Los escraches no deben importunar a los vecinos, ni a los niños

ESCRACHESRecuerdan Pisarello y Asens que los escraches son una acción informativa, que se ha de hacer «de manera totalmente pacífica» y sin «importunar a los vecinos». También se estipula que deben realizarse en días laborables y en horario escolar, de modo que los niños nunca sean interpelados. Los casos personales se intentarán explicar sin insultos ni amenazas. Se evitarán ruidos o molestias innecesarios y se procurará ser amables con quienes trabajan en comercios y con los transeúntes.

El escrache es una forma de desobediencia civil. Son movilizaciones pacíficas; lo que se reclama tiene carácter universal —no se reclama en exclusiva para uno mismo, sino para todos— y se está dispuesto a asumir las consecuencias de los propios actos. La desobediencia civil es una válvula de seguridad democrática. Surge cuando las demandas sociales van por delante de las leyes y del comportamiento político institucional. Las leyes que ayer nacieron para defender a los políticos del acoso de los monarcas absolutos -inviolabilidad, inmunidad, fueros especiales- se han convertido hoy en formas de privilegio. Si en España tuviéramos una Constitución como la alemana, hace tiempo que el Tribunal Constitucional tendría que haber llamado al derecho de resistencia o habría declarado fuera de la Constitución a, cuando menos, los dos últimos gobiernos del Reino de España.

Los escraches son nuevas reglas del juego para una nueva partida democrática. Y tienen la misma oposición que en su día tuvo el sufragio universal, el derecho a huelga o a manifestación. El escrache es un diálogo directo con los «mandatarios» que se convierten otra vez, gracias a ese acto de diálogo forzado, en «mandatados». Que es lo que siempre han sido, aunque el abandono de la conciencia democrática le dio la vuelta a los papeles. Los escraches tenemos que entenderlos como la actualización en el siglo XXI de la rendición de cuentas democrática, de la exigencia del cumplimiento cabal de los programas electorales (o la convocatoria de nuevos comicios), de la reclamación de comportamientos acordes con la soberanía popular, de la renovación de la construcción de la voluntad popular más allá de la distancia que marcan los partidos, de la reivindicación de la honestidad en el ejercicio de los cargos públicos.

¿Quién sin que se le caiga la cara de vergüenza va a defender que un escrache es más violento que un desahucio, que un despido, que un corralito, que el cierre de la universidad y las urgencias, que una mentira electoral, que las machadas de los antidisturbios, que las multas por ejercer la democracia?

Una queja que no es oída no tiene efectos democráticos. Por eso los escraches están devolviendo la democracia perdida o quizá, incluso, están permitiendo el advenimiento de la democracia que nunca hemos tenido. La democracia se gana siempre en la confrontación. Por eso dijo Fraga que la calle era suya. Los derechos siempre se ganan o se pierden en el pulso político. Y una forma clara de ese pulso, hoy, son los escraches. Es normal que el PSOE, el PP, UPYD, CIU o el PNV estén en contra. Tan evidente como que hay que regresar a los lugares donde nacieron los partidos.

2 comentarios en “Los escraches no deben importunar a los vecinos, ni a los niños”

  1. La dureza de la respuesta del PP a los escraches es muy lógica. La derecha entiende siempre muy rápido las cosas del poder. Están escribiendo nuevas reglas del juego. Y los que siempre han sido dueños del tablero se asustan

  2. La soberanía nacional reside en el pueblo y se expresa mediante la turbamulta. En el caso de ayer, ésta se saldó con una tonadillera desmayada, si bien es cierto que había perdido el conocimiento años atrás. La Pantoja cayó desvanecida a manos de los legítimos representantes populares, que lo mismo le gritaban ¡guapa! a la entrada -confundiendo el juzgado con un certamen de misses-, que le zarandeaban a la salida, tirándole de la coleta. Teniendo la Pantoja ahora mismo aspecto desmejorado que el tigre de Juan Antonio Roca, el resultado fue una mujer traspuesta. Teniendo en cuenta lo que hizo con el fatídico momento en el que Paquirri se topó con ‘Avispado’, presumo que de esta experiencia saldrá un disco; puede que doble, no deseo alarmar.

    La antaño ‘viuda de España’ ha sido condenada por ‘blanqueo’ de dinero en un país daltónico que ve brotes ‘verdes’ donde sólo hay arbustos, líneas ‘rojas’ donde hay confortables pasos a nivel, ‘marrones’ en leves contratiempos y dinero ‘negro’ en la más pulcra de las contabilidades. En cualquier caso y a la luz de la condena, el ‘blanqueo’ se quedó en un tono crema, el típico blanco roto de Pronovias. Mucho más tranquilo evacuó los juzgados Julián Muñoz ‘Cachuli’, rumbo a prisión, preguntándose qué se puede esperar de un país que siempre encarcela a sus mejores camareros.

    Debemos interpretar el juicio a la Pantoja en clave de ensayo general del caso Infanta, cuya defensa ya se ha adelantado a dictar sentencia: «Un cónyuge no es garante de las actividades del otro». La hija del rey también se desmayó, en este caso, con carácter preventivo durante su larga estancia en el palacete de Pedralbes porque como sin conocimiento no se está en ninguna parte. En cuanto a la Justicia, para que sea igual para todos tendría que dejar de ser igual que siempre. Y eso sí que no

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