Para nosotros, el gran ganador en la noche de los Oscar fue el director del festival de cine de San Sebastián, José Luis Rebordinos. Él y el Zinemaldia lucharon contra el certamen de Venecia por estrenar Argo. Se lo llevó Donostia y aquí, en nuestro festi, Ben Affleck y Alan Arkin estaban en septiembre con la primera promoción de la película sobre la CIA . La mejor del año, según la Academia
Siete días después de los Goya y el posterior ruido mediático que acompañó a los premios del cine español, que Michelle Obama abra y lea el sobre a mejor película en los Oscar hace que uno se plantee la distancia abismal entre unos premios y otros. En Estados Unidos todo el mundo se vuelca con su industria. En España… En fin, los Oscar 2013 no serán recordados por sus sorpresas. Más allá de que la primera dama saliera en pantalla (superando la apuesta de los Globos de Oro por el expresidente Bill Clinton), el resto de los galardones no hicieron saltar la banca en ninguna casa de apuestas. Argo, Ang Lee, Daniel Day-Lewis, Jennifer Lawrence (en una categoría que parece patrocinada y pagada por Harvey Weinstein), Anne Hathaway, Amor, Searching for sugar man, los premios a los guiones, efectos, música y canción… Hay que ponerse muy quisquillosos para encontrar dos posibles sorpresas: el enfrentamiento entre Christoph Waltz (Django desencadenado) y Robert de Niro (El lado bueno de las cosas) parecía que se decantaba por torosalvaje. No ha sido así. Segundo requiebro de la noche: ¡Rompe Ralph! era claramente favorita a mejor película de animación, y sin embargo Pixar ha metido un nuevo gol con Brave (Indomable).
Que los mayores comentarios los provocaran los pezones de Anne Hathaway, en un vestido poco adecuado para una gala en la que hacía frío, o el tropezón de Jennifer Lawrence; que tanta charleta pregala sobre cómo recuperar al público joven (los Oscar se pagan principalmente con los derechos televisivos y su precio depende obviamente de la publicidad que arrastre su audiencia) acabe con Barbra Streisand como máxima figura; que tanto medio siglo de Bond y lo máximo que se viera en el escenario fuera un buen video –que no espectacular- y la canción de Shirley Bassey; que se use como leivmotiv los musicales y no se escuche ni rock ni hip-hop; todos esos detalles suman un todo: otra ceremonia más, sin momentazos que se queden grabados en la memoria de los cinéfilos, más allá de que hubiera un empate en el Oscar a montaje de sonido, y que se estrenara el nombre de teatro Dolby. Ganó Michael Haneke con Amor y hasta tuvo más gracia en los Globos de Oro, cuando la estatuilla se la dieron Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone: en menudo inglés se comunicaba el trío.
Seth MacFarlane sale como otro de los perdedores de la noche: parecía que llegaba con las antorchas dispuesto a quemar la platea y fue el hombre bengalas. Tuvo mucha más fuerza como su alter ego el oso Ted que dando él mismo la cara: para eso, que hubiera sido el peluche el maestro de ceremonias, que nos lo habríamos pasado mejor.
Tomada de El Pais
Los Oscars siempre me han gustado. No porque los considere garantes de brillantez, ni mucho menos (todos entendemos que es una estrategia de marketing más de la industria de Hollywood). Pero me divierte mucho la porra -que hace años disfrutaba más porque me había encargado de ver previamente las nominadas a la mejor película-. Es bonito cuando el Oscar es para la película que más te ha gustado; te sientes orgullosa de ellos cuando suben a recoger el premio, casi como si fueran amigos tuyos (aunque cuando los que suben son los productores parecen más primos lejanos; siempre me ha parecido más complicado conectar con ellos). Y cuando la ganadora es la que menos te gusta, tienes el derecho de agarrarte un berrinche momentáneo. “No hay derecho, estaba pactado. Claro, se lo debían por el que no le dieron con la película del año tal…”
-Lo de Zinemaldia es otra cosa y, desde luego, tenemos que felicitarnos por tener a José Luis Rebordinos, un tipo trabajador que sabe de qué va (¡Rebordinos for alkaltea!)-
Sigamos con los Oscar. Ver subir al escenario a los actores y actrices más populares del mundo, muchos de los cuales te han hecho reir, llorar, vivir historias mágicas… emociona. Y salen ahí, tan simpáticos, tan bien vestidos, haciendo esas bromas guionizadas con tanta soltura (son actores), y no puedes evitar quedarte pegada a la tele y mirarlos con una sonrisa embobada.
¿Y qué decir de la alfombra roja? Esa que en los años dorados de Hollywood era tan mágica y que ahora parece una parodia de sí misma. Ahí llegan las pobres actrices, temblando como cachorrillos asustadoss, para colocarse ante el pelotón de fusilamiento. ¿Y qué más da si consiguen el Oscar a la mejor actriz de reparto? O si han tenido un año plagado de éxitos de taquilla. Lo que de verdad temen estas mujeres es estar en la lista de las peor vestidas de la gala (por no mencionar el delicado tema de los ‘Aarrghs’). Pero no nos llevemos las manos a la cabeza. Es parte del espectáculo, y una parte importante del negocio (o de varios negocios). Y no me entendáis mal. Es un tema interesante el de las actrices, la presión estética y la perspectiva feminista.
Ahora que vivo en California, lo de ver la alfombra roja a las cuatro de la tarde tiene su gracia. No para los invitados, porque colocarse la pestaña a esas horas tan tempranas no puede ser fácil. Pero para mí ha sido un gustazo. Hemos tratado de buscar fiestas estupendas en las que poder seguir la ceremonia sacándonos fotos con Oscars de pega, pero parece que los norteamericanos cool no se dedican a ver estas cosas. Así que, como todos los europeos que conozco por aquí, nos hemos juntado en una casa para verla con amigos y tomar unas cervezas. Siempre había visto la ceremonia a ratos, durmiendo un poco en los premios que menos me interesaban (sí, maleducada) y poniendo el despertador para los de mayor renombre. Así que, vista de pe a pa, no os sorprenderá que la gala me haya parecido algo tediosa -aunque tengo que reconocer que ha ido ganando ritmo hacia la mitad (¿quizá por las cervezas?)-. Pero el presentador y creador de mi querida serie ‘Padre de Familia’, Seth MacFarlane -con unos dientes demasiado blancos para ser reales- ha empezado flojo (Billy Crystal, cuánto te he echado de menos); y esa raruna actuación de Adele interpretando el tema principal de Skyfall… puf. Eso sí, también ha habido momentos emotivos -cómo no, son los Oscars- como el Memories que se ha marcado Barbara Streisand -todos coreando en el salón- o cualquier nanosegundo en el que Hugh Jackman ha estado en pantalla.
Ramón Agirre es un célebre actor joshemaritara y ha participado en algunas secuencias de la oscarizada y bellísima película ‘Amor’. Ramón afirma que «Las películas de Haneke hablan del lado oscuro del ser humano, pero él es amable y simpático»