristina Enea Fundazioak Santiago Alba Rico filosofo eta idazlea gonbidatu du. Udal Liburutegiaren San Jeronimo kaleko ekitaldi aretoan hitzaldia emango du gaur arratsaldean, 19:00etan. Abundancia y nihilismo: la costumbre del fin del mundo (Oparotasuna eta nihilismoa: munduaren azkenaren usadioa) izeneko hitzaldia eskainiko du madrildarrak, Cristina Enea Fundazioak Agurrak egitarauan programatuta.

    Oparotasunaren objektuen eta merkantzien auzian sakonduko du. Idazleak berak hausnartzen duen bezala, “Merkantziak; gauzak al dira? Oparotasuneko gizarte batean bizi al gara, dioten bezala?”. Luze hitz egin da (baliabide mugatuez eta planeta txiki eta ordezkaezin batez elikatzen den) trukagarritasun- eta ordezkagarritasun ilusioaren kostu ekologikoen inguruan; ondorengoa, ordea, ez da sarri entzuten: gauzarik gabeko mundu batean, gizakioi gauza-izaera ere ematen ez digun mundu batean, non ezer ez den inoiz puskatzen, modu berdinean, inolako ardurarik gabe trata daiteke dena.

    Kapitalismoaren aurkako salaketarik ausartenetako eta zorrotzenetakoan murgilduta dabil azken urteotan Alba Rico, zenbait proiektu politiko eta mediatikotan duen inplikazioaren bidez. Arabiarren kausa babesteagatik ezaguna batez ere, Rebelion.org aldizkari digitalarekin kolaboratzen du maiz.

  2. Si Sócrates levantara la cabeza

    Si el filósofo ateniense levantara la cabeza volvería a pedir cicuta, se la serviría on the rocks en una copa de balón y retornaría al sueño de los justos horrorizado al ver lo que están haciendo los bárbaros con la cuna de la democracia.

    Porque no otra cosa sino horror es lo que podría sentir después de ver cómo este domingo el Parlamento griego aprobaba unos presupuestos que recortaban 9.500 millones de euros adicionales de donde ya apenas queda nada, todo ello con la única finalidad de mantener una doble ficción: que Grecia es un país soberano y que no es una economía quebrada.

    Ese es el sentido que tiene la aprobación de los presupuestos griegos por una clase política indigna que es capaz de asumir recortes en sanidad y en educación, en empleo público, en jubilaciones que son ya de miseria, a cambio de que parezca que gobierna y para que sigan inyectando dinero desde Europa con el fin de atender los pagos del vencimiento de una deuda que se aproxima al 200% del PIB. ¿Alguien en el ágora virtual puede explicarme cómo podrá enfrentar ese volumen de deuda una economía cuyo PIB sufrirá en 2013 la mayor contracción del mundo, cercana al 5%? ¿Alguien puede creer que eso no lo sabe la troika que gestiona el Estado griego como si fuera un protectorado y, sin embargo, sigue apretando las tuercas de una población a la que ya le queda poco jugo por exprimir?

    Y es que en estos tiempos tan siniestros se permite que poderes sin legitimidad democrática -la Comisión, el FMI y el BCE- gobiernen Grecia con métodos más propios de la Camorra que de seres civilizados que comparten un proyecto político y económico común. La troika ha institucionalizado el chantaje como mecanismo para garantizar el expolio: sabedora de que el gobierno griego no puede imprimir moneda, de que no se atreven a repudiar la deuda y de que los vencimientos están ahí, detrás de cada quincena (5 mil millones al BCE, por ejemplo, este viernes), siguen presionando antes de desembolsar cada tramo del rescate sin que nadie pueda recordar ya cuál es la finalidad de tanto sufrimiento: ¿conseguir que cumplan con los objetivos de déficit? ¿Cuánto superávit presupuestario y comercial tendrá que acumular Grecia y durante cuánto tiempo para poder reducir ese nivel de deuda hasta el nivel que exige el Pacto de Estabilidad? ¿Es eso probable?

    Y si la respuesta a esta última pregunta es negativa, la aplicación de la mayéutica socrática nos lleva a otras más comprometidas. Si todos sabemos que Grecia está quebrada, entonces, ¿por qué no se procede inmediatamente a la reestructuración de su deuda? Y si los acreedores se niegan a proceder a esa reestructuración, ¿por qué no amenaza Grecia con abandonar el euro?

    La cuestión, evidentemente, no es menor, pero dejo sólo un dato para la reflexión: el impacto de la ruptura de la convertibilidad del peso argentino con respecto al dólar (una unión monetaria de facto) supuso al año siguiente una caída del PIB de casi el 11%; a los dos años el PIB argentino crecía casi al 9% y, desde entonces, es una de las economías con mayor tasa de crecimiento de la región. Mientras, el PIB griego, a base de rescates, ha caído desde 2008 en un 25% y no hay visos de recuperación. Igual es que los argentinos escogieron susto y los griegos han elegido muerte. Sí, puede que sea eso.
    Alberto Montero Soler
    Financial Red

  3. ¿Has hecho uso del derecho a la huelga?

    Respuestas en el periódico Noticias de Gipuzkoa
    * 23.91 % NO, porque en Euskadi no hay unidad sindical
    * 30.43 % NO, Mi sindicato no secunda la huelga del 14N
    * 02.17 % NO, Me hubiera gustado pero temo por mi puesto de trabajo
    * 06.52 % NO, lo siento, tengo que abrir mi negocio, vivo de ello
    * 15.22 % NO, no sirve de nada. Lo que hay que hacer es trabajar
    * 19.57 % SÍ, es necesario para hacerse eco en todo el mundo
    * 02.17 % SÍ, aunque lo he hecho para tener un día de fiesta
    Conclusión: Si ELA y LAB hubieran convocado la huelga general el respaldo en Gipuzkoa hubiera sido (23,91 + 30,43 + 19,57 + 2,17) superior al 75 %, más de tres de cada cuatro personas.

  4. La capacidad de convocatoria para grandes manifestaciones de los sindicatos mayoritarios es inquebrantable. Lo novedoso en este paro general es el ligero cambio de relato de los convocantes, que han asumido el #14N como una «huelga ciudadana» donde la iniciativa clásica del sindicato de trabajadores se diluye en una movilización más transversal. Eso ha sumado apoyos y ha vencido reticencias, como la de ciertos asambleas del 15M, que esta vez han sido mucho menos beligerantes con los sindicatos.

  5. Todo el poder para la banca!

    Por Marta Romero

    En España, los desahucios son la punta del iceberg de la crisis social en la que ha derivado la crisis económica. Bajo este drama se esconde: el paro masivo y cronificado; la precariedad laboral; los recortes; el empobrecimiento de las clases medias y bajas; el estallido de la burbuja inmobiliaria y crediticia; la percepción de injusticia social; y la asimetría entre un omnipotente (y rescatado) sector financiero y un desprotegido (e indefenso) ciudadano al que se le quiere hacer pagar todo el importe del concepto “haber vivido por encima de sus posibilidades”. Aspectos, todos ellos, que, en forma de suma y sigue, vienen reflejando las estadísticas y encuestas desde que comenzó la crisis.

    A nivel político, la alarma social creada por las lamentables muertes de dos personas que vieron en el suicidio la única salida a la “condena” de verse privadas de sus hogares, también ha servido para poner en evidencia la (in)capacidad de los dos grandes partidos (el PSOE como partido que gobernó en la última legislatura, en la que comenzó a crecer el drama de los desahucios, y el PP como actual partido gobernante) para hacer frente a los problemas de los ciudadanos.

    Al PP y al PSOE les ha sobrado tibieza y lentitud y, por el contrario, les han faltado reflejos. Su reacción (en forma de un intento -por ahora infructuoso- de llegar a un acuerdo para atajar este problema y, en el caso de los populares, de la aprobación de un decreto que se queda corto por su carácter únicamente paliativo y restringido a los casos de mayor vulnerabilidad) ha llegado después de que el poder judicial empezara a pedir cambios para evitar las ejecuciones hipotecarias; después de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea haya tirado de las orejas a España por una legislación hipotecaria que considera abusiva con los consumidores; y después de que la presión mediática y social empezaran a ser insoportables. A lo que habría que añadir que, incluso, la patronal de los bancos ha sido más hábil al anunciar antes una moratoria para los casos más extremos; aunque, sólo, lo haya hecho con el objetivo de evitar que crezca la presión social para cambiar la ley hipotecaria.

    El temor a enfrentarse al sector financiero o a salirse de las directrices de recortes, austeridad y sacrificios sociales que impone la Europa “merkeliana”, pueden explicar las reticencias que han mostrado populares y socialistas en este ámbito. Si bien, ambos han podido minusvalorar su margen de maniobra (por pequeño que sea éste).

    Por ejemplo, en el caso del PP, ya en mayo, cuando se conoció que Bankia necesitaba la inyección de fondos públicos o, posteriormente, cuando se solicitó el rescate bancario a la UE, el gobierno de Rajoy tendría que haber forzado a las entidades intervenidas a paralizar los desahucios (lo que quizás hubiera producido un efecto cascada en el resto de entidades financieras). Sin tener, por ello, que haber incomodado en exceso a la banca y a las autoridades europeas, al PP ese gesto le habría reportado, en términos demoscópicos, un aumento de popularidad. Por un lado, hay que tener en cuenta que muchas de las familias que han perdido sus casas o que, están a punto de perderlas, también son electores del PP. Y, por otro, que el 95% de los ciudadanos, según una reciente encuesta, cree que el gobierno debería cambiar la legislación hipotecaria para evitar los desahucios.

    Por su parte, los socialistas, como principal partido de la oposición, tendrían que haber liderado desde el principio de esta legislatura la batalla para cambiar la ley hipotecaria (y no haber esperado hasta finales de octubre para hacerlo, con la presentación de una proposición de ley). En este sentido, tendrían que haberse desprendido antes de la paralizante crítica sobre su falta de credibilidad para defender lo que no hicieron en el gobierno. El propio agravamiento de la situación en este ámbito, invalidaba esa crítica. Y no verlo apunta a un error de bulto de un PSOE que, hasta ahora, ha actuado más como una oposición acomplejada, que como la oposición que necesita en estos momentos un país en el que amplios sectores de la sociedad se encuentran desamparados.

    Pero la ceguera de los socialistas como principal partido de la oposición y, sobre todo, de los populares como partido gobernante, va más allá, pues llama la atención que, ante la contundencia de los datos y las sombrías perspectivas que se ciernen sobre la economía española, sigan sin tratar el tema de los efectos sociales de la crisis desde un punto de vista integral. Es necesario llegar a un acuerdo global para hacer frente a la desigualdad y la precarización social que han emergido con la crisis, pero que han venido para quedarse.

    ¿Habrá que ver suicidios de parados que hayan agotado todas las prestaciones para hablar de este tema? ¿O de pensionistas que no puedan pagar sus facturas ante la sobrecarga de tener que ayudar a sus hijos y nietos o, que, como en Grecia, antes de escarbar en la basura, prefieran poner fin a su vida? Son muchos los expertos que están dando la voz de alarma sobre el agotamiento de las redes (familiares) de protección social que, por el momento, están actuando como diques de contención en un país que, en el quinto año de la crisis, se acerca a los seis millones de desempleados.

    De este modo, el poder político (encarnado en los partidos mayoritarios) está volviendo a mostrar sus carencias, mientras una parte de la sociedad ha visto “señales esperanzadoras”: señales de que, aunque tarde y mal, se pueden cambiar las cosas (y de que, al menos, algunos sectores de los poderes públicos, como el poder judicial, están empezando a actuar ante una insostenible situación de emergencia social).

    Es innegable que el desgaste (político) que están sufriendo el PP y el PSOE, se debe en gran medida a la lentitud en su capacidad de reacción (social). Y no deberían minusvalorar los datos. Sus niveles de apoyo electoral están bajo mínimos.

    Pero la política (tradicional) tampoco se libra del desprestigio. El último barómetro del CIS (realizado en octubre) refleja que el principal sentimiento que despierta la política en la ciudadanía es la desconfianza (con unos niveles récord), seguido de la irritación. Algo que, como se puede observar en el siguiente gráfico, no siempre ha sido así. A finales de los años ochenta, a los ciudadanos, la política les generaba ante todo aburrimiento y, en los años 90, el sentimiento predominante era el de la indiferencia.

    De este modo, y pese a los que quieren ver en el malestar político, el despego de los ciudadanos, éstos no se muestran indiferentes ante la política, sino profundamente desconfiados. Ocho de cada diez ciudadanos consideran que la política tiene una gran influencia en sus vidas. Y, como estamos viendo, si la política no da respuesta a sus problemas, serán muchos los que se organicen (a través de plataformas como la de los Afectados por la hipotecas) y se movilicen para forzar la búsqueda de esa respuesta.

  6. "El 14-N no es el final de nada".

    Lo dijo y repitió el secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, durante el día de huelga. Sindicatos y organizaciones civiles son conscientes de que los motivos para la movilización van a continuar y de que la unidad es más necesaria que nunca. La huelga general del 14-N ha supuesto un punto de inflexión: al paro laboral convocado por los sindicatos se sumaron cientos de acciones ciudadanas en apoyo a la movilización, y CCOO y UGT han mostrado como nunca su cercanía a los movimientos sociales.

    La intención de los sindicatos mayoritarios ahora es impulsar con fuerza la campaña para exigir al Gobierno que convoque un referéndum y hacerlo junto a la Cumbre Social, las más de 150 organizaciones sociales con las que han caminado en los últimos meses. Una consulta «que devuelva la voz a la ciudadanía», para que pueda expresarse sobre unas políticas que el partido en el Gobierno no llevó en su programa electoral y sobre las que incluso mostró su rechazo en varias ocasiones, explica el secretario de Organización de UGT, José Javier Cubillo.

    En los discursos y comparecencias de los líderes de CCOO y UGT durante los días anteriores a la huelga y el propio 14-N, una de las organizaciones más mencionadas fue la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), a la que reconocieron su trabajo y logros. «Es una satisfacción que muchos sectores de la sociedad hayan visto que esta forma de hacer las cosas funciona y creo que esto puede servir para incentivar la movilización», dice Chema Ruiz, de la PAH.

    Precisamente, semanas antes de la huelga general, los sindicatos mantuvieron una reunión con la PAH. «Creo que han asumido errores que han cometido y que saben que cuando salen de algunos sectores pierden peso e incluso credibilidad, les está costando saber hacia dónde caminar y cómo, pero tengo la impresión de que están intentando cambiar las cosas», señala Ruiz, que está convencido de que centrales, asociaciones y movimientos sociales son cada vez más conscientes de la importancia de confluir «para no ser despedazados uno a uno».

    «Estamos aprendiendo de ellos sin ninguna duda», dice Cubillo, en referencia a los movimientos sociales. El dirigente de UGT subraya las «sinergias» que se han producido en los últimos meses entre los sindicatos y las organizaciones civiles y sociales, y que quieren seguir potenciando.

    «Antes el planteamiento que hacíamos era exclusivamente laboral, por ejemplo, sobre cómo afectaba la reforma laboral a los trabajadores como tal, lo que nos correspondía más estrictamente como sindicato. Pero estas reformas han perjudicado tanto y degradado tanto al mundo del trabajo que tienen un reflejo social, con muchas vertientes para la ciudadanía, y aquí es donde entroncamos con los movimientos sociales», explica Cubillo.

    En la Coordinadora 25-S también tienen la sensación de que cada vez más «hay un acercamiento de las organizaciones más institucionales con los movimientos sociales» y que esto se debe, sobre todo, «a la urgencia de la situación que vivimos y al cambio de paradigma al que asistimos», dice una de sus participantes. «Ese cambio se está palpando. Los sindicatos tienen que ver cómo articular una estructura en parte caduda y anquilosada con esa necesidad de sus bases de confluir con otros movimientos», señala.

    Para esta participante de la Coordinadora, cada vez se están aglutinando más fuerzas. «Eso sí, una cosa son los acercamientos y otra, las alianzas. Ellos [los sindicatos] deberían hacer su propio movimiento interno, si no las alianzas son complicadas», apunta.

    Desde el sindicato CGT, que no está dentro de la Cumbre Social ni apoya la petición de referéndum, están convencidos de que la movilización continuará y lo hará de diversas formas. «La huelga era parte de un proceso de movilización creciente. Nosotros ya estamos dentro de los movimientos sociales, nuestros afiliados participan de ellos y estamos abiertos a uniones con cualquier organización», dicen. La central destaca el seguimiento durante el 14-N de iniciativas como la huelga de consumo y señala la importancia de continuar con las ‘mareas’ por la sanidad o la educación pública, que llevan ya meses movilizadas.

    Ese mismo domingo ya hay convocada una ‘marea blanca’ en Madrid defensa de la sanidad pública y contra las privatizaciones. El lema: «La sanidad pública no se vende, se defiende». El objetivo es aunar a trabajadores, usuarios y sindicatos implicados en todos los servicios sanitarios de la comunidad.

  7. “¿de qué sirve no hacer huelga?”

    El último debate postmoderno pivota en torno a la cuestión de para qué sirven las huelgas generales. Esa misma pregunta ya se la formularon los Eskorbuto hace algunas décadas y la respuesta fue: “No nos sirven”. De paso, comentar que resulta complicado plantearse esa cuestión sin interrogarse a continuación sobre la eficacia de las manifestaciones, también las llamadas ‘nacionales’, que con cierta periodicidad se convocan. “No nos sirven”, se autocontestaba el trío de Santurtzi, aunque también es posible darle a la vuelta a todo esto como a un calcetín y preguntarse “¿de qué sirve no hacer huelga?”. A favor o en contra, nadie podrá decir que de nada, siempre hay algún beneficiario, en primer lugar, el gobierno de turno, originalmente, objetivo de cualquier huelga general.

    En efecto, hay tantas razones objetivas para denostar a los sindicatos que la lista se antoja interminable, pero si se va a prescindir de sus servicios, convendría antes acometer una infiltración masiva en las organizaciones empresariales, a fin de cuentas, alguien tendrá que velar por los intereses de los trabajadores y éstas vienen avaladas por las mejores referencias: nunca se ha visto a un empresario quejarse a viva voz de las disfunciones de Adegi, Confebask o la CEOE. Conciencia de clase, creo que se llamaba todo esto.

  8. “La huelga general no ha paralizado el país”,

    “La huelga general no ha paralizado el país”,
    repite el piquete de la derecha desde ayer, con tono triunfal. Frente a la consigna, caben dos respuestas: una es entrar al trapo, jugar en su terreno y con sus reglas, con su lenguaje y sus parámetros para medir huelgas, y perdernos así en una discusión de cifras, porcentajes, consumo eléctrico, comparaciones históricas, etc.
    Pero cabe otra respuesta: ignorar las necedades del piquete antihuelga (sí, necedades, qué otra cosa puede decirse de quien cuenta más manifestantes en Santander que en Madrid), no perder un minuto en rebatirlo, y mejor contestarle: “Claro que no paralizó el país. Todo lo contrario: lo movilizó.”

    Un país paralizado es lo que ellos pretenden: un país paralizado de miedo, una sociedad quieta y callada, atemorizada por la triple tenaza: la crisis (miedo al paro y a la exclusión); la reforma laboral (miedo al patrón, al que la reforma laboral dio todo el poder); y la represión (miedo a los porrazos y multas).

    Pero ayer ocurrió todo lo contrario, y esa es nuestra victoria: el país no se paralizó, sino que se movilizó, se echó a la calle masivamente y aireó la protesta durante todo el día. Lo importante de ayer no es si los supermercados abrieron ni si el consumo energético fue mayor o menor. Lo decisivo fue que durante veinticuatro horas, desde la madrugada previa hasta la noche, millones de personas tomaron las calles de mil formas, tanto en el centro como en los barrios: piquetes (de trabajadores, estudiantiles, vecinales, ciclistas o yayoflautas), derivas espontáneas, cortes de tráfico, sentadas, encierros, pasacalles y el remate de las mayores manifestaciones en muchos años en la mayoría de ciudades. La imagen resultante no es la de un país paralizado, sino masivamente movilizado, que llenó de gritos, silbatos y lemas unas calles que, además, tenían aspecto y sonido de domingo en muchos momentos.

    ¿Y la huelga como tal? ¿No se trataba de dejar de trabajar un día? Sí, claro: y descontados los parados y los más precarios, los servicios mínimos, los sindicatos esquiroles (CSIF y algún otro) y los sindicatos despistados (los nacionalistas vascos, que no supieron ver la dimensión europea de la protesta), lo cierto es que aquí paró todo el que de verdad puede parar: la industria, el transporte y buena parte de los servicios públicos. Es decir, los sectores con más fuerza y tradición de lucha colectiva. También en eso la huelga fue un éxito, y es necedad entrar al juego tramposo de las cifras y las comparaciones con otras huelgas que nada tienen que ver (pues nada tienen que ver la sociedad y los problemas de entonces con los de ahora).

    Así que permítanme que lo diga con todas las letras, en voz alta y sin ceder un milímetro a quienes tenían preparada la portada del “fracaso” desde días antes: la huelga general del 14-N fue un éxito. Lo sabemos nosotros, y lo más importante: lo saben ellos.
    Isaac Rosa

  9. A pesar de estar siendo devastadora (y patéticamente gestionada), la crisis económica ha tenido algún efecto positivo en el medioambiente. Parece que reusamos más, reciclamos más y cogemos menos el coche (los y las que lo tienen).
    Sin embargo, un artículo de The Guardian apunta a un demoledor resultado en Grecia: para combatir las bajas temperaturas del peor invierno desde que comenzó la crisis, ¡la gente está cortando árboles en masa!
    Tras diversas olas de medidas de austeridad y subidas de impuestos, la capacidad de compra los griegos ha caído en un 50% mientras que el combustible para calefacción ha sufrido un aumento de precio del 40%. Grecia esta por enfrentar si sexto año de recesión, con niveles de pobreza y desempleo no vistos desde la segunda guerra mundial.
    Tomemos nota.

  10. La gran patronal se dispone a destruir a la pequeña y mediana empresa española que crea empleo

    por Juan Torres López (catedrático de economía)
    Me atrevería a decir que la figura del empresario ha sido tradicionalmente mal entendida y considerada por las izquierdas, los sindicatos y, en general, los movimientos sociales «progresistas». Habitualmente se identifica empresario con capitalista y a éste con la explotación del trabajo (en el sentido estricto de apropiación de una parte del valor generado por los asalaridos) que efectivamente conlleva el uso del trabajo asalariado en las economías capitalistas, cuando en puridad no tienen por qué ser equivalentes.

    La figura de los empresarios y su distinta naturaleza

    Los empresarios son mucho más que eso, o menos; es decir, algo diferente. La prueba de ello es que en cualquier otro sistema social existirían o que en nuestra sociedad capitalista los hay en empresas de propiedad colectiva, como las cooperativas o las sociedades anónimas laborales, o en miles de empresas individuales o pequeñas en las que es muy forzado hablar de dominio del capital sobre el trabajo asalariado.

    Con esto que acabo de señalar no quiero decir que los intereses «de clase» de empresarios (sea cual sea su naturaleza y suponiendo -que es mucho suponer- que solo haya una «clase» de empresarios) y los de los trabajadores tengan que ser idénticos, como tampoco lo son los de los diferentes segmentos que se se pueden encontrar dentro de la propia clase trabajadora.

    En cualquier caso en texto breve no me propongo hacer un análisis de la naturaleza social del empresatiado sino que solo quiero señalar que la incomprensión del papel del empresario, que lo identifica exclusivamente con capitalista generador de explotación (insisto, no en un sentido caricaturizado sino como sujeto que se apropia del trabajo que no retribuye de otra persona) provoca dos efectos que me parece que son muy negativos. Uno, que se mete en un mismo saco a categorías de empresarios muy distintas. Y no me refiero a que haya, como a veces se quiere caricaturizar, empresarios «buenos y malos» (que los hay) sino a algo que no tiene que ver con ningún juicio moral sino con su función social y su posición de clase. Así, creo que es un grave error, por ejemplo, no disintiguie entre empresarios individuales, pequeños o grandes, propietarios o no propietarios de más o menos capital o de un tipo u otro de éste, de empresas productivas o especulativas, financieras o industriales, de empresas competitivas o de oligopolios o monopolios, de empresas cooperativas o de propiedad privada, etc.

    El segundo error es que creo que al simplificar la naturaleza de la función social del empresario, limitándola a la de explotación del trabajo asalariado, se soslaya que una gran parte de los empresarios han desarrollado a lo largo de la historia y sigue desarrollando una función esencial como innovadores, dirigentes y organizadores de la actividad productiva que contribuye muy positivamente al bienestar y al progreso social (lo que, naturalmente no debe entenderse en el sentido de que la única forma de lograr el bienestar y el progreso social sea haciendo recaer esas funciones solo en los empresarios capitalistas y ni siquiera solo en los empresarios porque la empresa en su sentido más puro no puede funcionar sino como un sistema que requiere la función directiva u organizativa pero también la que desarrollan el resto de los sujetos que forman parte de ella y, como se demuestra en las de propiedad colectiva que funcionan muy eficientemente, incluso la dirección y la organización pueden llevarse a cabo de forma colegiada sin que así se resienta la eficacia, la rentabilidad o su buen funcionamiento en general.

    Finalmente, me parece que ambos errores llevan a una situación que debilita mucho a las propias clases trabajadoras. Por un lado, a veces les impide entender que la consecución de su propio bienestar y liberación están vinculados en realidad al desarrollo de las empresas, es verdad que casi en total medida a nuevos tipos de empresas muy distintas a las que suelen predominar en las economías capitalistas. Y la consecuencia es que las clases trabajadoras luchan por mejorar su situación pero desentendiédose a la hora de la verdad de las fuentes de riqueza que pueden garabtizarla. Algo que, también es verdad, no siempre ocurre pues en muchas ocasiones, en las que son ejemplares y han de tomarse como referencia, la lucha por mejorar las condiciones de vida de los trabajasdores va acompañada de la puesta en marcha de nuevas experiencias (empresariales) de organización de la producción y del trabajo no dependientes del capital que está en manos de otros.

    Otra consecuencia lamentable es que limitándose a demonizar al empresariado en su conjunto no se pueden hacer alianzas con cpas empresariales que en un momento dado tienen los mismos problemas y objetivos que las propias clases trabajadoras.

    Y me parece que esto último está ocurriendo en estos momentos y especialmente en España cuando el capitalismo se ha hecho oligopolista y muy concentrado en torno a grupos de poder empresariales y financieros dominados por una oligarquía cuyos intereses son realmente tan ajenos a los trabajadores como a los de la gran mayoría de los empresarios pequeños, medianos o individuales.

    Los grandes oligopolios y las finanzas especulativas, contra toda la sociedad

    Esta crisis nos está poniendo de manifiesto, por ejemplo, que la viven de modo muy distinto los diferentes tipos de empresas. Sin ánimo de ser exhaustivo y sin poder desarrollar aquí un análisis detallado creo que, al menos y para el propósito que tiene este texto, se podrían distinguir tres grandes gruposde emprrsas y, por tanto, de problemas e intereses empresariales (dentro de los cuales se podrían considerar desde luego, otros igualmente significativos).

    Por un lado están la banca internacional (que crea dinero bancario cada vez que genera deuda concediendo créditos), los grandes fondos de inversión y las grandes corporaciones que tienen mucha liquidez proveniente de sus grandes beneficios y además capacidad para crear dinero financiero (lo que significa que pueden financiar sus grandes inversiones creando sus propios títulos o activos que les sirven como medios de pago sin necesidad de recurrir al crédito habitual que dan los bancos). Estas son las empresas que han creado la crisis a base de moviliar con mucho peligro esos recursos financieros que ellas mismas crean y multiplican sin cesar. Han expandido un ámbito financiero muy lucrativo cada vez más ajeno a la actividad productiva (casi 75 veces mayor que ella) pues está centrado centrado en el intercambio de papel en el universo monetario en donde desarrollan una constante actividad de especulación financiera. Así obtienen una gran rentabilidad y mucho poder político, aunque generando un gran peligro para el conjunto de la economía. Primero, porque esa especulación conlleva un gran riesgo al no tener base real alguna y basarse en la constante fluctuación y en apuestas exageradas y, segundo, porque al derivar preferentemente los recursos a la circulación financiera se restringen los que van a la actividad prductiva, a la economía real, creadora de bienes y servicios y de empleo. Por eso este fenómeno de hiptertrofia de lo financiero esté vinculado a crisis constantes y a fases de menor actividad, menor empleo y rentas procedentes de la actividad productiva más bajas. Pero de las que estas grandes empresas pueden salir gracias a su gran poder ya que, como se ha puesto de moda decir, son «demasiado grandes para caer». De hecho, aunque fueron las que provocaron la crisis, su enorme poder político les ha permitido sobrevivirla y salir de ella incluso en mejores condiciones que antes de que se produjese

    Por otro lado están las grandes empresas que aunque no tienen exactamente el mismo privilegio de crear dinero del que gozan las anteriores, tienen sin embargo un enorme poder de mercado, una demanda global o en un número amplio de países prácticamente asegurada, gran capacidad para desplazarse de un país a otro y, también como las primeras, suficiente poder como para haber podido externalizar gran parte de sus funciones o de la mano de obra y para conseguir tratos de favor de los gobiernos y las autoridades reguladoras.

    Para la inmensa mayoría de este segundo tipo de grandes empresas globales o que no dependen de lo que ocurra en un mercado concreto, la crisis no ha sido un contratiempo. Aunque hayan podido sufrir inicialmente el impacto, lo cierto es que no han dejado de ganar miles de millones de dólares, como ponen de relieve sus cuentas y el gran aumento de la diferencia entre rentas e capital y del trabajo que se a prodiucido en estos últimos años de crisis. En España, el reparto de dividendos en las empresas cotizadas (las que a grandes rasgos formarían parte de estos dos grupos han batido niveles record en los primeros once meses de 2011, 33.247 millones de euros, lo que supone un 45% más respecto al mismo periodo de 2010 ( http://economiavanzada.blogspot.com/2011/12/la-retribucion-accionistas-bate-record.html).

    Estas empresas (pensemos en Telefónica, Repsol o las grandes cadenas de distribución) viven la crisis sin demasiado sobresalto porque, como he dicho, disponen de gran liquidez propia o porque tienen acceso privilegiado a las fuents de crédito, de modo que el racionamiento que se ha producido apenas les afecta o les afecta en escasa medida. Además, porque ofrecen bienes y servicios que resulta más difícil que los consumidores dejen de utilizar y porque, en todo caso, la pérdida de ventas que puedan tener en algunos países como consecuencia de la caída en la demanda que lleva consigo la reducción de ingresos y el desempleo, la pueden compensar con relativa facilidad moviéndose de un lado a otro del planeta gracias a su gran dimensión y a las leyes que permiten su plena libertad de movimientos, establecias precisamente para que puedan sortear estas amenazas y puedan rentabilizar más fácilente sus capitales.

    No hay que olvidar, por otro lado, que estas son las empresas dirigidas por los empresarios que forman parte de la oligarquía financiera, económica y política, de las grandes familias de los distintos países que llegan a sus consejos de administración unas veces por herencia, otras porque vienen de otras grandes empresas de su propiedad o (como es el caso de las emresas privatizadas en España) porque forman parte del entramado que mueve al mismo tiempo los hilos de la política y la gran empresa.

    Un hecho muy importante a destacar es que estos dos grupos de empresas son las que menos empleos crean. Es más, son las que, a pesar de haber obtenido beneficios multimilonarios, han destruido un mayor número de puestos de trabajo en los últimos años, bien enviando directamente al paro a sus plantillas, bien obligando a que los trabajadores despedidos creen ellos mismos otras empresas con las que ahora negocian en condiciones mucho más favorables las condiciones de produción y trabajo.

    Finalmente, hay que distinguir las miles de pequeñas y medianas empresas, en la mayoría de los cuales los empresarios que están al frente perciben ingresos que a veces ni siquiera son más elevados que los que tienen profesionales de mediano nivel que trabajan en las empresas anteriores o como independientes. Estas son las empresas y los empresarios que crean aproximadamente entre el 80% y el 90% del empleo, no solo en España sino en toda Europa.

    Según un informe de la OCDE, en 2008 el 90% del empleo lo generaban en España las empresas de menos de 20 trabajadores e incluso fueron las «miniempresas» las que lograban aumentar los contratos fijos y reducir el empleo temporal, a diferencia de lo que han venido haciendo las grandes empresas.

    La extraordinaria presencia de las pequeñas y medianas empresas en la economía se pone de relieve en los datos que proporciona el Directorio Central de Empresas (DIRCE) del Instituto Nacional de Estadística:

    – El 81% de las empresas en 2010 tenía menos de 3 asalariados y solo el 2,3% tenía más de 20 empleados.

    – El 99,2% de todo el empleo existente en España radicaba en ese año en empresas de menos de 50 trabajadores y el 80% en las que tienen menos de 3 trabajadores.

    El 50% de las empresas españolas no tienen emplados, de modo que los empresarios que las dirigen no explotan a nadie más que a ellos mismos para obtener beneficio.

    Pues bien, el problema dramático que a mi modo de ver está ocurriendo en la economía española es que los dirigentes que dominan las patronales defienden, bien por ceguera ideológica o por connivencia con los intereses de las grandes corporaciones, posiciones y políticas económicas y laborales que perjudican extraordinariamente a las pequeñas y medianas empresas y que solo benefician a las grandes, a las que, como he dicho, no tienen como objetivo ni como necesidad la creación de empleo y las que gozan de posiciones de privilegio en el mercado nacional e internacional a diferencia de las pequeñas y medianas que son muy dependientes de lo que pase en el mercado interno. Y lo dramático es que, en esta situación, las clases trabajadoras, los partidos que desean representarlas y las organizaciones sindicales, en lugar de aliarse con esta inmensa masa de empresarios pequeños y medianos que tienen esa extraordinaria capacidad para crear empleo, que en esta crisis están sufriendo los mismos problemas que afectan a los trabajadores y a los grupos de población de menor renta (la falta de financiación y de demanda que provoca el paro y la deuda), y que para colmo son fundamentales para cambiar el modelo productivo dominante y que es insostenbile, en lugar de ello, le dan la espalda e incluso siguen demonizando a los empresarios en su conjunto cuando hay unos, los grandes y privilegiados que provocan la crisis y luego se aprovechan de ella, y otros que la sufren en la misma medida o a veces incluso mayor que los propios trabajadores, porque no solo están perdiendo su puesto de trabajo sino también todo su patrimonio.

    Y así, cuando no se proyecta un discurso que sea capaz de hacer alianzas amplias entre todos los sectores sociales que están sufriendo los mismos problemas, es cuando se pueder consolidar el que hacen los grupos oligárquicos privilegiados para imponer las medidas que a ellos les convienen como si fueran favorables para el conjunto de la población.

    La consecuencia es que, sin respuesta alternativa y sin alianza entre ambos, los miles de pequeños y medianos empresarios que están siendo literalmente arruinados por las políticas favorables a las grandes empresas suscriben los discursos de los políticos y, particularmente, de la patronal que las defienden; y, por otra parte, que los trabajadores no disponen de la fuerza que les permita hacer frente a los verdaderos causantes de sus problemas. Y así ambos sufren los efectos devastadores de las políticas neoliberales que simplemente vienen a reforzar a los grandes poderes oligárquicos de las grandes empresas y de los financieros.

    Las propuestas de la patronal española

    Como es sabido, los dirigentes de la patronal española vienen reclamando una serie de medidas económicas muy clara y repetidamente expuestas por todo tipo de medios e intermediarios a los gobiernos y a la sociedad:

    – Bajadas de impuestos directos y sobre las rentas más elevadas, así como de las cotizaciones sociales que obligan a llevar a cabo recortes de gasto público.

    – Privatización de servicios públicos o de las pensiones con la excusa de que esos necesarios recortes no permiten suministrarlos con la calidad suficiente.

    – Reducción de salarios con la excusa de que solo así será posible obtener más beneficios y poder invertir más para crear empleo.

    Flexibilización de las normas laborales con la excusa de que solo así será posible contratar a los trabajadores y aumentar el empleo.
    02-12-2012

  11. ¿Qué le hemos hecho a la democracia? ¿En qué la hemos convertido? ¿Qué sucede cuando se la vacía de significado? ¿Qué sucede cuando todas sus instituciones se han vuelto algo peligroso? ¿Qué va a ocurrir ahora que ellas y los mercados se han fundido en un solo organismo depredador, dotado de una imaginación limitada, estrecha, que prácticamente solo gira en torno a la idea de incrementar al máximo los beneficios? ¿Se puede dar marcha atrás a este proceso? ¿Puede algo que ha mutado volver a transformarse en lo que era?”.

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