Se ha dicho que entre las tres de la tarde y las nueve de la noche de hoy jueves habrá rachas de viento del suroeste –el viento solano- que superarán los 100 kilómetros por hora en zonas expuestas, por lo que se ha activado el aviso amarillo. A partir de las nueve de la noche de hoy ese aviso se convertirá en alerta naranja y aunque para esa hora los jardines están cerrados de ordinario, se han suspendido las actividades en la casa de cultura durante todo el día de hoy.
En consecuencia la tertulia se traslada a la parroquia, enfrente de la casa de cultura, gracias a la generosidad de su párroco, Pedro Albizuri. (Se cierran los jardines del palacio de Aiete y los accesos a la casa de cultura, cuando dichos accesos, desde la entrada ad-hoc, carecen de arbolado que es el factor de riesgo. Se crea una gran alarma y se impiden las actividades ciudadanas. Una aplicación de la doctrina del shock en miniatura).
En fin que el viento solano, el que protagoniza la racial novela de Aldecoa, el que sopla de donde nace el sol, el viento de los locos, –haize hegoa, haize eroa- el viento del Sur, Sureste, nos coloca en un nuevo escenario para la tertulia, bello y cómodo escenario, por cierto.
Si el viernes no amaina nos impedirá ver la película de Mario Camus porque la proyección no se puede improvisar y nos veríamos obligados a esperar una mejor ocasión.
El aire en movimiento siempre ha sido una de las fuerzas naturales más cargadas de resonancias mitológicas. La fértil imaginación de los griegos nos legó todo un panteón ventoso, encabezado por Eolo, el dios del viento (cuya memoria sobrevive en la energía que mueve los aerogeneradores) y sus hijos Boreas, Euro, Zéfiro y Notos; este es el viento solano, caliente y tormentoso que sopla del Sur, los poetas lo pintan alto, viejo y con los carrillos inflados.
En este caso, nuestro Notos, nuestro viento del sur ha querido participar más activamente en nuestros debates, haciéndose presente por encima de las bellas líneas de la literatura de Aldecoa.
Viento solano, “viento malsano”, culpable de los arrebatos humanos, como el que sufre Sebastián Vazquez en la novela de Iganacio; el viento al que la Biblia achacó la abrasadora pasión del rey David por la bella Betsabé por la circunstancia de que «soplaba viento ardiente del desierto, que mata a los camellos y… enloquece a los hombres…»; el viento que cuando soplaba, Winston Churchill evitaba visitar la Costa Azul; al que nuestro Raymond Chandler definía como “aquel viento seco y cálido que baja por los pasos de montaña y te alborota el cabello, hace tus nervios saltar y tu piel escocer. En noches como esas cada fiesta termina en una pelea. Las mujercitas palpan el filo del cuchillo de trinchar y estudian la nuca de sus maridos. Cualquier cosa puede suceder”. Tan funesta fama arrastra, que el Instituto Meteorológico Suizo publicó en 1974 una lista de trastornos asociados a su influencia: dolor de cabeza, mareos, asma, irritabilidad, depresión, agotamiento… Enla vecina Cantabria, al viento sur se le considera el viento de los pirómanos.
Entre nosotros tiene fama de provocar jaquecas y sopor y le ha ganado el nombre de Sorguiñaizia, se le atribuyó su origen en las cuevas de las brujas ocultas en los montes. A la superstición popular se le antojó que sólo las hechiceras podían crear un viento tan horrible (haize egoa, andrengogoa; viento Sur, alma de mujeres).
Aquí y ahora, estos malos vientos que nos ha traído el solano, no han tenido ninguna gracia