Las ciudades son lugares orgánicos que se trasforman por la inicitiva humana, cambian de generación en generación heredando la labor de las anteriores, pero son las últimas quines deciden qué es lo que se quedan y qué deciden trasformar. Estos días la implacable piqueta decidía derrumbar la “puerta de Brademburgo”, como ayer lo hizo con el caserío Munto. Las decisiones de estas actuaciones representan la actitud prepotente del gobierno municipal que contrasta con la prudencia de la ciudadanía organizada o no. En el caso de Aiete, de Munto, la ciudadanía ha respondido proponiendo una plaza pública en el lugar que ocupaba el caserío y que este siga formando parte de la memoria colectiva del nuevo barrio. Ahora hace falta que el gobieno municipal se ponga manos a la obra, la ciudadanía se lo ha puesto fácil. Tenemos la oportunidad de diseñar un espacio público habitado por la ciudadanía, rompiendo con las tiranías del mercado, potenciando la vida cultural autónoma en el barrio. En Donostia tenemos una nueva generación de público cada vez más comprometido con su contexto cultural y social y Aiete no es una excepción. La participación ciudadana no es un derecho que nos haya concedido el nuevo equipo municipal, es un anhelo de mucho donostiarras que vemos nuestra ciudad como un espacio de reflexión y de acción, que defendemos lo simbólico y las señas de identidad, en nuestro caso de Aiete, y luchamos contra la marginación en la que, en muchas de sus actuaciones, nos quiere colocar el ayuntamiento.
Si cogemos el caso de Munto o del Bosque de Miramón nos encontramos con una ciudadanía que ha adquirido gran potencial social y una cultura de la apropiación del espacio público, a través de acciones espontáneas o planificadas, subversivas o activistas, ocurrentes, irónicas o humorísticas (basta ver esta web de la asociación), en todas estas inicitivas el gobierno municipal va a remolque, a regañadientes y, en ocasiones, en franca oposición.