Santos inocentes 3 (Un recuerdo, una tradición, un breve comentario)

Santos inocentes 1

En tertulia

Una familia de campesinos formada por Paco y Régula y sus cuatro hijos, Nieves, Quirce, Rogelio y Charito (la Niña Chica), viven en una humilde casa al servicio de los señores del cortijo, trabajando, obedeciendo y soportando humillaciones sin queja alguna.

Su única aspiración es que sus hijos estudien para abandonar la vida que llevan. Charito, su hija menor, a la que llaman la Niña Chica, es deficiente mental y permanece siempre en una cuna. A la familia pronto se suma Azarías, hermano de Régula, al ser despedido de su trabajo en otro cortijo cercano. Azarías es un inocente con dificultad de expresión y deficiencia mental, cuya única preocupación es la cría de una pequeña grajilla, su milana bonita.

La vida en el cortijo sigue la misma rutina de siempre, unos mandan y otros obedecen; acontecimientos familiares, cacerías y fiestas se suceden en la Casa Grande. En una de estas cacerías, el señorito Iván mata con su escopeta al pájaro de Azarías, lo que provoca una respuesta de parte de éste, que acaba ahorcando al señorito.

Miguel Delibes

Santos inocentes 2

La inocentada

La broma más popularizada hasta hace poco en el Día de los Santos Inocentes era colocar un monigote blanco en la espalda de los amigos más despistados (inocentes que llevan la carga y no la sienten)

W

Santos inocentes 3

Hubo un tiempo en el que en las redacciones de los periódicos se discutía de víspera sobre la conveniencia de publicar o no noticias falsas a modo de inocentada. El debate ha periclitado por saturación víctima de la realidad, lo supe en el día en el que todas las portadas de los diarios nacionales coincidieron en resaltar que el Gobierno descartaba el ‘corralito’. Francia se dedica a detener a Aurore Martin, mientras se le escapa Gerard Depardieu; España encarcela a un ex yonqui rehabilitado por vender hace años algo menos de medio gramo de heroína, a la vez que inyecta nuestros dineros en el insaciable brazo de la banca; el IVA que no subiría se disparó; las pensiones, que no íbamos a tocar, se devaluaron; la paga de Navidad se cobrará en enero bajo la denominación de extra de verano; no íbamos a llegar a los cinco millones de parados, pero ahora mismo ya puedes saludar por la calle al desempleado seis millones; primera víctima del síndrome de Estocolmo sin secuestro ni secuestrador, Zapatero manifiesta su comprensión hacia Rajoy; las fotos de la mudanza de Casillas revelan que el multimillonario portero del Madrid convive en su casa con una máquina tragaperras en régimen de separación de bienes; escribes cualquier libro de remotísimo aliento revolucionario y en cuanto te descuidas un segundo el ex juez Garzón te ha hecho el prólogo; el rey insiste en comportarse como si no hubiera pasado nada; los periódicos acumulan en sus estanterías más informes policiales que tribunales y comisarías juntos; los imputados por corrupción abandonan los juzgados declarando muy ufanos: “Estoy plenamenente convencido de mi inocencia”; los traslados en ambulancias empiezan a cobrarse a precio de paseo en góndola y pronto saldrá más barato ponerse labios que una prótesis en la cadera. Por el camino, hemos tenido que aprender que hay suelto por ahi un ‘banco malo’, al parecer, diferente al resto, no pregunten en qué. Y en medio de todo esto, qué sentido tiene perder el tiempo intentando imaginar una noticia broma tan graciosa como inverosímil. Toda la vida vigilándonos la espalda para que no nos colgaran el muñeco de papel y al final resultó que el monigote éramos nosotros. Si 2012 ha sido un año perdido, todo apunta a que 2013 será una década extraviada. Mientras tanto, repitan conmigo y (con Azarías): “Milana, bonita”.

AM

3 comentarios en “Santos inocentes 3 (Un recuerdo, una tradición, un breve comentario)”

  1. «Los santos inocentes» eran los limpios de corazón, como en la novela de Delibes y la película de Camús.
    Yo ya no conozco a ninguno; ni escrutando al otro lado del espejo…
    En fin.

  2. Los últimos románticos

    Ser un resistente, he aquí la última forma romántica de vivir. Año 1942. Estación de ferrocarril en un pueblo de Francia, un individuo en un paso a nivel está apoyado en una bicicleta con un cigarrillo en los labios, pasa el tren con un silbido desolado, el individuo realiza con el brazo una contraseña y poco después en un puente cercano suena la explosión. El convoy ha saltado por los aires. Llevaba armas para el ejército nazi. El individuo monta en la bicicleta y se aleja canturreando la canción de los partisanos Oh, bella, ciao. Misión cumplida. La Resistencia Francesa estaba envuelta en un aura muy literaria. Había una guerra. Había un invasor. Eran tipos duros que se jugaban el pellejo. La literatura con que fueron adornados por la historia se ha extinguido, pero en cualquier tiempo, en cualquier lugar, los resistentes permanecen siempre con la misma actitud heroica frente a cualquier otra invasión que trate de doblegarlos. Aunque nadie los conozca por sus nombres, hay que considerarlos como los nuevos partisanos imbatibles. El invasor está ahora en todas partes; el convoy que lleva armas al enemigo pasa todos los días por delante de nuestra puerta bajo diversas formas: se trata, tal vez, de la crispación agresiva de la derecha cerril o de la izquierda corrupta y sin ideales, del fanatismo religioso que se ha apoderado de la calle, de los vestigios de la caverna y de la España negra, de la basura que emite la televisión, del cacareo gallináceo de algunas tertulias, de los rebuznos digitales que asolan el espacio. En el fondo es un solo enemigo que ataca desde flancos distintos, el mismo que, a veces, se alía con alguna caída personal, con la angustia de vivir sin aceptarse. Existen tipos admirables que no están dispuestos a claudicar frente a la adversidad. Ningún político conseguirá que se traguen una rueda de molino, ningún obispo les obligará a arrodillarse, ningún vendedor de peines intelectual les hará perder el tiempo y si la vida se les tuerce con una mala racha, con la crisis, la depresión y el paro, tratarán de soportar la dificultad sin romperse nunca por dentro. Son los últimos románticos de la resistencia que, desde la clandestinidad, se enfrentan cada día a la miseria moral que intenta anularlos. Oh, bella, ciao.
    Manuel Vicent

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