La mujer cotidiana, la que todas más o menos somos, no mira con lupa al hombre para ver si se acerca –aunque sea a varias leguas- a un supuesto modelo de “perfección”. De hecho, no suele importar ni que sea poco agraciado ni que viva con su madre; se pulen muchas aristas y se recortan otros tantos flecos y ya está: listo para ser el padre de la prole por venir.
Esto va de broma, obviamente, pero entre medias seguro que se me cuela algún pensamiento que parece más serio, así que pido disculpas de antemano.
La mujer tiene el listón muchísimo más bajo que su “contrario” a la hora de emparejarse. El sueño ese del príncipe azul se lo inventó un cuenta-cuentos masculino, de eso no hay duda.
Porque el auténtico sueño, el verdadero deseo –confesable o no- de la mujer de esta época es poder comer todo lo que quiera sin engordar.
A la vista está la cantidad de energía que se gasta –que gastamos las mujeres- en ponernos a dieta, huir de celebraciones gastronómicas, o asistir a ellas y luego doble sesión en el gimnasio y venga a chupar yogures insípidos mientras la family se pone las botas de pizza con la peli de los sábados por la noche. A la vista está que se sigue tomando como modelo de estética femenina a todas las que están delgadas, muy delgadas o delgadísimas y que parece que la felicidad en esta vida tiene como primera estación de paso el hecho de calzarse una treintayocho sin tener que contener el aire.
No queremos al “hombre perfecto”, no; lo que queremos es estar nosotras “perfectas” para así poder conseguir un hombre. No todas, claro está, faltaría más, todavía quedan –quedamos- algunas que pensamos y actuamos de manera diferente, pero…aunque se diga que es por la autoestima y tal y cual yo no me lo creo demasiado, porque si por eso fuera, no andarían estupendas sílfides al lado de “barrigones” a los que les importa un ardite estropearse el perfil con tal de, a cambio, poder disfrutar de la vida incluyendo los placeres de la mesa.
Cecilia
Hace 10 años, me faltaban un par de kilos para llegar a los 60 y a día de hoy, como hace tiempo que se me rompió la báscula, pues no sé lo que peso, aunque hace poco, en una revisión rutinaria me pesaron y casi me da un pasmo cuando oí el resultado…
Yo soy una privilegiada, que siempre he podido comer en casa, aún trabajando en otro pueblo, o sea, que llevo 50 años sin variar mi tipo de alimentación, en cambio voy sumando kilos y kilos segun voy pasando hojas de calendario.
Cuando veo mis fotos de los 20 años, de los 30 y de los 40 me asombro de que pudiera estar tan delgada, por eso me consuelo al pensar que dentro de 10 años me veré también divina al ver las fotos retrospectivas.
¿Y porque engordo, si no mi alimentación es mas o menos equilibrada y ando unos cuantos kilometros al día?..¿engordo porque tengo muchos amigos, y por lo tanto mucho acto social?
Para mí, que va a ser lo que dijo una vez Mafalda, debo de estar acumulando kilos de sabiduria.. ¡y el que no se consuela es porque no quiere!