Esta coletilla es la que ha repetido una y otra vez el presidente del Gobierno, al citar cada una de las frases del líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, que ha mencionado para defenderse durante su intervención ante el pleno: «Si se invierte la carga de la prueba, hay que demostrar la inocencia como en los peores tiempos del fascismo y del estalinismo. Fin de la cita» o «El crédito se logra a cambio de estabilidad y solvencia. Fin de la cita». Tanto ha calado esta coletilla, que a los pocos minutos se ha convertido en uno de los temas más comentado en todo mundo en Twitter con el hashtag #findelacita. También los diputados presentes durante las declaraciones de Rajoy han comenzado a soltar carcajadas, cada vez que el presidente emitía nuevamente la frase. Por eso, también otros parlamentarios que han intervenido en la tribuna de oradores no han dudado en usar esta expresión para dar más fuerza a sus citas.
El primero ha sido el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba: «Es indignante y antidemocrático el uso sectario y partidista que se ha hecho de instituciones del Estado por parte del Gobierno. Fin de la cita», ha señalado en un comentario en el que varios miembros del grupo socialista no han podido evitar la risa al escuchar de nuevo estas cuatro palabras
El coordinador federal de Izquierda Unida, Cayo Lara, tampoco ha querido dejar la oportunidad de utilizar la famosa coletilla que ha popularizado Rajoy, al señalar: “No le creemos nada, es nuestro derecho. Fin de la cita”. También lo ha hecho Chesús Yuste Cabello, diputado por CHA, quien ha deslegitimizado al presidente del Gobierno así: “Su nivel de credibilidad está por los suelos; no es digno del cargo que ocupa. Fin de la cita”.
«Delenda est Mariano Rajoy (Rajoy debe ser destruido), fin de la cita”, ha expresado también Alfred Bosch, portavoz de ERC en el Congreso. Aunque probablemente la cita más original la haya hecho Joan Baldoví, de Compromis, que con un sobre en la mano ha afirmado: “He sacado mi discurso de este humilde sobre, el gran olvidado hoy. Es lo que quiere saber la gente. En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Mateo 26.34. Fin de la cita”, ha remarcado elevando el tono de voz.
Mariano Rajoy: «No es la primera vez que hablo de esta materia. Ya lo hice en una comparecencia abierta para todos los españoles a principios del pasado mes de febrero»
Falso. Aquella «comparecencia abierta para todos los españoles» fue su famoso discurso a través de una pantalla de plasma. En aquella ocasión, ni siquiera se atrevió a pronunciar la palabra «Bárcenas» ni tampoco quiso cuestionar la actuación de su extesorero, a pesar de que ya entonces habían aparecido sus millones en Suiza.
«En numerosas ocasiones y en diversos escenarios se me ha preguntado sobre el mismo. Otra cosa es que mis explicaciones no gusten.»
Falso. El problema no es que sus explicaciones no gusten. El problema es que no ha dado ninguna. Decir «la segunda ya tal» no es dar explicaciones. Decir «todo es falso salvo algunas cosas» no es dar explicaciones. Manipular las pocas preguntas que permite a la prensa para poder leer un papel como respuesta no es dar explicaciones. Y comparecer ante los diputados como ha hecho hoy, sin permitir un debate parlamentario más fluido y evitando a cambio la habitual rueda de prensa de verano no es dar explicaciones.
«No comparezco por ninguna otra razón, Señorías, y mucho menos porque me inquiete en lo personal esa irreflexiva Moción de Censura, de la que hablaré luego y que yo tendría especial gusto en debatir, si ello fuera gratuito para España. »
Falso. Su intención inicial fue irse de vacaciones sin acudir antes al Congreso; por eso su partido rechazó las peticiones de otros grupos para que hablase allí. Solo lo ha hecho después de que la oposición amenazase con una moción de censura para obligarle a comparecer, después de que la prensa internacional cuestionase sus silencios y después de que sus propios votantes den más veracidad a la palabra del imputado Bárcenas que a la suya.
«Ésta es una historia que comenzó hace más de cuatro años, a principios de 2009, cuando, un buen día, nos enteramos de que al tesorero del Partido Popular lo habían imputado por el llamado «caso Gürtel».
Falso. Esta es una historia que comenzó mucho antes, hace más de dos décadas, cuando el caso Naseiro quedó cerrado en falso y el PP echó al jefe pero mantuvo en el puesto a los demás hombres de la tesorería, incluido Luis Bárcenas. ¿O es que acaso el presidente del PP, que lleva lustros en cargos de dirección, quiere hacernos creer que no sabía absolutamente nada sobre cómo funcionaba la financiación de su partido?
«El juez Garzón, que era el instructor, acusaba al señor Bárcenas de haber cobrado comisiones ilegales. Poco después supimos que la operación judicial había venido acompañada de una cacería en la que, entre otros, participaron el juez instructor y el entonces ministro de Justicia, que tuvo que presentar la dimisión por este episodio.»
Falso. El ministro de Justicia dimitió por cazar sin la licencia adecuada para la comunidad autónoma en la que estaba, no por coincidir en público –junto con decenas de personas más– con el juez Garzón. Si Bermejo quisiera conspirar con Garzón habría hecho lo que ha hecho el actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que se ha reunido en secreto con uno de los abogados de los procesados en la Gürtel.
«Estaba muy reciente un episodio en el que una persona que hoy, con toda justicia, se sienta en el banco azul, el ministro de Industria, Energía y Turismo, había experimentado en carne propia una injustificada persecución por acusaciones que después se revelaron como totalmente falsas.»
Falso. Las acusaciones contra el ministro José Manuel Soria no se relevaron falsas. Lo que pasó fue algo muy distinto: que el presunto delito de cohecho había prescrito.
«Aún bajo el anterior Gobierno, en julio de 2011, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid archiva la causa contra él y en octubre de ese mismo año ratifica el archivo.»
Falso. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid depende en gran medida de la Asamblea de Madrid, que era y sigue siendo del PP. Además, el juez Pedreira retiró la imputación a Luis Bárcenas después de innumerables presiones por parte del PP, tras varias gestiones de su intermediario, el abogado Trías Sagnier, y bajo la solapada amenaza de acabar como Baltasar Garzón por no haber rechazado las escuchas en prisión que sirvieron para sacar de la Audiencia Nacional al juez que destapó la Gürtel.
«Cuando tras varios recursos sobre la competencia del Tribunal el sumario vuelve a la Audiencia Nacional, el instructor en ese órgano jurisdiccional, en marzo de 2012, decide reabrir la causa contra el ex tesorero. Es decir, bajo el Gobierno anterior se archiva la causa y bajo este Gobierno se le vuelve a imputar.»
Falso. No fue el juez: fue la sala. Y lo hizo porque las evidencias eran palmarias, como después se demostró.
«La Justicia ha actuado en este caso sin interferencia alguna del poder político.»
Falso. Las presiones del PP sobre el caso Gürtel han sido innumerables y bastante obvias. No solo sacaron de la carrera judicial al juez Garzón, después de cuestionar a cada paso su investigación. No solo presionaron al juez Pedreira hasta que retiró la imputación a Luis Bárcenas. No solo se personaron como acusación popular en el caso para, desde dentro, torpedear la investigación e intentar que la justicia retirase las acusaciones contra el extesorero. No solo cambiaron al fiscal en cuanto llegaron al poder, y también a la cúpula antifraude que investigaba el caso. No solo el propio Rajoy llamó por teléfono al presidente del CGPJ para interesarse por el tema un día antes de que Barcenas acudiese a testificar. Es que las «interferencias» continúan hoy para apartar del caso al titular del juzgado número cinco, Miguel Carmona.
«Di crédito al señor Bárcenas, Señorías. Era una persona de confianza en el partido. No fue tesorero más que un año, pero desde mucho antes había tenido responsabilidades importantes como gerente.»
Falso. Luis Bárcenas estuvo oficialmente como tesorero un año, pero extraoficialmente continuó llevando las cuentas del PP un año más.
«Creí en su inocencia. Lo hice hasta el momento en que, a los cuatro años de iniciadas las investigaciones, llegaron datos que confirmaban la existencia de cuentas millonarias en Suiza, no declaradas a la Hacienda Pública, a nombre del señor Bárcenas.»
Falso. El apoyo de Mariano Rajoy a Luis Bárcenas no terminó cuando el presidente supo de sus millones en Suiza. El Gobierno tuvo noticia de esas cuentas a finales de noviembre de 2012 y el extesorero siguió con secretaria, despacho, coche oficial, sueldo y abogados pagados por el PP hasta que se fue de la lengua, y aparecieron sus papeles en El País. Es más, al día siguiente de que se publicasen en prensa los detalles sobre la cuenta en Suiza, Mariano Rajoy siguió mandando abrazos y su apoyo por SMS a Bárcenas. «Se fuerte», decía Rajoy.
«¿Me equivoqué al confiar en una persona inadecuada? Sí. Cometí el error de creer a un falso inocente, pero no el delito de encubrir a un presunto culpable.»
Falso. Las maniobras para proteger al presunto culpable siguieron después de aparecer el dinero en Suiza. Y también es falso que Rajoy encubriese a un falso inocente. Solo aplicó el protocolo del partido, lo mismo que sigue haciendo, por ejemplo, con Carlos Fabra.
«¿Se han pagado sueldos? Sí. ¿Se han pagado remuneraciones complementarias por razón del cargo? Sí. ¿Se han pagado anticipos o suplidos a justificar por gastos inherentes al desempeño del cargo? También, como en todas partes.»
Falso. En «todas partes» no se pagan esos «suplidos a justificar por gastos inherentes al desempeño del cargo» que el resto del país llama sobresueldos. La mayor parte de los partidos no pagan sobresueldos a sus cargos públicos. Lo normal en muchos de ellos es justo lo contrario: que los cargos públicos aporten un porcentaje de su sueldo al partido, en vez de duplicar o triplicar el sueldo público gracias al partido (cuyo dinero es también público). La diferencia es que no todos los partidos, o casi ninguno, nada en la abundancia, como el PP.
«Declarar los ingresos privados a Hacienda ya es una responsabilidad individual. De eso, ni el señor Bárcenas ni nadie que no sea la Hacienda Pública sabe nada».
Falso. No se sabe «nada» porque sus principales dirigentes han incumplido un compromiso que el propio Rajoy asumió: mostrar sus declaraciones de la renta. Y pagar en negro es un delito doble: del que no lo declara y del que lo utiliza.
«Mis declaraciones de renta y de patrimonio de los últimos diez años están a la vista de todo el mundo, Señorías, y me parece que tienen bastante más valor que un renglón escrito al vuelo en un papel arrugado.»
Falso. Lo que el presidente define como «un renglón escrito al vuelo en un papel arrugado» es una prueba sometida a investigación judicial en la Audienca Nacional. Y los peritos que han evaluado esa prueba han concluido que el papel es original y que se escribió a lo largo de 20 años. Además, gran parte de los «renglones» están avalados por otra documentación, empezando por las propias cuentas oficiales del PP depositadas en el Tribunal de Cuentas.
«Lo que sí sabemos es que el único hecho probado hasta hoy es el del dinero que ha aparecido en las cuentas del señor Bárcenas en la banca suiza.»
Falso. También está probado, entre otras cosas, que Luis Bárcenas trabajó durante más de dos décadas en la cocina del PP y que nunca tuvo responsabilidad directa en ninguna adjudicación ni recalificación. Y que, por tanto, es muy difícil que pudiese robar un solo euro sin la ayuda de más gente del PP.
«Ése el único hecho cierto hasta ahora, como es cierto que desde hace cuatro años el señor Bárcenas ya no es tesorero del Partido Popular y que desde hace más de tres no ostenta ninguna representación política, ni siquiera militancia en ese partido.»
Falso. El único hecho cierto sobre la relación de Luis Bárcenas y el PP que hasta hace solo cinco meses cobraba el segundo sueldo más alto del PP. No está mal, para no ser siquiera militante.
«Nosotros no presentamos imputados en las listas electorales»
Falso. De hecho, ahí está el grupo parlamentario Gürtel de las cortes valencianas para demostrar que es mentira.
«Dejemos que los jueces trabajen, Señorías. Una vez que la especie está lanzada, lo único sensato que se puede hacer no es agitarse, ni amplificarla, sino dar tiempo a que el juez resuelva lo que proceda.»
Falso. Lo único sensato que se puede hacer es dimitir.
No hay día que no escuche la idea en sus diferentes sinónimos: “Hay que aguantar”, “Para cómo está todo, mejor no me quejo”, “Es lo que toca”. El líder del movimiento percebe, Mariano Rajoy, añade al mismo comportamiento un matiz diferente debido a que él sí presenta su posición mejorada: “El que resiste, gana”. Fue el lema que le aupó a lo alto de la piña. Demasiados años cuajados de esfuerzos –mínimos, para no agotarse- y sobre todo sinsabores y hasta humillaciones. Cuando nadie daba un euro por él. No se irá por su voluntad. Una vez cementado, solo los poderes financieros y medios internacionales de prestigio podrían soltarle de la silla. Quienes realmente deciden en ese punto. Por ellos hace como que comparece ante los diputados, aunque sea un 1 de Agosto a las 9 de la mañana. Ni el remedo de representación popular, ni la sociedad que protesta cuentan en su opinión.
Si a Rajoy le guía un objetivo, su bienestar, no es así en el caso de gran parte de la ciudadanía que se limita a sufrir mansamente, esperando que dejen de batir las olas con tanta intensidad. Aquellos que se indignaban porque Zapatero bajó un 5% el sueldo de los funcionarios, congeló las pensiones y suprimió el cheque-bebé (que él había implantado), llevan año y medio “aguantando” cuanto les echan. Han visto crecer el número de parados, a muchos les ha tocado ese número en el bombo. La reducción de salarios y subsidios. Las podas a la sanidad o la educación. La ayuda a la dependencia… para otros. Se han encontrado en la calle por un desahucio mientras han contribuido a regalar a los bancos más de 26.000 millones de euros a fondo perdido durante el mandato del PP. Los repagos, la elevación descomunal de precios de casi todo. La amenaza a cuanto constituían sus seguridades. Y lo soportan. Con resignación. Y es distinto, radicalmente opuesto, el “resistir” de Rajoy defendiendo sus logros, que el “aguantar” mermas, padecerlas.
“Es lo que toca”. Como si les hubiera sobrevenido una enfermedad virulenta que invalida. Tiene nombre: se llama neoliberalismo. E inoculadores con filiación completa. En este momento en España: Mariano Rajoy y todos los miembros del PP. Con parcelas anidadas como la de CiU en Cataluña. Con híbridos como el PSOE. Y también existen causas que la precipitan. Hábitos perniciosos que bajan las defensas y atoran el cuerpo propio y el social. La principal no pensar, no prever, no unir conceptos. Fiarse de opiniones interesadas. Guiarse por reacciones viscerales que no permiten calibrar el resultado de los actos que se llevan a cabo. Como dar la llave del país, los derechos ciudadanos y la caja fuerte a quienes sobradamente avisaban de su malignidad.
Puede que no al punto de podredumbre corrupta que se está evidenciando. Es cierto también que las alternativas no eran estimulantes, al menos en el bipartidismo que se propicia, aunque no solo. Y aquí viene en ayuda para la propagación de la enfermedad imponderable –de serlo, que no lo es- esa educación basada en el mínimo esfuerzo, en distraerse para no pensar, en la sumisión, en entregar a otros las decisiones que corresponden a uno mismo, en… aguantar. Inermes, permiten que el daño campe a sus anchas y gane terreno. Ha vencido la resistencia a combatirlo.
Hemos llegado a la fase final de la Doctrina del shock –que tan magistralmente describió Naomi Klein en 2007 como aviso de lo que llegaba-. Cuando, tras ver sacudidas las estructuras económicas inicialmente y afectados nuestra forma de vida y nuestro futuro, tratan de vaciar la mente, para introducir un disquete nuevo con instrucciones precisas. “Os exprimiremos hasta la saciedad y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”, escribió previamente George Orwell en 1984.
La historia, sí, es vieja, pero ahora “nos toca” afrontarlo a nosotros. Pasiva o activamente. Prima la aceptación estoica. Con un inconveniente serio en contra: la comunicación masiva que antes no existía. Los medios de propaganda o los que igualmente la ejecutan atrapados en las trampas que ellos mismos fabricaron. ¿Para cuándo una sesión completa –con imagen y sonido- de la acreditada y prolífica sarta de mentiras del PP, en prime time, y ante sus autores enfrentados a sus propias palabras?
El miedo a algo peor es el argumento básico que inmoviliza. Y por él se engullen mermas y atropellos que no se hubieran aceptado en momentos de mayor fortaleza. Y por él, parte de los españoles están dispuestos a suprimir prácticamente de su dieta las proteínas, por ejemplo, y alimentarse de pasta o arroz “porque tampoco está tan mal” y después a “rezar” porque no les toque el despido o una excesiva rebaja en el sueldo o la pensión, o la expulsión de su casa, o lo que sea. A causar estupor por su nivel de tragaderas. Y sabiendo que es a causa de un mal que no provocaron. Es más fácil, al parecer. Vuelven a no usar su cabeza. A hacer dejación de su dignidad. Menos mal que este país presume de valentía.
“Tras las vacas gordas, vienen las flacas, y tras las flacas, las gordas, hay que tener paciencia”, dicen quien han hecho elipsis de siglos de desarrollo… agropecuario. Ya asoman, dicen, por la verde pradera. Muchos asistimos perplejos a esos datos estadísticos que valoran sesudamente los expertos, incluso los bien intencionados. Ya cae menos nuestra economía ¡qué bien! y si tenemos en cuenta que se han incrementado un poco las exportaciones de las empresas, etc… igual la deuda pública que crece descomunalmente no nos arrolla. O este gobierno tan eficaz consigue volver a llenar de nuevo con los vestidos de Zara, cosidos en talleres de explotación tercermundistas, la hucha de las pensiones que saquea cuando le apura. O llegamos a cobrar lo mismo que los obreros de Bangladesh y así nos dan matrícula de honor en competitividad. Por poner un ejemplo, entre muchos, de esta locura.
Estamos hablando de personas, no de anotaciones contables. Las que día a día vivimos el abrumador retroceso que nos han inferido y que no se revertirá en absoluto por este camino. Pero la consigna es “aguantar”, como el percebe. Como Rajoy o cualquiera de sus clones. Él, aferrado su poder y a sus prebendas, resiste. Es un pulso. Con uno de los oponentes autoderrotado de antemano. ¿Quién “aguantará” más? ¿Y “aguantará” los mismos contratiempos? Por el momento, esta sociedad tiene lo que ha trabajado por merecer por acción u omisión: Rajoy. Hay grúas disponibles si uno no sabe cómo levantarse: se están oxidando por falta de manos suficientes.
Rajoy se equivocó al confiar en Bárcenas. En descargo del presidente, hay que añadir de seguido que Bárcenas también se equivocó al confiar en Rajoy, un error matizado por el hecho de que diez millones de votantes le acompañaron en su tránsito hacia la decepción. En cualquier caso, los habitantes de la España decimonónica que nos ha tocado en suerte prefieren una mentira en defensa del honor que una verdad disolvente.
Imaginemos por un instante que un imputado por la Audiencia Nacional por el cobro del ‘impuesto revolucionario’ se atreviera a alegar que mantuvo correspondencia con el jefe de la trama en términos de “eutsi gogor” por puro desconocimiento de las actividades de su socio. Ni el letrado más fanatizado aceptaría presentarse ante el Grande-Marlaska de turno a hacer el ridículo, sino que intentaría convertir el desastre probatorio en algún tipo de alegato político. Rajoy, sin embargo, despachó la cuestión con un “me considero inocente” y acto seguido, pasó centrarse en los daños ocasionados a la imagen de España. En este sentido, llama poderosamente la atención el ominoso silencio en torno a la palabra “empresario”, alfa y omega que explica todos y cada uno de los casos de corrupción política registrados en España en los últimos 38 años, según las estimaciones más conservadoras.
En tan sólo dos legislaturas hemos pasado de tener un presidente del Gobierno acusado de ser de ETA a tener otro que parece de la Ndrangueta. No se veía a un culpable tan palmario en una tribuna de oradores parlamentaria desde que Juan Carlos Yoldi se presentó a lehendakari a mediados de los ochenta. La diferencia es que el miembro de ETA sólo abandonó de la Cámara para volver a la cárcel mientras que a Rajoy le aguardaban unas merecidas vacaciones. En favor del primero hay que admitir que al menos tuvo la decencia de no perder un sólo segundo de su intervención en proclamar su inocencia. Con idéntico comportamiento, Rajoy volvería a ganar hoy las elecciones gracias al respaldo mayoritario de quienes están convencidos de que ha mentido como un bellaco.
De ahí que conmuevan hasta la lágrima los esfuerzos de esta web invertidos ayer en la minuciosa enumeración de las mentiras que Rajoy profirió desde la tribuna de oradores, como si la sesión extraordinaria hubiera estado dedicada a dilucidar quién dice la verdad y quién miente, en lugar de quién tiene la pistola y quién cava. Por no hablar de quienes, en pleno arrebato místico, apelan a la ofendida dignidad de unos ciudadanos mucho más dolidos que por el reparto de sobres, por el hecho de que la cascada no haya manado hasta sus cuentas corrientes. Sólo desde esta perspectiva se entenderán las encendidas ovaciones que en un clima de celebración acompañaron los “fin de cita” del presidente, así como las amplias sonrisas que adornaban los rostros de sus señorías al término de la sesión.
Alberto Moyano
No te preguntes qué puedes hacer por España, sino qué puede hacer Gibraltar por ti. Agotada la ‘indignación’ revolucionaria, enmarañado el separatismo catalanista en corruptelas varias y con la cuestión de ETA cotizando a niveles de ‘bono basura’ y a la baja, el Peñón vuelve a la actualidad en un penúltimo intento de cohesionar el territorio mediante el odio al enemigo común, el mejor pegamento a la hora de amalgamar esta especie de país.
Lo que sucede es que no da la talla. Alguien inventó el cero para expresar con un guarismo el desinterés de la ciudadanía por el devenir de Gibraltar en 2013. Hablar de ‘guerra’ resulta hilarante, añadirle el adjetivo ‘fría’ es una vergonzante fórmula que intanta camufla la inopia general. En cuanto a la solidaridad de clase, se supone que nadie esperará a estas alturas que los españoles hagan por los 6.000 pescadores de Algeciras los sacrificios que no han hecho ni por los seis millones de parados. Sinceramente, su destino nos resulta marciano, que tengan que faenar entre bloques de hormigón nos la trufa.
Sólo los ilusos que aseguran que la UE jamás admitiría en su seno una Cataluña independiente creen aún en un Gribraltar español. La resistencia de los ‘llanitos’ debe entenderse en clave de cordura. En realidad, vivimos bajo una administración que nació de un malentendido, ningún colectivo quiso nunca ser español. La excepción quizás fueron los saharauis y así acabaron, dado el carácter profundamente ingrato de la madre patria. Si atendemos a las enseñanzas impartidas por Sacheri y Campanella en ‘El secreto de sus ojos’, uno puede alterar su aspecto, modificar sus costumbres, cambiar de idioma y hasta de amor, pero siempre se mantendrá fiel a su equipo de fútbol. En este punto, los triunfos de ‘La Roja’ jamás se han celebrado en el Peñón. He aquí el argumento definitivo que debería sofocar cualquier ardor ministerial a la hora de jugar a los Revertes.