Vecinos del barrio lamentan el derrumbe del caserío y critican la gestión municipal realizada
15.02.13 GORKA LARRUMBIDE | DIARIOVASCO.COM |
Munto ya es montón de escombros. Muchos vecinos confiesan que asistieron a su derrube con el corazón encogido. «El primer impacto de la piqueta de Hyundai en las paredes del caserío fue como un puñetazo en nuestros rostros». Es una de las reacciones tristes y poéticas porque el sentimiento generalizado es que el derrumbe de este emblemático caserío no hace más que debilitar el peso de la tradición del barrio de Aiete, que tenía en Munto una de sus principales referencias.
¿Qué contenían aquellas paredes cerradas a cal y canto desde que Mikel Laboa y su cuadrilla, en aquellos años 90, se servían, los domingos la mañana, un aperitivo en el mostrador del bar, cerrado desde el fallecimiento de Ixidro Urrestarazu? «Muchos donostiarras recuerdan el caserío Munto como merendero, incluso como pista de baile. Era la referencia en los domingos por la tarde para muchas cuadrillas de los confines de la ciudad. ¡Cuántas alegrías y confidencias guardaban sus paredes!» asegura un representante de la asociación vecinal Lantxabe.
Munto, Katxola y el palacio de Aiete, guardan la historia del barrio, que lo es también de la ciudad. «Toda la Corporación es responsable de la demolición de Munto. Son responsables los que autorizaron un planeamiento que permitía la nueva urbanización. Eran momentos de un crecimiento salvaje. Responsables de urbanismo llegaron a decir que ‘cuantas más grúas más les gustaba la ciudad’». Desde la asociación afirman que fueron esos edificios de baja densidad que rodearon Munto los que redujeron al caserío a ser un petacho, un trasto inútil en el que sus propietarios, Juanito Lasa y su familia, no podían habilitarlo como vivienda propia, respetando el grado de protección otorgado al caserío».
Tienen clara la alternativa que hubiera sido más adecuada para Munto, una urbanización organizada en torno al caserío, exhibiéndolo como ‘una joya de la corona’ y convertido en un equipamiento colectivo, concluyen.
Cuando la asociación Lantxabe supo que la familia Urrestarazu había vendido el caserío, se puso en contacto con ellos y no sólo salvó el tolare, sino la mayoría de las piezas de arqueología rural y de fabricación de sidra, que ahora se pueden ver en Katxola, a modo de museo etnográfico. «Si esos gobiernos municipales hubieran consultado con la vecindad se hubiera encontrado una solución que no implicara la demolición del caserío».
Más críticas. «El error del gobierno municipal actual es querer apropiarse como identidades particulares de aquellas que son señas de identidad colectivas. Munto, aparentemente, es un caserío, pertenecería a la cultura rural, propia, por tanto, de un partido tradicionalista. Pero Munto era algo más que un caserío. Era parte de Aiete, del Aiete de ayer y del Aiete de hoy, era un referente urbano, formaba parte de la historia de la ciudad, como la plaza de la Constitución de 1812. El gobierno municipal hizo mal en ningunear a Lantxabe, en vez de colaborar con esta organización vecinal que, precisamente, salvó el corazón de Munto y lo trasplantó a Katxola», explican. «Si la razón para tirar el caserío es que la oposición no aprobó los presupuestos, podía haber salido al rescate la Diputación Foral gobernada por Bildu», añaden. Ahora, sólo piden que a la hora de realizar la nueva plaza de Munto, se les tenga en cuenta.
Criticar a BILDU, les sale gratis, pero no dicen que el Gobierno municipal ha sido el UNICO que ha hecho algo por salvarlo. Ni PSOE, que tras gobernar 20 años Donostia no movió ni puso un euro para salvarlo y junto a PNV-PP se negaron a que los presupuestos municipales aceptaran la propuesta de BILDU para salvarlo. No escurramos el bulto y echemos la culpa a quien no a tiene. Ahora toda la oposición se «lamenta»,lagrimas de cocodrilo, para intentar salvar su imagen ante los vecinos, cuando ellos NO HAN QUERIDO SALVARLO y han podido.
Nos movemos en un mundo muy conservador. Partidos que están en la oposición pasan al gobierno, se convierten en partidos de gobierno y lo primero que hacen es demonizar la crítica y perseguir a las organizaciones vecinales o no, que con sus propuestas pueden no coincidir con los que gestionan la «res pública». Sin embargo la crítica es un regalo, no hay otra forma de crecer.
Esta noticia, como vecino de Ayete que fui durante mi infancia, adolescencia y madurez, me ha reventado la cantidad de recuerdos que tenía… desde subir sus empinadas escaleras, siendo un crío, para comprarle a Ixidro chucherías, hasta pasar con la cuadrilla parte de las tardes de los domingos contando batallas en su terraza… terraza donde se podía conversar, disfrutar del verde de las campas de Ayete sin edificios de interés económico, terraza donde los vecinos eramos vecinos, pero sobre todo amigos, terraza donde robabas los primeros besos al misterio del amor… Mierda de especuladores y políticos que no han tenido los huevos de preservar la historia del barrio. Agur merendero, caserío Munto…
habláis de salvar el barrio y a sus vecinos, pero no queréis más vecinos, habláis de recuerdos de las zonas verdes… que ya no existen.
Lo siento mucho, pero tengo 32 años y no recuerdo ese edificio activo. Sólo ruinas en una esquina. Que fuera un sitio al que fue mucha gente a pasar ratos no significa que haya que mantener una ruina ad eternum.
Creo que es bastante más triste el cierre en su momento que el derribo actual. Igual que es mucho más triste que estén cerrando todos los comercios del centro de la ciudad por la crisis.
Dejémos la nostalgia a un lado y miremos hacia adelante, trabajemos para conseguir prosperidad y no para criticar a los demás por mellar recuerdos olvidados, seguro que hasta el derribo, a los que os sentó tan mal, no pensábais en esos recuerdos desde hace años.
No discutáis, ya no sirve de nada lamentarse. «Munto» ya no existe. Este tema, no es de hace tres días. Mi aitona, Francisco Aranaz Darras, lucho hasta sus ultimos dias para que Munto no se tirara, mandó cartas al entonces alcalde Odon Elorza, envio varias cartas al Diario Vasco (Una de ellas el 14/5/2009), y entonces mucha gente no le tomo en serio. Lo que más rabia me da es que no hubiera vivido un par de años más, para que unidas sus fuerzas a alguno de los que ahora gritan, hubiera conseguido algo más que lo que consiguio entonces. El se fue pensando que alguien continuaria con su lucha para que Munto no se demoliera.Siempre me hablaba de Munto, tenia mil ideas de que hacer con el. Sobre todo por lo que representaba dentro de nuestra cultura. El dia que lei en el periodico que el ayuntamiento iba a dedicar una partida de dinero para la restauracion de Munto, mire al cielo, y le dije: Aitona, lortu dezu, hil da gero. Pero al final, «ALGO» ha fallado.
quisiera dar un pequeño apunte sobre el caserío porque no cómo puede dar pena cuando estaba lleno de ockupas, plagado de ratas, suciedad y porquería. según mi punto de vista si no se mantiene un edificio en condiciones de habitabilidad lo lógico es que lo tiren porque estaba que daba pena y era un peligro
En el caserío Munto no había okupas porque estaba tapiado. Sí estaba abandonado, como estrategia para hacer inevitable su derribo. Eso es lo que da pena, que se destruyan biene patrimoniales que dan identidad a una ciudad, a un barrio, a una familia