La segunda sesión de este trimestre dedicado a escritores hispanoamericanos va a centrarse en Pedro Páramo del mexicano Juan Rulfo.
Nacido el 16 de mayo de 1917 en la pequeña localidad jalisciense de Apulco, Juan Rulfo es uno de esos escritores que han conseguido reconocimiento y renombre universal con una obra breve: La recopilación de cuentos de El llano en llamas, publicado en 1953, y Pedro Páramo, novela cuya primera edición vería la luz en 1955. Y después fue el silencio literario. Cierto es que Rulfo siguió desarrollando sus capacidades artísticas en otros medios como la fotografía o sus colaboraciones con el cine, pero su cénit literario se detuvo en Pedro Páramocomo si su autor fuera consciente hasta el final de que nunca podría crear nada que le igualara.
Pedro Páramo es una novela compleja y con novedades técnicas sorprendentes en aquellos años aunque hoy nos resulten ya familiares. En este sentido, Juan Rulfo fue, sin duda, un adelantado dentro de lo que vendría después a conocerse como “realismo mágico”. Su Comala, la aldea abandonada y seca, destruída por la voluntad del cacique Pedro Páramo, es, tanto heredera en la distancia de la Yoknapatawpha sureña de Faulkner, como precursora del Macondo de 100 años de soledad (1967) de García Marquez. El escritor colombiano ha expresado repetidas veces su admiración por la obra de Rulfo, señalando así lo que sintió cuando en 1961 tuvo en sus manos por primera vez la novela Pedro Páramo:
Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura; nunca, desde la noche tremenda en que leí La metamorfosis de Kafka, en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá, casi diez años atrás, había sufrido una conmoción semejante.
En 1960, el director de cine Carlos Velo, nacido en Orense y exiliado a raíz de la Guerra Civil en México, puso sus ojos en la novela de Rulfo, de quien era amigo, para llevarla a la gran pantalla.
El escritor Carlos Fuentes trabajó, entre otros, en el guión, y el propio Rulfo colaboró en la tarea de localización de escenarios y paisajes para el film. Así, en 1966 se estrenó la adaptación que veremos en este ciclo, siendo alabadas su cuidada técnica y la fotografía en blanco y negro de la misma.
Estrecha e importante es la relación que Juan Rulfo tuvo con el cine, tanto por las adaptaciones que se hicieron de sus obras como por su participación como guionista en diferentes proyectos del cine mexicano. A día de hoy, su hijo menor, Juan carlos Rulfo,
prestigioso cineasta mexicano, continúa el camino iniciado por su progenitor.
Pedro Páramo es un libro para leer y releer. Siempre encontramos algo nuevo, un pliegue para detenernos y para conmovernos. Es un clásico y como tal está siempre cercano y vivo. Muestra de ello es que el compositor irlandés Stephen Mc Neff prepare en estos momentos la adaptación de Pedro Páramo a la ópera y que prometa su estreno para los próximos 2014 o 2015 en Londres, nueva York y México.
Noviembre 2013
Juan Rulfo decía que no podía escribir de las cosas que veía: Tenía que imaginárselas. Yo creo que los trabajos de la información y el periodismo son como un anticonceptivo literario. La información mata a la imaginación. El escritor de ficción (o de ficciones verdaderas) tiene que enfrentarse a la página en blanco, sin tener al lado una libreta de apuntes o un documento o una grabadora magnetofónica, con lo único que tiene: Su memoria, su experiencia y su fantasía. Quien se ha pasado la vida transcribiendo palabras y textos ajenos, como el historiador o el periodista, es muy difícil que pueda llenar la página en blanco
Mi primer enamoramiento literario fue Sartre. El segundo fue Francis Scott Fitzgerald. Luego Cesare Pavese y más tarde, como es sabido, Leonardo Sciascia. Pero la verdad es que una de las novelas que más me ha importado en toda mi vida es una obra maestra: “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo.
Al igual que la novela Rayuela de Julio Cortázar en el área de la Literatura y al igual que «Las Meninas» de Diego Velázquez en el área de la pintura, requieren o necesitan, en cierto sentido, de la implicación del lector-contemplador en su interpretación, ocurre lo mismo con el Pedro Páramo de Juan Rufo.
Luego, otra cosa distinta, característica en el Pedro Páramo de Rulfo es que parece haber escrito, digamos, varios cuentos en una misma novela:
Dos cuentos centrales: la narración de Juan Preciado y la narración de Pedro Páramo, y otros cuentos menores que desarrollaban determinados pasajes entre esos dos cuentos centrales: la relación de Juan Preciado con su madre, la relación de Pedro Páramo con Susana San Juan, la relación de Pedro Páramo con sus hombres en armas, la relación de Pedro Páramo con Juan Preciado, etcétera. Y, todavía más, rizando el rizo, parece haber cortado otros cuentos menores en trozos relativamente pequeños y haberlos intercalado en lugares muy específicos de los cuentos centrales. Su especificidad radica en que a poco de hacer su entrada en uno de los cuentos centrales, le hacen notar al lector que va avanzando en un entender que no corresponde. Para ello empieza un nuevo párrafo cambiando el género o número de los personajes descritos en párrafos anteriores. Eso hace que el lector se detenga y empiece a buscar «para atrás» en lo leído o para orientarse en la lectura. Algunos lo perciben así, otros no. Cada lector es un mundo. Cada persona ve una imagen diferente. Es un calidoscopio literario de prismas interminables. De esta forma una misma novela, de algo más de 100 páginas, se convierte en una obra de arte universal, con miles de significados distintos para los distintos lectores y brillante para todos; una novela que mezcla y entrelaza apasionantes voces y los bellísimos -y doy fe- inolvidables recuerdos de sus distintos personajes presentes y pasados. ¿Realismo mágico o plena magia? o, más sencillamente, poesía, emocionante poesía.
El estilo del autor de Pedro Páramo es sensorial y metafórico, plagado de imágenes poéticas. La interioridad del autor se ve reflejada por la complejidad de los argumentos de los personajes, y la consecuenta connotación erótica, que atraviesa la novela desde el principio al final.
Julio Korta