La recomendación del FMI, respaldada de inmediato con indisimulado entusiasmo por Bruselas, de reducir en un 10% los salarios en España confirma que hace tiempo que el objetivo ha dejado de ser la salida de la crisis para centrarse en la sustitución de este término por cualquier otro que remita a una situación de normalidad democrática.
Tras procelosas investigaciones, el Fondo Monetario, que ya había avisado que vivimos en demasía, ha concluido que la solución a todos nuestros problemas pasa por retrasar la edad de jubilación y recortar la esperanza de vida hasta que la una y la otra coincidan en ese punto en el que la percepción de la pensión cotizada durante toda la vida laboral dé como resultado cero o cualquier múltiplo de cero.
La vida es una pérdida de tiempo, la atonía salpicada de momentos de aguda desdicha y desatada felicidad. Hay que reducir estos últimos en un 10%. La recuperación económica pasa por nacer de parto prematuro, practicar la eyaculación precoz y sucumbir a la muerte súbita. Cualquier otra opción es agonizar por encima de nuestras posibilidades, dado que el tiempo ya es un valor de cambio.
Urge optimizar su dispendio repartiéndolo entre el dedicado a producir y el dedicado a comprar, lógicamente reservando siempre una parcela al asueto televisivo. Estamos a un tris de que nos cuenten que toda empresa es una gran familia y ya se sabe que todas las familias felices se parecen. En concreto, a Ikea.
AM