La noticia que se ha sabido ahora «El PP pagó sobresueldos en dinero negro a parte de su cúpula durante 20 » El titular está en todos los ambientes sociales y ocupará buena parte de las tertulias de esta noche de San Sebastián. Pero todos sabemos también que el lodazal sigue ahí. No será fácil limpiarlo. En este caso, quizás, se necesita que el agua sucia se lleve por delante a los que la ensuciaron.
El diario El Mundo asegura que Génova «distribuía cada mes sobres con cantidades entre 5.000 y 15.000 euros a secretarios ejecutivos, cargos públicos y otros miembros del aparato». Con Hernández Mancha, con Fraga, con Aznar, con Rajoy: el pago mensual «en B» a directivos del PP estaba normalizado hasta 2009. El dinero, según el diario, procede de donaciones, comisiones cobradas a constructoras o empresas de seguridad.
El diario El Mundo asegura en su edición de papel del viernes, citando «cinco fuentes solventes de las sucesivas direcciones del partido», que Luis Barcenas «pagó sobresueldos en negro durante años a parte de la cúpula del PP».
El diario dice que Bárcenas «distribuía cada mes sobres con cantidades entre 5.000 y 15.000 euros a secretarios ejecutivos, cargos públicos y otros miembros del aparato». El dinero procedía de comisiones cobradas a constructoras y compañías de seguridad y de donaciones anónimas.
El extesorero del PP «amenazó con revelar estos pagos si el partido no le ayudaba a eludir las consecuencias penales del caso Gurtel». Bárcenas habría amenazado con sacar a la luz esta contabilidad B si el partido no le ayudaba a librarse de las consecuencias penales del caso Gürtel.
La costumbre viene de la época en la que Manuel Fraga era presidente del Partido Popular. En aquellos tiempos, dice El Mundo, era tradición en todas las formaciones políticas el empleo de dinero en metálico para llevar a cabo la mayoría de las remuneraciones internas.
Cascos sistematizó el pago de dinero negro
Desde su posición de secretario general del PP desde 1989 bajo el liderazgo de José María Aznar, Francisco Álvarez Cascos afianzó esta práctica, pagando una parte del sueldo a la cúpula de Génova 13 de manera oficial y otra parte en dinero negro.
Según El Mundo, Rajoy nunca ha cobrado esos sobresueldos. Eso sí, no puso fin a la práctica hasta 2009, con lo que estuvo cinco años como presidente del PP, desde su toma de posesión en 2005, permitiendo los pagos.
El Mundo destaca en varias partes de su información que ha sido María Dolores de Cospedal la que puso fin a las gratificaciones en negro. «Rajoy, que según fuentes del PP no cobró nunca esos complementos, instruyó a Cospedal en 2009 para acabar con esta práctica». Y fue la actual secretaria general la que puso fin «a más de 20 años de salarios en negro».
«Corrupción masiva»
En un comentario junto a la noticia, Victoria Prego, adjunta al director, califica los hechos de «corrupción masiva y organizada» y la compara con los peores casos de corrupción ocurridos con los gobiernos del PSOE en los años 90. «¿Qué diferencia a los dirigentes del PP que hayan estado trincando cantidades inauditas de dinero de procedencia claramente ilegal, de aquellos Roldán, Vera y demás colegas de fechorías, que todos los meses se repartían sobres rebosantes de dinero literalmente robado de los Fondos Reservados del Estado? Aparentemente, muy poco, de modo que habrá que ir pensando qué nombre le ponemos a esta trama del PP que la iguale a los anitguos desmanes del PSOE».
El ‘caso Bárcenas’ no es que huela mal, es que apesta. Es un enorme pastel de mierda que erosiona la credibilidad de unas instituciones ya muy deterioradas. España 2013 se resume en dos chantajes: el jefe del Estado, amenazado por el socio de Urdangarin; y el jefe del Gobierno, amenazado por su tesorero. Los papeles de Bárcenas son pura dinamita; algunos ya circulan. ¿Sería aceptable que los mismos que hoy imponen durísimos recortes a los más débiles se repartiesen de forma sistemática sobresueldos del dinero de la corrupción? Los sobrecogedores no solo provocan miedo: también indignación.
sobresueldos, dinero negro… ¿a alguien le sorprende que ambos componentes cristalizasen en forma de sobre con billetes mensual, como admiten en privado dirigentes del PP? ¿Cómo explicar si no que quien llevaba las cuentas -que no podía recalificar nada él solito- pudiese acumular 22 millones en Suiza? ¿Cuánto dinero negro pasó por el tesoro del PP para que su gestor prosperase así?
¿No les parece a uds. que todo esto empieza a parecerse sospechosamente a Tangentopoli? (la gran diferencia es que cuando Tangentopoli acabó con el sistema partitocrático italiano salido de la posguerra, el PCI se había hecho el harakiri un año antes). Parece que estamos en una fase de transición y el problema reside en que, como en todo periodo de transición, no sabemos muy bien hacia qué
Manuel Bautista Pérez
Puestos a medir la calidad de nuestra democracia el mejor indicador sería probablemente la participación de los ciudadanos en la vida política. La teoría al uso dice que los partidos son el cauce natural de esa participación; sin embargo los bajos niveles de afiliación demuestran que eso no es así. En las pasadas elecciones, 35.779.208 personas tenían derecho a voto y, de ellas, 24.590.557 lo ejercieron. Buscando por aquí y por allá parece que la suma de los afiliados a todos los partidos en España asciende, en números redondos, a 1.300.000: un 4% de los electores.
Algo falla en nuestro modelo de democracia cuando el 96% de los electores (34 millones) no quieren afilarse a los partidos para participar en la vida política. Seguro que a muchos les gustaría contribuir más a mejorar esta sociedad por medio de la política. Hasta estarían dispuestos a hacerlo a través de los partidos si fueran atractivos. ¿Y a los partidos? ¿Les interesaría que millones de personas llamaran a sus puertas pidiendo participar en su actividad política?
En general la vida interna de estas organizaciones es bastante pobre. No sirve para formar políticamente a sus afiliados. Ni siquiera para darles una información sobre las propuestas del partido mejor que la que cuenta la prensa. Apenas hay debates sobre la situación política del país, y la mayoría de los que hay suelen centrarse en los asuntos internos del partido y, por tanto, en las luchas internas por el poder.
Supongo que la mayoría de los que siguen afiliados es porque están convencidos de que, pese a todo, es la mejor forma de mantener vivo un compromiso político para avanzar hacia un mundo mejor. Algunos aspiran honestamente a ejercer ese compromiso desde algún puesto parlamentario o de gestión pública. Y de hecho en muchos casos lo hacen, con contribuciones muy positivas. Otros, en cambio, lo ven como una simple oportunidad profesional. En todo caso hay muchos que se hartan y se van. Así que, probablemente, el total de afiliados “activos” no llegue ni a los 200.000.
Tampoco parece que los dirigentes de los partidos aspiren a otra cosa. Con esta fórmula disponen de unos cuantos expertos para responder a sus necesidades electorales, tienen suficientes candidatos para llenar sus listas electorales y mantienen una organización más disciplinada y controlada.
Voy a plantear una ficción. Supongamos que el sistema político se tomara en serio que los partidos fueran la vía de participación activa y masiva de los ciudadanos en la política, y una Ley les obligara a ello. Por ejemplo, calculando el dinero que reciben del Estado en función, no solo del número de diputados que sacan, sino también por el número de sus afiliados. Eso supondría un cambio radical en su filosofía de actuación. No es lo mismo captar votos, que pueden ser incluso el fruto de una decisión puntual bajo la presión psicológica de que los otros traerán el “desastre”, que captar afiliados, que pueden salirse a los dos meses. Tendrían que hacer lo que hace cualquier empresa cuando constata que sus clientes le dan la espalda: preguntar a los ciudadanos qué podría interesarles de su partido y hacer los cambios correspondientes.
Si yo fuera –y sigo con la ficción- el responsable de hacer esos cambios en un partido, partiría de la base de que los posibles interesados querrían, en primer lugar, no tener la sensación de que afiliarse a un partido es como entrar en una organización “cerrada”, una especie de secta donde piden fidelidad, disciplina, obediencia, etc., en dosis significativas. Nada de eso. A esas personas les diría: usted participa en este partido cuando quiera y como quiera, sin fidelidades ni adhesiones. Puede asistir a conferencias y debates sobre temas de actualidad, de personas que digan cosas que merezca la pena escuchar, de las que usted pueda aprender y con las que pueda debatir. Puede formar parte de grupos de trabajo para analizar los problemas concretos que a usted le interesen y elaborar propuestas de solución. Propuestas que, tras superar los oportunos exámenes de viabilidad, pudieran ser incluidas en los correspondientes programas electorales y de Gobierno. Puede participar, si lo desea, en los actos e iniciativas públicas que considere convenientes. Y, por supuesto, usted es libre de participar al mismo tiempo, si quisiera, en los debates, trabajos y actividades de otros partidos. Esa aparente infidelidad no sería un pecado. Creemos que aportar y sopesar las ideas expuestas en otros partidos incluso enriquecería nuestros debates internos.
Este funcionamiento no tendría por qué ser incompatible con la capacidad de decisión de la dirección del partido. ¿Que una propuesta le parece inadecuada a la dirección? Pues la rechaza. Pero, eso sí, tendrá que esforzarse en explicar por qué y convencer a sus artífices. De lo contrario perdería “clientes”. Pero ya solo con ese esfuerzo, convertido en práctica cotidiana, se lograrían al menos tres cosas: consolidar un método de formación y debate político que ayudaría a atraer y madurar a más ciudadanos, disponer de una mayor fuente de ideas y reducir el recurso a la mentira por parte de los dirigentes, al ser más públicos los procesos de elaboración de los programas.
Es una ficción. Cierto. Pero un sistema de primarias para elegir, por ejemplo, al candidato a Presidente del Gobierno podría ayudar a avanzar en esta dirección. Tal como sucede en Estados Unidos, los votantes en esas primarias tendrían que inscribirse en el registro del partido como “simpatizantes”. Pero, como sucede allí, eso no les impediría luego votar al candidato de otro partido o abstenerse. En esas primarias los candidatos tendrían que debatir entre sí públicamente durante varios meses, esforzándose en explicar sus diferencias. Del mismo modo, un sistema de listas abiertas para elegir a los diputados entre los diversos candidatos, ayudaría también a avanzar en este sentido.
Evidentemente, los cambios en esta dirección deben ser emprendidos desde los propios partidos. Son ellos los que deben abrirse a la sociedad y orientarse hacia sus “clientes”. Pero, si no estuvieran por la labor ¿significaría eso que los ciudadanos no pueden hacer nada? Sería más difícil, pero sí podrían hacerse cosas.
Imaginemos, por ejemplo, que un grupo de personas quisiera organizarse para informarse, reflexionar y debatir sobre los principales problemas que tiene la sociedad, con el objetivo de elaborar propuestas de solución. Podrían empezar por publicar sus reflexiones y propuestas en Internet. A medida que fueran consolidando sus métodos de trabajo y que fueran despertando el interés en otras personas, su grupo se podría ir ampliando con quienes estuvieran interesados. Podrían pasar a organizar debates públicos de carácter periódico y así, poco a poco, ir generando una estructura de funcionamiento, cada vez con mayores niveles de participación, con debates más maduros, invitando a expertos y a personas con experiencia política. Siguiendo así podrían llegar a crear una organización relativamente potente, con capacidad de análisis, de reflexión y de gestación de opiniones y propuestas alternativas. Si fueran capaces de adquirir una cierta relevancia social y mediática, acabarían teniendo una cierta influencia sobre los partidos y los políticos convencionales. Si en lugar de una sola iniciativa fueran muchas, estaríamos asistiendo a una activación política de la sociedad civil.
A la postre, los partidos se enfrentarían al dilema de abrirse a la sociedad para dar cabida a estas iniciativas, o acabar siendo arrinconados por otros tipos de organizaciones políticas mejor conectadas con la sociedad. ¿Es una ficción? Ya veremos.
Y si jugamos a la rebelión organizada
Lunes, 21 de enero del 2013
Todas las revoluciones modernas se asientan en la dislexia entre las injusticias hacia los ciudadanos y la impunidad de los dirigentes. En épocas de crisis y escasez, las desigualdades son más insoportables. Recortes, desempleo, cierre de urgencias; y mientras se conocen detalles de la corrupción insoportable entre la clase dirigente.
Luis Bárcenas tiene cogido a Rajoy por donde más le duele. El presidente dice que hay que dar impresión de honradez pero no se esfuerza por exigirla porque lo que cuenta para él es lo que parece; no lo que es. Quiere que se pase la marea para no poner diques.
Las redes sociales son el remedo de las antiguas reuniones clandestinas. Todo se sabe en tiempo real y la catarsis no se reduce a la denuncia; la indignación es acumulativa hasta que los vasos comunicantes desbordan el sistema. Y la revolución tecnológica no ha hecho más que empezar. Controlar medios de comunicación no blinda contra el conocimiento de lo que ocurre. Cada uno, en cierto modo, es el corresponsal de un universo de injusticias. Se puede comprar un periódico o controlar una televisión; imposible intervenir a los cibernautas. Cada ciudadano es el consejo de administración de sus instrumentos sociales.
Urdangarin, Bárcenas, Ignacio González y Baltar son solo punta del iceberg de una historia interminable que no promueve otra reacción entre los responsables políticos que las bravatas. A Rajoy no le tiembla la mano, pero para no hacer nada. Cospedal habla de velas y palos, y mira para otro lado.
Nuestra clase dirigente es especialmente ludópata. Arriesgan hasta la última ficha en la apuesta imposible de que la ciudadanía no explotará. La ley de la ‘omertà’ se rompe cuando quien tiene la justicia apretando sobre el cuello echa para adelante a sus cómplices y encubridores.
Las encuestas son tozudas: Rajoy se hunde en la desconfianza y la desafección y el PSOE no remonta. En la física política los vacíos se cubren con fuerzas incluso desconocidas. La indignación tiene fases consecutivas. De la depresión y el miedo a la explosión reivindicativa. Faltan detonadores, pero la chispa está preparada. Si no reaccionan con contundencia los partidos de izquierda y los sindicatos, haciendo catarsis en sus propias filas para legitimar sus denuncias de los adversarios, serán superados por la marea social.
Una revolución sin liderazgo carece de resultados institucionales. Y para que se depure una sociedad domeñada por la corrupción hace falta una marea estructurada que levante nuevos diques en la vida pública.
De momento las redes sociales tienen la presión desbordada. Todavía no se ha estructurado una respuesta ciudadana al margen de las respuestas heroicas grupales. Ayer fueron los mineros, después los maestros y ahora los médicos. Los jubilados se rebelan también contra el cierre de las urgencias. Y hasta la Justicia detiene el euro por receta y el cierre de servicios médicos esenciales. La salud pública insiste en convertirse en negocios para los amigos del poder. ¿Por qué no sincronizar todas las protestas?
La pregunta que todavía no tiene respuesta es la del detonador de la explosión. La corrupción, los desahucios y la miseria son los componente químicos de la mecha. ¿Alguien se ofrece para encenderla?
Esta claro que tenemos que organizarnos toda la sociedad para acabar con todo esto y salga una sociedad más decente de la actual, pero tenemos que organizarnos es l base de todo. No nos quedemos sólo protestando e insultándolos y ya está. así solamente no conseguiremos nada de nada.
lulu54
Carlos Carnicero, me gusta y entiendo muy bien tu comentario, pero yo te voy a dar una espita, que duele mucho y que hace reaccionar muy deprisa. presionar a través de los bancos.- retirando nuestros ahorros, o el efectivo que cobremos el día 1 de cada mes. cuando les tocas el bolsillo, es donde mas le duele
Suele ocurrir con muchos casos de corrupción o de irregularidades financieras. Tras la tormenta inicial, se acaban diluyendo y perdiendo en un laberinto de larguísimos procesos judiciales, investigaciones que no conducen a nada, elusión de responsabilidades y olvido final de los temas, tanto por parte de los ciudadanos como de los propios medios de comunicación. Es lo que está sucediendo con la trama Gürtel, que también (¡qué casualidad!) afecta de lleno al PP. Se ha convertido en un proceso judicial farragoso e infinito.
Una vez más, llegamos a la misma conclusión, y es que en este país, con la lentitud y extrema parsimonia de su sistema judicial, casi nunca se llega al final de los asuntos, sobre todo si implican a la oligarquía político-financiera-económica que sigue partiendo el bacalao en nuestra sociedad y que sabe muy bien protegerse a sí misma.
La investigación del caso Bárcenas se podría resolver mediante la sencilla aplicación del cuestionario Winfrey, sustituyendo la pregunta “¿es posible ganar siete tours seguidos sin doparse?” por la de “¿se pueden ganar 22 millones de euros seguidos de forma honrada?”. En ambos casos, encontraríamos ejemplares humanos convencidos de que sí, perfectamente, porque para eso están los fanáticos. Esperanza Aguirre, por su parte, considera que el PP se encuentra ante una gran oportunidad de regenerar el partido, obviando que en la política como el deporte, cada nuevo positivo no ha servido para erradicar las prácticas fraudulentas, sino más bien para perfeccionarlas.
Ante el riesgo de que una única auditoría acabara topando con algún tipo de irregularidad, el PP ha anunciado que se someterá a dos, así se garantiza el beneficio de la duda, sean cual sean los resultados de la una y de la otra, contradictorios entre sí, con toda certeza. Lo mismo podría cachear contra la pared a todos los mendigos de la calle Génova y obtendría indétidos resultados. En cualquier caso, lo mismo da desde el momento en el que las conclusiones se anuncian para dentro de un año, en la vertiginosa España de los escándalos, una eternidad. Ya no se trata de resolver la ecuación de ‘quién vigila al vigilante’, sino que hemos retrocedido a la fase previa: ¿quién era exactamente el vigilante? En cuanto a Rajoy, ha asegurado que no le temblará la mano, la única promesa que está en condiciones de cumplir en toda la legislatura. Basta con alterne sus dos posturas fundamentales: de brazos cruzados o con ellas en los bolsillos.
Recordad: el problema no es la corrupción o la codicia. El problema es el sistema que os empuja a rendiros. Estad atentos no sólo a los enemigos, sino a los falsos amigos que ya están actuando para diluir este proceso. De la misma manera en que os dan café sin cafeína, cerveza sin alcohol o helado sin nata, tratarán de convertir esto en una protesta moral inofensiva.
La razón por la que estamos aquí es que estamos hartos del mundo que recicla latas de Coca-Cola, del mundo del capuccino Starbucks, del mundo que destina un 1% de la riqueza a los niños que pasan hambre. Ya no es suficiente para que estemos a gusto, después de que se hayan subcontratado la guerra y la tortura e incluso después de que las agencias matrimoniales subcontraten a diario hasta nuestra vida amorosa.
Podemos ver que durante un largo tiempo permitimos que nuestro compromiso político también fuera subcontratado. Lo queremos recuperar
La visión clara de las cosas, decía Albert Camus, saber por qué se han producido, excluye la desesperanza y el odio. El premio Nobel, ensayista y periodista francés lo aplicaba a la guerra, pero hoy el artículo en el que expresó ese razonamiento debería ser de lectura obligatoria para ciudadanos, políticos y periodistas incluidos, de este país.
Sobre todo porque puede ayudar a que evitemos escenarios parecidos a los que se produjeron en Italia en los años noventa y que terminaron con la irrupción de un personaje como Silvio Berlusconi en la presidencia del Consejo de Ministros.
En España sabemos lo que ha pasado. No es cierto que estemos secuestrados por la corrupción, como algunos proclaman. Es cierto que llegó muy arriba y que afectó a mucha gente. Mejor dicho, es cierto que existe un grado intolerable de corrupción entre las élites que dirigen este país, no solo en el mundo de la política sino también el mundo financiero, o incluso, en los medios de comunicación. Eso es indiscutible.
Pero sabemos cuál fue el mecanismo que engrasó toda esta red, un mecanismo concreto y aislable, que parte de la complicidad entre la especulación inmobiliaria y las necesidades, primero, de los partidos para financiarse y, después, del ansia de enriquecimiento desmedido de muchas de esas minorías dirigentes. Fue ese mecanismo el que casi destruyó los controles democráticos. Son esos mecanismos los que hay que destruir, no a la clase política en su conjunto.
Es cierto que las élites de los partidos políticos, en cuyas filas hay infinidad de personas honradas, reaccionaron con la peor de las medidas posibles cuando aparecieron las primeras llagas: el recurso a la unidad y los llamamientos a la cohesión interna y la defensa de los líderes. Los medios de comunicación tampoco supimos mantener la tensión exigible en una sociedad sana en defensa del funcionamiento democrático de las instituciones, dispuestos, bien al contrario, a rivalizar en el simple escándalo para aumentar audiencias o lectores. Unos no supieron mantener la tensión y otros, peor aún, se pusieron al servicio de intereses oscuros.
Lo peor ahora sería olvidar los mecanismos que llevaron a la corrupción de buena parte de esas élites. O creer a quienes nos dicen que todo el mundo quedó enredado en esos engranajes. No es cierto. Aunque solo fuera porque no todos tenían acceso a esos mecanismos. Pero también porque no todos los partidos se aprovecharon de ellos, ni todos los políticos, ni todos los medios de comunicación.
Hay que identificar, antes que nada, los casos de corrupción vinculados a las minorías dirigentes de los partidos con responsabilidades de gobierno. De todos ellos, pero muy especialmente de quienes dirigen ahora el país, porque para eso son las responsables de las políticas que se llevan a cabo, porque para eso son ellos los responsables, en este momento, de acabar de una vez con esos mecanismos.
Tenemos que remover nuestra apatía, esa apatía organizada y desalentadora de la que hablaba Camus. Hace falta ser obstinados en el rechazo. Rechazo de los ministros que acuden al Parlamento y que creen que pueden insultar y atacar a quienes les critican; rechazo obstinado a quienes en la oposición no plantean las cuestiones reales que nos afectan. No aceptación, no admisión, resistencia ante quienes, desde la política o desde los medios de comunicación, quieran hacernos creer que hay cosas más importantes que lo que nos sucede a los ciudadanos, cosas más importantes que los seis millones de parados, que el control democrático de las instituciones. Y los primeros que tenemos que ser obstinados somos los periodistas que, como pedía Camus, no debemos incitar al odio o la desesperanza, y que, como las élites políticas, también hemos perdido el sentido de nuestro trabajo y debemos luchar por recuperar crédito. Los políticos deben extirpar los mecanismos de corrupción. Y los periodistas, los mecanismos del sensacionalismo, la creencia de que, en momentos como este, es lícito apelar a las emociones.
El común denominador de los cuatro tesoreros que jalonan la corta historia del Partido Popular es su holgada economía: dejan el cargo con una fortuna imponente. Pero, claro está, no todos llegaron al PP con los bolsillos bien llenos. De esa tendencia se aparta Luis Bárcenas, que ingresa como chico para todo en 1982. Educado, discreto y aplicado, lleva una carrera oscura durante 22 años en la cocina del PP sin más relevancia que su pasión por el alpinismo. El perfil del tesorero del PP tenía otra característica: hacer dinero durante el franquismo, que también rompe Bárcenas porque es muy joven cuando entra en las oficinas del PP. Bárcenas ha viajado mucho a Suiza. Subió el Mont Blanc en solitario. Por qué deja la montaña para abrir una cuenta en un banco es ahora un secreto bien guardado.
ÁNGEL SANCHÍS. Accedió a la tesorería del partido en 1982, con Fraga de presidente y Jorge Verstrynge de secretario general. Entre los vicesecretarios estaba Carlos Robles Piquer, cuñado de Fraga y consejero de Sanchís en el Nuevo Banco, una entidad de su propiedad. Dejó el cargo en 1987.
La historia de estos cuatro jinetes de la tesorería se cruza muy pronto, allá por finales de los años ochenta, cuando coinciden en un partido que se refundaría como Partido Popular en 1989. Ángel Sanchís ingresa en Alianza Popular para hacerse cargo de las cuentas del partido por su doble condición de empresario y exbanquero. Había fundado el Nuevo Banco en 1973, una pequeña entidad en la que tendría como consejero a Carlos Robles Piquer, cuñado de Fraga y lo había vendido en 1978 al Banco de Levante por 2.000 millones de pesetas. Con parte de ese capital iniciaría sus inversiones en Argentina, donde es el hombre que produce actualmente cítricos nada más y nada menos que para la Coca-Cola. Por cierto, el devenir del Nuevo Banco no fue muy brillante: tras su fusión con el Banco de Levante terminaría intervenido en 1982 con un agujero de 10.000 millones y finalmente adquirido por Citibank.
Sanchís fue llamado por Fraga para dirigir las finanzas de AP y sustituir a Isidoro Giménez, un hombre que ejerció de gerente, recomendado por Emilio Botín padre. Ese nombramiento describe el perfil que se buscaba para la tesorería: gente respetable, con dinero y bien relacionada con el empresariado. No solo tenían que administrar. También tenían que conseguir.
ROSENDO NASEIRO. Ocupa la tesorería en 1987, cuando el presidente era Antonio Hernández Mancha y secretario general Arturo García Tizón. En 1990 Aznar alcanza la presidencia del que se llamaría Partido Popular, pero estalló el ‘caso Naseiro’ y este dejó el cargo.
Sanchís traslada al partido a su equipo de confianza en el Nuevo Banco, con la idea de crear una estructura. Como todo en ese tiempo gira alrededor de Fraga, entra a formar parte de ese equipo un joven Luis Bárcenas, compañero de aventuras de Luis Fraga, sobrino del líder. Sanchís es el hombre de los dineros del PP en un tiempo en el que el partido sufre reveses electorales uno tras otro. Llegan las tensiones. Y los cambios.
Sanchís deja el cargo en beneficio de Rosendo Naseiro, un gallego hecho a sí mismo, que comenzó trabajando en una tintorería para luego crear una cadena y posteriormente convertirse en empresario de transportes. Finalmente, sería un experto en arte hasta acumular la mejor colección de bodegones (naturaleza muerta) de los siglos XVII y XVIII y vender 40 de ellos al BBVA por 26 millones de euros en 2006. Si Sanchís era valenciano, Naseiro se había afincado en Alicante. Su llegada es algo confusa: parece que le llama Fraga, pero le nombra tesorero Antonio Hernández Mancha. Naseiro dura muy poco y se hace célebre por una investigación judicial (y unas grabaciones históricas) que descubre serios indicios de financiación irregular, sumario que fracasa en los tribunales por un defecto de forma. Era el caso Naseiro. Llega a ser detenido y deja el cargo en 1990.
En ese periodo, Sanchís cede un despacho en una de sus empresas a Manuel Fraga y financia su actividad. A Sanchís le iban bien los negocios en Argentina, pero un crédito de 18 millones de dólares concedido por el ICO (Instituto de Crédito Oficial) un año después de llegar el PP a La Moncloa ayuda mucho.
ÁLVARO LAPUERTA. Nombrado por Aznar en 1993. Estuvo en el cargo hasta 2008, cuando se jubila. Trabaja con Álvarez-Cascos, Javier Arenas y Ángel Acebes como secretarios generales.
La tesorería queda vacía entre 1990 y 1993, pero hay empleados del partido que llevan las finanzas. Allí estaba Luis Bárcenas, tan discreto en los despachos de Génova como excéntrico acerca de su dedicación al alpinismo. Formó parte de una cordada al Everest, formada por montañeros de varias regiones y financiada por las Cajas de Ahorro, que abrió la llamada vía española. A esa aventura le acompañó su inseparable Luis Fraga. Culminaron. Al regreso, Luis Bárcenas vendió que había hecho el descenso en esquí (pensaba hacerlo en parapente): “Nadie lo ha hecho desde la arista noroeste… y aquí estoy yo”, dijo a la vuelta. La federación española puso en duda ese logro (la vía española era casi idéntica a la vía japonesa) y un compañero de cordada explicó así el éxito de Bárcenas en el presunto descenso: “Tuvimos que subir a buscarlo, ya que casi sin vista y sin fuerzas bajó arrastrándose y cayendo continuamente”.
El episodio Naseiro lo resuelve Aznar con el nombramiento de Álvaro Lapuerta, un hombre experimentado. Había sido ya un prócer durante el franquismo, llegó a ser procurador en Cortes y diputado por AP en La Rioja. Fue propietario de Nueva Rioja, el periódico que difundió los escritos de juventud de Aznar. Lapuerta gestionó un periodo de calma: 15 años sin ruido. El PP era el partido con mayores donaciones anónimas, pero no levantaba sospechas.
Bajo el reinado de Lapuerta, Bárcenas se mantenía en un segundo plano, aunque ya como gerente, en el despacho de al lado, en la sexta planta. No tenía perfil político, pero es con Rajoy cuando entra en las listas como senador por Cantabria (a pesar de ser de Huelva).
Ingresa en el partido en 1982 en el área de tesorería. Años después, pasa a ser gerente. Rajoy le nombra tesorero en 2008 con María Dolores de Cospedal como secretaria general. Deja el cargo en julio de 2009 por estar imputado en el ‘caso Gürtel’.
Y es de nuevo Rajoy, finalmente, quien le nombra tesorero en 2008, cuando se jubila Lapuerta. Para entonces, Sanchís y Naseiro han seguido consolidando sus fortunas y abriendo sendas sicavs (sociedades de inversión) para no pagar demasiado en impuestos (Flmcinco y Bitácora Atlántico,respectivamente).
Bárcenas ya tenía experiencia acreditada y, por lo que se aprecia en el sumario del caso Gürtel, un patrimonio respetable: al menos, 22 millones de euros en un banco suizo. Es decir, en ese momento cumplía con el perfil del buen tesorero del PP: gente respetable y con fortuna
No nos hagamos ilusiones, no vamos a salir del lodazal, por mucha basura que se acumule, aunque la mugre nos llegue hasta el cuello, mientras no entendamos que la corrupción es una tiranía y que estamos aceptando esa tiranía sin sublevarnos
Iñaki Gabilondo
¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.
(Nos quedan las mujeres morenas)
Siempre tendré más dudas que deudas (que ya es decir), pero me da la impresión de que, de entre todo lo ocurrido esta semana, lo más importante no es que el presidente del Gobierno sea llamado a testificar por corrupción, ni que el ex presidente de la CAM ingrese en prisión, ni siquiera que el compiyogui de Letizia haya tenido que pagar cien mil pavos para no dormir en la trena (esta gente está acostumbrada a pagar hoteles muy caros). Lo que tiene más charme y trascendencia es lo de Francisco Marhuenda y Mauricio Casals, director y presidente de La Razón, presuntos chantajistas high standing subidos al astrolabio de Planeta. Mientras las televisiones sí pingponeaban con el melifluo tertuliano de un plató a otro, los periódicos de papel se la cogían con el de fumar a la hora de relatar las aventuras de Tintín en la sima de Lezo. Ni El País ni El Mundo han querido editorializar sobre la pestilencia mediática de esta mafia corrupta.
Tampoco sus columnistas se han manchado las manos de tinta contraria. A excepción del opinador de Prisa Javier Ayuso, curiosamente ex portavoz de la Casa del Rey, que este viernes desayunó sin azúcar: “Ambos [Marhuenda y Casals] tienen el derecho a la presunción de inocencia, pero hay frases que suenan muy mal. Sobre todo, las que hablan de ‘inventarse noticias’ o de que ‘por las malas tiene mucho que perder’. Aunque la que realmente suena a coacción es cuando Casals dice: ‘Que vea [Cristina Cifuentes] que no es únicamente La Razón, que están Antena 3, Onda Cero y la Sexta’. Se suele decir que no se puede sorber y soplar a la vez. ¿O sí?”.
El único papel que dio algo de caña fue el ABC, competencia más que directa, siempre celoso de su clon. Su director, Bieito Rubido, apuntaba directamente, aunque sin citar a nadie, contra La Sexta: “En este país que algunas televisiones reducen a una caricatura maloliente de la malversación política –y ya escribimos muchas veces que terminaría volviéndose contra ellas– la vida continúa”. El final de la frase suena a Julio Iglesias, pero el resto es puro heavy.
David Gistau, siempre versolibrando, daba por hecha la culpabilidad de los dos egregios imputados. Habla de “periodistas que se dejan instrumentalizar a cambio de botines fáusticos”, y sugiere que “recuerdan a la mafia los mandatos a un periódico para que a alguien le aparezcan cabezas de caballo en la cama”.
Siguiendo con el torcuatiano papel, el inefable Hermann Terscht se atreve a asegurar que “el peor delito de los políticos españoles no es la corrupción de pocos o muchos, sin duda menor que la de los periodistas”. Aserto creíble, quizá, si no estuviera en boca de un fulano que cobraba 500 euros por cada dos minutos en la Telemadrid de Esperanza Aguirre (facturó del arruinado ente público más de un millón de euros por regurgitar soflamas contra cualquier enemigo de la lideresa).
Hoy la rama mediática de la operación Lezo ya se ha enterrado en el papel, y a mí me da un poco de pena. Creo que la gente tiene derecho a saber quién le informa y de qué se le informa. Pues resulta que la tinta con la que renglonean algunos de nuestros periódicos está fabricada con sangre del contribuyente. No hay que olvidar que los detenidos del Canal de Isabel II, entre otras cosas, desviaron más de un millón de euros opacos al periódico que timonean Marhuenda y Casals. Siempre se han pagado muy altos precios por la libertad de expresión. A veces, hasta la vida. Su perversión, que diría Rajoy, “hay que recibirla con absoluta normalidad democrática”. Suerte, compiyoguis.
En multitud de ocasiones nos decía Esperanza Aguirre, esa lideresa pepera que siempre se va y nunca acaba de irse, que de todos los cargos políticos que ella había nombrado (más de 500, según propio testimonio), sólo dos le habían salido «rana». A tenor de lo ocurrido y destapado durante estos últimos meses, más bien tenemos que concluir que ella es la rana, ella es la protectora principal de la escandalosa corrupción de su partido, ella es la encargada de elegir a sus «batracios» preferidos, y su partido, el PP, es la charca donde nacen, se crían, actúan, se reproducen y mueren. El PP es ese partido corrupto por definición, ese engendro polìtico por antonomasia, esa charca fétida e infecta, esa maquinaria ponzoñosa de donde emerge la flor y nata del capitalismo más vil y descarnado, que es la propia esencia de la corrupción. Y es que después de los casos que todos conocemos, y cuya lista completa necesitaría varios artículos más (Pokemon, Auditorio, Palma Arena, Rus, Fabra, Púnica, Tarjetas Black, Gürtel, Baltar, Bankia, Rato o Brugal son algunos de los más conocidos) ha estallado el caso Lezo (en honor a Blas de Lezo, el famoso marino español del siglo XVIII), que implica al que fuera número 2 de la Administración Aguirre y posteriormente Presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y hasta 12 detenidos más (entre ellos, un hermano del ex presidente madrileño).
González ya venía siendo acosado por diferentes frentes (tales como el caso del conocido ático de Estepona, entre otros muchos, cuyo proceso de compra estudian los jueces), pero ahora, tras un minucioso y extenso registro por parte de la Guardia Civil tanto de la mansión como del despacho de González, así como de la sede de la empresa Canal de Isabel II, se ha procedido a dichas detenciones, acusando a Ignacio González de una extensa variedad de delitos contemplados en el Código Penal (prevaricación, organización criminal, malversación, cohecho, blanqueo, fraude, falsificación documental y corrupción en los negocios). Esta «Operación Lezo» se centra sobre las oscuras actividades que llevó a cabo la mayor empresa pública de la Comunidad madrileña, Canal de Isabel II (con más de dos mil empleados/as), encargada de gestionar lo relativo al servicio público del agua para todos los madrileños. Concretamente, se centra en el saqueo que para las arcas públicas hayan podido suponer (estimado en más de 60 millones de euros) las diversas operaciones de adquisición de terceras empresas dedicadas a la gestión de los recursos hídricos situadas sobre todo en América Latina (República Dominicana, Haití, Colombia, etc.). La práctica habitual parece ser la de libro: adquirir empresas ruinosas a un precio de mercado bastante más alto que el estimado, para desviar comisiones ilegales, y enriquecer personalmente a los líderes y gobernantes de estas tramas corruptas.
Y como decimos, la detención de Ignacio González se suma a la ya larga lista de políticos amparados por la lideresa Aguirre, y acorralados por la corrupción. Y es que decenas de alcaldes y cargos públicos del PP están involucrados directa o indirectamente en casos de corrupción. Ahora suelen distinguir eufemísticamente entre «meter la mano y meter la pata», para disculpar las torpes gestiones de algunos cargos públicos, y para intentar desviar el foco de atención sobre algunas prácticas, también corruptas. Porque incluso se han atrevido (en sus discusiones con su formación política muleta, como es Ciudadanos) a revisar los límites del concepto de corrupción, circunscribiéndolo a los casos donde haya existido enriquecimiento personal. Una distinción absolutamente absurda, pues el concepto de corrupción no sólo es que abarque mucho más que eso, sino que es completamente inherente a su forma de gobernar, a su manera de entender la política. Y así, las famosas «ranas» de Esperanza Aguirre ya incluyen a López Viejo, Granados, González, Figar, Victoria, Beltrán Gutiérrez, Jesús Sepúlveda, González Panero, Moreno Torres, y un largo etcétera de cargos públicos del partido de la carroñera gaviota. Porque la corrupción les acompaña desde el mismo momento de su llegada al poder, desde sus tomas de posesión. Porque la corrupción consiste simplemente en desvirtuar la política, en desenfocarla de su principal misión de velar por el interés general, para favorecer al interés particular de los gobernantes y sus allegados.
La corrupción es la natural forma de actuar de la trama política-económica-mediática que nos gobierna, y que viene visibilizando Podemos en su «TramaBús». Bancos, grandes multinacionales, entidades públicas, se unen y entremezclan los intereses públicos con los privados, saqueando las arcas públicas en beneficio de los altos dirigentes de las mismas, y bajo la cómplice y servil colaboración de los políticos de turno, que luego ocuparán lujosos sillones en los respectivos Consejos de Administración de esas grandes compañías. Ese el el motivo para las privatizaciones, para los recortes, para las «liberalizaciones», para las «externalizaciones», que son los nuevos eufemismos bajo los que disfrazan sus indecentes planes y actuaciones. Es realmente una trama de intereses que configuran políticos y empresarios en detrimento del conjunto de la ciudadanía, con la colaboración especial de los grandes medios de comunicación, que aunque «destapen» los casos de corrupción, jamás cuestionan los grandes dogmas del sistema, ni ponen en entredicho sus propios mecanismos de actuación. Es una trama que está parasitando las instituciones, socavando la democracia, y expoliando los recursos públicos. La corrupción no es la excepción, es la norma. La corrupción no es aislada, es endémica. La corrupción no es la manzana, es el cesto. La corrupción no es la rana, es la charca. La corrupción no es una noticia puntual, sino nuestra decadente realidad cotidiana.
Y el PP es el mejor paradigma de esa corrupción. Se trata de un partido que se ha comportado (y así está reconocido por los jueces) como una auténtica organización criminal, organizada para delinquir. El Presidente de ese partido es el Presidente del Gobierno. Como nos cuenta Francisco Garrido en este artículo, la actividad política del PP está íntimamente vinculada, estrechamente relacionada con su actividad delictiva, pudiéndose concluir que es su «modus operandi» natural, su manera de actuar por defecto. Hoy día son más de 400 los altos cargos procesados por actividades delictivas, entre los que se encuentran todos los antiguos tesoreros del partido, y gran parte de las distintas direcciones políticas locales, autonómicas y estatales de esta organización mafiosa. El mismo Presidente del Gobierno (y del partido), mientras dirige los designios del país, es responsable máximo orgánico y operativo de actividades (campañas electorales, congresos, sedes, etc.) que son causa específica de investigación criminal, e incluso aparece señalado como beneficiario directo de la financiación ilegal (mediante los famosos sobres). Y como Francisco Garrido expresa: «No es que el PP hiciera política para cometer delitos sino que cometió delitos como forma ordinaria de hacer política. Lo que caracteriza a una banda criminal no es que en ella coexistan diversas finalidades de la acción colectiva sino el que la organización es usada como instrumento en la comisión de delitos». Y concluye: «No es que los corruptos se aprovechen del partido es que es el partido el que aprovecha las conductas individuales de los corruptos».
¿Cuál es la conclusión que podemos sacar de todo ello? No cabe otra: por sanidad democrática, por limpieza de la vida pública, por la recuperación de la misión y el control de las instituciones, el PP debería ser ilegalizado. Y lo absolutamente inexplicable en una sociedad democrática es que «ese partido al que nos referimos», es decir, el PP, esa formación política proyectada para delinquir, esa maquinaria de dopaje electoral y de corrupción endémica, no sólo lleve las riendas del actual Gobierno del país, sino que además persista en las diversas encuestas como formación política más votada. Es un claro síntoma de una sociedad decadente y alienada. Y es que asistimos, en palabras de Jesús García Gualdras, al «destrozo de la cultura de la honestidad». En una carta publicada bajo tal título en el medio Rebelion.org, nos describe textualmente cómo «Los representantes políticos se acaban constituyendo en cártel de intereses que se presentan a las elecciones, y gracias a las redes clientelares que van organizando, con la complicidad de las empresas de medios de comunicación, que son parte de la misma trama, consiguen instalarse en los centros de influencia». Toda una trama organizada con fines y medios concretos, bajo un disfraz político que dice mirar al interés general. Una sociedad madura, avanzada y democrática no puede soportar por más tiempo esta terrible situación. Hemos de tomar conciencia de la gravedad de la corrupción en nuestro país, y actuar en consecuencia dando la confianza a otras opciones políticas que al menos están pidiendo intentarlo.
Rafael Silva
Tienen un buen desafío los guionistas: dos jefes, Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre rodeados de corruptos, y deben de condenar a una y santificar al otro… Al toro, artistas
La retransmisión de programas religiosos costó 260.000 euros a EiTB en 2016
Que un fiscal de Anticorrupción trapichee con sus subordinados, ofreciéndoles autorizar un registro a cambio de que renuncien a calificar a un delincuente como miembro de una organización criminal, no es normal. Que un director de periódico se ofrezca a fabricar noticias falsas contra un Gobierno autonómico para favorecer a un amigo implicado en un caso de corrupción, no es normal. Que el presidente del Gobierno de la nación sea convocado como testigo en una causa contra la financiación ilegal de su partido, no es normal. Que los responsables de las empresas públicas las utilicen de forma sistemática como patrimonio para especular y forrarse, no es normal. Ya ha pasado el tiempo de resguardarse, taparse la cabeza y esperar a que amaine el temporal. En España, hoy, sólo queda una raya y ni siquiera es roja. Es tan negra como el desprestigio de sus instituciones, un fenómeno que, desde luego, no es normal.
Tienen razón los humoristas españoles al denunciar el salvaje intrusismo y desleal competencia que les hacen los distintos portavoces del PP cuando para resguardarse del diluvio de Corrupción que los anega, sacan el paraguas azul mahón con la leyenda “Nuestro Partido es vanguardia en su combate”.
Olvidan los “aparatistas” peperos, encandilados por esas películas en las que magos e ilusionistas engañan a la Ciudadanía, que un sector cada vez más denso del electorado ya no traga con el papel tradicional de cándida paloma destinada a salir por la chistera. Conoce el truco y sabe además que la gaviota, como genuino pájaro carroñero, es más de basureros que de teatros.
La última astracanada aún caliente, manó de la inefable señora Cospedal, esa ministra de Defensa y secretaria general del PP que lo mismo pone las banderas a media asta limpiándose el trasero con la teórica aconfesionalidad del Estado que homenajea en la provincia afectada (Málaga) al militar franquista responsable de los bombardeos. Utilizando como papel higiénico de repuesto la Ley de Memoria Histórica. Ya se sabe que si algo caracteriza a la Derecha hispana es el respeto.
Corrupción PP
Ignoro si la dirigente ultraconservadora es de la escuela de la “compi-yogui” Cifuentes y sigue al pie de la letra su “Cuando te reúnes con hombres y te haces la rubia, consigues muchísimo más” pero nadie puede negarle la extraordinaria capacidad para hacerse la “tonta”. Solo así se puede decir en público, sin pestañear y sin que te entre la risa “ rubia” (dándole a la palabra la acepción que ésta tiene en el diccionario de la presidenta madrileña): “Gobernando nosotros es cuando se conocen, se juzgan, se investigan y se castigan los casos de corrupción, los cometa quien los cometa”.
http://www.elviejotopo.com/topoexpress/ni-truco-ni-trato/
La presentación de una moción de censura contra Rajoy, anunciada por Pablo Iglesias, se ajusta como el guante a la mano a la que, durante mayo de 1980, lanzó Felipe González contra Adolfo Suárez. En aquella ocasión, el presidente de Gobierno ni sabía ni pudo frenar la involución en marcha de los neofranquistas; en ésta, el presidente del Gobierno se niega a combatir la corrupción que corroe todas las instituciones democráticas. Coinciden ambas, antaño con González hoy con Iglesias, en la ausencia de una alternativa gubernamental a Unión de Centro Democrático ayer y al Partido Popular ahora. Aquella oposición socialista perdió aritméticamente la votación parlamentaria, pero la ganó políticamente. La sociedad española ansiaba escuchar una voz que expresara su inquietud por el peligro golpista tanto como hoy necesita escuchar un grito contra el volquete de estiércol en que se ha convertido el Partido Popular. Pablo Iglesias no emula a Hernández Mancha, que también presentó una moción de censura para darse a conocer, sino que recuerda a Felipe González.
Presidencia de Gobierno que conocía las actividades delictivas de los hampones de su amplia organización criminal en Madrid, Justicia que los informaba sobre las investigaciones judiciales, Interior que los recibía en los despachos oficiales, no han dado aún una mínima explicación verosímil sobre estas conductas atípicas en un país de la Unión Europea. De no ser por la profesionalidad de los agentes de la Guardia Civil, que han realizado todo un trabajo impecable, y de los jueces y fiscales, que se han rebelado contra los fiscales abogados de los delincuentes, no se encontrarían en Soto del Real la cuerda de presos del Partido Popular. Rajoy niega la evidencia cuando coloca sobre su Gobierno las medallas de la lucha contra la corrupción que pertenecen sólo a los funcionarios policiales y judiciales.
Sorprende, precisamente por ello, que desde parte de la oposición se mantenga una complicidad con el Gobierno– Ciudadanos y PSOE–, o una equidistancia con el PP– soberanistas catalanes y nacionalistas vascos– cuando una incesante ola de indignación ciudadana estalla en la sociedad española. No se entiende que las muy legítimas diferencias, tácticas o estrategias, les impidan sumarse a una iniciativa contra el Gobierno que promueve, ampara y tapa su propia corrupción. Hoy lo prioritario, socialmente hablando, es presentar una enmienda a la totalidad del Gobierno de Rajoy inmerso en el estercolero del PP. Que los intereses de la Gran Coalición sean situados por encima de los intereses de todos los ciudadanos se comprende, únicamente, por su negativa a reconocer que se equivocaron cuando invistieron a Rajoy presidente de Gobierno.
No es, por supuesto, la única causa. Albert Rivera es coherente en su complicidad porque busca no estorbar con una moción de censura la operación opaca que el IBEX prepara para desahuciar a Mariano Rajoy de la Moncloa. ¿Por qué de la noche a la mañana estallan a la vez una ristra de corrupciones protagonizadas por algunos ministros, hermanos de ministros, delegados de gobierno, altos cargos, periodistas, diputados, asesores y periodistas ? Muy probablemente, ha sido el azar en combinación con la necesidad, como bien diría Jacques Monod, el que ha levantado la veda para está inesperada montería destinada a limpiar, si es que todavía es posible, o sustituir una organización que es el brazo político de una organización criminal. Corre Ciudadanos, que es el beneficiario de esta catarsis, el riesgo de perder su virginidad incorrupta en esta carroña acumulada que es el PP.
No ocurre lo mismo con el PSOE, aunque es bien evidente el histórico error de la Gestora al abstenerse en la investidura de Rajoy. Su problema principal, no obstante, se concreta en los apellidos Chaves y Griñán. Si no es concebible, y ya se sabe que no lo es, que Rajoy o Aguirre no supieran nada de las andanzas delictivas de Bárcenas o de Nacho González, igualmente no lo es que Susana Díaz ignorase lo que sucedía con los ERES en Andalucía. Con esa mochila que le han traspasado sus dos padrinos políticos, predecesores suyos en la Junta, no puede arriesgarse a una moción de censura que sería un bumerán contra la lideresa andaluza. Ya se sabe, perro no muerde a perro. Mucho menos cuando una moción de censura obliga a Rajoy a dar explicaciones ante un Pleno del Congreso que Susana Díaz quería acotar sólo en una mera comisión parlamentaria. Es una complicidad personal, puesto que el mismo Rubalcaba amagó en el 2013 con una moción de censura si Rajoy no comparecía en el Pleno sobre Bárcenas.
Cuestión distinta es la equidistancia de los nacionalistas periféricos. En vísperas de un referéndum de la Generalitat, tanto Oriol Junqueras como Puigdemont aprovechan la ocasión para mezclar los churros soberanistas con las merinas de la corrupción. En cuanto al PNV, practica la insolidaridad política con el resto del estado español pese a que la Constitución sólo les reconoce la insolidaridad fiscal. Coherentemente con sus cinco escaños vitales, muy bien pagados por Rajoy, se desentienden en las Cortes del grave problema de la corrupción en España como lo hicieron en Santoña de la suerte de la II República Española, rindiéndose a las tropas de duce Mussolini en 1937. Sin olvidar, además, su IBEX conection en manos del alquimista Josu Jon Imaz.
Pese a todo, corruptos, cómplices y equidistantes van a tener que retratarse en el debate sobre una moción de censura que, nadie lo duda, precederá a nuevos escándalos y a la próxima declaración judicial del presidente Rajoy, en la que se verá obligado a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad a las preguntas de la acusación, so riesgo de verse imputado. Suárez tuvo que dimitir un año después de haber ganado la votación de la moción de censura. ¿Cuánto aguantará Rajoy en presentar la suya tras ganar ésta?
Presidencia de Gobierno que conocía las actividades delictivas de los hampones de su amplia organización criminal en Madrid, Justicia que los informaba sobre las investigaciones judiciales, Interior que los recibía en los despachos oficiales, no han dado aún una mínima explicación verosímil sobre estas conductas atípicas en un país de la Unión Europea. De no ser por la profesionalidad de los agentes de la Guardia Civil, que han realizado todo un trabajo impecable, y de los jueces y fiscales, que se han rebelado contra los fiscales abogados de los delincuentes, no se encontrarían en Soto del Real la cuerda de presos del Partido Popular. Rajoy niega la evidencia cuando coloca sobre su Gobierno las medallas de la lucha contra la corrupción que pertenecen sólo a los funcionarios policiales y judiciales.
El IBEX se prepara para desahuciar a Mariano Rajoy de la Moncloa. ¿Por qué de la noche a la mañana estallan a la vez una ristra de corrupciones protagonizadas por algunos ministros, hermanos de ministros, delegados de gobierno, altos cargos, periodistas, diputados, asesores y periodistas ? Muy probablemente, ha sido el azar en combinación con la necesidad, como bien diría Jacques Monod, el que ha levantado la veda para está inesperada montería destinada a limpiar, si es que todavía es posible, o sustituir una organización que es el brazo político de una organización criminal.
El «beneficiario» sería Rivera
En cuanto al PNV, practica la insolidaridad política con la democracia española pese a que la Constitución sólo les reconoce la soberanía fiscal. Coherentemente con sus cinco escaños vitales, muy bien pagados por Rajoy, se desentienden en las Cortes del grave problema de la corrupción en España como lo hicieron en Santoña de la suerte de la II República Española, rindiéndose a las tropas del duce Mussolini en 1937. Sin olvidar, además, su IBEX conection en manos del alquimista Josu Jon Imaz.
Josetxo Arrieta Arrieta 23/04/2017
Hay quien nace con clase y quién no. A mí la mejor y más cara de las camisas nunca me sentará tan bien como a algunos destacados miembros del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Lo reconozco, me sublima la elegancia de tipos como Jokin Bildarratz, portavoz de los jeltzales (pnvistas) en el Senado. Puedo dar fe de que lo he visto, en un mismo día, vistiendo dos trajes diferentes.
Y ambos le quedaban como un guante. Estuve tentado incluso de preguntarle si se los había hecho a medida algún prestigioso sastre, pero rápidamente comprendí que yo carezco de esa elegancia natural, innata me atrevería a decir, que caracteriza y define a la burguesía vasca.
Hace tan solo dos días Jokin dio una prueba más de esa elegancia de la que yo carezco. Sin mencionar si quiera el nombre del portavoz de mi grupo político en el Senado, fue capaz de insinuar que el suyo es un comportamiento poco ejemplar y equiparable a esos grandes casos de corrupción del Partido Popular que a día de hoy soliviantan a todos y cada uno de los ciudadanos del Estado Español. Sin mencionar siquiera su nombre. Eso es clase y lo demás son tonterías.
En la Cámara Alta el PNV es tan elegante que consiguió, por arte de birlibirloque, formar parte de la exclusiva Mesa del Senado, en la que sólo están representados PP, PSOE y ellos mismos. Lo consiguieron sin ser la tercera fuerza política de la cámara. Sin ser la tercera, ni la cuarta y ni siquiera la quinta. Eso es clase y lo demás son tonterías. Hay a quién las cosas le son dadas así, porque les corresponde, por esa suerte de gracia natural con la que se nace.
A mí Jokin Bildarratz me recuerda mucho a Josu Jon Imaz. Impolutos, elegantes y con una sonrisa capaz de cautivar al más rancio de los españolazos. Tal es así que Imaz es a día de hoy Consejero Delegado de REPSOL. Y, ¡Ojo!, que quede claro que no insinúo nada, porque aquí no hay puertas giratorias ni nada que se le parezca. Imaz era, es y será siempre tan elegante que nadie puede discutir ni cuestionar que ese sea su lugar, en lo más alto de la escala social. Casi que por derecho de nacimiento.
Elegantemente, como Bildarratz o Imaz, el PNV dará su voto positivo para aprobar unos Presupuestos Generales del Estado que refuerzan a Mariano Rajoy en su cargo. Pero, solo y exclusivamente, porque los jeltzales conseguirán una partida presupuestaria para un Tren de Alta Velocidad que la mayor parte de la sociedad vasca no quiere. Dar vida y aire al gobierno más corrupto de Europa, sin embargo, no resta a nadie elegancia, como sí lo hace poner en circulación un autobús con los rostros de los corruptos más insignes de todo el Estado Español. Cuando las cosas se hacen con clase, hay que quitarse el sombrero, como rendir Bilbao sin pegar un solo tiro
Titula un periódico “El PNV arranca a Rajoy un acuerdo sin precedentes para apoyar los presupuestos”, de la misma forma que podía encabezar “Rajoy arrastra al PNV al lodazal de la corrupción”
Un simpatizante jeltzale prefiere creer lo primero; los que se beneficien del cuponazo también; los que asisten a esta realidad corrupta hasta la náusea, se hacen cruces
Es difícil acabar con el monstruo si se le sigue alimentando.
Y luego mucha gente se pregunta, ¿Chapoteando en el cenegal, con ellos, no se les pegará la mierda?
Madrid no es más que el epicentro del volcán de corrupción que corroe al Estado, como consecuencia de la seria putrefacción del Partido Popular encarnada en el Gobierno Rajoy. Con sus medios de comunicación, sus abogados, e incluso fiscales-abogados y un brazo político, el PP, intentan frenar que las investigaciones en curso, que no han hecho más que empezar, acaben desvelando que lo que gobierna hoy, en nombre de la derecha, es una pandilla de malhechores. Así, se llevan las manos a la cabeza y claman porque Cristina Cifuentes, con independencia de que finalmente sea inocente o culpable, haya sido investigada. Cuando se lleva treinta años compartiendo el más sucio lodazal, rodeada de ratas, lo realmente extraño habría sido considerarla ciudadana por encima de toda sospecha.
La sesión de investidura de Pablo Iglesias como líder de la oposición, aprovechando el hueco que deja el jefe del PSOE a causa de su exilio parlamentario, aclaró varios asuntos. Hubo quejas acerca de la duración de los discursos de los líderes de Podemos, pero esas horas en el estrado son horas televisadas que han ocupado enfrentándose directamente a Rajoy. Por un lado centraron la atención política con una acción que no sólo sabían que no iban a ganar, sino que probablemente la plantearon por eso; por otro lado ocuparon el centro del Parlamento para hostigar al Gobierno. Con reparto de papeles y de tonos: a Montero le correspondió el de secretaria general y a Iglesias el de presidenciable; tanto que no dudó en decir que Felipe González pasó a la historia como el modernizador de España, o sea que el autobús era un pasatiempo en el que había que encontrar a Wally.
El PP fue acusado de tantas cosas que Rajoy no rebatió ninguna. Una de las ventajas de tener tantos casos abiertos de corrupción, tantos imputados en el partido y tantos compañeros en la cárcel es que cuando te interpelan por eso, tus ministros se ponen a leer y tus diputadas a tuitear sobre romances. Una actitud, la del PP, que resumió con su acierto habitual Carmen Martínez de Castro: peor que mentir es aburrir. Fue una gran frase que en boca de la jefa de Comunicación del Gobierno adquiere proporciones épicas, como una especie de leyenda de escudo de armas que hay que jurar antes de prometer el cargo. Traducida al latín en el suelo del vestíbulo de la sede de Génova: Mentire peior quam defaticare est.
Rajoy trajo el discurso escrito de casa, como el país, y lo leyó en su turno ajeno a lo que le había dicho antes Irene Montero. Si Montero le hubiese dicho que Nadal tuvo que haber restado más profundo, o que el Madrid salió timorato en la primera parte, Rajoy le tira los papeles a la cara e improvisa un speech que hubiera quedado para la historia en el Parlamento. Pero el presidente se ha diseñado una España muy particular en la que suceden las cosas que sólo quiere que sucedan, de tal forma que los hechos que no son de su agrado forman parte de una voluntad ideológica contraria. Hacer país literalmente: construir un Estado según el cual una visión del mismo contraria a la del PP sea para hundir el Estado, no el PP. Por eso Rajoy dedicó el tiempo a preguntar por qué la moción, que es más rentable políticamente que responder por qué la corrupción.
En vísperas de la calamidad del 29 de octubre, en referencia a la DANA de Valencia, las principales medidas de política ambiental del Gobierno valenciano habían sido la eliminación de todo un organismo regional de emergencias, el recorte de los fondos dedicados a ellas y la autorización de nuevas edificaciones a menos distancia del mar, sin duda con la finalidad práctica de que sean barridas cuanto antes por los temporales, una vez que los constructores hayan tenido tiempo de cobrar sus beneficios y los concejales y altos cargos corruptos se hayan llevado las pertinentes comisiones
La irracionalidad y la ceguera parece que van contagiando a una parte grande de la ciudadanía: los mismos que más se van viendo expuestos a las alteraciones destructivas del cambio climático votan masivamente a los demagogos que lo niegan, azuzados por la chusma macabra de la extrema derecha y financiados por las oligarquías del petróleo, ahora en estrecha alianza con los antiguos apóstoles bondadosos de las compañías tecnológicas
Alberto Núñez Feijóo dice que la culpa de la tragedia de Valencia la tienen Pedro Sánchez y Teresa Ribera…Ese gallego con cara de turbio sarraceno y máscara de goma que transmite todo el desagrado físico de un corte de digestión. Un grado superlativo de vileza