Fagor, con 5.642 trabajadores repartidos en 13 plantas en cinco países, de los que unos 2.000 son socios cooperativistas, quinto fabricante europeo de electrodomésticos y una cuota de mercado del 16% en España, no ha podido resistir una acumulación incesante de despropósitos y errores en su gestión empresarial.
La directiva de Fagor quiere dar continuidad a las conversaciones con la Corporación Mondragón, el Gobierno vasco, la banca acreedora y el resto de acreedores pero sigue siendo opaca a la hora de informar de la cuantía de la deuda, del futuro de sus trabajadores y de las plantas productivas. (Además de las factorías de Mondragón (dos, San Andrés y Garagartza ) , Basauri, Bergara y Eskoriatza, su producción se reparte en otras ocho ubicadas en Francia, Polonia, Marruecos y China).
La Corporación Mondragón -MCC- está integrado por tres sectores. Está el sector industrial, del que Fagor Electrodomésticos era uno de los motores y emblema; el sector financiero, liderado por Caja Laboral y Lagun Aro; y el de distribución, donde figura Eroski. Cuenta con unos 83.000 trabajadores en todo el mundo, de los que 33.000 aproximadamente son cooperativistas.
En el País Vasco, la plantilla de Fagor se eleva a 1.800 personas, de las que alrededor de un 85% son socios cooperativistas, que no pueden acogerse a un ERE, aunque durante unos meses percibirán una prestación del 80% de su salario a través del fondo de empleo de Lagun Aro.
MCC, como cualquier otra empresa española, ha decidido despedir a parte de su plantilla de trabajadores, si puede ser no cooperativistas. Tiene intención de destinar unos 50 millones para su reubicación en otras cooperativas o por la jubilación anticipada de los mayores de 55 años (a cuenta de la seguridad social y porque para estos menesteres el instituto público no tiene problemas de pago), o por su recolocación en otras empresas del grupo o o por mandarles al paro dos años y después, como tantas decenas de miles de trabajadores vascos, pasar a las listas de los parados de larga duracción.
En cuanto al futuro de las plantas productivas, indican que en el Pais Vasco solo se mantendría una, dedicada a la ingeniería y al desarrollo de proyectos, ya que toda la producción se trasladaría a Polonia, mediante la participación accionarial de la multinacional china Haier, con la que Fagor anunció una alianza el pasado mes de setiembre.
A día de ayer, Fagor mantenía activas sus plantas de Eskoriatza (ollas) y Bergara (calentadores a gas), pero a partir del lunes solo quedará trabajando el personal del almacén de Jundiz, las oficinas comerciales y el servicio post-venta.
En el caso Fagor electrodomésticos hay un claro consenso a la hora de señalar como responsables de la debacle las decisiones estratégicas excesivamente optimistas y expansionistas, como la de 2005: comprar la francesa Brandt, un monstruo al lado de lo que era Fagor. Y los pecadores también tienennombre y apellido, claro, y ahí están, no en Fagor sino en la cúpula de esa tecnoestructura que es MCC.
Y, hasta la fecha al menos, mucha «mitología» y mucha autocensura, que aquí nos conocemos todos.
El drama humano y social que supone en una empresa industrial una situación como la planteada en este momento en Fagor Electrodomésticos nos exige a todos un esfuerzo de serenidad a la hora de analizar la información disponible sobre lo que está ocurriendo.
En principio, con el fin de situar el problema, es importante clarificar que, incluso en el peor de los supuestos, un hipotético cierre de Fagor Electrodomésticos no tendría por qué amenazar el sistema cooperativo vasco.
Ello es así, desde un punto de vista económico, como consecuencia del propio modelo organizativo de la Corporación Mondragon. Aunque los términos «Corporación» -y, sobre todo, «Grupo»- se utilizan de forma habitual en el contexto cooperativo, casi siempre se trata de agrupaciones de empresas en las que cada una de ellas conserva su independencia y que, a través de contratos multilaterales, acuerdan poner en común determinadas funciones o recursos, crear fondos de inversión, etc.
Esto significa que no existe una responsabilidad global conjunta por las deudas asumidas. Este hecho limita radicalmente el riesgo de que la crisis de una cooperativa ponga en cuestión el futuro de las demás.
En este sentido, es preciso tener en cuenta que, por muy grande que sea la importancia simbólica de Fagor Electrodomésticos para la Experiencia Cooperativa de Mondragón, lo cierto es que el peso relativo de esta cooperativa ha venido descendiendo de forma permanente y, en la misma medida, ha disminuido también el riesgo de que una crisis de Fagor Electrodomésticos pueda afectar estratégicamente al conjunto del Grupo.
Por otro lado, esta crisis tampoco cuestiona el modelo cooperativo desde una perspectiva conceptual. Ello parece evidente si tenemos en cuenta que las razones de la crisis de esta cooperativa no tienen relación significativa con el modelo cooperativo sino, fundamentalmente, con el acierto o no de determinados modelos de gestión y decisiones estratégicas. Al contrario, algunas de las decisiones claves que ahora se cuestionan, como la adquisición de grandes empresas en otros entornos geográficos, se adoptaron llevando al límite la interpretación de lo que es o no coherente con el sistema cooperativo y son decisiones que, por razones conceptuales, no hubiesen sido admitidas durante, digamos, los primeros treinta años de la experiencia. Por lo tanto, salvo sorpresas, la crisis de Fagor Electrodomésticos no va a poner en peligro el cooperativismo vasco, ni como fuerza económica ni como sistema organizativo propio.
La corriente crítica Ahots Kooperatibista, que hace ya unos meses solicitó la renovación del Consejo Rector de Fagor Electrodomésticos y defendió el mantenimiento del empleo en las plantas vascas, emitió anoche un comunicado en el que vaticina que, «en unas semanas», la cooperativa se adscribirá al concurso de acreedores, lo que califica de «una noticia triste, en su lado práctico y también simbólico para el conjunto del cooperativismo».
Tras reconocer que la crisis «ha aportado su grano de arena» a esta situación, añade que «es evidente que la deriva de esta empresa apunta a errores tácticos, pero también estratégicos en cerca de la última década e incluso más. A estas alturas -añade- no hace falta decir que la situación que vive Fagor Electrodomésticos deviene, en gran medida, de gestiones desastrosas, proyecciones de futuro francamente criticables y mucha penumbra y oscurantismo».
En este sentido, y aunque rechaza entrar en denuncias personales, Ahots Kooperatibista afirma que «no debería estar de más esclarecer la responsabilidad de directivos y gestores, de quienes teniendo hoy puestos de máxima relevancia en MCC (Mondragón), jugaron no hace mucho, cuando se estaba larvando este fiasco, un papel decisivo en el ejercicio de las acciones inherentes a sus puestos directivos. Responsabilidades legales, difíciles de objetivar, y responsabilidades políticas».
Tras mostrarse partidario de «romper el muro de silencio existente», esta corriente crítica defiende la necesidad de movilizarse «para salir lo mejor posible de este entuerto y recomponer, en lo posible, los cristales rotos de la gran crisis de Fagor Electrodomésticos».
Primero fue Caja Navarra, luego Corrugados Azpeitia, más tarde el equipo ciclista Euskaltel-Euskadi, después Ibermática y ahora Fagor Electrodomésticos. Por no hablar de Kutxabank, hasta hace nada la joya de la corona, y ahora enfrascada en un rosario de recortes que afectan, sobre todo, a su obra social, a la vertiente más cercana al ciudadano, a ese pequeño torneo de pelota que ha dejado de patrocinar o a esa sala de exposiciones que pone en venta. La crisis se está mostrando con toda su crudeza y no distingue entre grandes, pequeños y medianos, ni entre sectores productivos. Hoy cae una publicación como la revista Euskal Herria (hace unos días se anunció su desaparición), mañana un mastondonte como Fagor y pasado mañana el comercio de la esquina. ¿Se nos está desmoronando el país a trocitos? No lo creo, aunque tampoco me alineo con la corriente optimista que asegura que esta profundísima recesión que ya va para cinco largos años, ha tocado fondo y ya solo queda ver la luz al final del túnel. Con la crisis, llegan las dudas. ¿Tenemos buenos gestores? ¿Es normal que nos gastemos un pastón en un megatren de alta velocidad y estemos discutiendo durante 20 años para que Donostia tenga una estación de autobuses decente? ¿Eran imprescindibles tantas carreteras si luego no podemos pagarlas? ¿Eran necesarios tantos polígonos industriales si no vemos más que carteles de Se vende? ¿Sabemos gestionar en la bonanza pero no en la escasez? Dudas, somos un mar de dudas ante un futuro incierto.
El preconcurso de Fagor muestra la incapacidad de reacción del cooperativismo ante la recesión
La crisis de Fagor, en preconcurso de acreedores para reducir la deuda de 1.100 millones y con 5.600 trabajadores amenazados de desempleo, es algo más que el hundimiento de una empresa de electrodomésticos. Fagor fue el germen histórico de la Corporación Mondragón y el ejemplo más convincente de que el cooperativismo vasco era una vía posible hacia el éxito económico. Fagor era, en suma, la encarnación de la mística industrial del País Vasco. Desde 1955 la historia de Ulgor-Fagor y la Corporación Mondragón —una cooperativa que tiene hoy unos 33.000 socios— ha sido una imagen triunfal. Hasta que Fagor, dañada por el desplome del consumo y obligada a cerrar plantas por no pagar a los proveedores, ha entrado en preconcurso.
El diagnóstico de esta crisis —que no es un concurso de acreedores ni una declaración de insolvencia— señala como responsable principal a la dirección del grupo. Fagor lleva en una situación continuada de pérdidas desde 2009 y, si atendemos a sus balances, en un tobogán de caída de ingresos prácticamente desde 2007. El estallido de la burbuja inmobiliaria, lógicamente, arrastró en su caída al mercado de electrodomésticos. A pesar de tan malas perspectivas, el grupo no reaccionó con la presteza debida para ajustar plantillas, prescindir de actividades con escaso valor añadido o cerrar rápidamente plantas de producción abiertas durante un periodo de expansión internacional que ha resultado un error estratégico. Hoy no se puede competir en la fabricación de lavadoras solo con calidad técnica y know how.
La defensa del empleo, núcleo ideológico del cooperativismo, es un argumento muy débil para explicar la parálisis de la dirección. Fagor necesitaba un plan de salvación en 2009 o 2010 y quizá, de haberse aplicado entonces, el empleo se hubiera conservado. Hoy sigue necesitando ese plan de viabilidad, pero como las circunstancias han empeorado el plan no garantiza el mantenimiento de la fuerza laboral —las previsiones más optimistas arrojan una pérdida de entre 800 y 1.000 puestos de trabajo—, ni siquiera la supervivencia.
Quedan cuatro meses de negociación. Fagor conseguirá seguramente quitas en la deuda e incluso asistencia financiera institucional o privada. Pero lo que Fagor y su Corporación necesitan (la asistencia a los desempleados puede afectar gravemente a Lagun Aro, otro de los pilares de MCC) es, sobre todo, un nuevo modelo de negocio que recoja opciones industriales distintas.
ACLARACION:
Puesto que se nos ha preguntado por ello, tenemos que aclarar que el comentario firmado como «Adrián» en esta página no ha sido redactado por Adrián Zelaia, Presidente de EKAI Center sino por un autor que desconocemos.
Atentamente,
EKAI Center