2 comentarios en “El 15M: dignidad, esperanza, personas”

  1. En el movimiento del 15-M, «tomar la plaza» constituía también el gesto radical de un querer vivir colectivo henchido de ilusión. Prolongado con el grito increíble de «nadie nos representa» suponía una verdadera «toma de la palabra». Esta «toma de palabra» que fue capaz de autoorganizar una vida en común, que fue capaz de politizar la existencia de muchísima gente, no pudimos sostenerla en el tiempo. Explicar por qué sucedió así es complicado, aunque no es muy descabellado considerar que en la misma potencia del movimiento radicaba su debilidad. Dicho en otras palabras y brutalmente: su romanticismo tan hermoso y atractivo solo podía ser flor de un día. Este romanticismo enamorado del consenso y de la inclusión temía, por encima de todo, el conflicto interno. Y, también, paradójicamente, una creatividad demasiado loca. Faltaba rabia y estrategia. La política quedó en manos de los expertos y se hicieron cartas a los reyes magos pidiendo derechos y todas las reformas posibles. Pero solo un contrapoder impone derechos y puede impulsar reformas. Al tomar la plaza, abrimos un vacío que intentamos habitar. Pero nos daba demasiado miedo la organización y la política. ¡Se está tan bien dentro de una burbuja! Si la naturaleza tiene horror al vacío, y lo llena enseguida, igual sucede con la política. El vacío que abrimos fue llenado inmediatamente por los viejos discursos que estaban al acecho. Los sindicatos que habían sido incapaces de levantar un mínimo de resistencia al desbocamiento del capital, se despertaron para destruir la fuerza política del anonimato, para sindicalizar lo que escapaba. El discurso nacionalista en Catalunya ofreció la cobertura de una identidad única a una multiplicidad anónima que así pudo resguardarse de la intemperie y alimentarse de horizonte. Las banderas volvieron.

  2. Los movimientos sociales han demostrado las carencias de la democracia y de los partidos actuales. Pero los propios movimientos de protesta, si no consiguen concretar un programa de reformas y de vías para que esas reformas se lleven a cabo, pueden quedarse en una manifestación ética y estética, sin consecuencias políticas. Lo que ocurra dependerá también de lo que dure la crisis.

    Pero estoy de acuerdo en que es preciso concretar las propuestas. Queremos una “democracia real” o “políticos honestos” no es suficientemente concreto. Dígame usted cómo quiere que se garanticen estas cosas. Los seres humanos no son ángeles. Hay que legislar para individuos reales, que como tengan un gramo de poder intentarán, previsiblemente, aprovecharlo en su propio favor. No digo que todos lo hagan, pero muchos lo intentan, y hay que establecer mecanismos que lo hagan imposible; o que sancionen implacablemente al que lo haga.

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