En el imaginario colectivo de Aiete, Munto estará presente para siempre.
Munto ha sido derribado en un ambiente desapacible de lluvia y viento. No deja de ser alegórico, también, que Munto se derrumbara en medio de un temporal que ha asolado las zonas más rurales de nuestra provincia. Nos aprestamos a defender nuestros baserris y a uno de los de más emblemáticos, esos mismos días, le aplicamos la piqueta
Un usuario del autobús de Garayar (el de Hernani) ya echaba en falta el caserío el primer día que pasaba por allí. Era una referencia para los de dentro y los de fuera del barrio.
Munto está estratégicamente situado. Es el centro geográfico e histórico y, en consecuencia, simbólico del barrio. Era una referencia con letras mayúsculas, como lo puede ser el Naútico, el Victoria Eugenia, la Tabacalera, la Casa de Oquendo o el caserío Intxaurrondo.
En ese centro, no se olvide, está también la Casa de Cultura, el Palacio de Aiete, los jardines del palacio, la parroquia, el Jolastoki, la casa del doctor Marañón. Está en el centro de los cuatro puntos cardinales de Aiete: Lugaritz, Amara, Centro y Oriamendi. En Munto descansaban los peregrinos del antiguo camino de Santiago (la Goiko Galtzara).
Por eso la polémica municipal actual no tiene sentido. Toda la corporación municipal es responsable de la demolición de Munto.
Son responsables los que autorizaron un planeamiento (PERI) que echaba encima del caserío la nueva urbanización. Eran momentos de un crecimiento salvaje, al calor de pingües negocios. Sesudos responsables de urbanismo llegaron a decir que “cuantas más grúas más les gustaba la ciudad”. Cierto es que para Aiete decidiron una construcción de edificios de “baja densidad”, pero rodearon Munto de esas construcciones y redujeron el caserío a un petacho, un trasto inútil, protegido con grado 2 –obligación de mantener la edificación exterior- y a su vez impedían a Juanito Lasa y su familia poder habilitarlo como vivienda propia, respentando el grado otorgado al caserío. Con ese modelo de construcción dictaron la sentencia de muerte del caserío.
La alternativa hubiera sido una urbanización organizada en torno al baserri, exhibiéndodo como una joya de la corona de casas, dándole una utilidad social, convirtiéndolo en un equipamiento colectivo.
Alguno puede pensar que estamos soñando. Es verdad. Soñamos con una ciudad que tenga diversos centros de identidad distribuidos por el centro y la periferia; una ciudad para pasear, una ciudad activa, agradable, amable, a la altura de la persona.
Los vecinos de Aiete, como los vecinos de los demás barrios de Donostia, tienen derecho a los espacios públicos, plazas, zonas deportivas y de paseo, lugares propios para los niños, las personas mayores y los jóvenes. Un barrio sin espacio público no tiene personalidad.
Tenemos derecho a la belleza, al lujo del espacio público, a la visibilidad de cada zona de la ciudad porque Aiete tiene sus propios encantos que hacen a Donostia más amable, más habitable. Desde varios puntos de Aiete se divisa nuestra hermosa ciudad pero es necesario que esa belleza se distribuya también entre los convecinos, ellos también son parte de la ciudad, tienen derecho al “lujo del espacio público”.
En resumen los vecinos y vecinas de Aiete reclaman ser un barrio como los demás de San Sebastián, reclaman el derecho a la ciudad, reclaman el derecho a ejercer el conjunto de libertades urbanas.
No una ciudad colmena o de productores, sino con derechos de ciudadanía, con personas libres, creadores, activos, respetados.
Los gobiernos municipales o no entienden o no asumen, este modelo de ciudad. O al menos no lo aplican en Aiete. Enterraron Munto, lo afearon, lo convirtieron en un estorbo, lo descatalogaron, lo vendieron y esperaron su ruina para derribarlo
En lo más inmediato, son responsables de la ruina de Munto los que en los últimos gobiernos, incluido el actual, se han desentendido del caserío, más allá de declaraciones de amor y proclamas de incondicionalidad, echas para consumo interno.
Este gobierno –y otros gobiernos igual- no acaban de entender que una cosa es la representación política y la responsabilidad en la gestión de los medios públicos que de ella se deriva y otra cosa es la necesidad de estar muy cerca de lo que piensan, sienten y aportan los ciudadanos, porque ellos están pegados a la realidad concreta. Muchos de estos ciudadanos se organizan y dan una opinión colegiada, otros lo hacen a título individual…el deber del gobierno es escuchar. En Aiete, como en los demás barrios, hay personas que se preocupan por las necesidades colectivas y se “hacen cargo” de que se resuelvan en la buena dirección, que es aquella que dicta el sentido “común” (sentido de ciudadanía).
El error del gobierno municipal actual es querer apropiarse como identidades particulares, aquellas que son señas de identidad colectivas. Munto, aparentemente, es un caserío, pertenecería a la cultura rural, propia, por tanto, de un partido tradicionalista. Pero Munto es –o era- algo más que un caserío, era parte de Aiete, del Aiete de ayer y del Aiete de hoy, era un referente urbano, formaba parte de la historia de la ciudad.
Ahora tenemos la oportunidad de hacer la plaza de Munto contando con la vecindad. De hacerlo así, esa plaza será un lugar principal de relación de los habitantes del barrio que llevamos años reclamando, en la línea de generar espacios vitales, dinámicos, de reunión y relación entre los vecinos de Aiete.