3 comentarios en “Erregeak badatoz! (La otra noche mágica)”

  1. Encuentro que el 3 de enero es ya una prudente fecha para asumir que tampoco en 2013 cumpliré los propósitos que me había marcado de cara al Año Nuevo. Normalmente abdico de mis buenas intenciones el día 2, pero en esta ocasión me había propuesto darme un tiempo, de ahí la prórroga. No obstante, el año empezó el martes y a día de hoy, ya jueves, es hora de interiorizar que tampoco en esta ocasión podré donar a Cáritas el 0,088% de mis beneficios, un total de veinte mil millones de euros.

    En efecto, me había propuesto obtener en 2013 unos beneficios de 22.000 millones de euros hasta alcanzar un acumulado de 58.000 millones, a imagen y semejanza de Amancio Ortega. Siento devoción por este hombre que si en un rapto de improbable patriotismo sufragara los intereses de la deuda española de 2012 aún dispondría de unos 5.000 millones de euros para sus gastos personales. Su inspirador ejemplo certifica que, por adversas que sean las circunstancias, aún es posible hacer fortuna en un país del Tercer Mundo y aún más, que es precisamente éste el terreno mejor abonado para conseguirlo.

    El genérico “basta con tener una buena idea y llevarla hasta el final” con el que suelen arrancar los perfiles en prensa del magnate gallego permiten soslayar los escabrosos detalles en torno a salarios y condiciones de trabajo que suelen rodear estas proezas, pero que tan sólo servirían para emborronar el ejemplarizante texto. Baste recordar que el hombre refuerza la ‘marca España’ justo en el momento en el que dicha marca está a punto de mutar en cicatriz. En cualquier caso, el mantra hará estragos entre los emprendedores del futuro, devotos de la biografía de Steve Jobs pero ayunos de Balzac, quien acuñó hace un par de siglos la máxima de que “detrás de toda gran fortuna, siempre hay uno o varios crímenes”.

    Idéntico destino han corrido a estas alturas del año el resto de mis buenos propósitos para 2013. Ahora mismo, estoy terminando de digerir que no podré acogerme a la amnistía fiscal para defraudadores compulsivos decretada por el Gobierno, no tanto debido a que ya ha caducado como al hecho de que por mucho que me afano en buscar no me encuentro dinero negro en cantidad digna de ser ‘lavado’. También me había prometido a mí mismo convertirme en alternativa de gobierno, pero la inoportuna irrupción del Partido X, -al igual que en mi caso, sin programa conocido- me ha dejado huérfano de espacio electoral. En cuanto a la posibilidad de que Pedro Jota me descubra alguna cuenta corriente en Suiza, tampoco albergo muchas esperanzas: en tanto no alcance la condición de líder político catalán resulta improbable que algún redactor de Orbyt invierta unos minutos de su precioso tiempo en buscármela.

    Sin embargo, conservo intactas un puñado de esperanzas a las que me aferro con la mirada fija en los 362 aún días que restan del calendario: 72 horas después de las campanadas de fin de año, aún sigo fumando y todavía no he pisado un gimnasio, dos alentadores indicios de que nunca es tarde para seguir igual que siempre.

  2. Roscón de Reyes

    Su historia se remonta a los romanos y a una tradición nada religiosa. Para ser exactos, este dulce se asocia a Las Saturnales, también conocida como la Fiesta de los Esclavos. Se celebraba en diciembre para conmemorar el nacimiento de un nuevo período de luz y el final del duro trabajo en el campo.

    Fue en esa época cuando se empezaron a elaborar unas tortas redondas, en las que se incluían higos, dátiles y miel, y que se repartían entre todos los trabajadores como regalo por el trabajo bien hecho. Más adelante, en el siglo III, se introdujo la tradición de esconder en el rosco un haba seca. Ésta era símbolo de la prosperidad y el afortunado que la encontraba era nombrado ‘rey de reyes’ durante un tiempo establecido. Un premio exclusivamente destinado a los esclavos, quienes si encontraban el haba quedaban libres durante Las Saturnales.

    En el siglo IV la Iglesia convirtió las fiestas en celebraciones cristianas y la historia del roscón de Reyes quedó en el olvido, excepto en Francia, donde comienza a celebrarse Le Roi de Fave (el rey del haba). Los niños eran los protagonistas y quien encontraba el haba era agasajado con regalos. Luis XV dio el empujón definitivo a la tradición del roscón, escondiendo una moneda dentro y extendiéndolo entre la corte. Su tío Felipe V introdujo la tradición en España, convirtiéndose en una fiesta popular. Es en este período cuando el Roscón de Reyes se une a la tradición de los regalos, poniendo esta fiesta el final a la Navidad.

    A partir del siglo XIX, la moneda que se introducía se cambia por una figurita y el haba se vuelve negativa pues, la persona a la que le toca, es la encargada de pagar el roscón. Si en su origen romano los roscos tenían higos, dátiles y miel, en la actualidad están rellenos de nata o crema, adornados con trozos de fruta cristalizada.

    España es uno de los países donde más fuerza tiene la tradición del roscón de Reyes, muy popular también en Francia, Portugal y algunos países americanos como México. Aquí un poema que refleja perfectamente la tradición del Roscón:

    He aquí el Roscón de Reyes, tradición de un gran banquete en el cual hay dos sorpresas para los que tengan suerte.
    En él hay bien ocultas, un haba y una figura; el que lo vaya a cortar hágalo sin travesura.
    Quien en la boca se encuentre una cosa un tanto dura, a lo peor es el haba, a lo mejor la figura.
    Si es el haba lo encontrado este postre pagarás, mas si ello es la figura, coronado y Rey serás.

  3. Iban vestidos de pastorcitos, gorro de lana, pantalón doble, dos pares de calcetines y doble de todo para no pasar frío en esa ya clásica representación del nacimiento de Jesús de Nazaret y la visita de sus majestades de Oriente que cada se escenifica en este rincón de Donostia.
    Al terminar, el también habitual chocolate humeante con churros y corriendo a casa, cepillado de dientes y pijama. Es el día que más temprano se acuestan. Llevan esa chispa de ilusión entre risas nerviosas mientras suben la escalera a la carrera, la consigna está clara: hay que dormirse cuanto antes. Cualquier año sus majestades se emboban y se encuentran a mis sobrinos sentados esperándolos junto al árbol.
    Me gusta que la ternura me pueda, no nos ofrece el año demasiados momentos como éstos, al menos a mí, que vivo a mil kilómetros de Malaga. Así que cuando llega el momento, me dejo envolver en ella; revitaliza como un chute de adrenalina serena.
    Pero la muerte de un niño esta noche en Málaga mientras intentaba coger un caramelo bajo las ruedas de la carroza de los magos, me ha inundado del inimaginable dolor que su madre, su padre, su familia, deben estar sintiendo. La vida, a veces, no es que no sea justa, es que es canalla.

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