La cita fue en el Topaleku (jardines del palacio de Aiete) el 27 de abril de 2007
Nos ha dejado Alfredo Landa. Sus representantes no facilitaron que estuviera en persona con nosotros pero no pudieron impedir que estuviera “Paco el Bajo”. Y si hay un papel de Landa que seguirá conmoviendo a perpetuidad a todo tipo de espectadores es el que nos ofreció Mario Camus en esa película terrible y magistral titulada “Los santos inocentes”, una de las incuestionables obras maestras que ha dado el cine español, y Landa le devolvió el regalo con una interpretación memorable. Recordar o volver a visitar a su Paco el Bajo, a ese campesino permanentemente explotado y humillado, resignado a la desolación, inocente ancestralmente en su servilismo, infatigable y perruno rastreador de las piezas que caza su brutal señorito, víctima muda, cojitranco y expresando con sobriedad y sabiduría mediante sus ojos y sus gestualidad los sentimientos más variados, provoca siempre el escalofrío, la piedad, la indignación. Entre todos construyeron un film para la rebeldía.
Puede no ser muy ejemplar, pero los admiradores de este film entenderán por qué al finalizar la película, los reunidos aquel día en el cine forum del Topaleku, estallamos en un emocionante aplauso, no sólo impresionados por la magnífica película, sino también consolados por su trágico desenlace.
Aquel tercer ciclo de literatura y cine en el Topaleku, estavo dedicado a la literatura social y revolucionaria y al cine denuncia. Inició el ciclo la obra Los santos inocentes de Miguel Delibes, presentada por Lola Arrieta. Dio comienzo el jueves 26 a las 7 de la tarde en el salón de costumbre de los jardines de Aiete. El viernes 27 de abril de 2007, a la misma hora, se proyectó esta misma obra llevada al cine por Mario Camus. La presentó Fernando Mikelajauregi y guió el coloquio tras la proyección.
Han pasado seis años desde entonces. Ayer Lola Arrieta, más madura, más sabia, más divertida, moderaba un nuevo coloquio sobre la obra de Max Frisch, Homo Faber, y esta tarde Fernando Mikelajauregi, después de homenajear a Alfredo Landa, con el que coincidió en el festival de Cannes de 1984, donde se premió al propio Landa y Francisco Rabal como intérpretes principales Los Santos Inocentes, dirigirá el coloquio sobre La visita de una vieja dama de Durrenmmatt película dirigida por Bernhard Wicki
Nota.- parte del texto tomado de Carlos Boyero
Alfredo Landa logró algo tan excepcional durante una larga época como convertir su trabajo y la personalidad de los personajes que habitaban ese cine en un identificable género. También en un terreno sabroso para la sociología. Desde la compartida oscuridad de los cines las risas y las carcajadas confirmaban la plena identificación del pueblo llano con las aventuras y desventuras, el hambre de sexo y de afirmación, los traumas y los anhelos de aquel señor bajito e histriónico, gesticulante y verborreico, peleón y gimoteante, paleto y excesivo, voyeur y patético, caricaturesco y compadecible, que Landa transformó en un símbolo. Y aunque la estética y el mensaje de este cine sin sentido del ridículo fueran cochambrosos, él hacía modélicamente su trabajo, sin permitirse jamás el relajamiento, comiéndose la pantalla y a los que tuvieran que darle la réplica, derrochando gracejo, en posesión permanente de esa cosa tan necesaria llamada ritmo, clavando los diálogos, las miradas, los gestos y los movimientos.