La ‘vía chilena al socialismo’, el fin de la inocencia

El golpe de Estado liderado por el general Pinochet acabó con la   ‘vía chilena al socialismo’. El bombardeo del palacio de la Moneda, donde se hallaba el presidente Salvador Allende y su decisión de morir antes que entregar el mando a los golpistas, fueron sus episodios emblemáticos.

Última imagen del presidente chileno Salvador Allende
Última imagen del presidente chileno Salvador Allende

Chile, uno de los países de Latinoamérica con mayor tradición democrática, era sacudido el 11 de septiembre de 1973 con un golpe militar, encabezado por el general Pinochet. Pero no fue una sorpresa. El país vivía desde hacía meses en una tensión creciente y el rumor de un inminente golpe crecía imparablemente. El pronunciamiento fue bien recibido por un amplio sector de la sociedad chilena, enemiga de las reformas y cansada de las penurias económicas. Los militares desencadenaron una furibunda represión contra los partidarios de la Unión Popular (UP), que se saldó con miles de detenidos y centenares de muertos.

Sólo dos semanas antes del golpe, el general Augusto Pinochet había sido designado por Allende comandante en jefe del Ejército. Sustituyó al dimitido general Carlos Prats, que falto de apoyos en la cúpula y los mandos del ejército, no pudo resistir la presión social de la derecha. Posteriormente, en 1974, fue asesinado por la DINA, la policía política de la dictadura.

Augusto Pinochet era un hombre astuto, hermético y ambicioso, al que se consideraba un militar constitucionalista –Allende confió en su lealtad hasta  última hora-. No había jugado un papel relevante en la preparación del golpe, pero cuando los organizadores se lo propusieron, no dudó en aprovechar la oportunidad histórica de encabezarlo.

En la madrugada del martes 11 de septiembre –el ataque a las Torres Gemelas también fue un martes 11 de septiembre- los barcos de la Armada, que habían zarpado el día anterior para participar junto a buques estadounidenses en unas maniobras militares, regresaron a Valparaíso. Unos pocos cañonazos bastaron para ocupar las calles del puerto, la Intendencia y los centros de comunicación. Eran las 6 de la mañana.

El bombardeo del palacio de La Moneda

El presidente Allende, advertido de los primeros movimientos golpistas de la Armada en Valparaiso, había llegado a La Moneda, acompañado de su guardia personal, a las 7,30h. En los alrededores del palacio ya se apostaban tropas rebeldes. En su primera alocución por radio, Allende informó al país del levantamiento, que él suponía restringido a la Armada en Valparaíso. Quince minutos después las radios de oposición transmitieron la primera proclama de las Fuerzas Armadas.

Después de tratar inútilmente de comunicarse con los jefes de los tres ejércitos, Allende tuvo claro que los tres cuerpos estaban conjurados en el golpe. Entonces empezaron a sentirse los primeros disparos entre golpistas y francotiradores instalados en los edificios públicos próximos. A las 9,20h, Allende habló por última vez a través de Radio Magallanes. Con emotivas palabras, en el que sabe será su último discurso, se despidió del pueblo chileno.

Poco más tarde, los tanques comenzaron disparar intensamente contra La Moneda, desde donde los defensores respondieron el fuego. Allende rechazó el ofrecimiento de un avión para partir al exilio. Alrededor de las 11h, a instancias del presidente, un grupo de mujeres -entre las que se encontraban sus hijas- y funcionarios del gobierno abandonaron el palacio.

A las 12h cuatro aviones arrojaron durante quince minutos más de veinte bombas explosivas sobre el viejo edificio, que empezó a arder. El ataque a La Moneda constituyó la acción militar más emblemática del golpe, la más determinante para su éxito y un ejemplo de precisión, porque las bombas destruyeron el interior del inmueble pero no la fachada del palacio, la cual sólo quedó impactada por disparos de rifle y metralla.

Todavía hoy se desconoce la identidad de los cuatro pilotos de los Hawker Hunter que participaron en esa operación –durante años corrió el rumor de que habían sido pilotos norteamericanos-. El pacto de silencio entre pilotos y mandos de la Fuerza Aérea chilena perdura y los intentos recientes (2011) de la justicia por esclarecerlo han sido infructuosos.

La muerte de Allende

El presidente resistió los ataques aéreos y terrestres dentro de La Moneda, junto con un grupo de fieles colaboradores, hasta que efectivos militares lograron entrar en el edificio por una puerta lateral. La guardia de Carabineros, encargada de custodiarlo, ya se había pasado a los golpistas. Cuando los militares ocuparon la planta baja, Allende instó a sus colaboradores a rendirse. Eran las 13,30h.

Oscar Soto, médico personal del mandatario, que ya se había entregado, escuchó una ráfaga de metralleta y ya no volvió a ver a Allende. Cuando el comandante Roberto Sánchez – otro fiel colaborador del presidente- entró al salón donde estaba el cuerpo de Allende, lo encontró con un fusil automático AK-47 dirigido a la mandíbula, pero puesto en tiro a tiro –es una de las incógnitas que queda por aclarar: la metralleta estaba puesta tiro a tiro y lo que se escuchó fue una ráfaga-.

En los primeros momentos, persistieron varias versiones sobre su muerte: que murió combatiendo en la defensa del palacio, que fue asesinado cuando se encontraba herido y que acabó suicidándose antes que rendirse, con la AK-47 que le había regalado Fidel Castro. Esta última hipótesis es la más aceptada después de que el mismo presidente, en su discurso radiofónico de despedida a través de Radio Magallanes, expresara: «pagaré con mi vida la lealtad del pueblo». Esta versión está avalada por el testigo presencial Patricio Guijón, un médico colaborador de Allende, y aceptada  por la familia. Fue enterrado en el cementerio de Viña del Mar y con la llegada de la democracia en 1990 fue trasladado al de Santiago.

El 23 de mayo de 2011, a petición de la fiscalía, su cadáver fue exhumado para revisar las causas del fallecimiento. El equipo internacional que examinó el cuerpo confirmó que Allende se suicidó.

Salvador Allende se había convertido en el líder natural de la izquierda chilena desde mediados de los años cincuenta. Impulsor de la fórmula conocida por la vía chilena al socialismo, una vía pacífica, que postulaba un socialismo democrático y pluripartidista, muy distinto al impuesto por Fidel Castro en Cuba. Fue candidato en cuatro ocasiones a la presidencia. A excepción de la primera vez (1952), donde obtuvo un testimonial 5,4% de los votos; en 1958 consiguió el 28,8% y en 1964, el 38,9 frente al 56,1 del democristiano Eduardo Frei Montalva.

Finalmente, en las elecciones del 4 de septiembre de 1970, encabezando la candidatura de la UP -coalición que integró a socialistas, comunistas, radicales y otros pequeños partidos -, recibió el 36,6 de los votos, casi dos puntos más que el derechista Jorge Alessandri y nueve más que el democristiano Radomiro Tomic, pero dos puntos menos que su propia candidatura de 1964.

A falta de una victoria por mayoría absoluta, el pleno del Congreso y el Senado debía elegir al nuevo presidente. Aunque el centro-derecha tenía mayoría, los democristianos no aceptaron las propuestas de Alessandri y, el 24 de octubre, las cámaras proclamaron presidente de la República a Salvador Allende, por 153 votos contra 35 para Alessandri. Tomó posesión el 3 de noviembre.

En las legislativas de marzo de 1973, la UP aumentó el respaldo hasta el 45 por ciento de los votos, pero fue insuficiente para conseguir la mayoría de las dos Cámaras. Allende dirigió el país durante tres años con la oposición del Congreso y una parte de la sociedad, antagónica a  sus ideas. Su voluntad de disminuir la pobreza y las desigualdades no tuvieron el suficiente apoyo social. La sociedad chilena se fue polarizando cada vez más y el centro político se hundió. Además, la misma UP, en demasiadas ocasiones, le proporcionó un apoyo político endeble y fragmentado.

La crisis económica

Los mil días de gobierno de Allende estuvieron lejos de ser la ansiada experiencia de revolución sin fusiles que proclamaba. A la creciente tensión social -avivada entre bastidores por Washington- se le sumo una política económica recibida con hostilidad y miedo por empresarios y grandes propietarios

En julio de 1971, Allende  promulgó la ley de Nacionalización del Cobre. Después llevó a cabo expropiación de haciendas, el aumento del control estatal de empresas y bancos, la nacionalización de compañías extranjeras y medidas de redistribución de la renta. Sus intentos de reestructurar la economía del país llevaron al aumento de la inflación y la escasez de alimentos. En  diciembre de 1972, Allende denunció ante la Asamblea General de la ONU la agresión internacional y el boicot económico del que era objeto su país. Finalmente, meses antes del golpe, una prolongada huelga de camioneros que se oponían a sus planes de nacionalización dejaron las tiendas desabastecidas. Los comerciantes, sin casi nada que vender, se unieron a la protesta. El malestar social era imparable.

El papel de Estados Unidos

La masiva desclasificación de documentos estadounidenses sobre el golpe de Estado en Chile en 1999 y el año 2000 confirmó la responsabilidad de Washington en el derrocamiento de Allende. Los documentos de la CIA, el Pentágono, el departamento de Estado y el FBI señalaron que desde la elección de Allende en 1970, el entonces  presidente Richard Nixon autorizó al director de la CIA, Richard Helms, a socavar al gobierno chileno por temor a que el país se convirtiera en una nueva Cuba.

De hecho, la agencia realizó operaciones encubiertas en Chile desde 1963 a 1975, primero para impedir que Allende fuera electo –sobornando a políticos y legisladores-, luego para desestabilizar su gobierno y, tras el sangriento golpe, para apoyar la dictadura de Pinochet.  Los documentos también revelaron que la CIA pagó 35.000 dólares a un grupo de militares chilenos implicados en el asesinato, en octubre de 1970, del general René Schneider, comandante en jefe del Ejército y leal a Allende.

Las víctimas

El mismo día 11, todavía vivo Allende, el comité político de la UP decidió no resistir: los trabajadores debían abandonar sus centros de trabajo y regresar a sus hogares, pero hubo enfrentamientos en la Universidad Técnica, en industrias y en otras poblaciones del país que arrojaron decenas de muertos y miles de detenidos. Las embajadas comenzaron a llenarse de asilados.

El Estadio Nacional se convirtió en el mayor campo de detención, cerca de 30.000 partidarios de la UP fueron hechos prisioneros, torturados y muchos asesinados, entre ellos el cantautor Víctor Jara. Según el informe Rettig (1991), murieron a causa de la violencia 3.196 personas, de las que 1.185 fueron detenidos políticos desaparecidos, de las que pocos han sido encontrados e identificados. Pero estas cifras son de muertos y desaparecidos comprobadas meticulosamente tras las denuncias recibidas por la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, creada en 1990. Otras fuentes elevan las cifras significativamente.

La última víctima ilustre de aquel luctuoso septiembre chileno fue el laureado poeta Pablo Neruda. Falleció el día 23. El funeral se convirtió en la primera manifestación contra la Junta Militar. Su muerte todavía es un misterio. En febrero de este mismo año, su cadáver ha sido exhumado para intentar aclarar si falleció como consecuencia del cáncer de próstata que padecía o fue envenenado. En cualquier caso, su fallecimiento es paradigma del dolor por el golpe militar y el fracaso del socialismo a la chilena que él tanto defendió.

3 comentarios en “La ‘vía chilena al socialismo’, el fin de la inocencia”

  1. TXILEKO ESTATU KOLPEA

    Zumardiak odolustu ziren
    Irailaren 11n berrogei urte beteko dira Augusto Pinochet buru zuten militarrek estatu kolpea eman eta Salvador Allenderen gobernu demokratikoa eraitsi zutenetik; horren ondorioz sorturiko diktadura Txileren historiaren pasarterik beltzena izan zen.

    Irailak 11 zituen. Tankeek inguratua zuten Moneda jauregia, Errepublikaren presidentearen egoitza, Santiagon (Txile). 10:45ean, militarrek kontrolatzen ez zuten irrati bakarra erabiliz, azken mezua bidali zion Txileko presidente Salvador Allendek bere herriari: «Jarrai iezaiozue jakiteari, berandu baino askoz lehenago, zumardi handiak berriro irekiko direla, eta handik pasatuko dela gizaki librea, gizarte hobea eraikitzeko». Ordu laurden geroago hasi ziren jauregiari bonbaz erasotzen.

    Berrogei urte igaro dira hura gertatu zenetik. Hurrengo egunetan, eta militarren agintaldiak iraun zuen hamazazpi urtean ere behin baino gehiagotan, odolez bete ziren Txileko zumardiak, gizaki librearen pasabide izan behar zuten horiek. Orain, berrogei urte geroago, txiletarrek ederto dakite gizarte hobea eraikitzeko lehenengo urratsa iraganaren makurrak ezagutu eta oroitzea dela.

    40. urteurrenaren karietara, diktaduraren eta memoria historikoaren gaia Txileko agenda politikoan kokatu da berriro, indarrez kokatu ere. Liburu ugari argitaratzen ari da, ekitaldi eta jardunaldi asko antolatuko dituzte, eta, hori guztia, herrialdea hauteskunde giroan sarturik dagoenean, azaroaren 17an egingo baitituzte presidente berria hautatzeko bozketak.

    Gerra Hotzaren epelera

    Alexander Ugalde EHUko irakaslea da, eta Latinoamerika eta Kariberi buruzko Ikerketa Taldeko kidea. Bere ustez, Txilen gertatutakoa garai hartako testuinguruan kokatu behar da, hots, Gerra Hotza izenaz ezagutzen den bi blokeen arteko lehian. «Aurreko hamarkadetan, Latinoamerikako ezkerreko indarren saiakera guztiek boterea eskuratzeko porrot egin zuten bertako indar armatuek galarazi zutelako edo, azken buruan, AEB Ameriketako Estatu Batuen esku hartzea zela eta».

    Kuba izan zen salbuespen bakarra. Kubaren iraultzaren ereduari jarraikiz, mugimendu gerrillariek indar handia hartu zuten 1960ko hamarkadan Latinoamerikako zenbait herrialdetan, baina guztiek porrot egin zuten. Testuinguru horretan ulertu behar da «sozialismorako bide txiletarra» izenez ezagutu zen saioa: ezkerreko indarren koalizioa, hauteskundeen bidez boterea eskuratu eta sozialismorantz urratsak egiteko helburua zuena.

    «Bide txiletar» horrek bazituen zenbait ezaugarri: lehenengo eta behin, esan bezala, hauteskunde bidea lehenestea bide armatuaren aurretik. Bigarrenik, koalizio zabala osatu zuten hauteskundeetan lehiatu ahal izateko, «Alderdi Sozialista indar nagusi zuena, baina komunistak, erradikalak eta ezkerreko eta zentro-ezkerreko beste indar batzuk biltzen zituena». Aniztasun horrek bazituen abantailak, baina desadostasun eta tentsio iturri ere izan zen zenbait unetan.

    Ugaldek hirugarren ezaugarri bat nabarmentzen du: Unidad Popular koalizioaren programa politikoak, ezkerrekoa izanik ere, «gutxieneko aldaketa batzuk» baino ez zituen proposatzen: «Arazoa da sektore batzuek, batez ere oligarkiak, armadaren zati batek eta AEBetako multinazionalek, gutxieneko horiek ere ez dituztela onartzen». Horren adibide, kobrearen nazionalizazioa aipatzen du Ugaldek: «Nahiko arrazoizkoa ematen du herrialde batek bere ondare ekonomikoaren jabe egin nahi izateak. Batzuetan ahaztu egiten da, baina gogoratu behar da Txileko Kongresuan kobrearen nazionalizazioa bozkatu zenean, proposamena aho batez onartu zela. Demokrazia kristauak eta eskuinak ere egokitzat jotzen zuten Txilek oinarrizko ondare hori berreskuratu nahi izatea».

    AEBen eskua

    Orduan, zergatik hainbesteko herra, hain tema handia Allenderen gobernua erorarazteko? AEBen interesak hartu behar dira kontuan azalpen bat ematean. Ez da inongo sekretua Richard Nixonen gobernuak, Henry Kissinger Estatu idazkariaren bidez, esku hartu zuela Txileko estatu kolpean. Beti egon dira horren inguruko susmoak, baina orain, sekretupean mantenduriko agiri eta grabazioak desklasifikatu dituztenean, argi gelditu da hori.

    «Kissinger-en memoria liburua, batez ere Txileri buruzko atala, irakurtzea besterik ez dago horretaz jabetzeko», dio Ugaldek. «AEBentzat, arazoa ez zen soilki Txileko egoera, edo AEBetako enpresek Txilen zituzten interesak. Arazorik handiena zen Txile eredu bat izan zitekeela munduko beste herrialdeen aurrean. Hori ezin onartuzkoa zen».

    Horregatik, botere ekonomikoek eta eskuin politikoak, AEBek sustaturik, ahalegin guztiak egin zituzten Allende boterera irits ez zedin, eta gobernua eratu zenean, lehenengo momentutik saiatu ziren horren ibilbidea oztopatzen, eskura zituzten tresna guztiak erabilita.

    Alde horretatik, Ugaldek uste du paralelismo handiak daudela Txilen 1970etik 1973ra gertatutakoaren eta Venezuelan Hugo Chavezen agintaldian jazotakoaren artean: «Historian gauza berri gutxi egoten da, eta Venezuelako kasua aztertzen badugu, ikus dezakegu antzeko tresnak erabili zituztela batean zein bestean: estatu kolpeak, komunikabideen erabilpena, ugazabek sustaturiko grebak eta abar».

    Irailaren 11ko estatu kolpeak hainbat ondorio ekarri zituen. Ondoriorik lazgarriena, jakina, errepresioa izan zen, hildako, desagertu, atxilotu eta torturatuen segizio amaigabea. Baina ondorio politikoak ere ekarri zituen: «Hasteko, errotik moztu zuen ezkerreko indarren esperimentu hori, sozialismoa legezko bideak erabilita lortzen saiatzearena, eta zalantza hori gelditu zen, zer gertatuko zatekeen esperientzia horri garatzen utzi izan baliote». Era berean, Latinoamerikan iraultza baketsurik egitea ezinezkoa zela uste zuten ezkerreko sektoreak indartu zituen, eta, hurrengo urteetan, bide armatua lehenetsiko zuten Nikaragua, El Salvador, Guatemala eta beste zenbait herrialdetan.

    Errepresioa

    Augusto Pinochet jeneralaren estatu kolpeak bertan behera utzi zuen herritarrek aukeraturiko gobernu demokratikoa, berme demokratikorik gabeko egoera ezarri zuen diktadurak iraun zuen bitartean, eta langile eta klase ertainen pobretzea ekarri zuen. Baina, dudarik gabe, erregimenak erabilitako errepresioaren bortizkeria izan zen Pinocheten agintaldiaren ezaugarririk behinena, eta, seguru asko, orban horrekin igaroko da historiara. Diktadura gehiago izan zen Hego Ameriketan XX. mendean; gehienak ez ziren nabarmendu giza eskubideak aintzat hartzeagatik, baina gutxik erdietsi zuten Txilekoaren ankerkeria maila.

    Datu ofizialen arabera, giza eskubideen bortxaketen biktimak 40.000 inguru izan ziren diktadurak iraun zuen bitartean. Estatuaren indarren eskutik bizia galdutakoak 3.216 izan ziren. Horietatik mila inguru desagerrarazi egin zituzten, eta horien artean badago oraindik argitu gabeko auzi ugari. Torturatuak, berriz, 38.254 izan ziren.

    Maria Jose Eva Parada da AI Amnesty International erakundeko ikerlaria Hego Amerikarako, eta, besteak beste, Txileren auziaz arduratzen da. Gogoratzen duenez, giza eskubideen urraketen salaketak lehenengo momentutik gertatu ziren: «AIren batzorde batek herrialdea bisitatu zuen 1973ko azaroan, eta lehenengo txostena 1974ko urtarrilean plazaratu zuen. Txosten horretan, tortura eta giza eskubideen urraketa larriak salatzen zituen AIk. Geroztik, salaketak etengabeak izan dira».

    Maria Jose Evak dioenez, Txilen «pauso asko» eman dituzte errepresioaren biktimei justizia egiteko bidean, baina, oraindik, zer egin badagoela pentsatzen du AIko ikerlariak: «Egia da, esaterako, zenbait desagertze kasuk argitu gabe jarraitzen dutela, eta, beste aldetik, hilketa auziekin alderatuta, torturak salatu dituztenen auziek ez dutela hainbeste aurreratu. Horrek azalpen bat izan dezake: Retting txostena idatzi zutenean, 1991n, hildako eta desagertuen kasuak baino ez zituzten aztertu, eta torturatuenak askoz geroago hartu zituzten aintzat, Valech batzordeak bere txostena idatzi zuenean, 2004. urtean».

    Baina, Evaren aburuz, justizia egiteko oztopo nagusia Amnistia Legea da: «Egia da epaile batzuek erabaki dutela lege hori kontuan ez hartzea, eta, seguru asko, egon daitezke bideak hori saihesteko. Baina giza eskubideen urraketak zuritzen dituen lege bat egote hutsa oztopo handia da».

    Horregatik, horixe da gaur egun Amnesty Internationalen eskari nagusia, Txileri dagokionez: Amnistia Legea bertan behera uztea. Helburu horrekin, kanpaina bat jarri dute abian, eta sinadurak biltzen ari dira, sarean ere, http://www.amnistia.cl/web gunean, eskari hori sustatzeko. Sinadurak Txileko Gobernuari emango dizkiote irailaren 11 baino lehen.
    Gotzon Hermosilla

  2. En recuerdo de Tomás Gaztelu

    El pasado viernes 6 de septiembre, dijimos adiós a un gran amigo y defensor del asociacionismo vecinal. Ese día murió Tomás Gaztelu Manterola. Un hombre fiel a sus ideas, respetuoso con el diferente, de talante de consenso. Hemos perdido mucho. Desde Egia, desde Gros, supo ver y trabajar más allá de unas simples mugas que unos y otros colocamos a libre albedrío. Él sabía que el éxito estaba en el logro del conjunto, no solo de la ciudad de Donostia, por la que siempre sintió una profunda admiración, sino extendiéndose más allá. Fue en asiduo en las convocatorias de la reconversión del puerto de Pasaia, gran conocedor de la problemática de Herrera, respetuoso con las reivindicaciones altzatarras, implacable en aquella Plataforma -ya olvidada- para un Saneamiento Racional de Donostia y Donostialdea. Y qué decir de aquella Coordinadora de todas las Fiestas Populares de Barrios de Donostia y Donostialdea. Nunca se quejó de fracasos y estuvo hasta el final, orgulloso de la implicación de los jóvenes de Gros en la Comisión de Fiestas, en los Caldereros de su barrio. En fin, nos ha dejado una buena persona y los que le hemos conocido, sabemos que ha sido todo un lujo.
    Nekane Benavente, Juan Luis Apalategi y Elena Arrieta Yarza

  3. Tomás fue muy generoso con el inicio de la asociación de vecinos de Aiete, nos enseñó cómo funcionaba la de Gros con una gran amabilidad y, después, con su presencia de ánimo, nos contagió también para superar las primeras dificultades. Después fuimos compañeros de fatigas durante unos años: por ejemplo en los “presupuestos participativos” y avatares de aquellos momentos. Le tenemos mucho cariño y lo guardamos ahora que no está entre nosotros.
    Le conocí, creo que puedo decirlo, hace muchos años, militábamos en el “antifranquismo” -ahora se dice así- y en la lucha por la libertad.
    Eskerrik asko Tomás. Eres ese tipo de hombre imprescindible, como diría, en tu homenaje, Beltor Brecht

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